La Salud: Una Sensación de Satisfacción Vital

La Salud: Una Sensación de Satisfacción Vital

Cardona R. Dora, Nieto M. Eugenia, Isaza de G. Gloria, Lara T. Alicia,
Jaramillo G. Orlando, Vásquez L. César, Martínez D. Mancel E.

ABSTRACT

Comprehensive qualitative research favors the reconstruction of the meaning that human groups give to vital experiences. This study interpreted the experience undergone by a group of 21 community mothers with reference to feeling, knowing and acting in front of health and disease.

A Holistic Vision of Health, Solidarity, Pain, Patient Classification resulted from the reconstruction of the starting categories of analysis. Accordingly, we had access to the following new arising categories: Health: A Sensation of Vital Satisfaction, Solidarity, Turning Point Between Individualness and Collectiveness, Oblivion and Memory: Pain Identity, Sickness or Sick People? And the Health Culture, the Vital Scenario, which represent the meaning of health and disease in human groups.

This comprehensive process triggered the appearance of theoretical categories from which it will be possible to redefine the formation of health agents, service delivery and the formulation of policies and programs according to the sociocultural reality of human groups. We propose to enrich the konowledge about reality, the vital world of people, by means of qualitative research and to build a bridge with research, from the perspective of the current scientific-technical rationality paradigm, and especially with Epidemiology and Public Health.

KEYWORDS

Health Culture, Sickness or Sick people, Pain, Vitality, Feeling, Solidarity, Integrality.

1. INTRODUCCIÓN

La comprensión del proceso salud-enfermedad ha sido objeto de diferentes sistemas teóricos que a lo largo de la historia se han desarrollado y representado por los denominados paradigmas en salud. Tales paradigmas son: el mágico religioso o espiritualista, el hipocrático o naturalista y el experimentalista (1). Este último está basado en los criterios de racionalidad, universalidad y validez que surgen con la ciencia moderna. Subyace en este paradigma la racionalidad científico-técnica, desde la cual ha sido mirado el proceso salud-enfermedad, desde la biología, la epidemiología y la salud pública. Sin desconocer los logros de este enfoque, muchos de los elementos que afectan la salud se localizan por fuera del campo de las intervenciones médicas y de la salud pública tradicional.

El proceso salud-enfermedad es un campo de carácter sociocultural complejo que constituye una realidad social amplia en la que se articulan los diversos sistemas que la componen, el económico, el sistema de organización social, el político y el cultural, todo ellos estructural y funcionalmente relacionados entre si y por tanto corresponsables de los hechos sociales que afectan a los actores sociales en conjunto.

En aras de recuperar y consolidar la integridad del sujeto humano y su necesaria pertenencia a un grupo social, se propone realizar un análisis del sistema cultural, entendido como “el conjunto de normas, valores, símbolos e ideologías propuestas por la sociedad” (6) que son aprendidas por el individuo mediante la socialización y lo preparan para desarrollar cotidianamente su vida como ser social respecto a los diferentes roles que debe asumir, en este caso referido a su saber, su sentir y su actuar frente al proceso salud – enfermedad.

Por ello, los objetivos del estudio fueron identificar las prácticas, las creencias y las actitudes en salud del grupo social seleccionado y reconocer los sistemas médicos que cohabitan en el contexto sociocultural en el que el grupo desarrolla sus experiencias vitales alrededor del proceso.

2. MATERIALES Y MÉTODOS

Se realizó un estudio de carácter comprensivo sobre la Cultura de la salud como unidad de análisis. Para ello se contó con la participación de 21 mujeres que se desempeñan como madres comunitarias en la Comuna No. 5 de la ciudad de Manizales. El tipo de muestreo fue no probabilístico, por conveniencia.

Para la recolección de la información se utilizaron la entrevista semiestructurada individual sobre las categorías iniciales de análisis y la entrevista semiestructurada grupal, utilizada para la confrontación durante el proceso de construcción de las categorías.

Las categorías iniciales de análisis fueron: a) saber acerca de la salud, de la salud oral y de la enfermedad. B) Saber hacer: creencias, actitudes y prácticas. 3) Cultura de la Salud.

El análisis de la información trasncurrió entre la descripción, la interpretación y la construcción de sentido.

3. RESULTADOS

Los resultados de la investigación son la construcción teórica que emerge en el proceso de Reconstrucción de las categorías de Análisis. A continuación se presentan tales categorías.

3.1 La salud: una sensación de satisfacción vital

“Salud es sentirse bien”, esta afirmación hecha por la totalidad de mujeres entrevistadas para este estudio, se constituyó en elemento fundamental para la argumentación, pues tratando de ampliar este concepto, se encontró que la operativizaciòn de ese “sentirse bien” o BIENESTAR, ésta dada por la CAPACIDAD DE HACER, es decir, por la capacidad de desempeñar el papel asignado culturalmente a cada individuo, estudiante, trabajador , ama de casa, etc.

El Bienestar, como representación cultural de la salud, dada por el colectivo de madres comunitarias, no encontró en las palabras de estos actores sociales suficientes elementos para ser descrito, hablar de bienestar se tornó una tarea bastante difícil; todas pueden decir como se percibe el bienestar, en que situaciones cotidianas se manifiesta, pero ninguna pudo ir más allá. Esta situación permite recordar la frase de I. Kant (10) : “El bienestar no se siente porque es mera conciencia de vivir”, es decir, es una experiencia tan íntima del sujeto humano, que convertirla en palabras parece disminuir su sentido , además la sensación de bienestar parece tener la propiedad de lo completo, si hay bienestar nada falta.

“Tener salud, es tener buen estado físico, mental y espiritual, es estar aliviado, no sentir ninguna enfermedad, que a uno no le duela nada, es que la salud se siente”.

La dimensión corporal y con ella todo lo físico, material tiene la menor valoración, es decir, su presencia y satisfacción de necesidades materiales es importante pero cada individuo y su grupo humano se adaptan de manera creativa a vivir positivamente en su ausencia o fragilidad.

La mente se ubica en la escala de mayor valor y dentro de ella se reconoce lo moral y lo atinente al alma como la esencia de la vitalidad. Se le atribuye a la mente un poder especial, mítico que la convierte en el eje alrededor del cual se desarrollan los procesos mórbidos y de recuperación de la salud.

El elemento cultural se presenta para este grupo comunitario como un escenario en el que cada uno desempeña un guión de su propia autoría, por lo tanto no es rígido, sino dinámico, moldeable según los requerimientos de los actores y las escenas.

Por último la dimensión trascendente del ser humano, es decir, la representación y expresión individual y social de un ser superior y su relación con el sujeto humano aparece como un telón de fondo que acompaña todas las escenas representadas en la vida antes y después de la muerte, según las creencias de cada individuo.

El sentido atribuido por el grupo comunitario a la sensación de bienestar, tiene un carácter integral. Esta integridad permite reconocer la tensión entre los elementos opuestos pero también complementarios del proceso salud – enfermedad, y la mediación necesaria de los componentes del sistema socio – histórico para lograr la distensión, responsable en alguna medida de la satisfacción vital que experimentan los sujetos.

Hablar de la salud como una sensación de satisfacción vital, permite recordar el concepto de salud de Friedrich Nietzsche, cuando en Ecce Homo, considerada su obra autobiográfica, la frase “estar sano en el fondo”(11), es utilizada por el para demostrar como la salud es vitalidad y depende de la disposición del sujeto para encontrar en los momentos de decadencia, el estímulo para recobrar la armonía; a diferencia de lo que representa esta misma experiencia para el grupo social, pues en su imaginario la recuperación de la sensación de satisfacción vital es un asunto colectivo, pero no por ello despersonalizado.

3.2 Solidaridad: Punto de encuentro entre lo individual y lo colectivo:

La constitución de la cultura y sus múltiples expresiones, son el resultado de compartir públicamente los significados atribuidos a cada experiencia humana, tal es el caso, en el proceso Salud – Enfermedad; su significado y su sistema de interpretación corresponden a un proceso colectivo de búsqueda de consensos mínimos para conservar la cultura, es decir, para recrear el mundo vital común en el que los sujetos comparten la aparición de la enfermedad, su tratamiento, y la recuperación de la armonía que les proporciona la salud.

“Cuando uno tiene un problema, un dolor, o sea cuando está enfermo, eso afecta a los demás, lo mismo que si alguien de la casa está enfermo uno también se preocupa”. Convencionalmente la solidaridad es entendida como la práctica de mutua ayuda entre las personas, apoyada en el principio del más fuerte hacia el más débil; ésta interpretación de la solidaridad conserva la distancia entre quién da la ayuda y quien la necesita. Este principio presenta un nuevo tipo de relación, que pretende formar una unidad entre el que requiere ayuda, el enfermo, y quien le aporta soluciones en el proceso de recuperación de la salud.

En la relación que se establece entre los miembros de este grupo comunitario en torno al proceso salud – enfermedad, se destaca como el sanador , se anticipa, acude donde el enfermo, aquel que requiere ayuda. Este comportamiento esta motivado por los lazos afectivos y de confianza existentes entre los integrantes del grupo. Lo que de antemano garantiza algún grado de efectividad en la solución aportada por el sanador o construida colectivamente entre éste, el enfermo y su grupo familiar.

La dinámica del proceso Salud- Enfermedad, mantiene a los sujetos en una situación de plena disposición hacia la solidaridad con el otro. Así, cada uno reconoce en el otro un sujeto solidario, porque comparten éxitos y fracasos, deseos, temores, frustraciones, enfermedades, terapias y salud. En esta relación, enfermo y terapeuta son uno en la búsqueda del bienestar colectivo, ya que quien hoy goza de satisfacción vital, mañana puede estar enfermo y su recuperación dependerá de las practicas curativas de sus allegados.

Para vivir esta nueva solidaridad, es necesario pasar del descubrimiento de la alteridad, a establecer una relación dialéctica entre lo individual y lo colectivo, pasar de la sensación individual de bienestar a la búsqueda del bienestar colectivo, aquel que solo es posible si todos, pero también cada uno de los sujetos se siente bien.

Aquí los requisitos para ser terapeuta tienen menos que ver con la formación profesional, sea académica o tradicional, y más con la capacidad de hablar, escuchar, comprender y compartir, que se desarrolla en el proceso formativo que da la experiencia mundo vital, en los espacios cotidianos que comparten los sujetos en su interacción y reconstrucción de l sí mismo . Sólo puede ser terapeuta, cabeza médica o “persona de confianza” en un grupo social, aquel que posee la identidad individual, que le permite ver en el otro a un igual, estableciendo con él una comunicación en la que ambos se aceptan como interlocutores validos”.(12)

3.3 Olvido y Memoria: Identidad el dolor

El dolor se presenta como una sensación desagradable que marca el límite entre el bienestar, la salud, y el malestar, el dolor, es percibida plenitud por el sujeto humano y se considera la principal manifestación de la enfermedad.

Según el tamaño o la intensidad con que se siente, se clasifica en dolor del cuerpo y dolor del alma.

– El dolor del cuerpo: es una sensación desagradable, temporal y ligera. Su principal característica es el olvido, no posee memoria. Se manifiesta con incapacidad motora, sensación de ardor o quemadura en la piel del área afectada y se interpreta como la señal de que “algo está funcionando mal”, y ese algo es fácilmente localizable en la estructura corporal.

El dolor del cuerpo “no es grave”, esa sensación desagradable desaparece al utilizar algún tratamiento reconocido por su efectividad, bien sea por quien padece la enfermedad o por alguien muy cercano afectivamente en el ámbito familiar o comunitario, es así como, para curar el dolor de cabeza que aparece como la manifestación más frecuente de enfermedad, se recurre a medicamentos de acción analgésica. También se utilizan plantas en emplasto como la cascara de papa o de limón, o bebidas de plantas en infusión, aunque no para el dolor de cabeza propiamente dicho.

Se considera que este es un dolor ligero porque el sujeto humano es capaz de soportar la carga que él representa, además se tiene la certeza de que es una sensación temporal, solo hace falta un poco de tiempo para que el analgésico seleccionado haga su efecto, y una vez hecho, el dolor se olvida, no tiene memoria.

– El dolor del alma es una sensación permanente, pesada y con memoria. Se manifiesta con disminución del “ánimo”, del deseo de hacer cosas, con alteraciones de la tranquilidad, la calma, la alegría.

“Es que la mente lo controla todo, el cerebro, toda la coordinación viene del cerebro, por decir algo, usted tiene un problema por resolver o tiene una angustia, un ser querido enfermo, usted piensa, piensa y así usted coma, nada le va a alimentar porque de todas formas usted no está pensando en la alimentación, ni se fija que es lo que está comiendo, sino a toda hora pensando en eso, si está haciendo un actividad, la hace por cotidianidad, porque su pensamiento está en otra parte, eso a la final lo que crea es más angustia y uno la siente como un vacío en el estómago, como una debilidad en el cuerpo”.

Tal como lo muestra este relato, el dolor del alma se caracteriza por ser muy intenso, con manifestaciones no solo mentales, sino también corporales. “Es que es un dolor que no cabe en el alma, es una angustia que una no quisiera … no, es que no hay palabras con que expresar ese dolor, esa angustia que uno siente, es como si le arrancaran un pedazo del alma”.

El dolor del alma es un dolor “interno” pero con claras manifestaciones corporales externas. Este dolor pervive a pesar de los intentos terapéuticos, los que logran disminuirlo pero no borrarlo. El dolor del alma afecta negativamente a quien lo padece en todas y cada una de sus dimensiones, es decir afecta su vitalidad.

3.4 Enfermedad o Enfermos?

La enfermedad, esa sensación de malestar que altera al sujeto humano en su integridad bio-psico – social y trascendente, no logra desalojar a quién la padece del lugar preponderante asignado por el grupo; el sujeto es el centro vital, solo por existir es ya muy importante, y cuando está enfermo se hace merecedor de toda consideración y esfuerzo tanto individual como colectivo por recuperar la armonía perdida o debilitada por el dolor, máxima expresión de la enfermedad.

Quién requiere atención es el enfermo, no la enfermedad. Esta afirmación es claramente reconocida y acatada por el terapeuta, quien centra sus acciones primero en el enfermo y luego en los mecanismos requeridos para devolverle la vitalidad. A diferencia de las cabezas médicas del sistema médico Académico, quienes se ocupan enfáticamente en diagnosticar y tratar enfermedades.

La intensidad del dolor, la terapia seleccionada y la ubicación del terapeuta o cabeza médica, son los factores tenidos en cuenta para clasificar a los enfermos, producto de la relación entre estos factores surgen las categorías ENFERMO , y MUY ENFERMO.

– Cuando el dolor es del cuerpo se está enfermo: El dolor del cuerpo” es leve”, por lo tanto no representa una amenaza paraa quien lo padece ni para su grupo familiar o social ya que ellos comparten el saber acerca de los tratamientos anteriormente utilizados con efectos positivos, sean estos de origen tradicional – popular o académica, autoformulados o prescritos por una cabeza médica reconocida como tal, por su dedicación a ésta actividad, o recomendados por una persona allegada espacial o afectivamente con el enfermo y que puede avalar su saber acerca de la salud y la enfermedad por la confianza y empatía desarrollada con los demás en sus relaciones cotidianas.

La terapia y el terapeuta requeridos por el sujeto Enfermo, se encuentran en su ámbito domiciliario o comunitario y provienen de la tradición familiar o del sistema médico 20 tradicional- popular, arraigado en el espacio sociocultural donde se ubica el grupo comunitario.

“Cuando uno esta enfermo puede seguir la vida común y corriente, si uno se acuerda se le profundiza la enfermedad”.

– Cuando el dolor es del alma se está Muy enfermo: La intensidad de este dolor es tal que interrumpe el desarrollo de las actividades cotidianas de los sujetos, se manifiesta según su procedencia con Incapacidad para hacer, si la enfermedad es física y con Pérdida de las ganas de hacer, si la enfermedad es el alma.

La terapia y el terapeuta capaces de recuperar la salud ya no se encuentran en el ámbito cotidiano del enfermo, por la complejidad o “gravedad” de la enfermedad, se debe recurrir a otras soluciones, generalmente aportadas por un centro especializado en esta actividad, con carácter institucionalizado y estructura organizacional propia e independizada del enfermo, puede ser un centro médico, hospital o consultorio de cabezas médicas, tanto académicas como tradicionales o populares.

Los sistemas médicos identificados en esta comunidad según las preferencias de los usuarios o pacientes potenciales son:

a) Sistema Médico Tradicional – Popular, que aparece como una conjugación de estos dos sistemas que han perdido su límites para conformar uno solo, en el que el uso de plantas medicinales y las mezclas pupulares de diversas culturas, aportan el mayor número y variedad de opciones terapéuticas, entre las que se cuentan la consulta a los espiritistas, principalmente los médium de José Gregorio Hernández, homeópatas , acupunturista, sobanderos, farmaceutas, aunque en menor proporción si se le compara con la demanda que tienen las prácticas curativas caseras de tradición familiar.
b) Sistema Médico Académico, aparece como la última alternativa terapéutica seleccionada por las madres comunitarias, entre otras razones, por desconfianza, experiencias previas negativas, homogenización de los tratamientos, e ineficacia administrativa del sistema.

“Lo que pasa es que los médicos no tienen tiempo, mire que yo fui a una cita a las 7 de la mañana y a las 8, ya estaba en la casa”. Al dar éste ejemplo se hacia alusión al poco tiempo

dedicado a la consulta, en estos 60 minutos la paciente refiere todas las acciones que realizó, desplazamiento desde su residencia hasta el centro de atención, presentación de documentos para acceder al consultorio médico, atención por parte del médico, “que solo le preguntan a uno que tiene pero no lo examinan “, y por último desplazamiento desde el centro de atención hasta su residencia.

“Yo ya no gasto más plata en médicos de acá yo pedí una cita en Pereira, porque aquí todos los médicos lo único que dicen es que eso es estres y me mandan unas pastas, como cuatro o cinco pepas al día y eso me duermen, yo soy trabajando y como flotando, como en las nubes, yo voy a ir donde un sacerdote en Pereira, a uno si lo examinan le revisan por todas partes y le ponen cuidado a uno, a todo lo que uno les esta diciendo”.

De estos sistemas médicos se espera que cumplan una doble función; la primera tiene que ver con el restablecimiento de la armonía perdida, a través de las practicas curativas que lo identifican. Esta función es la segunda en cuanto a significación y valoración. Se considera que si el tratamiento sugerido por los representantes de este sistema médico no logran su objetivo, siempre existe otra posibilidad de recuperación.

La segunda función hace referencia al rol social del sistema médico a través de sus representantes, esta función es la màs importante y se valora según indicadores de confianza, empatía, sensibilidad, y posibilidad, de interactuar espontáneamente por medio del diálogo y la escenificación del dolor, entendida esta acción como la posibilidad de mostrar al otro, el recorrido, especialización y temporalización. El terapeuta sigue las huellas dejadas por el enfermo en su explicación, y mediante el diálogo, no el interrogatorio, se acerca a la sensación de malestar que experimenta el enfermo.

El terapeuta es calificado, más por su “humanidad” que por su eficiencia. En este punto no se admiten equivocaciones, si el sistema médico no cumple su segunda función, no será nuevamente consultado, exceptuando los casos en los que el sujeto está muy enfermo, pero en todo caso no se recurre a los mismos terapéutas.

Esta situación permite determinar que los terapéutas no son de pertenencia exclusiva del sistema médico Tradicional – Popular, también se pueden encontrar en el sistema médico Académico, pero constituyen la excepción y no la regla, ya que la normalización de los sistemas médicos académicos subvalora o desconoce las manifestaciones expresivas y valorativas de los sujetos y dedica todos sus esfuerzos a la explicación técnico – científica de la enfermedad y su resolución.

3.5 La cultura de la salud, el escenario vital

Cuando la pretensión de un estudio es realizar un Análisis Cultural, lo menos que se espera de él, es que pueda partir de un concepto de cultura que de cuenta de manera global del fenómeno o fenómenos sociales a estudiar, sinembargo, la cultura como categoría teórica ha estado históricamente, acompañada por ambigüedades, contradicciones, reducciones que dificultan su delimitación.

En 1871 E. B. Taylor, la define así: “cultura o civilización, tomada en su sentido etnográfico amplio, es ese complejo total que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, ley, costumbre y otras aptitudes y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad” (13).

Se considera que esta concepción logró un avance, ya que cambió la dirección que hasta entonces tomaba el término cultura , pues hacía referencia a erudición o nivel educativo, el cual solo le era posible adquirir a ciertas élites de poder.

El mayor aporte que trae este concepto es el de reconocer que la cultura es propia del hombre, “no hay pues hombre sin cultura – la cultura es constituyente de lo humano-; ni cultura sin hombre. Esta solo existe en tanto hay hombres con una existencia social – …pues no se puede ser humano de otra manera – a lo que cabe añadir también que la sociedad, cada sociedad, no es sino un conjunto de individuos, una población, cuyo modo de vida se halla culturalmente determinado por un conjunto de instituciones, prácticas y creencias compartidas” (14).

Para llegar a formular un concepto de cultura que lograra incorporar los aprendizajes del hombre como ser social, fue necesario establecer y delimitar la constitución del hombre como unidad biológica, en contraste con la gran diversidad de modos de vida que han presentado los humanos a lo largo de la historia.

Este recuento histórico, permite establecer la necesaria relación entre lo biológico y lo cultural como constitutivos de la naturaleza humana, a su vez también permite encontrar respuestas a la pregunta por la Hermenéutica de la Cultura, al hacer posible decir que éste análisis se realiza de manifestaciones culturales concretas, como en este caso, el proceso salud – enfermedad., y no del fenómeno cultura en su totalidad dada su magnitud y complejidad.

Ernest Cassirer (15) en su Introducción a una filosofía de la cultura, es el que define al hombre como un animal simbólico, en contraposición al término animal racional, que según éste autor, es inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad.

Se enfrenta el hombre como animal simbólico, al descubrimiento del otro, y a su difícil reconocimiento. El reconocimiento de ese nuevo otro como hombre, permitió avanzar hacia una nueva concepción de hombre, elaborada sobre el concepto de naturaleza humana, categoría universalista que virtualmente podría superar las limitaciones etnocéntricas.

Este proceso de reconocer al otro como igualmente humano se evidencia en la transición que se esta realizando al dejar atrás un paradigma en salud como el “experimentalista” (16) que apoyado en el concepto de observación ha iluminado el pensamiento moderno respecto al proceso salud enfermedad. La salida del paradigma experimentalista, es producto de unas nuevas condiciones históricas que requieren que la salud sea vista como un hecho social, pues son los sujetos en la vida cotidiana, los primeros en reconocer que la salud es algo más que la ausencia de enfermedad y que cuando un individuo del grupo social tiene alteraciones en su salud, los efectos que esta situación produce, afectan de igual manera las relaciones sociales y económicas de todo el grupo.

“Uno no se preocupa solo por el bienestar de uno, si yo estimo a mis vecinos yo también me preocupo de que mi vecina esté bien física y psicológicamente, si ella necesita un consejo y yo veo que la puedo ayudar, yo voy y trato de sacarla de esa depresión que tiene, uno se preocupa por el bienestar general de todos”.

Actualmente se impone un paradigma que sobrepasa la Diada Mente – Cuerpo, para convertirse en una Triada mucho más compleja, Cuerpo – Mente – Cultura, que reconoce que lo que aprendemos culturalmente acerca del proceso salud – enfermedad tiene manifestaciones orgánicas, que solo pueden ser resueltas desde las alternativas que la misma cultura sugiere.

Este paradigma que es ahora ampliamente reconocido, tiene su referente empírico primigenio en culturas orientales tan antiguas

como la India, y en nuestro país, en las prácticas de salud realizadas por comunidades indígenas principalmente del suroccidente y de la Sierra Nevada de Santa Marta (indígenas Paeces y Arhuacos respectivamente).

El fundamento básico de este paradigma lo constituye la armonía del hombre consigo mismo, con sus congéneres, a quienes considera como iguales, y de ellos con la naturaleza. Por lo tanto las prácticas curativas que admite este paradigma tiene que ver con la recuperación de la armonía, actividad en la que intervienen diversas cabezas médicas, encargadas de mantener o devolver el equilibrio según sea la situación mórbida a intervenir. Este equilibrio se manifiesta como la sensación de bienestar que perciben los sujetos cuando los diferentes elementos que conforman su espacio vital cotidiano les son satisfactorios.

El elemento cultural más relevante que aporta el nuevo paradigma cuerpo – mente – cultura, tiene que ver con “el reconocimiento del otro como igualmente humano, …. recalcando, como lo específicamente humano está presente por igual en todos los hombres de manera por tanto universal” (17) .

A partir de este concepto de naturaleza humana, una hermenéutica de la cultura enfatiza en el estudio de lo que el hombre hace de sí mismo, con su propia naturaleza, buscando delimitar y hacer màs concreto ese objeto de estudio, se encamina hacia el conocimiento y comprensión del hombre y su quehacer, desde su realidad cultural, pues es el estudio de la cultura el que permite un trabajo investigativo empírico que posibilite el acceso a la realidad humana de una manera especulativa, pero también científica.

Más recientemente, antropólogos y sociólogos hispanoamericanos definen como cultura, al “conjunto de procesos significativos desde el cual cada grupo social, ve, siente, interpreta y actúa sobre la realidad” (18) Se entiende estos procesos como la capacidad que tienen los sujetos de asignar sentido a la realidad material y simbólica que los implica, mediante acciones colectivas y publicas.

Si bien la categoría cultural, como tal, no se abordó en las entrevistas con los sujetos participantes en la investigación, es posible dilucidar desde sus testimonios, que en ella incluyen sus vivencias frente al proceso en estudio, Salud – Enfermedad -, la transmisión del bagaje cultural ancestral propio de sus padres, abuelos, los elementos míticos, religiosos, expresivos y valorativos, y las modificaciones e interrelaciones que se producen entre lo que reciben de sus antecesores y lo que transmiten a su sucesores.

“Lo primero que uno hace cuando está con algún dolor, es preparar una bebida de alguna rama, en mi casa no acostrumbramos ir donde los médicos, cuando alguna de las niñas amanece enferma, decimos vamos donde el médico y ellas dicen: no mamá, no me lleve, deme una bebidita y con eso me alivio”.

La cultura de la salud aparece como el escenario vital, cuya característica fundamental la constituye la dinámica de este escenario que se adapta según el grupo social, el sistema de símbolos, de normas y de hechos sociales que en el se representen.

5. CONCLUSIONES

El sentido atribuido por el grupo social a la salud., como experiencia de satisfacción vital, supera las concepciones reduccionistas dominantes , reflejo de la racionalidad científico-técnica moderna ya que en esta experiencia se entrecruzan elementos esenciales de la cotidianidad como el cuerpo, la mente, la cultura y la dimensión trascendente del ser humano, que se relacionan directamente con la sensación de armonía y satisfacción personal y social.

Sin desconocer el aporte intelectual y técnico de la visión del hombre como organismo, en la salud, desde el grupo de madres comunitarias, subyace un sentimiento consciente e inconsciente , una experiencia íntima del existir, el estar y estar en el mundo, libertad íntima que trasciende los criterios objetivos que según Laín P (1984),. se han tenido en cuenta para la intelección de la salud (21).

Se trata aquí de una concepción de salud desde la subjetividad del grupo social, que es un sentimiento complejo en el que confluyen no sólo las vivencias orgánicos. La experiencia humana de la salud se imprime dentro de un sistema complejo de significados que involucra creencias, deseos, intenciones anclados en la realidad cotidiana,que son las verdaderas causas o motivaciones para la acción. Los significados que un grupo humano le confiere a su experiencia, en este caso de salud, se constituyen en objetos de reconocimiento intersubjetivo, que permiten articular la reflexión, la discusión, la transformación. De allí que, es a partir del horizonte de sentido y realidad de los actores sociales, que se genera la acción transformadora.

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