Arte Aprender y Enseñar, Casos Clínicos Parte II

En general se aprecia un potencial interno a nivel afectivo y creativo, menguado por su crisis de adolescencia y su tendencia a resolver los problemas a nivel intelectual.

Por el análisis de su historia se puede deducir que la lentitud, la pereza, las fallas de atención, concentración y memoria son consecuencia no sólo da la disritmia sino de las drogas que está tomando. Como se vio, existen fallas en el lenguaje, lo cual se puede resolver con ayudas psicopedagógicas.

Obviamente el descontrol impulsivo primario debe seguir evaluándose periódicamente para que no tome predominancia y afecte la relación interpersonal y el rendimiento escolar. Como este niño existen muchos otros casos, que hay que estudiar, más a un cuando los profesores no se percatan de los procesos neurológicos y mentales internos.

Un niño con dislexia debe ser atendido por un período largo de tiempo, haciendo un seguimiento de su desorden para rectificarlo a través de técnicas especiales que no son propiamente la psicoterapia o el psicoanálisis, pero que si en ocasiones estas técnicas son útiles para tratar y manejar la impulsividad descontrolada que también se relaciona con la disritmia; la dislexia, en éste caso, a la vez puede actuar no sólo en la inversión de letras sino en otras funciones integradoras, lingüísticas, discursivas y conceptuales, las que llevan a la posibilidad del pensamiento analítico, sintético, lógico, formal, científico, abstracto, y al mismo cálculo y conocimiento.

Se ha podido observar también que existen en los casos de dislexia una dificultad en los procesos de aprendizaje y comprensión.

En algunas ocasiones se encuentra el binomio disritmia-dislexia

Que se complica cuando el profesional suministra drogas anticonvulsionantes no existiendo las convulsiones propiamente dichas; la misma medicación (Hepamin, Fenobarbital y otros) producen efectos secundarios como en este caso se observó (somnolencia, pereza, lentitud en las reacciones, fallas en la atención, concentración y memoria).

Es importante aclarar lo que se entiende en general por dislexia.

Se trata de un trastorno en la lectura y escritura; a la vez se refiere a las disfunciones que participan en aquellas y comprenden también procesos que intervienen en la formación del pensamiento y el conocimiento y, por ende, la comprensión, la asociación, la interpretación y otras funciones que llevan al discurso; todo lo cual afecta el aprendizaje; por lo tanto, un niño disléxico, hay que tratarlo no sólo en sus funciones del pensar sino en su aspecto emocional, puesto que el niño, al no poder comprender bien y no poder aprender bien secundariamente, reacciona emocionalmente.

La dislexia es investigada por los especialistas (neurólogos, psicólogos, fonoaudiólogos, psicopedagogos, profesionales en educación especial).

Existen distintas pruebas y técnicas con ejercicios para rectificar la dislexia; sin embargo, insisto una vez más en cómo hay que contemplar y tratar el caso en su totalidad haciendo énfasis en que el maestro debe percatarse de estos desórdenes para no maltratar al niño y no perturbar más su aprendizaje.

La disritmia es, como la palabra lo indica, un desorden en el ritmo cerebral que puede tener diferentes causas (metabólicas, endocrinas, traumáticas, genéticas), que de una y otra manera se relacionan con los intercambios bio-electro-químicos en los potenciales de los estímulos cerebrales y a la vez con la vida emocional del sujeto.

La disritmia tiene síntomas:

Psicológicos, motores, conductuales, senso-perceptuales, del pensamiento e instintivo-emocionales; estos últimos pueden influir desencadenando y descontrolando el manejo de los impulsos cerebrales. El diagnóstico y tratamiento de estos casos deben también realizarse en equipo.

María, niña de 16 años de edad, con desarrollo físico aparentemente acorde con su edad, cursa 3° de bachillerato, tiene una hermana seis años mayor que ella; el padre, profesional de 52 años, y la madre, de 45 años de edad, ama de casa.

Consultaron por que a la niña se le han hecho muchos tratamientos debido a que ha sido demorada. Es tímida e insegura y corta para hablar, le da miedo enfrentarse a las cosas. No se desenvuelve sola para la edad que tiene.

Hace diez años que el problema era el colegio bilingüe y la cambiaron; la niña tuvo cinco cambios de colegio en los cuales hubo pérdida de años y habilitación de materias. Los profesores de los colegios conceptuaron que la niña tenía un problema de “timidez” y algún retardo en el lenguaje; por tal motivo María estuvo en psicoterapia, terapia de lenguaje y ocupacional.

El embarazo y el parto fueron normales, la lactancia deficiente. Niña inapetente e hiperquinética, hipersensible, irritable. No caminó hasta los dos años; las primeras palabras a los tres, el lenguaje comprensivo a los cuatro y su socialización entre los cuatro y los cinco años.

El aprendizaje escolar fue lento, con dificultades para leer y escribir. La niña siempre era tierna, dócil y “tranquila”, con cierta tendencia al aislamiento y a la pereza; de tal forma no trabajaba sino forzándola a estudiar. A pesar de que gasta mucho tiempo estudiando no tiene los éxitos correspondientes.

El padre hace un detallado examen cuantificado de los factores que inciden sobre los problemas, los cuales él resumen de la siguiente forma:

El 70% son causas propias desconocidas del nacimiento, el 25% la personalidad de la madre y el 5% se echa la culpa a él por sus exigencias, sobrepreocupación y desespero de él mismo; a la vez por las relaciones con su hermana, que es una niña dentro de los límites normales.

La evaluación pedagógica revela que María presenta dificultades en historia, geografía, español, observándose fallas en la comprensión de los tiempos de conjugación de los verbos; no hay manejo de las relaciones témporo-espaciales. Su ritmo de trabajo es muy lento y el nivel pedagógico es de 1° y no de 3° de bachillerato; responde sin pensar y se bloquea con facilidad. Su fantasía es de una niña de siete años.

El contacto con la realidad es débil en relación con lo esperado, pero la deforma patológicamente.

En el nivel psicosexual predomina lo oral pasivo, evadiendo y reprimiendo lo genital sexual, dando la presencia de una latencia.

El cociente intelectual es de 77. Se observa una gran ansiedad que bloquea los procesos del pensamiento y que la lleva a una orientación impulsiva en sus respuestas, no permitiendo así que entren en juego los mecanismos de espera, lo que impide un adecuado nivel de atención y concentración. Los niveles más altos fueron obtenidos en información, comprensión, cubos y rompecabezas; los más bajos en aritmética e historietas. Las fallas más importantes son la atención y la concentración.

Haciendo un análisis global de este caso podemos observar en primer término que al grupo familiar le cuesta mucha dificultad aceptar a la paciente María por su deficiencia mental y las consecuencias intelectuales.

(Lea También: Arte Aprender y Enseñar, Casos Clínicos Parte III)

El padre, la madre y la hermana son de un coeficiente intelectual normal; el padre, controlador, rígido, estricto, culpógeno, no tolera una deficiencia seria dentro del grupo familiar y he ahí que se sobreexige y culpa de las deficiencias de su hija María, tratando de resolverlas desplazando la responsabilidad en los cuidados psicológicos, pedagogos, psicoterapeutas, deseando omnipotentemente que ellos les resuelvan el problema.

La madre dominante, ansiosa, ignorante, exigente, no acepta las equivocaciones y reacciona defendiéndose agresivamente. La hermana, a través de su actuación trata de salir de ese grupo familiar en conflicto a través de su profesión (piloto de aviación) huyendo, volando, de esa realidad maltratante, agresiva, conflictiva.

De todo esto se puede inferir que María, la paciente, está en medio de ese grupo en conflicto y además es afectada por la incomprensión de los profesores, maestros, directores del colegio, que ubicaron el problema en el “colegio bilingüe”, en la timidez y en la deficiencia en la lectura sin entrar a analizar y evaluar realmente la dinámica mental de María.

En este caso como muchos otros que se observa el desplazamiento en un sentido u otro de las causas de las deficiencias de los problemas escolares. Han pasado diez años de continua vigilancia médica, psocoterapia, terapia ocupacional y psicológica con cambio de cinco colegios. Se le han hecho todos los exámenes médicos y tratamientos ordenados y, sin embargo, la paciente María continúa con su problema; la deficiencia mental.

Está deficiencia no es solamente aceptada por la familia sino por los profesionales (médicos, psicólogos, pedagogos, profesores), deseando omnipotentemente estos últimos cambiar la deficiencia en una seudodeficiencia malograda.

He aquí la prueba de cómo el ser humano se rebela con la omnipotencia contra límites de la naturaleza sin tener en cuenta que debemos aprender a manejar estos mismos situándonos en ellos para sacarles el mejor de los provechos a las capacidades limitantes y a los potenciales en el aprender y en el enseñar; de ahí también el arte de enseñar y aprender.

A María, en cambio de forzarla a continuar su bachillerato, podría guiársela hacia una carrera intermedia de artes y oficios valorizándolos y no hipervalorizando la intelectualidad del bachillerato.

José, de 13 años de edad, con desarrollo físico acorde a la edad, cursa 3° de bachillerato, tiene tres hermanos, los primeros mellizos de 16 años y el último de cuatro meses de edad; se presenta asustado, tímido, triste, ansioso, inseguro, despistado, confuso, que necesita permanentemente aprobación. El padre, profesional de 41 años; la madre, profesional de 36 años.

Consulta porque está repitiendo 2° de bachillerato y hay deficiencia en el rendimiento escolar, especialmente en matemáticas y lenguaje; ha cambiado cinco veces de colegio, presenta desinterés, es desobediente, peleador con los hermanos, juega normalmente, le gusta la TV y aprende por ese medio, rinde si le ponen atención.

José tuvo un accidente a los siete años de edad; cayó de un segundo piso y presentó un cuadro de confusión y fractura lineal del cráneo con electroencefalograma positivo. Desde ese tiempo se le administraron antiepilépticos.

Embarazo normal, parto por cesárea, desarrollo psicomotor dentro de los límites normales.

En las pruebas psicológicas se detectó un cociente intelectual de 75, lo cual lo sitúa en un nivel bajo de inteligencia, con baja atención y concentración, fallando especialmente por angustia, que invade los procesos del pensamiento; su lenguaje es prácticamente telegráfico y concreto, bloqueado y lento.

Emocionalmente se enfrenta con mucho temor a las nuevas situaciones y problemas, dándole una connotación fóbica persecutoria, Los impulsos aparecen en general rígidamente reprimidos, existiendo una tendencia a la somatización; la emoción es muy fuerte, con contenidos sádicos que proyectan fóbicamente. José se defiende aislándose e inhibiéndose.

La figura paterna parece que ejerce más roles maternos; la figura materna es parcial y de tipo fetichista. El contacto con la realidad se encuentra dentro de los límites esperados a su consciente intelectual. En el nivel psicosexual se observa una exacerbación de lo edípico, con una base anal que intenta reprimir.

En la evaluación pedagógica se encontró:

Que José tenía un nivel de 5° de primaria; se halló que tiene buen ritmo pero le falta puntuación, entonación, comprensión y memoria. La caligrafía es diestra, tipo imprenta, adecuada en forma y tamaño, pero su ortografía es deficiente. En matemáticas, deficiente e inseguro en los conceptos. El dialogo se hace difícil por cambio en sus actitudes, en su pensamiento, con tendencia a la evasión. Parece existir problemas estructurales y emocionales en el pensamiento.

En este caso nos enfrentamos a tres problemas a la vez: (1) la parte de su deficiencia genética en el cociente intelectual, (2) el accidente cerebral y como consecuencia la disritmia, y (3) su conflicto mental en relación con su ubicación dentro del grupo familiar (los dos mayores mellizos y el menor recién nacido).

Estos tres aspectos inciden en toda su productividad mental, de tal manera que a los familiares de José se les debió aconsejar la no sobreexigencia en el rendimiento escolar y una guía para la elección de profesión de tipo práctico manual, a demás de una ludoterapia con el fin de que descargue sus ansiedades y tensiones agresivas.

Leonardo, de 15 ½ años de edad, muchacho alto que aparenta 18 años, cursa 5° de bachillerato; el padre, de 45 años de edad, profesional; la madre, de 39 años de edad, ama de casa; tiene tres hermanos menores de 13, 8 y 7 años.

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