Hombres (y Damas) de Blanco

Mario Gutiérrez Díaz, MD
Colegio Médico del Meta. Vocal Junta Directiva FMC

Ha tenido usted amable lector en alguna oportunidad que entregarse de manera incondicional en manos de un médico para que él decida no solamente sobre su salud, sino sobre su futuro y hasta sobre su vida misma?

¿Cómo lo ha hecho? ¿Depositando en él absolutamente toda su confianza?. ¿Resignándose a la “imposición” de una empresa prestadora de servicios que lo colocó a usted forzosamente en manos de tal facultativo? O, lo que es peor, ¿rabiando porque le ha tocado en suerte el profesional que menos confianza le inspira?.

Pues bien, podríamos asegurarle que en la actualidad los pacientes del primer caso constituyen una ínfima minoría, mientras los otros dos “estratos” copan casi totalmente las estadísticas.

Quienes ya peinamos abundantes canas y degustamos recuerdos podemos asegurarle que, antes de que se partiera en dos el siglo que expiró, sucedía todo lo contrario. ¿Por qué? Porque para mal de todos (Médicos y pacientes) el “estatus” de los primeros se vino al suelo. En aquellos tiempos, que hoy añoramos, el médico era un miembro más de la familia; la familia rica y la familia pobre.

Bástenos recordar que la mayor parte de su labor la realizaba visitando al enfermo en su propia casa, trayendo “chinos” al mundo en las mismas alcobas en que habían sido engendrados; es decir, viviendo y empapándose del medio y condiciones en que su paciente se debatía. Hoy no. El facultativo no tiene ni la menor idea de los afugios, temores, privaciones y complejos que aquejan a su paciente.

Se ha repetido hasta la saciedad que el ejercicio de la medicina se “despersonalizó” y no hay para qué insistir en ello.

El paciente es un extraño para el facultativo y éste, para el paciente:

Un simple intermediario entre él y la “empresa” que le vende servicios de salud. Tampoco hay necesidad de trajinar mil consideraciones más que, no por válidas, resultan menos fatigantes. Pero siempre habrá hechos nuevos “cuesta abajo en la rodada”.

Hoy tenemos dos: A finales del pasado año (Diciembre 3) recorrimos todas las páginas de los diarios en busca de, así fuera un simple comentario, referente a esa fecha, hasta ayer consagrada tradicionalmente como DIA PANAMERICANO DEL MEDICO, no lo hallamos por parte alguna, en cambio, hallamos muy destacada la noticia de que ese día había sido consagrado al MINUSVALIDO. Y nos preguntamos: ¿Asimilación?. ¿Hasta tal punto ha llegado nuestra “minusvalía”?

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Proyecto de Ley

Segundo. En la anterior legislatura había sido presentado un proyecto de Ley que de un “plumazo” borraba tanto el soporte legal de la Federación Médica Colombiana como el Estatuto de Etica Médica (Ley 23 de 1981).

Nadie puede ignorar que nuestra ya casi centenaria entidad gremial ha sido invaluable bastión en defensa del decoro profesional.

De igual manera, quien lo analice con dos gramos de sentido común, tiene que convenir en que la Ley 23 de 1981, bien conocida como el Estatuto de Etica Médica, consagra un FUERO al cual se ha hecho acreedor el Cuerpo Médico Colombiano cuyos Actos Etico-Médicos tan solo pueden ser juzgados por quienes conocen a fondo las materias a juzgar, vale decir, sus propios colegas.

Decíamos que el referido demoledor proyecto de Ley fue presentado en anterior legislatura para agregar que, afortunadamente, tuvo el denominado “entierro de pobre”, pero es alarmante conocer la versión de que en la legislatura actual se pretende “resucitarlo”.

Que sea una voz de alerta. Una acotación necesaria: Nos venimos refiriendo a un denominado “Proyecto de Ley sobre Colegiatura de las Profesiones”.

La anterior aclaración para terminar haciendo referencia a un nuevo proyecto de Ley :

que originalmente presentó el actual Ministerio de Salud como “Ley marco del ejercicio profesional médico” el cual, si bien es cierto inicialmente produjo alarma (también contemplaba la derogración “escueta” de la Ley 23 de 1981) hoy ha sido inscrito en el Congreso con la adición de, no la derogatoria, sino la ya indispensable reforma y contemplación del Estatuto de Etica Médica.

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