Aplopejía Hipofisiaria (AP) durante Pruebas Dinámicas Hormonales

La apoplejía hipofisiaria (AP) es un evento neurológico de origen vascular de aparición súbita. Se caracteriza por cefalea aguda, alteración del nivel de conciencia, trastornos visuales, parálisis óculo-motora y disfunción hormonal (44). Un adenoma hipofisiario pre-existente se encuentra usualmente. Una hemorragia o infarto del tumor es el mecanismo subyacente de la AP. Se han descrito síntomas transitorios de la AP ( “pseudo-apoplejía”) -en ausencia de hemorragia o infarto del macroadenoma- después de pruebas dinámicas con hormona liberadora de gonadotropina (GnRH), que termina manifestándose tardíamente como un síndrome de silla vacía (45).

Los siguientes fármacos empleados en pruebas de función endocrina pueden causar AP: Hormona liberadora de TSH (TRH), GnRH, insulina, glucagón, bromocriptina, dexametasona y clomifeno (44-46).

Wakai y colaboradores informaron una incidencia del 16,6% de PA en quinientos sesenta pacientes con adenoma hipofisiario (47). Matsuura y colaboradores revisaron catorce casos de la literatura con AP secundaria a la administración intravenosa de fármacos empleados en pruebas endocrinas. Todos los pacientes tenían macroadenomas con extensión supraselar y la mayoría recibieron GnRH o TRH. Una hemorragia en el tumor fue evidente en el 92,9% de los casos (48).

La AP es a menudo consecuencia de una hemorragia o infarto de un tumor de la hipófisis que produce una expansión súbita dentro de los confines de la silla (49). La glándula pituitaria está dotada de un rico suministro vascular; precisamente por su irrigación generosa, es susceptible de que sufra una isquemia durante los episodios de hipotensión sistémica que pueden ocurrir durante los procedimientos quirúrgicos. La heparina y el tratamiento trombolítico pueden causar hemorragia hipofisiaria inesperada, incluso en ausencia de adenoma (50). En el embarazo, la glándula se vuelve hipertrófica y altamente vascular (por lo que anteriormente la denominaban “glándula suculenta”). Debido a la hipovolemia, la hipotensión y la anemia, las mujeres con hemorragia post-parto corren el riesgo de AP o necrosis hipofisiaria (síndrome de Sheehan). Los mecanismos exactos de cómo se produce la AP en relación con las pruebas de función hipofisiaria se desconocen. Los siguientes mecanismos han sido propuestos:

1. Edema tumoral dentro de la silla.
2. La presión del tumor –súbitamente aumentada sobre el sistema porta y contra el diafragma selar.
3. El aumento de la actividad metabólica inducida por la liberación de hormonas se asocia con un exceso de vasodilatación, o una hipervolemia intraselar relativa, en un espacio estrecho.

El edema isquémico agrava el problema o loautoperpetúa. Se han sugerido las siguientes explicaciones en relación con las acciones perjudiciales de las hormonas específicas:

a. TRH: causa vasospasmo a través de la liberación de nor- epinefrina o aumenta el volumen de sangre en un espacio cerrado.
b. GnRH: puede causar un “síndrome de robo” mediante el aumento de la irrigación de las células normales de la hipófisis, a expensas de las células tumorales, causándoles una isquemia.
c. Insulina: provoca hipoglicemia mediada por hipoperfusión hipofisiaria
d. Bromocriptina: la involución del adenoma puede volver friables los vasos, haciéndoles susceptibles a una ruptura espontánea.
e. Dexametasona (prueba de supresión): mecanismo desconocido.

La AP provoca cefalea, letargo, trastornos visuales, oftalmoplegia, náuseas y vómitos. Los síntomas pueden evolucionar en forma aguda o durar días. La inmunotinción del tejido hipofisiario establece si el adenoma segrega hormonas.

Es necesario practicar un TAC o una resonancia con el fin de diagnosticar infarto o hemorragia. Las determinaciones hormonales ensayo determinarán el tipo de adenoma y cualquier cambio en el patrón de secreción tumoral. El tratamiento es una descompresión quirúrgica urgente. La resección del tumor se realiza empleando la vía trans-esfenoidal, sobre todo en aquellos con pérdida visual y alteraciones en el nivel de la conciencia. Se administran altas dosis de esteroides (dexametasona intravenosa) tan pronto se hace el diagnóstico. Los pacientes no complicados pueden recuperarse después de la cirugía, sobre todo si esta se hace prontamente. Los ancianos y otros pacientes con carcinomatosis o trastornos de la coagulación tienen un mal pronóstico a largo plazo (50-53).

Uno de nosotros (AJ) tuvo la oportunidad de ver un caso de estos hace algunos años. Se trataba de un paciente de diecisiete años quien presentaba cefalea frontal tipo punzada, polidipsia y vómito acuoso en proyectil, de una semana de evolución. El día anterior al ingreso presentó mareo, astenia, somnolencia y pérdida de la visión en OI, en el que sólo percibía la luz. Anotaba el paciente que su crecimiento se había aumentado de manera exagerada desde los doce años de edad. Al examen se observó un paciente lúcido, con una estatura de 1.89 metros y signos vitales normales. Presentaba notorio prognatismo y dientes separados entre sí, base ancha de implantación de la nariz, manos, pies y rodillas marcadamente grandes, con piel muy gruesa. Había ausencia de vello púbico y axilar, con testículos pequeños. Se observaba ptosis palpebral derecha e incapacidad para girar dicho ojo hacia el lado temporal, nistagmus en OI, pupilas isocóricas normorreactivas, fondo de ojo normal, campimetría normal en OD y anormal en OI, con visión borrosa nasal y ceguera temporal. Signos meníngeos de Kernig y de Brudsinsky, sin Babinski.

El resto del examen era normal. Se hizo un diagnóstico clínico de AP debida a tumor hipofisiario que había sangrado, asociado a una giganto-acromegalia e hipogonadismo secundario. La silla turca estaba abalonada, con aumento del volumen intraselar y desmineralización del dorso, cavidades paranasales ensanchadas. Otros exámenes imagenológicos confirmaron la presencia de masa intraselar de gran tamaño, y la presencia de LCR xantocrómico confirmó el sangrado. Las radiografías de manos y pies mostraron gran aumento en el tamaño de los huesos y edad ósea disminuida. La glicemia en ayunas fue de 136 mg/dL. Los exámenes hormonales confirmaron la presencia de un tumor secretor de hormona del crecimiento. El paciente se trató con cobaltoterapia por tres semanas, desapareciendo los síntomas paulatinamente (54).

Estos casos de giganto-acromegalia son escasos, al igual que el gigantismo o la acromegalia por separado. En los Estados Unidos se calcula que hay una incidencia de seiscientos casos nuevos de acromegalia al año.

Conclusiones

El ginecólogo debe estar preparado para reconocer las potenciales complicaciones neurológicas relacionadas con los tratamientos hormonales que prescribe. Aunque en general podemos decir que la enfermedad tromboembólica siempre está presente en su raciocinio médico, la posibilidad de un ACV no lo es tanto, en particular si la mujer es joven. Factores de riesgo como el tabaquismo, herencia, hiperlipidemia (sobre todo en mujeres menopáusicas), sedentarismo e ingesta de medicamentos que puedan alterar la tensión arterial y la frecuencia cardiaca (antigripales, hormonas tiroideas, drogas adelgazantes), trombofilias generadas por factores lúdicos, por ejemplo, deben ser rigurosamente tenidos en cuenta para evitarlos o controlarlos. Aunque en general el riesgo de ACV es muy bajo, sus consecuencias pueden ser desastrosas. Este tipo de complicaciones neurovasculares deben ser también tenidas en cuenta con el uso de SERM, al igual que su eventual toxicidad ocular.

La migraña por otro lado es una complicación benigna pero frecuente. La administración de hormonas sexuales en mujeres epilépticas requiere manejo conjunto con el neurólogo. Aunque el ginecólogo usa los agonistas dopaminérgicos más que todo en el manejo de microprolactinomas o en la supresión de la lactancia, existe la ocasional paciente con un macroadenoma. La apoplejía hipofisiaria es un evento raro, pero si se presenta requiere un manejo de urgencia.

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