La Inteligencia y las Capacidades
Algunos me preguntarán: Pero, ¿qué es la inteligencia?
La respuesta exacta es muy difícil, hay muchas definiciones. Unos hablan de la capacidad de adaptación; otros, del conjunto o capacidad global de una persona para actuar intencionalmente, pensar racionalmente, tratar efectivamente con su medio ambiente; otros dividen la inteligencia en capacidad abstracta, mecánica, y social, de la primera salen los abogados, físicos, literatos y profesionales, hombres de negocios, estadistas, de la capacidad mecánica, el trabajador industrial, especializado, de la tercera, capacidad social, salen los diplomáticos, el vendedor, las personas dedicadas a las relaciones públicas, los políticos y sociólogos.
Estos tres grados o capacidades son sólo una forma de clasificación, por que todos tenemos una parte de las otras, es cuestión de proporción y distribución de cantidad y calidad.
El padre de familia y el maestro deben conocer esas capacidades para guiar y educar y orientar al niño. Se le deben resolver sus inhibiciones para que puedan aprender y sienta placer en el trabajo y en el estudio.
A los niños no se les puede tratar con los mismos métodos, y el maestro no sólo debe estar capacitado para enseñar esos métodos, sino también para enfrentarse con niños de diferentes edades. Es por todos sabido que los primeros años de colegio son las más importantes para el aprendizaje.
¿Quién olvida, cómo, cuándo y quién le enseño a leer? Aquí quiero afirmar que lo más importante para la educación no solamente los primeros años escolares, sino también y fundamentalmente los pre-escolares, pues la educación de un niño se inicia con la vida.
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Por eso el padre de familia y el maestro continuamente deben estar actuando:
Porque no se pueden colocar en el papel de espectadores u observadores. La vida y la actividad de los grupos escolares exigen constante intervención. El padre o la madre, el maestro, deben reprender, prohibir, conservar la disciplina, mantener al niño en actividad, educarlo e instruirlo.
El maestro, por toda esa labor por desarrollar, no tiene tiempo para reconocer, ordenar y analizar todas las causas de la conducta y reacciones del niño; no obstante, su misión es la de influir sobre ellos. Por eso es necesaria la colaboración de los padres de familia y del psicólogo. Debe existir una simbiosis entre la escuela y el hogar, el padre de familia y el maestro, para que no haya la escisión, la división o disociación en el mundo del niño.
Los principios, las creencias, los valores deben ir por un mismo camino, de lo contrario se presentaría la contradicción y la duda, y luego, la inseguridad plasmada de angustia.
El niño debe tener un ambiente de comprensión, de cariño, y de amor, o se presentara la siguiente lógica infantil:
“Si papá no quiere a mamá, mamá tampoco quiere a papá y entonces ninguno de los dos puede quererme a mí y yo tampoco los quiero a ellos”.
Pero interiormente ese niño estará anhelando que sus padres se quieran, para que lo quieran. Sin frustraciones en la vida no habrá progreso, ni será posible el proceso de la creación.
La meta es equipar al ser humano en forma real, con suficiente satisfacción, seguridad y comprensión para que no se cree la lógica inconsciente: “Si no me quieres te odio”.
Espero así con todo lo expuesto responder a algunas inquietudes que los padres de familia tenemos cuando pensamos qué y cómo será el futuro de nuestros hijos; hay que ofrecer la fuerza de la juventud con sus valores positivos para ayudar en todo el mejoramiento de nuestros hijos para que todos vayamos por el camino de la verdad, de la prudencia y de la salud.
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