Jean Baptiste Say, David Ricardo y John Stuart Mill, Crisis de Sobreproducción y Desempleo
La postura más extrema respecto a las crisis de sobreproducción y desempleo de recursos productivos fue la de Jean Baptiste Say. En la correspondencia que mantuvo con Malthus, Say simplemente niega los hechos anteriores.68
En una de sus cartas a Malthus, Say cita un texto de Sismondi en el cual se describe el estado de sobreproducción generalizada en el que aparentemente se encuentran las economías de Europa y Estados Unidos. A continuación Say escribe: “lo primero que debe decirse a las personas a quienes los hechos que describe el Sr. Sismondi les parecen concluyentes es que, en efecto, son concluyentes; pero la conclusión que de ellos se puede extraer va en contra de su propia opinión”.
Para demostrarlo recurre a lo que en su tiempo se conoció como ley de los mercados (posteriormente ley de Say). Dirigiéndose a Malthus, Say escribe: “De estas premisas, obtengo una conclusión que me parece evidente, aunque sus consecuencias le alarmen. Como ninguna persona puede comprar la producción de otra sino con su propia producción, como el valor de lo que compramos es igual al valor de lo que producimos, entonces quienes más produzcan más podrán comprar. Y de esto se sigue otra conclusión, que usted no admite: que si hay ciertas mercancías que no se venden es porque otros mercancías no se producen y que es la producción la que crea mercados para la venta de los productos.” 69
Para Say no existe exceso generalizado de oferta.
Hay tan sólo excedentes de algunas mercancías, que necesariamente han de neutralizarse con excesos de demanda de otros bienes, aunque esto no resulte directamente observable. Del mismo modo no puede hablarse de exceso de oferta de trabajo ni de capacidad infrautilizada. Lo único que ocurre es que en ciertos mercados hay insuficiencia de mano de obra o de capital y en otros hay un excedente.
El análisis de Ricardo es mucho más flexible. Ricardo admite que puede haber, al menos transitoriamente, un exceso generalizado de oferta de bienes y servicios, pero no lo relaciona con la situación en los mercados de factores. Los mercados de factores, que en el análisis de Ricardo se reducen prácticamente al mercado de trabajo, se supone que permanecen siempre en equilibrio.
En el capítulo 21 de sus Principios Ricardo explica como puede originarse una situación de sobreproducción generalizada a consecuencia de un aumento repentino de la propensión al ahorro. Temporalmente, esto significa una caída de la demanda de mercancías en relación con la oferta correspondiente. Y la diferencia entre ambas significa una acumulación de ahorros en forma líquida (atesoramiento), es decir, un aumento de los saldos reales en poder de la comunidad.
Mientras persista la situación de sobreproducción estará aumentando la riqueza total de los capitalistas (porque estarán acumulando saldos reales). El fondo de salarios podría disminuir durante el proceso. Si ocurre tal cosa, los salarios caen pero el pleno empleo se mantiene pues, para Ricardo, el mercado de trabajo se mantiene siempre en equilibrio. En cualquier caso, mientras perdura este estado de cosas, la población se mantiene estancada y, si la depresión es suficientemente fuerte, puede incluso descender (si los salarios caen mucho). La demanda de la clase trabajadora se mantiene deprimida y es insuficiente para absorber el exceso de oferta de mercancías.
Pero esta situación tiene un fin.
Tarde o temprano los ahorros acumulados acabarán desplazándose hacia proyectos de inversión. El fondo de salarios aumentará de nuevo, la demanda de la clase trabajadora aumentará también y volverá a crearse el poder de compra suficiente para absorber toda la producción. Para Ricardo, el capital, que era esencialmente un fondo de salarios, no quedaría ocioso por mucho tiempo y la economía nunca quedará estancada por falta de demanda.
Ricardo no se percató de que la situación de sobreproducción generalizada era en principio compatible con un nivel más o menos alto de desempleo estructural. El equilibrio en el mercado de trabajo puede resultar imposible cuando la demanda y la oferta correspondientes son total o parcialmente inelásticas. O bien, puede haber restricciones institucionales como salarios rígidos a la baja que impidan el logro de dicho equilibrio. Ricardo simplemente creyó que la demanda de mano de obra sería suficientemente elástica y los salarios suficientemente flexibles para mantener el pleno empleo de manera prácticamente automática. 70
En resumen puede señalarse que para Ricardo, el problema de la sobreproducción es algo transitorio. La demanda tarde o temprano se adapta a la oferta. A medida que los fondos atesorados vuelven a reinsertarse en la corriente del gasto se va consiguiendo el equilibrio entre la oferta y demanda de bienes y servicios. Pero en ningún momento estos desequilibrios dan lugar a desempleo en el mercado de trabajo, que permanece siempre ajustado.
La cuestión es: ¿qué es lo que hace que los ahorros atesorados se vuelvan a invertir? Ricardo anticipó en el capítulo 21 de sus Principios el mecanismo de ajuste entre el ahorro y la inversión a través del tipo de interés. Pero al parecer no le dio demasiada importancia, ya que para él este tipo de situaciones era algo muy transitorio.71
Los economistas clásicos posteriores a Ricardo siguieron:
Considerando la sobreproducción generalizada de mercancías como un estado de cosas esencialmente transitorio. Fue John Stuart Mill quien logró dar coherencia y difusión a los mecanismos de ajuste competitivo a través de los precios y del tipo de interés. En el capítulo siguiente se exponen los argumentos de Mill sobre el proceso de ajuste a través de ambos mecanismos.
Mill percibió además que el general glut podía implicar, aparte de un exceso de oferta de mercancías y de un exceso de demanda de dinero, un exceso de oferta de recursos productivos. Mill expone esta idea en la segunda de sus Cuestiones no Resueltas de Economía Política. 72
En los períodos de sobreproducción el ritmo de producción se reduce. Esto implica una infrautilización del capital y, presumiblemente, desempleo o subempleo en el caso de la mano de obra. Pero la recuperación de la demanda a través del mecanismo de los precios y del tipo de interés implica, para Mill, la corrección de estos desajustes en los mercados de factores.
A pesar de lo dicho, Mill no parece concebir que la actividad libre del mercado asegure el pleno empleo de recursos productivos de manera permanente. En su opinión esto sólo suele ocurrir durante breves períodos de tiempo. Según él, “[…] en cualquier momento dado hay una proporción muy abultada del capital del país que está ocioso. El producto anual de un país nunca se aproxima en magnitud a lo que podría ser si todos los recursos dedicados a la reproducción, si todo el capital, en suma, estuviese plenamente empleado […] Esta inactividad permanente de una amplia proporción del capital es el precio que pagamos por la división del trabajo.” 73
Un poco más adelante sostiene que:
“Salvo durante breves períodos de transición, casi siempre hay una gran actividad en los negocios o un gran estancamiento; o bien los productores principales de casi todos los artículos más importantes de la industria tienen tantos pedidos como pueden hacer frente, o bien los comerciantes en casi todos los ramos tienen sus depósitos colmados de mercancías sin vender”. Mill sugiere en este caso, sin llegar a desarrollarla, una teoría de los ciclos económicos.74
Las ideas de Malthus y Sismondi y la teoría macroeconomía actual
La postura de Malthus y Sismondi puede invalidarse si adoptamos la perspectiva de equilibrio walrasiano de los modelos macroeconómicos más sencillos. En estos modelos la economía se reduce a cuatro mercados: trabajo; bienes y servicios; crédito; y dinero. El equilibrio macroeconómico es el equilibrio simultáneo (walrasiano) de estos cuatro mercados.
Los modelos en cuestión generan equilibrios con pleno empleo y alguna otra propiedad interesante (como la neutralidad del dinero), siempre que se den una serie de condiciones. Fundamentalmente tiene que haber precios y salarios flexibles, además de otros supuestos adicionales, como son unas expectativas de precios de elasticidad unitaria, ausencia de ilusión monetaria, etc.
En estos modelos la idea de que la economía pueda estancarse por insuficiencia de demanda no puede mantenerse. El funcionamiento competitivo del mercado de trabajo garantiza el pleno empleo. La oferta agregada queda determinada por las disponibilidades de recursos de la economía y la demanda se ajusta automáticamente a la oferta a través de las variaciones de precios y del tipo de interés. Así, si la demanda resulta insuficiente en algún momento, se espera que caigan los precios y el tipo de interés lo que lleva a que la demanda agregada aumente hasta alcanzar el nivel de oferta de pleno empleo.
Pero estos ajustes sólo se producen de manera tan clara en un contexto walrasiano. En este contexto no existen transacciones a precios de desequilibrio. El subastador se encarga de buscar el conjunto de precios, salarios y tipos de interés necesarios para vaciar todos los mercados. Y sólo entonces, cuando ese conjunto ha sido encontrado, se realizan las transacciones.
Sin embargo:
En un mundo no walrasiano lo anterior no tiene por qué ser verdad. Para la llamada macroeconomía del desequilibrio es esencial el supuesto de que los precios y salarios no varían rápidamente (precios fijos), permitiendo transacciones a precios de desequilibrio en los mercados. Las decisiones de consumidores y empresas, que tienen en cuenta explícitamente los racionamientos existentes en los mercados, conducirían a ajustes en todos los mercados. Y, en principio al menos, podría ocurrir que en estos mercados se pasase de una posición de desequilibrio a otra sin que la oferta y demanda llegasen nunca a igualarse.
Los economistas keynesianos han construido bastantes modelos macroeconómicos bajo el supuesto de precios fijos. Sin embargo, para justificar tal xsupuesto habría que pensar que los modelos en cuestión intentan describir situaciones de equilibrio a muy corto plazo. Y esto quita bastante interés a estos modelos. No obstante, sería muy interesante que se pudiese caracterizar toda una serie de equilibrios transitorios y que, a partir de ahí, se llegase a establecer algún tipo de tendencia a largo plazo. Pero esto, hoy por hoy, es sólo una aspiración. No se ha conseguido todavía identificar tendencias y caracterizar equilibrios a medio y largo plazo.
Bajo esta perspectiva puede decirse que las antiguas ideas de Malthus y Sismondi sobre el estancamiento por insuficiencia de demanda siguen siendo una posibilidad abierta en el terreno teórico. En cualquier caso, estas ideas tendrían que ser tratadas en un contexto no walrasiano para resultar verosímiles.
- 67 Sismondi, New Principles of Political Economy, op. cit , p. 583.
- 68 J. B. Say (1821), Letters to M. Malthus on Several Subjects of Political Economy and on the Course of the Stagnation of Commerce (Traducidas al inglés por John Richter). Edición digital en la página web del Departamento de Economía de la Universidad de Bristol, Reino Unido: https://www.ecn.bris.ac.uk/het. J. B. Say, Letters to M. Malthus, op. cit., páginas 3 y siguientes de la primera carta.
- 70 En la correspondencia que mantuvo con Malthus Ricardo deja suficientemente claro que no era posible una situación de desempleo a largo plazo. Tampoco admite que pueda resultar inalcanzable el equilibrio en el mercado de trabajo debido a una restricción institucional como la rigidez a la baja de los salarios. Ricardo se expresaba del siguiente modo en una de sus cartas a Malthus: “Una vez más debo decir que una caída repentina de la demanda de trabajo [..] ha de significar una retribución más reducida para el trabajador y no menos empleo para él. El obrero trabajará por lo menos tanto como antes, pero obtendrá una proporción menor del producto de su trabajo, y esto habrá de ser así para que el empresario siga teniendo un motivo suficiente para emplearle […]” (Véase la carta a Malthus del 21 de julio de 1821 en Piero Sraffa (ed.) The Works and Correspondence of David Ricardo,op. cit., vol. 9, p. 25). Para Malthus en cambio parece un hecho evidente que los salarios monetarios eran rígidos a la baja lo cual hacía posible una situación de desempleo estructural.
- 71 En el capítulo siguiente volveremos a insistir sobre las ideas de Ricardo en torno a esta cuestión.
- 72 J. S. Mill (1844), Essays on Some Unsettled Questions of Political Economy. Traducción al castellano de Carlos Rodríguez Braun, Alianza Editorial, Madrid, 1997.
- 73 J. S. Mill, Ensayos sobre Algunas Cuestiones Disputadas en Economía Política, op. cit., pp. 79-80.
- 74 Mark Blaug sostiene que John Stuart Mill fue uno de los primeros autores que trazaron una distinción clara entre ciclos económicos y estancamiento secular. Véase la traducción al castellano de su libro Ricardian Economics: A Historical Study (publicado por primera vez en 1958): Teoría Económica de Ricardo: Un Estudio Histórico, Ayuso, 1973, pp. 170-1.
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