Lorenzo De Medici: Promotor Pionero de la Investigación en América

Investigación en América, Lorenzo De Medici
* Alberto Gómez Gutiérrez
* Microbiólogo, PhD. Profesor Asociado, Instituto de Genética Humana, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana. Director Científico, Laboratorio Clínico Gómez Vesga; Miembro Asociado, Academia Nacional de Medicina; Miembro de Número, Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina.
* Correspondencia: agomez@javeriana.edu.co

RESUMEN

El Diccionario de la Real Academia Española define “investigar ” como “realizar actividades intelectuales y experimentales de modo sistemático con el propósito de aumentar los conocimientos sobre una determinada materia”. Por otra parte, define “investigación” como “la que tiene por fin ampliar el conocimiento sin perseguir, en principio, ninguna aplicación práctica”.

Una vez sentadas estas definiciones del diccionario, y con el fin de ampliar el contexto de lo que hoy llamamos investigación, podemos considerar al arte como metáfora de la ciencia, al artista como referencia del investigador y al mecenas como modelo de los promotores de la investigación.

Para validar estos paralelismos debemos tener en cuenta que la ciencia es frente a la técnica lo que el arte es frente a la artesanía, y debemos considerar que el arte es similar a la ciencia fundamental o básica más que a la ciencia aplicada. Veamos entonces cómo se hace la ciencia y cuál es su relación con el arte.

La ciencia se hace investigando. Como sucede con el arte, la humanidad, en términos generales, se interesa más por la ciencia hecha que por la que está en desarrollo, por conceptos terminados más que por nuevas hipótesis, de la misma manera como se interesa más por los museos que por el taller del artista o por el laboratorio del científico contemporáneo.

Se pagan cifras exorbitantes cada año para visitar museos de todo el mundo y sólo ocasionalmente se obtiene una suscripción voluntaria para la investigación, generalmente asociada con problemas mayores de salud.

La tradición de dificultades de que está llena la historia de los científicos y de los artistas refuerza esta percepción. (Lee también: Cercanía, Cuestión de Humanidad)

¿Cómo gestionar, habrán pensado todos los promotores de la investigación y del arte desde la antigua Grecia, algo fortunas de la época, sino tal vez una de las más importantes entidades promotoras de arte y ciencia de la historia.

Podría parecer exagerado, pero el Renacimiento, tal y como lo comprende la mayoría, puede considerarse como la conclusión de la obra de este promotor. Con razón Jack Lang en su biografía del magno mecenas,(1) habla de cómo gracias a Lorenzo de Medici se lograron definir “las condiciones ecológicas del arte” -que yo aplicaría también a la ciencia-, al mostrar a sus contemporáneos florentinos cómo la inversión, el riesgo, la originalidad y todo lo relacionado con el “saber hacer ” eran tan o más importantes que el trabajo de los campos que era la principal referencia medieval del “hacer ”. La ciencia antes que la técnica, el arte antes que la artesanía.

Lorenzo el Magnífico se convirtió así en “una especie de pro ductor que luchaba contra la pereza mental de sus contemporáneos que valoraban una obra de arte en función de las materias primas utilizadas, y para quienes las obras con azul valían más que las obras en rojo por ser el azul más costoso, y la multitud de ovejas y campesinos en gran formato más que el retrato individual”.

Gracias a su relación con varios intelectuales de la época, incluyendo a Cristóforo Landino (1424-1492), Marsilio Ficino (1433- 1498) y León Battista Alberti (1404-1472), Lorenzo de Medici logró organizar los talleres de los artistas, excitando y canalizando sus tensiones recíprocas, promoviendo la crítica de sus obras y controlando su ritmo de producción.

Y ésta es precisamente la tarea que tienen hoy los pro motores de la investigación, conservando la distancia necesaria y, sobre todo, protegiendo el margen imprescindible a la tarea de los investigadores.

Un buen ejemplo del beneficio de este margen en el desarrollo de la ciencia en medio de la revolución cultural florentina, podría ser el del solitario Leonardo da Vinci (1452- 1519), pero, como americanos, desde la falda de las montañas que enmarcan a la Sabana de Bogotá, podemos recordar mejor a otro florentino que fundó la existencia de estas tierras en la conciencia de Lorenzo de PierFrancesco de Medici, sobrino de nuestro emblemático promotor. Se trata, naturalmente, de Americo Vespucio (1451-1512).

Después de haberse embarcado hacia Indias en dos oportunidades –en 1497 y en 1499- bajo bandera española gracias a sus vínculos con los navegantes que solicitaban préstamos a la banca Medici de Sevilla en la que Vespucio laboraba, éste fue llamado a navegar bajo pabellón portugués.

Así fue cómo, en dos oportunidades más, Americo viajó al continente que seguía siendo considerado como parte del Extremo Oriente por la mayoría de los navegantes españoles y portugueses.

El florentino, sin embargo, con la responsabilidad implícita en su función de banquero, escribió una carta a su patrón Medici que tituló Mundus Novus (2) y que se convirtió, por su estilo ameno y especialmente por el hecho de romper definitivamente con la pretensión pro-asiática de sus contemporáneos, en la relación de viaje más popular desde los viajes de Marco Polo.

En ésta, Vespucio describía seres fantásticos y territorios paradisíacos inexplorados que iluminaron la imaginación de su editor florentino y luego de sus lectores, entre los que se encontraba Martín Waldesemüller, cartógrafo de un pequeño pueblo de la Lorena francesa, que ya tenía alguna tradición en la edición de obras científicas.

A partir de este momento el renombre de Americo Vespucio fuecreciendo hasta convertirse para muchos en el verdadero descubridor de América.(3)

Un explorador diletante como fue en un comienzo Vespucio, pasó a ser, gracias a la confianza de su patrocinador y sobre todo a su capacidad de observación y de relación, el soporte de un hallazgo definitivo que corresponde bien a la definición de diccionario de investigar que citamos al iniciar esta reflexión: “realizar actividades intelectuales y experimentales de modo sistemático con el propósito de aumentar los conocimientos sobre una determinada materia”.

El margen financiero e intelectual que por espacio de cerca de ocho años ofreció la banca Medici al científico renacentista que amplió la frontera de lo conocido, unidos a su propio rigor, a su buen juicio y a su capacidad de comunicar de manera eficaz sus hallazgos, hizo de esta investigación un antecedente ideal para lo que busca hoy la universidad: Americo Vespucio, con el tiempo de reflexión adecuado, pudo proponer un Nuevo Mundo para sus contemporáneos.

De otra manera, frente a los indicadores que caracterizaban el final del cuatrocientos en el resto de Europa, a diferencia de Florencia, Americo Vespucio hubiera sido solamente un angustiado navegante más en busca de la justificación que la mayoría de los gobernantes exigían: la ruta más corta al lejano Oriente.

La gestión de la ciencia, en estos términos, no debe ser obsesiva y la utilización de indicadores no debe interferir con el trabajo de los científicos.

Ya hemos sufrido en carne propia y hemos visto sufrir a nuestros colegas con la dedicación de una, a veces excesiva, parte de nuestro tiempo en tramitar los formatos inacabados de Colciencias.

Así, la que podríamos llamar “indicadoritis aguda” que se re nueva con cada nueva administración de las entidades promotoras y que inflama periódicamente los nervios de los investigadores nacionales, puede llegar a competir desafortunadamente con otras prioridades en el avance de la investigación.

En consecuencia, quiero incluir en esta propuesta los indicadores que podríamos considerar suficientes para lograr una gestión adecuada de la investigación.

Para ello nos podemos basar en los 35 Indicadores de Desempeño que determinó el Consejo Directivo de la Pontificia Universidad Javeriana el 3 de noviembre de 2004 y que se encuentran vigentes actualmente. Entre estos, 10 incluyen de manera explícita el área de investigación:

  • Relación número de obras de producción intelectual aceptadas para evaluación y profesores de planta
  • Tasa de inversión bibliográfica.
  • Relación estudiantes y volúmenes disponibles en biblioteca
  • Interdisciplinariedad en investigación
  • Tasa de reconocimiento de grupos en Colciencias
  • La Tasa de escalafón de grupos en Colciencias
  • Y la Tasa de financiación externa
  • Relación proyectos de investigación con financiación externa y profesores de planta
  • Relación proyectos de investigación con financiación interna y profesores de planta
  • Tasa de financiación de la Universidad a la actividad investigativa.
  • La promoción de la investigación desde las Direcciones de Departamentos e Institutos en el contexto universitario está entonces claramente enmarcada por indicadores que se pueden resumir en tres tipos de actividad:
  • Promover la publicación y registro de las obras de producción intelectual
  • Además promover la elaboración de proyectos interdisciplinarios de investigación y su registro en entidades promotoras.
  • Y también promover, con el apoyo de la Biblioteca General, la actualización y consulta de los fondos bibliográficos disponibles disponibles para profesores y estudiantes.[spacer size=”10″]

De esta manera, el simple registro oportuno de cada nueva idea o conclusión de investigación ilustrada de cada pro fesor; bastará para mantener una dinámica adecuada de desarrollo científico de la universidad; sin olvidar que la docencia debe ser investigación permanente, búsqueda, hombro a hombro, con los estudiantes. La pregunta es en tonces ¿cómo promover y mantener el impulso inte lectual de los profesores y estudiantes en cada unidad académica?

El primer paso es, naturalmente, la contratación de profesores con capacidad demostrada de investigación.

A partir de esta “materia prima”, y ofreciendo el entorno adecuado en cuanto a recursos bibliográficos; se deben proteger desde las Direcciones de Departamentos e Institutos los espacios horarios necesarios para la reflexión y producción intelectual y experimental.

En función de la productividad demostrada de un determinado profesor -como lo fueron los dos primeros viajes de Vespucio-; se pueden llegar a ofrecer espacios horarios para la investigación experimental que van desde 1 hasta 19 horas de descarga docente; de las 20 horas presenciales que están previstas en el Reglamento de Profesores.

Es prudente reservar al menos 1 a 5 horas de carga docente, o mejor, de investigación docente semanal, aún para el investigador experimental más productivo; pues éste debe aprovechar el carácter universitario de su establecimiento para transmitir su “saber hacer ” a las nuevas generaciones; más allá de confrontar y dejar registrado su “hacer ” en los diversos formatos disponibles para entregar a la posteridad su producción intelectual.

De resto, desde sus asientos de gestores y promotores de cuanto se refiere a la investigación y al arte; los nuevos mecenas no deberían ir más allá de confiar en el buen juicio, en el rigor; en la capacidad de comunicar sus hallazgos y, por qué no decirlo, en la fortuna de los investigadores y artistas para lograr correr; a la manera florentina, cada vez un poco más las fronteras de lo conocido.

Termino estas notas citando uno de los escolios del pensador bogotano Nicolás Gómez Dávila (1913-1994); que puede aplicarse al arte tanto como a la ciencia y a la investigación; para que promotores y gestores no olviden que lo que promueven y gestan contiene su propia dinámica; “Cultura es algo que vive, mientras el fomento de la cultura no lo asfixia”.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. Lang J. Laurent le magnifique., Paris: Editions Perrin. 2005.
  2. Vespucci A. Mundus Nouus [c. 1v nn.] Albericus Vespucius Lau rentio, Petri de Medicis salutem plurimam dicit. Svperioribus dieb(us) satis ample tibi scripsi de reditu meo ab, nouis illis regioni bus [1504], 4to, cc. 4 nn. H 22; S 99329; F 13; R 32; V 12; M 61; AA 1; SA 3; JCB 504/6; LC 1. rip. Reproducción fotostática por la Socie dad de Historia de Massachussets, Serie Americana n. 18, Boston. 1920.
  3. Zweig S. Amerigo. París: Editions Belfond. 1992.

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