Editorial: Salud Mental del Personal Asistencial, Una Prioridad

Mental Health In The Health Care Personnel: A Priority Concern

El trabajo en el área de la salud ha sido considerado fuente potencial de estrés para quien lo ejerce y el caso de enfermería no es la excepción.(1) El progre­so del conocimiento y las diversas posibilidades terapéu­ticas imponen nuevos retos para el personal asistencial dependiendo del ambiente en que la atención se realiza, del tipo de atención y del aspecto administrativo de la misma, retos que en algunos casos podrían convertirse en generadores de estrés. Es decir, el estresor puede ubicarse en el medio (aspectos administrativos o logísticos), aspec­tos de la relación tratante-paciente y aspectos propios del profesional.

El sistema de salud actual exige múltiples trámites admi­nistrativos para la autorización de procedimientos y trata­mientos; con frecuencia el personal de enfermería tiene que enfrentar las molestias de los pacientes o de sus fa­miliares ante los innumerables requisitos. A diario deben consignarse datos de cuya precisión depende el pago de insumos y servicios, responsabilidad adicional a la aten­ción del paciente propiamente dicha, sin contar el cuida­do y almacenamiento de medicamentos peligrosos y dis­positivos médicos. Todas estas labores exigen gran con­centración y responsabilidad: una falla implica enormes perjuicios.

Los aspectos personales que fomentan la tensión en el trabajo tienen que ver con elevada autoexigencia, ideali­zación del trabajo, perfeccionismo, sensación de no poder modificar las condiciones de trabajo, mala comunicación con pares y superiores y vivencia de ejercer un trabajo que no satisface las necesidades personales.(2)

La atención de pacientes severamente enfermos es una fuente de tensión en la medida en que tanto ellos como sus familias suelen ser demandantes y descargan la frus­tración o impotencia que la enfermedad genera en quienes tienen un contacto más cercano y duradero, como el per­sonal de enfermería. En este contexto muchas veces es difícil mantener los límites, reconocer que no se puede ser responsable de todos los aspectos del tratamiento o ser ca­paz de decir no sin sentirse culpable por no plegarse a de­mandas que se salen del contexto de la relación enferme­ra-paciente.

El paciente críticamente enfermo genera en quien lo atiende una amplia gama de emociones que van más allá de la responsabilidad profesional, desde la em­patía y la compasión hasta sentimientos de frustración, tristeza y abatimiento en casos en que los resultados no son los esperados. Estas emociones se relacionan con la atención cercana, en ocasiones por largos períodos de tiem­po, con la identificación con el sufrimiento del otro y con la insatisfacción con el resultado adverso a pesar del in­tenso trabajo de los equipos de salud.

Como resultado del estrés crónico en el ámbito laboral se ha descrito el síndrome de Burnout que consiste en la pér­dida del compromiso y del interés por el trabajo en sujetos sometidos a cargas emocionales elevadas. Se caracteriza por sensación de cansancio emocional, despersonalización y pérdida de la satisfacción profesional. Cansancio emo­cional hace referencia a la pérdida de energía necesaria para el desarrollo de actividades en el trabajo porque és­tas dejaron de ser atractivas. Despersonalización es la ac­titud con la que se ve a los pacientes como objetos y se muestra poca sensibilidad ante sus necesidades. Por últi­mo, la falta de realización personal tiene relación con la pérdida de interés por el trabajo y autoestima pobre.(3)

El síndrome de Burnout es una entidad que ha sido obje­to de gran atención en el mundo entero: en Escandinavia y Holanda se la ha considerado la causa de abandono de la profesión en médicos, odontólogos y enfermeros. Es evi­dente que aunque la presión laboral existe, no todo el mundo se ve afectado de la misma manera. La literatura propone que son más proclives a presentarlo quienes tienen expectativas muy elevadas con respecto a su profesión, con rasgos de tipo idealista, que se frustran por causa de un ejercicio distinto del que habían imaginado, que son muy sensibles frente a las situaciones del diario vivir y eventos como la muerte, el dolor y las complicaciones les generan sufrimiento emocional y aislamiento como defensa. Entre las recomendaciones para prevenir el síndrome está fomen­tar las tareas que mejoren la satisfacción con el trabajo, el crecimiento personal y la disminución de la presión laboral.(4)

Esta importante tarea podría abordarse utilizando una herramienta venida de la teoría psicoanalítica, creada hacia el final de la década de los 50 en Londres por el psicoa­nalista húngaro Michael Balint (1896-1971) para el trabajo con grupos humanos. Su interés inicial fue ayudar a los médicos generales en la relación con el paciente a enten­der las necesidades emocionales del paciente y propuso que buena parte del efecto terapéutico residía en la per­sona del tratante.

Se interesó por los desencuentros de la relación tratantepaciente postulando que con frecuencia se debían a un problema de comunicación o de expectativas diferentes de ambos lados. Con este fin, inició con un grupo de voluntarios unos seminarios encaminados a tratar la relación entre el médico y el paciente, que inicialmente se conocieron como los seminarios de la Clínica Tavistock, donde laboraba y que posteriormente se conocieron como grupos Balint.

Estos grupos inspirados en el mé­todo de la asociación libre son una actividad formativa que integra la dimensión de la relación en el proceso de la atención. Son un espacio de comunicación para el equi­po tratante. Son grupos cerrados de 10 a 15 participantes con un terapeuta o coordinador, que usualmente es un psicoanalista que tienen sesiones semanales de una hora y media a dos horas de duración en las que se presenta de manera espontánea un caso difícil que uno de los parti­cipantes haya tenido, ya sea porque no resultó como esperaba, porque es un paciente que le parece incómodo, etc.

No son grupos terapéuticos en el sentido de ser el si­tio para trabajar la depresión o la ansiedad sino para ven­tilar la relación entre los pacientes y quien los atiende. No pretenden decir cómo tratar a los pacientes, sino examinar las posibilidades y las emociones de cada uno frente a las dificultades percibidas y vividas en la descripción de los casos que se presentan. Se centran en la relación tratante -paciente relacionando el inconsciente de ambos. Esta es la razón para que sean grupos cerrados, pues es necesario un proceso para alcanzar el objetivo de reconocer el lugar no neutral del tratante frente al paciente y los obstáculos presentes en el ejercicio profesional.

Habitualmente, los espacios para lidiar con la sobrecarga emocional producida por el trabajo no son muchos: la mis­ma presión y falta de tiempo los limitan, aumentándolos en espiral. Los grupos Balint han demostrado mejorar la satisfacción con la profesión, al permitir la comprensión de los casos difíciles como un todo, el encontrar un “nor­te” que permita rescatar la esencia de la profesión des di­bujada por la insatisfacción.

Mejoran además la autoestima y confianza en la medida en que hay un grupo que valida y apoya en casos que de otro modo harían sentir aislado al profesional. Permiten no sentirse solo con las dificulta­des o saber que no es el único en estarlas atravesando y dan la posibilidad de una búsqueda de las soluciones con mayor claridad. Recordemos que una de las condiciones más nocivas para la salud mental es la situación de aisla­miento y de pérdida de control. Contar con un espacio para evaluar la implicación de las propias emociones en las experiencias con pacientes, permite entenderlas y ma­nejarlas con éxito.

Para situarnos en nuestro contexto, el último estudio nacio­nal de prevalencia para “Cualquier trastorno mental algu­na vez en la vida” en la ciudad de Bogotá fue de 47,1%, la más elevada del estudio; que sólo 1 de cada 10 personas con un trastorno mental recibió atención psiquiátrica y que la prevalencia de vida para el abuso del alcohol es 6,7%, cifras a todas luces alarmantes. Si a esto le agregamos un trabajo que exige mucha dedicación y atención y que esta tensión crónica puede generar importante sufrimiento emocional en personas susceptibles el camino no puede ser otro que trabajar activamente en fomentar la salud mental del personal de enfermería, en favor de nosotros mismos y nuestros pacientes. Los grupos Balint pueden ser un camino.

Referencias Bibliográficas

1. Felton J. Burnout and its importance in health care workers Occup. Med.1998;4(4):237-50.
2. Cox T, Griffiths A. Work-related stress in nursing: Controlling the risk to health Center for Organizational Health and Development University of Nottingham. Disponible en: www.opas.org.br/gentequefazsaude/bvsde/bvsast/i/fulltext/nurse/nurse.pdf. Consultado el 20 de febrero de 2010.
3. Aparicio S. Burnout en odontólogos docentes de una facultad de odontología en Bogotá, Colombia. Colegio Odontológico Colom­biano. Journal Odontológico Colegial, 2007:1( 2):70.
4. Te Brake H, Bouman AM, Gorter R, Hoogstraten J, Eijkman M. Professional burnout and work engagement among dentists. Eur J Oral Sci. 2007;115:180–5.
5. Kjeldmand D, Holmström I. Balint Groups as a Means to Increase Job Satisfaction and Prevent Burnout Among General Practitioners. Annals of Family Medicine 2008;6(4):139-45.

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