Darwin en Suramérica, de Regreso a Casa

El cuatro de octubre de 1836 Darwin regresa a su casa en Shrewsbury y en los años siguientes se dedicará a trabajar en la clasificación de su inmensa colección de especímenes. Publicó cinco volúmenes de la Zoología del Beagle y también ocupó su tiempo en la redacción de su Diario del viaje del Beagle que fue publicado por primera vez en 1839 y considerado como un éxito literario, traducido a varios idiomas y editado un sinnúmero de veces.

Hacia 1846 consideró que había concluido con el Beagle y escribió al profesor Henslow: “No puede imaginarse lo contento que estoy de haber finalizado con todos los materiales del Beagle…ahora, diez años después de mi regreso, sus palabras, que consideré disparatadas, se han cumplido: describir todo el material llevaría el doble de años de los que se invirtieron en recolectarlo y observarlo”.

Los años siguientes fueron de trabajo continuo a pesar de su precario estado de salud. Si bien vivió hasta la edad de setenta y tres años, nunca volvió a dejar las costas de Inglaterra y su hijo Francis en los recuerdos de su padre escribió: “Durante casi cuarenta años ni un solo día supo lo que era la salud de una persona normal y en consecuencia su vida fue una lucha constante contra el cansancio y la postración de la enfermedad”. A finales de la década de 1850, la cuestión de cómo se habían originado las especies estaba ganado considerable atención. Un cierto número de naturalistas y científicos estaba comenzando a escribir sobre el tema. Charles Lyell sabía lo suficiente sobre el trabajo de Darwin para aconsejarle hacer públicas sus ideas y hacer propio este tema. En 1856, ante el periodo de Lyell, Darwin finalmente comenzó a escribir sobre la transmutación de las especies.

En junio de 1858 recibe la carta de Wallace desde Ternate, pidiendo la opinión de Darwin sobre su contenido. Cuando Darwin lee la carta de Wallace, y sobre todo, las cuartillas que lo acompañan, su reacción es una mezcla de sorpresa y desesperación. En palabras del propio Darwin, años después, al principio quedó casi paralizado. Inmediatamente, al sentirse desarbolado, sobrepasado por la noticia, decide ponerse en manos de sus mentores. En una famosa carta, Darwin se confiesa con Lyell y reconoce que éste le había advertido acerca del trabajo de Wallace:

“Hace un año aproximadamente me recomendó usted que leyera un ensayo de Wallece publicado en los Annals, que le había interesado…: Sus palabras se han hecho realidad; yo debería haberlo previsto. Usted me previno cuando yo le expliqué aquí, muy brevemente, mis ideas sobre la Selección Natural”

Le cuenta entonces el contenido de la carta de Wallace, su petición de que se la haga llegar y su perplejidad por la increíble coincidencia con sus propias ideas:

“Hoy me ha enviado el trabajo que adjunto y me pide que se lo haga llegar….Nunca he visto una coincidencia más sorprendente. ¡Si Wallace tuviera el borrador que escribí en 1842 no podría haber hecho un resumen mejor! Incluso sus propios términos coinciden con los encabezamientos de mis capítulos”.

Duda, porque Wallace no le ha pedido explícitamente que lo publique en su nombre, pero está decidido a mandar el manuscrito a alguna revista.

Después intenta consolarse a si mismo apelando a la solidez de su trabajo.

Lyell y otros colegas leyeron el trabajo de Wallace el primero de Julio de 1858 en una reunión de la Sociedad Linneana, junto con la presentación de los datos de Darwin sobre el mismo tema. Darwin no tomó parte directa en la sesión de la Linnean Society. El 1 julio, día en que estaba prevista, se encontraba dando sepultura a su hijo, fallecido tres días antes.

El trabajo de Wallace, publicado en 1858, fue el primero en definir el rol de la selección natural en la formación de las especies. Darwin se apresuró a publicar, en noviembre de 1859 su mayor tratado, titulado “Sobre el origen de las especies por medio de selección natural, o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”. Esta abra colosal ha influido profundamente en el pensamiento acerca de nosotros mismos y, conjuntamente con las teorías astronómicas de Copérnico y Galileo (siglos XVI y XVII), cambió la forma de pensar del mundo occidental. Con base en lo relatado, si bien la teoría de la evolución se atribuye generalmente a Darwin, para ser correcto es necesario mencionar que ambos, Darwin y Wallace, desarrollaron la teoría. Si bien con algunos cambios, los más notables debido a la incorporación de la genética y de los conocimientos del ADN, la teoría de Darwin es aceptada por la mayoría de los científicos como una guía de la biología moderna.

Darwin comenzó a enfermarse desde antes de la publicación del Diario del viaje del Beagle; sufría de episodios crónicos de jaquecas, forúnculos severos, dolores intestinales, taquicardia y temblores. Tras la muerte de varios de sus hijos, tuvo temores de que su enfermedad fuera hereditaria y que por haberse casado con una prima se la hubiera pasado con mayor virulencia a su prole. Falleció finalmente de una obstrucción circulatoria y un ataque cardíaco brutal.

Tuvo que pasar casi un siglo para que el médico inglés S. Adler, en 1981, examinara en nuestra época la biografía de Darwin contrastándola con los avances de la medicina y así descubrió la casi total identidad del cuadro clínico con los síntomas clásicos de la enfermedad de Chagas, transmitida por insectos hematófagos y cuyo agente etiológico es el Trypanosoma cruzi, parásito de la sangre que destruye las fibras cardíacas.

Todos estos hechos concuerdan con las anotaciones que el mismo Charles Darwin escribiera en su libro Viaje de un Naturalista Alrededor del Mundo. Había salido hacia Mendoza a caballo por el camino de Portillo–recuerda-, junto al arriero chileno Mariano González, que meses más tarde lo acompañaría en una cabalgata similar entre Valparaíso y Copiapó de 800 kilómetros. Pero fue al otro lado de la cordillera de los Andes donde empezó la enfermedad que lo llevaría a la muerte.

Darwin escribió en su diario: 25 de marzo de 1835 “… la noche la pasamos en la villa de Luján, pequeña población rodeada de jardines, cuya comarca es la más meridional de todas las cultivadas en la provincia de Mendoza; está situada cinco leguas al sur de la capital. No pude descansar por haberme visto atacado (empleo a propósito el término) por un numeroso y sanguinario grupo de las grandes chinches negras de las Pampas, pertenecientes al género Benchuca, una especie de reduvideo. (Darwin escribe “benchuca”, sin duda por la pronunciación inglesa del término vinchuca, nombre común con el cual se designa a los insectos del género Triatoma que transmiten la enfermedad de Changas).

Difícilmente hay cosa más desagradable que sentir correr sobre el cuerpo estos insectos, blandos y sin alas, de cerca de una pulgada de largo. Antes de efectuar la succión son muy delgados, pero después se redondean y llenan de sangre, y en este estado se los aplasta con facilidad. Uno que cogí en Iquique estaba muy vacío. Puesto sobre una mesa y en medio de un grupo de gente, si se le presentaba un dedo, el atrevido insecto sacaba inmediatamente su proboscis y atacaba sin vacilar y si se le dejaba sacaba sangre. La herida no causaba dolor. Era curioso observar su cuerpo durante el acto de la succión y ver como en menos de diez minutos se cambiaba desde plano como una oblea en redondo como una esfera. El festín que una Benchuca debió a uno de los oficiales la conservó gorda durante cuatro meses enteros; pero después de los quince primeros días estuvo dispuesta a recibir otra comida de sangre”.

Vale la pena recordar que la enfermedad de Chagas se adquiere por contacto de las heces infectadas de los triatominos y no por la picadura. Los insectos vectores del parásito que causa la enfermedad, el Trypanosoma cruzi, después de alimentarse tienen el hábito de defecar continuamente y el contacto con este material es la principal fuente de infección.

Darwin estuvo en contacto permanente con estos insectos durante varios meses.

Trabajó incansablemente hasta el 17 de abril de 1882, murió dos días más tarde. Fue enterrado con honores en la Abadía de Westminster en Londres junto a los restos de Newton. Wallace, Huxley y Hooker transportaron su féretro.

Carlos Chagas, médico brasilero, describió la enfermedad que lleva su nombre veintisiete años después de la muerte de Darwin. El trabajo de Chagas ha marcado un hito en la historia de la medicina tropical, pues describe simultáneamente, el agente etiológico el T. cruzi, los vectores que lo transmiten y la enfermedad en el humano.

También se rinde un homenaje a Carlos Chagas en este año, cuando se cumplen 100 años del descubrimiento de la enfermedad, que como todos recordamos, se origina en el continente suramericano.

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