Del Apartheid Médico
Mario Gutiérrez Díaz, MD
Colegio Médico del Meta. Vocal Junta Directiva FMC
El médico general es mayoritario en la composición del cuerpo médico colombiano. Sin embargo, su voz unas veces es tenida insuficientemente en cuenta y otras es descalificada por sus pares que han hecho estudios para la especialización en alguna área del conocimiento y la práctica médica. Los reclamos a este comportamiento no son infrecuentes, como el presente artículo que se publica por solicitud y responsabilidad expresa del autor.
Ojalá su contenido genere reflexión y acercamiento para la cordial discusión y avance, respecto a un punto de vista y una postura entre los médicos.
El Editor
“Un médico general mal puede dominar la anestesiología, la patología, la ginecología o la psiquiatría para desafiar la opinión de un especialista en estas áreas; puede en su ignorancia confundir psicoanálisis con medicina” (?)
Rafael Salamanca, M.D. Presidente Colegio Médico del Meta. Tomado del contenido de Salvamento de Voto de un Caso ya Juzgado por el Tribunal de Etica Médica del Meta.
DISCRIMINACION, fatídica palabreja que desde el inicio de los tiempos ha venido, a título de directora de orquesta, llevando la batuta de cuanta injusticia e inequidad ha habido, y a título de autora intelectual se ha adjudicado magnicidios, genocidios y una interminable lista de otros “cidios”.
Surgida desde el instante en que Caín se sintió de mejor familia que Abel (¿o fue lo contrario?), no ha cejado en roer cuanto cerebro le da albergue, bien sea en su aparente hipertrofia o en su notoria vacuidad. Desafortunadamente su labor es eficiente en grado sumo, ya sea por tenacidad y temeridad del sujeto activo, cuanto por indolencia y cobardía de los incontables sujetos pasivos.
El Rex Iudeorum firmó su sentencia de muerte cuando manifestó que su reino les pertenecería a los menesterosos; igual destino habría de correr un Abraham Lincoln al firmar la Ley de abolición de la esclavitud o un Marthin Luther King al aseverar que la gente de color tenía los mismos derechos de los blancos.
Tres nombres extraídos del martirologio que integran millones. Y de genocidios, ni hablar; aún eriza la piel el recuerdo del “Holocausto” (el que se conoce con ese nombre – porque similares los ha habido en gran número) que ofrendó al dios de la soberbia la casi totalidad de una raza cuyo gran delito era el de no llevar sangre aria.
Lejos de nuestro propósito equiparar a los anteriores ejemplos este que hemos titulado como “Aparthied Médico”; pero el que lleva esa denominación en el siglo que expiró si se le asemeja en su absurda ridiculez, tanto por sus motivaciones como por su ubicación en el tiempo.
Pretender, en pleno “Siglo de la Luz” discriminar razas “inferiores” o modalidades de sapiencia cuando ha habido luminarias de todos los colores de piel y “genios” en todas y cada una de las ramas del saber, tan solo puede hacer pensar en ridículas megalomanías.
Porque, digámoslo de una vez por todas, existen muchos de los llamados “Médicos Generales” que bien pudieran ostentar el grado de “Generales Médicos” (y de varios soles).
Sin pisar los inconsistentes terrenos que tratamos de cuestionar (haciendo a nuestra vez discriminación), en más de una ocasión nos hemos “descubierto” ante Médicos que, sin lucir postgrados, exhibiendo orgullosos el único título que les otorgó su Escuela, lucen un bagaje de conocimientos que les envidia rían muchos “supertitulados” quienes, en procura de dominar una rama, han echado al olvido el árbol.
Ese y no otro es el quid de la pequeña diferencia. Nos referimos a los médicos idóneos que por incontables motivos (el económico primordialmente) no pudieron prolongar sus estudios académicos, pero que no olvidaron la máxima de que la Medicina es un “estudio de toda la vida”: Esa premisa, adicionada del diario requerimiento de absolver problemas a TODO NIVEL, hace de un sujeto responsable y estudioso un verdadero ESPECIALISTA EN MEDICINA GENERAL. Ya quisiéramos muchos poder ostentar semejante título para “poder desafiar la opinión de un especialista”.
Estas elucubraciones nos traen recuerdos de hace más de cuarenta años, épocas doradas en las cuales los Médicos Especialistas de Escuela eran muy escasos mientras las diarias exigencias del ejercicio profesional obligaban a convertirse a quien tuviera ánimos de estudio y progreso en el denominado TODERO.
Gajes del oficio, y de la época: Fundamentalmente eran indispensables unas sólidas bases “clínicas” pues los recursos para sustentar un diagnóstico eran muy precarios; buenos fundamentos terapéuticos y mucho, pero mucho amor a la profesión.
Pero a esas excelentes dotes había quienes le podían sumar habilidades y conocimientos quirúrgicos en general y hasta aún mas especializados como la traumatología y la ginecoobstetricia; como si ello fuera poco (precisamente por la carencia de anestesiólogos a que alude el “acápite”) quien se responsabilizará de practicar una cirugía debía, a su vez, aplicar y controlar la anestesia. Ante la adquisición de estas pequeñas calidades es muy posible que el TODERO no tuviera tiempo de abandonar “su ignorancia sobre psicoanálisis”.
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Profesor Juan Didoménico
Cuando hablábamos de los recuerdos de lustros atrás queríamos referirnos al día en el cual la proverbial gallardía del Profesor Juan Didoménico nos cedió la columna editorial de Tribuna Médica dándole cabida en ella a un artículo de protesta motivado por la prepotente actitud de un recientemente “repatriado” especialista ginecólogo a quien remitimos (con nota cortés de presentación) una paciente a quien habíamos practicado vaciamento de una “mola hidatiforme” solicitándole control especializado.
Si tan siquiera examinar a la paciente le ordenó hospitalizarse para intervenirla quirúrgicamente al día siguiente; “pero, operarme de qué, si a mi ya me operaron” adujo la paciente; “operada en Villavicencio y mal operada es lo mismo” fue la sentencia del “modesto” especialista.
Pretender, en pleno “Siglo de la Luz” discriminar razas “inferiores” o modalidades de sapiencia cuando ha habido luminarias de todos los colores de piel y “genios” en todas y cada una de las ramas del saber, tan solo puede hacer pensar en ridículas megalomanías |
“Sólo sé que nada sé” (permítaseme agregar que solo sé que no sé quien lo dijo) es una de esas “máximas” que ha merecido ser consagrada como clásica. Esta antítesis de la prepotencia debería presidir cuanta cátedra de megalomanía pretenda instaurarse.
RESPETO, LOOR Y ECUANIMIDAD PARA CON EL MEDICO GENERAL. EL VERDADERO.
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