Lina María Cambió de Apellido ahora es toda una Luna

Lina María Cambió de Apellido ahora es toda una Luna

Lina Rodríguez, quien interpreta a Marcela en Francisco, el matemático, explicó por qué cambió su apellido por el de Luna, en honor al director y actor Julio César Luna, quien la crió como a una hija.

«Me siento gratificado, eso muestra que ella se siente orgullosa de su papá y qué mejor que el apellido de mi mamá quede en manos de Lina. Me parece chévere. Además, cuando pequeña ya era actriz infantil y se puso Lina María». Así se siente Julio César Luna cuando se le pregunta por el cambio de apellido de Lina, quien confiesa que aunque muchos la han criticado por hacer comentarios fuera de tono, ella quiso hacerle un homenaje a quien, sin dudar, considera como al único padre que ha tenido y cuyo apellido paterno es Balloto, pero adoptó el Luna de su madre como artístico.
Lina y Julio se ven con regularidad y son muy buenos amigos.

La relación entre la actriz y el director es la mejor. El cariño que se tienen data desde que ella tenía 3 años y él empezó a vivir con Myriam, la madre de Lina. Ahora que tiene 18 está en su mejor momento y eso se confirma con su nuevo apellido: «Hace dos meses me cambié el apellido, lo hablé con mi mamá y, aunque la gente lo malinterpreta, ella está de acuerdo con que sea el de mi papá. Mi mamá es la más feliz. Lo hice porque me gusta y por mi papá. Además es más lindo artísticamente».

CÓMPLICES
La química de Julio y Lina se dio desde un comienzo: «Estoy con él desde los 3 años, es mi papá. Éramos muy compinches». De ahí que Julio César recuerde muchas anécdotas con Lina, como la vez que a los 3 ó 4 años le dijo que quería tener una ambulancia para perros que sonara «guauguau». Y fue él quien se convirtió en el principal cultivador de esa afición de Lina por los perros. Desde esa época se veía a gatas para deshacerse de los callejeritos que llevaba a casa, pero le regalaba libros sobre la materia, y un buen día le llevó un cachorrito: «Lo tenía en los brazos y, cuando ella lo vio, pensó que era de felpa y luego sólo decía: ‘¡Ay, se mueve, se mueve’» Ese es Timoteo, el dálmata que Lina todavía conserva.

Para Julio, Lina es una verdadera hija: «Éramos compinches, íbamos a medianoche a desocupar la nevera, montábamos obras de teatro infantiles que ella escribía, y eso fue a los 5 ó 6 años. Le di las primeras pautas para la lectura y luego discutíamos lo que leía. Es que a pesar de ser tan niñita, tenía niveles intelectuales altos. Ella heredó de mí gran parte de lo que hace hoy en día, pero ella tenía en su haber las ganas de ser. Eso, yo no se lo impuse».

Y es que aparte de dedicarse a enseñarle, Julio se comportaba como cualquier padre cariñoso, tanto con ella como con Joaquín y Carolina, los hermanos de Lina. A pesar de que siempre fue un hombre muy ocupado, sacaba tiempo para ellos. Y la joven lo quería tanto, que se levantaba con él a las 6 a.m. para despedirlo: «Me levantaba a calentarle el carro. Es que él me enseñó a conducir en una Bronco. Tenía 12 años y la gente se burlaba de que pudiera conducir porque ni siquiera podía ver», asegura la actriz.

UN BACHE
Sin embargo, cuando Julio se separó de Myriam De Lourdes, las cosas cambiaron un poco: «Se decidió que yo no viera a los niños, aunque no fue determinación mía ni de ellos; pero siempre hubo la ilusión de verlos. Yo les decía a los amigos que cuando tuvieran la facultad de estar al lado mío, lo harían. Ellos habían sido excelentes hijos y aunque no son biológicos, los quiero igual. Además, el tiempo ayuda a curar heridas y a comprender y perdonar. Nos buscamos por intermedio de Manuel Cabral porque hubo la necesidad de vernos hace año y medio».

Lina supo manejar los meses en que no pudo verlo: «Era un tiempo que se tenía que dar para sanar cosas. Pero yo lo adoro y sabía que cuando la situación fuera propicia, nos íbamos a encontrar». Asegura que la relación con Julio es tan buena, que se da el lujo de dejarlo plantado o no devolverle llamadas. Ella admira a su padre y a él le pasa algo similar: «A ella le gusta que la guíe y le critique el trabajo. En este momento tenemos el mismo trato como si no hubiera pasado el tiempo, sólo que ahora no la puedo regañar ni le puedo prohibir amistades; pero es juiciosa, y solita es una niña que se sabe manejar como una adulta madura, que sabe lo que quiere; no es una niña desubicada. Eso quedó de la formación que le dimos. Además, siempre fue una niña más pensante y desarrollada que el resto de los niños».

Y es que Julio le tiene tanta confianza que no sólo le dio sus primeras clases de actuación, sino que además, cuando pequeñita, le pedía que le ubicara las cámaras para su trabajo, y después se las corregía y algunas se las dejaba y usaba en las grabaciones.

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