Editorial: El Pediatra y la Familia

La función del pediatra es trascendente con el niño pero igualmente comprometida con la familia, la comunidad y la sociedad entera.

La familia colombiana ha sufrido cambios sustanciales en su conformación grupal, sus creencias, valores y conductas y por los procesos de migración a la urbe, vive en medio de la violencia, del narcotráfico, narco-adicciones, delincuencia común, que ocasionan desintegración familiar agregando los constantes procesos de separación que afectan el desarrollo integral del niño y el adolescente.

Se ha formado al médico pediatra con inclinación asistencial y académica, cuando su orientación debe dirigir los propósitos y capacidades para ser, además, médico de familia, educador, encauzador del destino de los niños puestos a su cuidado, evitando una formación defectuosa, con malas tendencias e inclinaciones, y ser promotor del buen trato a la infancia.

Es ésta la pediatría moderna, no sólo porque se estén usando modernos métodos de diagnóstico y tratamiento, sino porque sí está intentando identificar los verdaderos factores importantes que promueven la salud física y mental de los individuos, jerarquiza la conducta anticipatoria y preventiva y procura por ayudar a formar hombres de bien.

Tenemos el reto y el compromiso de formar los líderes capaces de orientar y ser gestores y protagonistas de su propia historia, con capacidad de construir la patria solidaria, participante, con gobernantes y dirigentes honestos, que puedan ofrecer un lugar donde sea posible vivir en paz.

Estamos viviendo un período en el que a las dificultades propias de la vida cotidiana se suma la difícil situación socio-económica de muchas familias, incluidos los niños y una escena nacional de violencia y malos tratos que provoca incertidumbre.

Quiero reproducir, por actualizadas, las palabras del profesor argentino Carlos Gianantonio (1982 Q.E.P.D): “Hoy, como siempre, son necesarias las labores humildes. La humanidad depende de esos seres capaces de reproducir día a día el milagro del amor, el respeto, la comprensión, la solidaridad, no tan sólo en palabras sino en los frutos de una tarea vital”.

“Más aun, es tanta la responsabilidad que todos tenemos en éste tiempo, que es imprescindible retomar cuanto antes nuestro compromiso con la vida y la felicidad, la nuestra y la ajena, con simplicidad y firmeza”.

“Alguien debe ocuparse de ayudar a los padres en la crianza de sus hijos y en la protección y cuidado de su salud. Alguien debe velar por quienes han de nacer mañana, facilitándoles una vida mejor”.

Los pediatras tenemos labores que cumplir, cerca de las familias colombianas, repitiendo una y otra vez los gestos esenciales de nuestra profesión: ayudar , curar tal vez.

Nuestra privilegiada labor cotidiana de trabajar para los niños y sus familias no puede sino ayudarnos a reforzar nuestra esperanza en un mundo mejor: menos violento, más justo, más equitativo, más solidario.

Seremos verdaderos pediatras al profundizar y actualizar permanentemente nuestros conocimientos y nuestras praxis, si, conjuntamente, cultivamos los valores propios del ser humano, que ahora, hasta parece utópico; recrearlos, elegir con libertad y “así crecer”.

Si acompañamos el crecimiento y el desarrollo de un individuo en salud, cuidando su proceso de humanización, hacemos prevención de la enfermedad. Compartimos las crisis familiares, personales y sociales. Sabemos escuchar y comprender a los niños. Decodificamos sus mensajes. Sabemos el significado del llanto, de una sonrisa y de las manos confiadas de sus padres.

¿No nos hace ello aptos para ser parte, como Sociedad Colombiana de Pediatría, de las Juntas Directivas del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar? ¿No tendremos sobradas razones para participar con los Comisionados de Paz para defender a ese 41% de la población colombiana constituido por niños y adolescentes, a quienes prestamos servicio y de quienes conocemos sus necesidades y angustias?

¡Más sensibilidad social, más educación y moralidad en el seno familiar, es nuestro clamor! La semilla de la verdadera paz se siembra siempre en el corazón de los niños. Un hogar en paz es la antesala del cielo.

Jorge Eduardo Loaiza Correa
Médico pediatra


Cartas al Editor

Bucaramanga, 29 de junio de 2002

Doctor
León Jairo Londoño Velásquez
Editor, Revista Pediatría
Bogotá, D.C.
Estimado doctor:

Al leer el artículo: Guía de manejo del Recién Nacido pretérmino con hemorragia intraventricular realizado por las doctoras Hernández, Palacio y Espinosa, publicado en la revista de septiembre de 2001, páginas 248-251, las autoras describen en la sección manejo, ítem 2, prevención posnatal: el evitar la hipercapnia. En el ítem 3: tratamiento de la fase aguda, vuelven a repetir la misma descripción, acompañada de referencias bibliográficas antiguas; al “evitar la hipercapnia”, están induciendo a los recién nacidos a hipocapnia, que es un problema grave.

Espero que esta aseveración sea un error de trascripción de los autores, pues lo que se trata de evitar en el manejo ventilatorio, es la hipocapnia por sus conocidas alteraciones en el flujo sanguíneo cerebral. En los últimos 7 años el manejo ventilatorio convencional del prematuro ha experimentado grandes cambios, entre ellos está el tolerar ciertos niveles de PaCO2: 40-55 mm de Hg., los cuales han demostrado su efecto benéfico en el flujo sanguíneo cerebral y el riesgo de aparición de hemorragia intraventricular, en especial en el recién nacido prematuro menor de 1500 g. Lógicamente esto no es un efecto aislado y analizar las demás variables escapa a esta carta al editor.

Existen múltiples revisiones sobre el tema; adjunto algunas, incluso no recientes, y publicadas en años anteriores a la publicación del presente artículo:

1) Sola A, Spitzer A, Morin F, Schluter M, Phibbs RH. Effects of arterial carbon dioxide tension on newborn lamb´s cardiovascular response to rapid hemorrhage. Pediatr Res 1983;17:70-6.
2) Vannuci RC, Towfighi J, Heitjan DF, Brucklacher RM. Carbon Dioxide protects the perinatal brain from hypoxicischemis damage: an experimental study in the premature rat. Pediatrics 1995;95:868-74.
3) Ferrara B, Johnson DE, Change PN, Thompson TR. Efficacy and neurologic outcome of profound hypocapneic alkalosis for the treatment of persistent pulmonary hypertension in infancy. J Pediatr 1984;105:457-61.
4) Shahid M, Hiltermann L, Monteiro L, Van Bel F. Near infrared spectroscopy-measures changes in cerebral volume and cytochrome a3 in newborn lambs exposed to hypoxia and hypercapnia and ischemia: a comparison with changes in brain perfusion and O2 metabolism. Early Hum Dev 1999;55:169-82.
5) Gramajo H, Vigliocco G, Sola A. ¿Does high PaCO2 affect mean cerebral blood flow velocities in ventilated preterm infants? Red Res 2000;47:459A.

Cordialmente,
Dr. Jaime Forero Gómez
Director Unidad de Cuidado Intensivo Pediátrico y Neonatal
Clínica Chicamocha, Bucaramanga,
Colombia

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