Estimación Energética
La determinación de la necesidad calórica depende del gasto energético total, que incluye el basal y el asociado con la actividad diaria. Aunque se pueden emplear diferentes ecuaciones para predecir el gasto calórico, idealmente, la calorimetría indirecta debería ser el método de elección.
Las fórmulas estándar, como la ecuación de Harris-Benedict y la de Mifflin-St. Jeor, son imprecisas debido a las alteraciones metabólicas y energéticas que se presentan según el tipo o el estadio del cáncer. En el cáncer avanzado, aunque el gasto energético basal se encuentra elevado, la fatiga y la inactividad física disminuyen el gasto energético total.
Como la calorimetría indirecta es un método de difícil acceso en nuestro medio, puede hacerse un cálculo rápido del gasto energético total: entre 25 y 30 kcal por kg de peso. Cuando la actividad física es importante, se pueden utilizar los dispositivos portátiles para estimar la adición requerida por el ejercicio, a fin de evitar el déficit calórico.
La ingestión insuficiente de alimentos produce desnutrición crónica e inanición. Por otro lado, la sobrealimentación no es recomendable pues genera efectos metabólicos indeseables (2).
Según Bozzetti, et al., Bossola, et al., y las guías para los pacientes con cáncer de la ESPEN (European Society for Clinical Nutrition and Metabolism), no existe evidencia científica de que un soporte nutricional adecuado incremente el crecimiento del tumor en los seres humanos (2,26,27). (Lea también: Transhumanismo. ¿Inexorable por La Ciencia que va a determinar La Evolución?)
Necesidades Proteicas
Diversos factores afectan las necesidades proteicas en casos de cáncer, entre ellos la menor reacción de la síntesis proteica al estímulo anabólico debido a la inflamación sistémica, la edad avanzada y la limitación de la actividad física; considerándolos, se recomiendan entre 1,2 g y 1,5 g diarios por kg de peso ideal o, si el paciente está desnutrido, por kg de peso actual (1,2,28,29).
En los pacientes con cáncer de pulmón y caquexia moderada, la hiperaminoacidemia podría establecer una reacción proteica anabólica, a pesar de la resistencia a la insulina con intolerancia a la utilización de la glucosa y anabolismo proteico corporal (30).
En cambio, el aporte diario de proteínas no debe ser mayor de 1,0 g/kg en casos de falla renal aguda, ni de 1,2 g/kg en los de falla renal crónica (31). En todos los casos, se debe indicar la necesidad de hacer ejercicio o de terapia física para mantener o generar masa muscular.
No existen estudios clínicos en pacientes con cáncer sobre la calidad de la proteína ni sobre aminoácidos específicos. Se ha dicho que el β-hidroxi-β-metilbutirato (HMB) en dosis diarias de 3 g puede disminuir el catabolismo proteico; sin embargo, este efecto es más claro en los jóvenes que no han tenido entrenamiento físico que en los adultos mayores (2).
El suplemento de glutamina está muy controvertido y solo se han reportado beneficios clínicos en un tercio de los estudios con glutamina por vía entérica y en la mitad de aquellos con glutamina por vía parenteral (32).
En 11 de 15 estudios prospectivos o retrospectivos se observaron efectos positivos de este aminoácido en la mucositis de pacientes sometidos a quimioterapia, radioterapia o a ambas. Según la ESPEN, los estudios clínicos son insuficientes para recomendar el suplemento de glutamina durante la terapia convencional citotóxica, y algunos estudios clínicos aleatorios doble ciego muestran que dicho suplemento puede incrementar la tasa de recaída tumoral en pacientes con trasplante autólogo (2,33,34).
Necesidades de Carbohidratos y Grasas
La oxidación de los lípidos se mantiene o, incluso, se incrementa en aquellos pacientes con pérdida de peso y cáncer. En cambio, la resistencia a la insulina y la consecuente hiperglucemia hacen que los carbohidratos no sean la fuente energética de elección.
Incluso, se ha recomendado cambiar la relación calórica, aumentando la proporción de calorías provenientes de la grasa, y reducir las de carbohidratos como se hace en una dieta cetogénica (35). A esto se le puede sumar el concepto de que muchos de los tumores dependen de la glucosa como su principal fuente de energía (36-38).
En varios estudios sobre el metabolismo energético en pacientes con sarcoma y carcinoma, también se ha confirmado que el metabolismo energético de las células cancerosas depende de la glucosa, sin que las calorías derivadas de la grasa tengan contribución alguna (39-42).
Además, se ha reportado un menor tiempo de supervivencia asociado a la elevación de los niveles de glucosa en pacientes con cáncer cerebral (43), y un peor pronóstico en casos de cáncer de cabeza y cuello (44), de cáncer de ovario (45) y de cáncer rectal (46).
Recordemos que, en la dieta cetogénica, entre el 60 y el 90 % de las calorías totales provienen de la grasa y, entre el 2 y el 15 %, de los carbohidratos. En teoría, esta dieta puede ser muy buena, pero llevarla a la práctica es difícil; en términos prácticos, la cantidad de carbohidratos correspondería solo a una tostada de pan con mermelada por día.
La implementación de la dieta cetogénica requiere un equipo multidisciplinario para su seguimiento, el cual debe incluir, como mínimo, un médico, un nutricionista clínico especializado y la colaboración de la familia. La dieta alta en grasa tiene muchas restricciones y poca palatabilidad.
Si se le ofrece al paciente que ya presenta rechazo a los alimentos; lo limita aún más socialmente y su implementación rutinaria es compleja, lo cual conlleva mayor pérdida de peso.
Este tipo de alimentación limita aún más la selección de alimentos, incrementa las complicaciones gastrointestinales y lleva a un mayor nivel de saciedad temprana. Se considera nutricionalmente inadecuada y requiere suplemento de multivitamínicos libres de carbohidratos, de oligoelementos, incluyendo calcio y selenio y, especialmente, de vitamina D. Finalmente, no existe evidencia científica de que la dieta cetogénica funcione en todos los pacientes con cáncer (47).
En 1914, Rous fue el primero en sugerir la restricción de alimentos para disminuir el crecimiento tumoral mediante la disminución del flujo sanguíneo al tumor (48). El concepto se extendió, en parte, debido a que el metabolismo en un individuo sano es diferente al de aquel que padece cáncer. Posteriormente se pudo determinar que el beneficio de restringir alimentos provenía de un menor aporte de carbohidratos, más que de un menor aporte energético total (35).
En casos de cáncer avanzado, cuando el paciente recibe quimioterapia y se encuentra malnutrido o en riesgo de perder peso, se recomienda el ácido ecoisapentaenoico (EPA), proveniente del aceite de pescado.
Con su administración como suplemento, en dosis de 4 a 6 g diarios, se pretende estabilizar o mejorar el apetito, la ingestión de alimentos, la masa muscular magra y el peso corporal (2). En estudios clínicos aleatorizados, se estableció que se necesitaban, por lo menos, 2 g diarios para obtener beneficios clínicos (49). Esta última cantidad es más razonable, debido al sabor residual y a la intolerancia que produce el aceite de pescado.
Además, es necesario tener en cuenta que muchos de los pacientes con cáncer requieren una provisión calórica lenta y progresiva, con supervisión de los niveles sanguíneos de electrolitos, incluyendo el fósforo, para prevenir el síndrome de realimentación temprana (1,2).
Necesidades de Vitaminas y Minerales
En cualquier situación, de salud o de enfermedad, el principio que se debe seguir es que todas las personas deben recibir una alimentación balanceada, con la administración de todos los macronutrientes y micronutrientes necesarios.
Se pueden presentar deficiencias de micronutrientes en diversas circunstancias, por ejemplo, cuando los aportes calóricos recomendados no se alcanzan, cuando los nutrientes no están balanceados o cuando las demandas nutricionales se encuentran aumentadas.
Estas deficiencias se pueden observar tempranamente cuando un paciente se encuentra malnutrido. La American Cancer Society emitió la siguiente declaración: “en vista de la restricción dietética que presentan los pacientes con cáncer, el suplemento de multivitaminas y multiminerales que cubran la ingestión dietética de referencia (Dietary Reference Intakes, RDI) se considera como una medida segura y útil.
Esto también se aplica a los pacientes con cáncer durante la quimioterapia o la radioterapia” (50). Se debe evitar suplir cantidades mayores de la recomendación diaria permitida de vitamina A en forma de β-caroteno, vitamina E y selenio.
En la nutrición entérica (por vía oral o por sonda) y en la parenteral se deben administrar todos los micronutrientes. Si la administración es por vía oral, se deben dar los suplementos necesarios según las deficiencias de micronutrientes detectadas en la anamnesis alimentaria.
La mayoría de las fórmulas utilizadas en la nutrición entérica contienen las vitaminas y minerales requeridos en determinado volumen; debe evaluarse si se cumple el RDI en la alimentación ingerida. Si no es así, se debe agregar el suplemento de micronutrientes según las necesidades.
En el caso de la nutrición parenteral, los viales de vitaminas y minerales se deben agregar diariamente, como sucede con otros pacientes bajo este régimen alimenticio (2).
Formas de Soporte Nutricional
Los pacientes con cáncer presentan diferentes dificultades para consumir los alimentos. Algunas se relacionan con la enfermedad y otras se deben al tratamiento anticanceroso o a las complicaciones derivadas de los dos anteriores. En la Figura 4, se presenta un algoritmo para la toma de decisiones basadas en la información disponible para seleccionar el tipo de soporte nutricional (13).
CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO