Importancia de la Psicología en la Educación

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

(La psicología Pedagógica)

Los padres de familia que tenemos el gran deber y responsabilidad de la educación de nuestros hijos, ante la naturaleza, ante la patria, ante la sociedad y ante nosotros mismos, pero, algo más serio, ante ellos mismos, tenemos que plantearnos qué y cómo debemos educar.

No hay que olvidar que los niños son seres que piensan y que también nos juzgan; que el futuro de ellos está en nuestras manos, según forjemos su personalidad.

Nosotros les dimos la vida, algo divino, pero no por ello podemos descansar y cruzar los brazos para que los demás, la sociedad, los maestros y la vida, continúen la labor.

Con este pequeño planteamiento no quiero que me sientan como el moralista, pues no lo soy, sino como alguien que tiene los mismos intereses, motivaciones y problemas, en una familia que está en su desarrollo.

Cuando los padres de familia nos reunimos para referirnos a los hijos lo hacemos con dos fines: primero, conocernos; y segundo, hablar del tema de nuestros hijos, con el objeto de ayudarnos en la educación y el aprendizaje de la vida, de la tecnología en este mundo cada día más difícil.

Antes de entrar a plantear este último punto, veamos un poco más profundamente la importancia del fenómeno como tal. El fin de conocernos y el tema de los hijos nos llevan a una relación interpersonal que nos comunica y que el problema de los hijos nos une.

¿Por qué el hijo, o mejor, la educación de éste, es un problema? La respuesta es muy sencilla: Por que nosotros tenemos muchos problemas en nuestra misma educación y queremos para nuestros hijos una mejor.

En el ser humano existe la tendencia cognoscitiva que nos lleva a conocernos, a hablar y pensar de nosotros mismos en el campo del Yo – Tú.

El, comunicándose uno y otro por el tema. Los temas son múltiples, la comunicación una; los primeros están al servicio de los segundos; es aquí donde se establece la norma relación del YO – TU, EL. Para trabajar y vivir mejor, necesitamos saber cómo, cuándo, por qué, para qué, cuándo y qué piensa, siente, actúa, necesita y desea el ser humano en la relación anterior.

Por ejemplo: El trabajador quiere saber cómo mejorar su trabajo para producir más y vivir; los padres desean saber cómo actuar y qué hacer para educar a sus hijos; un gobierno estará interesado en las necesidades del pueblo para desarrollar su programa, y en los pueblos más avanzados se ha encontrado que sólo con una buena educación y conociendo al hombre, se puede gobernar.

Pero aquí surgen varias incógnitas: sólo quiero enunciar aquellas que muchos de nosotros en alguna época de la vida nos hemos planteado.

Por ejemplo: ¿Cómo aprender de uno mismo y de los demás? ¿Cómo desarrollar la personalidad? ¿Qué clase de inteligencia tenemos? ¿Cómo recordar y tener mejor memoria? ¿Cómo controlar nuestras emociones y cómo saber el motivo de nuestros conflictos?  ¿Cómo podemos hacer mejor ajuste entre el mundo y nosotros? ¿Cómo, cuándo y qué podemos ser y en dónde estamos?, y por último, ¿Por qué? A todo esto Sócrates se refería cuando dijo “Conócete a ti mismo”.

(Lea También: La Inteligencia y las Capacidades)

Son muchas las formas y métodos para conocer al hombre, pero la que toca a la parte mental, es la psicología.

Para atender ciertos fenómenos de la conducta humana debemos aceptar tres hechos importantes, a saber:

1. Todos los seres tienen definidas necesidades biológicas y espirituales, las cuales envuelven procesos psicológicos y fisiológicos.

2. La cultura del medio en que vivimos prescribe ciertas reglas, condiciones o maneras, en las cuales esos impulsos o necesidades pueden ser satisfechos, y

3.  En cualquier momento la conducta del ser humano  tiende a expresar y satisfacer esas necesidades en el mundo en que vive.

Para conocernos no sólo basta vernos y estrecharnos las manos, es necesario saber qué pensamos, qué sentimos, qué queremos, qué deseamos; todo dentro de la categoría de valores y del mundo de nuestras creencias, y para el logro de esto nos valemos del movimiento.

La comunicación y el conocimiento se realizan por medio de la expresión, cualquiera que esta sea. Por ejemplo: El niño al nacer, llora y luego sonríe a la madre y al padre; es decir comunica sus sentimientos de dolor o displacer y de alegría o placer. Dos polos antagónicos en que se mueve el hombre.

Es aquí y ahora cuando estamos reunidos para poder obtener conocimientos que nos sirvan para vivir más felices, volviendo los ojos sobre nuestro segundo objetivo de hoy, “nuestros hijos”; el primer punto por tocar es el de comprender que el niño se forma, se estructura paulatinamente desde el momento de su concepción.

Algunos lectores pensarán: “Esto es muy bien sabido”; pero yo lo repito por que muchas veces nos apartamos del sentido común, que lleva a la verdad.

El niño, antes de hablar, comunica a su madre su incomodidad o goce con quejidos o sonrisas; más adelante lo hace con su lengua (ya sea hablado o con el movimiento), en el juego, el cual está lleno de fantasías creadoras o destructoras; ya sea creada por las dos fuerzas antagónicas, importantes, que deben controlarse, equilibrarse y armonizarse a través de  la canalización, la sublimación y la educación; de lo contrario, aquellas fantasías infantiles de guerra o de pasión se vuelven una realidad patológica.

La psicología pedagógica se enfrenta con la realidad, con el “ser” y el “deber ser” en un mejor perfeccionamiento. Para un máximo rendimiento en la educación hace falta, en primer término, la realidad. Por eso, el maestro, para poder cumplir con su misión, necesita ser un psicólogo observador y un filósofo de principios. Con esto no quiero decir que sea un creador de sistemas, basta que posea una amplia concepción de la realidad psicológica, del mundo y de la vida.

Para poder realizar una buena educación integral hay que educar al niño según su naturaleza, sin destruir sus impulsos, más bien sublimándolos. De nada sirve ir en contra de las leyes naturales; lo que si podemos es ayudar con nuestras mismas capacidades naturales.

Se habla mucho de la escuela para el niño y no del niño para la escuela, Así también se habla de los programas y métodos que deben gravitar alrededor del niño y no de lo contrario. Tal es la revolución copernicana de la educación.

La pedagogía ha prosperado gracias a la psicología moderna; por ejemplo, en los problemas de la inteligencia, de la atención, sensación, percepción, memoria, fatiga intelectual, forma de aprendizaje, etc. Esto se debe a que emplean nuevos métodos psicotécnicos con los cuales se ha llegado a determinar los factores que influyen en la pedagogía, y así se pueden confeccionar horarios, programas y planes de enseñanza, evaluando y teniendo en cuenta la naturaleza de los educandos.

En un tiempo la enseñanza era árida, rígida, y usaba de la memoria como fundamento del aprendizaje; hoy día es rica, es dinámica y de comprensión, más que de recuerdo.

Se hace al niño pensar, analizar y sintetizar en un medio de armonía, de música o de juego; expresión de la tonalidad de los sentimientos, efectos y emociones. Pero para conocer al niño hay que verlo a través de todas sus etapas evolutivas. No se puede comprender al adolecente si no se estudian su niñez, su infancia y su lactancia y aún su futuro, el inmediato y el mediato.

De aquí nació la psicología infantil, que debe ser la base de la educación. No se puede educar a un pueblo sin conocer su historia.

No es lo mismo enseñar a un niño que tiene limitaciones en su inteligencia, que a uno que es brillante. Los padres tendemos a creer que nuestros hijos son inteligentes y queremos que ellos hagan las cosas mejor de lo que nosotros pudimos hacerlas, olvidando que cada uno de nosotros tiene limitaciones que hay que conocer y enfrentarlas a la realidad.

Cada uno de nosotros tiene una inteligencia que heredamos y desarrollamos, pero siempre con un límite. Unos pocos, desfavorecidos por la herencia de enfermedades o infecciones durante el tiempo de gestación de la madre, o por traumatismo durante el parto, poseen una inteligencia limitada, en los límites o fronteras de la norma, en el campo de la debilidad mental.

Con un criterio social, un individuo puede cambiar la clasificación de su inteligencia, por que hay diversas clases de inteligencia. Hay gente inteligente y unos para los negocios, otros para la política, otros en cuestiones sociales, otros en cálculos o en problemas abstractos, en la lectura, en el manejo de los niños.

Obviamente, la variación en la efectividad depende del grado de interés y de haber hallado el camino para desarrollar sus capacidades.

Cuántas personas existen fracasadas, porque nadie les mostró sus capacidades y formas para desarrollarse.

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