Neurocirugía en Colombia
Según cálculos de la Asociación Colombiana de Neurocirugía (Aponte O., 2010) hoy en Colombia 320 neurocirujanos de los cuales 275 (86%) se encuentran registrados como miembros activos de la asociación. (Fig. 1) (1).
En interesante como están distribuidos y la Fig. 2 demuestra el número de neurocirujanos en las 4 grandes ciudades país.
En otras palabras el 60% de la fuerza laboral de Neurocirugía se encuentra concentrada en los 4 grandes capitales.
Es bien interesante la percepción que se tiene del perfil ocupacional del neurocirujano colombiano. La inmensa mayoría trabaja en varios sitios y su ingreso base parte del contrato laboral con estas instituciones hospitalarias. Solo unos pocos, contados con los dedos de las manos, pueden trabajar en una sola institución. Entre las dificultades, se pueden incluir los desgastes en los desplazamientos por el tráfico en las capitales lo cual además de ser una pérdida de tiempo es retraso en la oportunidad de respuesta; no existe una carrera académica en neurocirugía; los salarios de los profesores de neurocirugía tienen más significado “honorífico” que ingreso real y cuando alguno cumple la edad de retiro forzoso resulta difícil reemplazarlo.
La tendencia de los neurocirujanos jóvenes va encaminada al puesto hospitalario y cada vez menos la opción del consultorio privado, esta ilusión histórica de la profesión, se esfumó. Los horarios de trabajo exceden las 12 horas y deben hacer en algunas instituciones turnos presenciales. En muy pocas instituciones hay el día compensatorio para el descanso merecido que mantiene lúcida las decisiones y como se combina el trabajo con otros centros hospitalarios, se deben cumplir horarios.
No se reconocen los turnos de disponibilidad que obligan al especialista de llamada a sacrificar el irrecuperable tiempo de familia. Hay que cumplir con la consulta de urgencia en la madrugada, aún cuando su valor es inferior al costo del transporte necesario para atender la emergencia.
Es prioritario revisar y fortalecer la neurocirugía académica del país; las instituciones universitarias vinculan el recién egresado para que cumpla la carga asistencial y el tiempo para la enseñanza lo asfixia esta labor. Por falta de recursos desperdiciamos al profesor que lleva la experiencia y ecuanimidad y quien tiene todos requisitos para hacer de la cátedra de neurocirugía una transmisión basada en la evidencia de lo que ha sido una experiencia de vida. No hay tiempo para estudiar o publicar; la formación continua es responsabilidad de la Asociación Colombiana de Neurocirugía y son las industrias quienes financian nuestra educación (8). No existe el vínculo académico o el lazo educativo entre la universidad que otorga el titulo y el egresado.
Existe una apatía a publicar y hay que hacer esfuerzos por cumplir con los artículos mínimos necesarios para la publicación de nuestra revista. Menos del 1% están vinculados a proyecto de investigación y no existen a la fecha proyectos de salud, que buscan respuesta social a los problemas de salud pública, donde esté involucrado un neurocirujano colombiano.
Hace 30 años con una visión futurista y anticipándose al quehacer actual neuroquirùrgico , el Profesor Efraím Otero (7) escribió: ·
“Es de esperar que en el futuro este aspecto, en nuestros países en vía de desarrollo, se siga complicando a medida que la cirugía requiera más de la investigación para poder realizarse con pleno éxito. Yo no pecaría de exagerado si dijera que, como técnica operatoria propiamente dicha, la cirugía ya ha sobrepasado más del 95% de lo que técnicamente puede realizarse o es factible. Este siglo ha contemplado cambios tan épicos que van desde las grandes resecciones hasta los trasplantes de órganos, desde las prótesis más complicadas hasta las microcirugías más sutiles”.
En estos días complicados del ejercicio neuroquirúrgico, cuando la inmensa mayoría de las condiciones son adversas para la buena práctica (8), la neurocirugía colombiana goza de un gran prestigio internacional y de merecido posicionamiento en el concierto de la neurocirugía mundial. La triste y preocupante paradoja: en el exterior estamos entre los primeros y en Colombia somos la especialidad con el mayor número de demandas y problemas médico-legales en el país.
Hay un gran vacio en la información de lo que hacemos; conocemos que la patología de la columna es el 70% de nuestro oficio. Los procedimientos de alta complejidad están diluidos en las instituciones, ningún centro concentra la experiencia y solo aquellos que tienen facilidades son atractivos para la remisión o el tratamiento complementario (radiocirugía o tratamiento endovascular).
Lamentable que el volumen mínimo recomendado para mantener una buena práctica neuroquirúrgica no se cumpla y cuando una patología cuyos resultados están atados a la frecuencia con la cual el cirujano repita el acto operatorio (aneurismas cerebrales por ejemplo) se realice en centros cuyo volumen no alcanza uno-mensual.
Sin embargo, la motivación individual ha llevado al desarrollo de subespecialidades y hoy con orgullo podemos decir que existen neurocirujanos especialista en endovascular, cirugía funcional, radiocirugía y mínima invasividad en columna. Hay algunos que intentan desarrollar programas de epilepsia y subrayo aquellos que en la región Caribe están dedicados exclusivamente a atender la población pediátrica.
Qué falta nos hace un centro de neurociencias que reúna todos estos talentos individuales y cuanto añoramos los intentos fallidos de aglutinarnos en una sola institución.
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