La Disciplina

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

(Principios Básicos)

La palabra disciplina tiene diferentes significados. Para algunos es gobernar, guardar la ley, la norma, reglamentar o seguir la regla, o bien seguir por la línea recta; en cambio, para otros seguir estrictamente el camino recto de la vida y del cual nunca debemos desviarnos. Para muchos, la disciplina significa simplemente castigo.

Los padres y maestros se enfrentan con el problema de qué hacer con los niños, qué deben aprender y qué no, y esta pregunta tarde o temprano llega a ser un problema por que no saben cómo responderla. La disciplina comienza mucho antes de esta pregunta. Se inicia desde el nacimiento con la alimentación y la enseñanza de hábitos de aseo, sueño y juegos.

Hay dos tendencias con respecto a la disciplina; la una, antigua, dice: “Un niño consentido, niño perdido”; la otra, pseudocientífica y modernista, se opone a la represión, a lo que llamamos “influencias inhibitorias”, y llega a la confusión diciendo: “esto o aquello es perfectamente normal para la edad del  niño o la niña”, “está en la edad”, “no hay que crear niños inhibidos, por lo tanto no hay que castigarlos”. Todo esto confunde más al padre y al maestro que desean enseñar bien al niño.

Lo que parece perfectamente natural y un proceso fácil se vuelve complicado cuando se enfrenta con la realidad de la educación del niño. Es falso que no existan suficientes pautas y guías; posiblemente la dificultad, hoy día, es que hay muchas. Por doquier, en libros, revistas, en la radio, en conferencias, etc., se encuentra uno con conceptos en desacuerdo acerca de cómo educar a los hijos.

Para seguir adelante debemos reflexionar y hacernos otras preguntas;

1°. ¿Qué es disciplina?, 2°. ¿Qué y cuando disciplinamos?, 3°. ¿Por qué y para que debemos hacerla?, 4°. ¿Cómo hacerla?, 5°. ¿Qué logramos haciéndola?

1°. ¿Qué es disciplina?

Si hacemos la pregunta nos encontramos con una variedad de respuestas; se dice: “es enseñar buenos modales”, “es enseñar a obedecer”, “es castigar a Pedrito cuando él no hace lo que le manda, cuando se le manda”. “enseñar al niño a conducirse”. Todas las frases parecen implicar que el niño necesita del castigo para aprender “a ser bueno y obedecer”, y que aprende solamente cuando algo displacentero o doloroso le sucede.

Si observamos más cuidadosamente, comprobamos que el niño aprende mejor sin necesidad del castigo ni de la obligación o imposición de quien se aprende la disciplina. Los niños aprenden las normas de los padres, hermanos, maestros, compañeros y de la sociedad entera.

El niño sabe cuándo el adulto está contento con él al seguir las reglas y prefiere en el fondo seguir aquellas, que perder la satisfacción que le da el sentirse querido, apoyado y seguro del amor y protección de los padres. No sucede así cuando tienen gratificaciones, y es entonces cuando se establece la ley de la oferta y la demanda, y por ende la lógica: “Yo no cumplo, no doy porque no me cumplen y porque no me dan”.

Es decir, el niño no encuentra orden y correspondencia lógica, a lo cual tiene que someterse a resolver sus problemas por el canal de la rebeldía improductiva, rebelándose sin control contra la norma, la regla y la disciplina, expresando sus tendencias irracionales.

La disciplina en nuestro concepto es orden en el mundo externo y en el interno del sujeto:

En la armonía entre nuestros deseos, fantasías, impulsos y la realidad; es la distinción del bien y del mal a través de las reglas, normas o leyes; es el control y aplicación de estas mismas en beneficio del individuo y de su grupo. Para poder comprender por qué ocurre o no todo esto, es necesario tener en cuenta todos los fenómenos y factores que intervienen en el proceso del aprendizaje. En otras palabras, cuerpo y mente deben contemplasen, pero así cómo hay que saber enseñar hay que saber aprender.

Para lograr “saber” también tenemos que tener la posibilidad de renunciar. Niños y adultos muchas veces renuncian a sus deseos o a lo que poseen con el fin de ganar la aprobación de los padres  o de los que los representan. Estos lo hacen inclusive sin saberlo.

Aprenden lo que deben hacer y lo que no deben hacer y lo que no deben hacer, por el amor de los padres, los cuales a la vez no se dan cuenta de lo importante que es para el niño sentirse querido, deseado, aceptado o aprobado.

Para aprender el niño necesita: 1. Libertad para crear y progresar, 2. Encontrar él mismo la respuesta, viviendo y experimentando y 3. Volverse independiente.

Para esto debe tener la oportunidad de examinar al mundo que lo rodea, teniendo con libertad diferentes clases de experiencias y actividades. Para todo esto necesita: a) Ayuda y estímulo de los adultos; b) Control; c) Saber los límites de lo que él puede hacer y entender, los grados y límites necesarios para no ser rechazado. Con cariño estímulos y dirección, los niños pueden aceptar las normas de los padres y hacerlas de ellos mismos. Es así cómo aprenden a distinguir lo que está bien hecho o mal hecho; por lo tanto la disciplina se vuelve una auto-disciplina y un auto-control.

2°. ¿Qué y cuándo disciplinamos?

Disciplinamos las tendencias y fantasías que se hacen realidad en una conducta que perjudica el orden en un grupo y en determinado momento. ¿Cuáles son esas tendencias? Son las tendencias hostiles o destructoras y las amorosas, sexuales o eróticas, y por otro lado las fantasías cargadas de impulsos, como las de romper, destruir, desbaratar, pelear. Hay otras tendencias y fantasías no tan disciplinadas ni censurables, pero que debemos tenerlas en cuanta para la educación, como son la envidia, los celos, la avidez, etc.; unas y otras existen normal y naturalmente, pero en unos están aumentadas cuanti y cualitativamente.

Hay que advertir también que existen situaciones internas y externas que aumentan los impulsos y fantasías, pudiendo realizarse en la realidad en una conducta censurable, creándose el mal hábito que más tarde va a construir la conducta social. Disciplinamos cuando todas estas tendencias y fantasías nos molestan y dañan, intranquilizan, desordenan, desorganiza y produce inseguridad, o cuando se realizan infringiendo una ley, patrón o norma del grupo en que vivimos.

La disciplina, en realidad debe aplicarse desde el comienzo de la vida, y/o aún antes cuando el sujeto, la pareja planea un nuevo ser, luego cuando está en el útero materno y más tarde después del nacimiento a través de toda la vida.

3°. ¿Por qué y para qué disciplinamos al niño?

La respuesta común es que “si no lo hacemos, los niños descontrolados nos enloquecen y que sin disciplina no se aprende a vivir en comunidad”. Todo esto es cierto, pero la disciplina tiene otros significados, más profundos. Nosotros queremos que los niños aprendan a pensar y actuar independientemente. En nuestro mundo actual nadie puede hacer lo que le place sin contar con los demás.

El niño debe aprender qué puede hacer sin hacerse daño y sin hacer daño, respetando los derechos y haciendo respetar los propios usando sus potenciales. El niño tiene que aprender a renunciar a sus impulsos infantiles para poder crecer y volverse más tarde adulto. El control, en un principio, debe venir de afuera por que el niño nace sin controles.

Los adultos deben hacer saber a los niños lo que esperan de ellos, darles confianza, atención, afecto y guía, que se transforma en seguridad y control. En los grupos, los niños se sienten mejor cuando saben que sus padres establecen normas para todos por igual y que son puestas para ayudar al grupo, sin preferencias individuales. Es así también como se crea la consciencia de grupo.

(Lea También: Evaluación del Proceso Enseñanza-Aprendizaje)

4°. ¿Cómo hacer la disciplina?

No hay fórmulas exactas, pero más importante que una regla es la atmósfera que se viva en el hogar o en la escuela, en los cuales puede haber ratos de irritación, discusiones y hasta peleas, pero siempre deben funcionar con un fin: la amistad, la unión y el progreso del grupo.

Padres e hijos, maestros y alumnos, saben que hay momentos buenos y malos, difíciles y de recompensa; es así como con estos puntos de vista en el hogar o en la escuela, adultos y niños encontrarán ellos mismos las respuestas y soluciones a los problemas del orden, Una de las mejores formas de hacer la disciplina es a través del juego normativo.

5°. ¿Qué logramos haciendo la  disciplina?

El logro que obtenemos con la aplicación de medidas disciplinarias depende de diversos factores; entre ellos están los que se relacionan con el sujeto a quien se le aplican, el cómo, el cuándo, el quién las aplica y, en general, con la situación vivida. Uno de los factores que debemos tener en cuenta es la persistencia de la medida disciplinaria la seguridad con que se tome.

Los logros serán obvios; es decir, se hará que se cumpla la norma establecida, se darán los límites necesarios para que el niño o el joven pueda funcionar; se controlará al sujeto en sus impulsos, se le ayudara así a adaptarse a la realidad, a respetar a la autoridad, a canalizar sus tendencias destructivas y violentas; se le estimulará positivamente para que ponga en función activa y creadora todo su potencial vital; se le ayudará también a ser consciente de que es mejor pensar, discutir, dialogar hablar de sus problemas y no llevar su inconformidad y rebeldía a los hechos violentos, destructores de sí mismo, de su sociedad, de su familia, de los principios, de los valores que permiten no sólo el posible cambio sino la transformación y la creatividad.

6°. Ideas básicas

Hay ciertas ideas básicas que debemos tener en cuenta en  la educación y aplicación de la disciplina:

1. Los padres y maestros tendrán más éxito si funcionan como amigos o compañeros, ayudando al niño sin que se presenten actitudes dictatoriales de censura, culpa y castigo.
2. El cariño es necesario para aplicar la disciplina, pero aquí el amor significa sentimientos profundos por los demás, aprecio y reconocimiento.

El cariño por los hijos o alumnos no es igual ni tampoco se manifiesta para todos por igual. No se quiere lo mismo al niño que nos parece inteligente y bueno que otro del cual sentimos hostilidad, incomprensión y malestar.

El afecto por los niños puede ser motivado por el valor qué estos poseen, el cual sedeamos para nosotros y vemos como ideal o bien observamos como reflejo de nosotros mismos. Aquí debemos tener en cuenta la facilidad con que podemos caer en el error de amar aquellas partes nuestras, vistas en nuestros hijos.

Este amor es egoísta y narcisista. En este caso el niño siente que el padre no lo quiere por ser él quien es, por su persona, con sus cualidades y defectos, sino porque es algo suyo (de “su” padre). Es también cuando el niño se va a sentir aceptado, querido como “cosa” u “objeto” y no como “persona”.

También existe otro fenómeno y es el de que no todos tenemos la misma capacidad de querer, ni todos pueden dar sus afectos inmediatamente. No hay dos individuos que expresen sus sentimientos en forma igual. Por ejemplo: hay padres que demoran en expresar el cariño a sus hijos y los mismos les pasa a los maestros. Cuanto más cariño sienta el niño de los adultos, mejor va a aceptar los límites.

Seguramente habrá llantos y quejidos, pero a la larga será capaz de aceptar mejor el “no” del adulto, y esto ocurre si está seguro de que no está solo y le ayudan; de lo contrario, al “no” lo percibirá como critica, censura o culpa, sin seguridad, sin apoyo y por lo tanto se sentirá rechazado y no podrá aprender.

El cariño sin entendimientos no sirve para nada. Recordemos y repacemos el dicho tan conocido: “Aprendemos más de quien más amamos”

3. El adulto debe conocer sus faltas, sus errores, para que el niño pueda crear una imagen real y no falsa, omnipotente y rígida del primero.

Si el niño se siente exigido por los adultos en una regla, la cual ve quebrantar por los que la imponen, el resultado va a ser confusión.

4. Debemos crear conciencia y responsabilidad individual y de grupo y no sentimiento de culpa que se vayan a arraigar en la mente del niño, aumentando los ya existentes.

En otras palabras, nuestra meta es responsabilizar y no culpar.

5. A los niños hay que enseñarles a comprender por qué no deben hacer tal o cual cosa; la forma de hacerlo no sólo es con gritos, puede ser con una mirada, un silencio, una seña; esto no quiere decir que el maestro o padre de familia oculte sus sentimientos y emociones; todo lo contrario, es mejor comunicárselos a los niños.

Algunas personas sienten que los niños las irritan, que no les puede comprender, que si no entran en razón no se puede discutir con ellos; eso es cierto porque la comprensión del niño es muy diferente a la del adulto.

6. Es  importante tener en cuenta qué sabe y qué no sabe el niño de las normas o pautas, pero a la vez, qué se le puede exigir y hasta dónde es capaz; el niño debe saber esto mismo y lo que el adulto espera de él.

Sintetizando, nuestro fin es responsabilizar y no culpar, dar seguridad y no confusión, comprensión y espontaneidad y no intolerancia ni restricción, ni rigidez, realidad y verdad y no falsedad o irracionalidad, cariño y no sentimiento. Hay que tener en cuenta también cómo el cariño sin entendimiento no sirve para que el niño aprenda.

¿Cómo podemos lograr entender al niño?

La respuesta es observarlo y escucharlo, entrar en su mundo, verlo y comprenderlo, pensar primero en nuestra infancia para no ocurrir en errores de niños o adultos, tener siempre una mente abierta a todas las situaciones e incógnitas, aceptando que no podemos saberlo todo y que no somos perfectos. Es de común observación que cuando preguntamos a un niño por qué cometió tal o cual error, la mayoría de las veces nos contestan que no saben, es decir, no saben por qué (lo mismo que nosotros). Entonces, ¿qué hacer? Hay cuatro puntos para considerar:

1. Conocer al niño para saber prevenir y anticipar una respuesta errónea.
2. Canalizar o dirigir sus impulsos por el trabajo físico, intelectual, o en el juego, enseñándole las reglas.
3. Sustituir su conducta llevándola a otro campo.

Por ejemplo, el niño aprende mejor las reglas del futbol o básquet que la regla de tres, pero a la vez, ésta se puede enseñar con el juego, es decir, sustituimos una cosa por otra, todo esto lo podemos hacer con cariño y con firmeza, para que el niño pueda adquirir seguridad.

4. Pensar que el estímulo de la disciplina debe reemplazar lo negativo por lo positivo permitiendo que está emerja.

Por todo esto propondría cambiar los términos de “estímulos y castigos” por los de “estímulos y disciplina”. Hay gran variedad de medidas disciplinarias; entre ellas se encuentra  todos los métodos y reglas que aplicamos en el aprendizaje. El uso de unos y otros debe ser conocido por todos los educadores, ya sean padres, maestros en la actualidad o lo vayan a ser en el futuro; y aún más, los mismos jóvenes. Por lo tanto, es necesario aprender a enseñar y educar; de esta manera sabremos prevenir trastornos mentales familiares y sociales.

En síntesis, nuestra meta es aprender para cambiar o crear buenos hábitos, conducta productivas y positivas; y así educar con ello reparamos, reconstruimos, recreamos, conciliamos sanamente, canalizamos, sublimamos, controlamos, tranquilizamos tendencias y fantasías dañinas, y seremos capaces de dar y recibir, cumpliendo con las normas, reglas, leyes biológicas, sociales y psicológicas, con una sana conducta.

Todos estos puntos deberían ser desarrollados por aparte para integrarlos en el proceso de aprendizaje.

Es así, por último, como se aprende a cambiar conductas improductivas por acciones creadoras. De todo lo expuesto podemos concluir cuán importante es conocer y saber aprender para saber educar y cómo es necesaria la disciplina para poder realizar adecuadamente los dos. He ahí el arte de aprender y educar.

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