Obituario, Homenaje Póstumo Académico de Número Juan Mendoza-Vega 1933 – 2017

Herman Esguerra Villamizar1, José Félix Patiño Restrepo2, Remberto Burgos de la Espriella3, Hernán Urbina Joiro3 

Nota introductoria

Juan Mendoza-VegaDe lo mucho que se ha escrito sobre el Secretario Perpetuo de la Academia Nacional de Medicina con ocasión de su fallecimiento, hemos seleccionado cuatro artículos elaborados por médicos eminentes, sus pares académicos.

En las honras fúnebres del secretario perpetuo

El Presidente de la Academia * pronunció estas palabras:

La academia Nacional de Medicina, la medici- na colombiana y la sociedad en general están de luto. Esto por cuanto ha fallecido el Doctor Juan Mendoza Vega.

Sí; ha fallecido un hombre recto y transparente; un caballero, un amigo y un colega; un hombre de consejo y guía; un hombre de principios inquebrantables, de palabra honesta y de gran sentimiento y compromiso hacia los demás.

Sí; ha fallecido un médico neurocirujano con conocimiento científico sobre lo más preciado del hombre: su cerebro, su mente y su pensamiento. Ha fallecido el médico que siempre pensó en la persona como enfermo y quiso que el pensamiento y quehacer medico fueran al individuo como tal, considerándolo como un todo indivisible; un médico que siempre pensó en el respeto y dignidad hacia el paciente no solo en su vida y momentos como enfermo sino hasta su gravedad y muerte.

Sí; ha fallecido un humanista, de esos que poco se ven en una sociedad, un hombre que siempre piensa en lo social, en la equidad, en el sentimiento humano, en la fraternidad, en el querer y en el actuar, en la importancia de los valores humanos como parte fundamental de pensamiento, y del proceder hacia y de la gente. Un hombre que ve al individuo como parte fundamental de un todo social, eso sí, de grandes valores, de grandes respetos y de grandes responsabilidades hacia los demás.

Sí; ha fallecido un médico quien siempre pensó que todo acto médico tiene que tener fundamentos en lo ético; el médico no puede separarse de los principios de la ética y del buen actuar; la bioética debe ser parte de la educación práctica y saber médico. (Ver: Académico Honorario, Alvaro Rodríguez González (1923 – 2017))

Sí; ha fallecido todo un académico; un médico quien en su academia ocupó todas la posiciones, esto es desde académico correspondiente hasta la de ser presidente y finalmente la de secretario perpetuo, ésta es la posición de mayor dignidad en la academia; y todas las ejerció y cumplió con decoro, responsabilidad y buen actuar. Consideraba que la Academia Nacional de Medicina y todos sus académicos deberíamos tener un protagonismo importante y real, y que repercutiera en la salud de los colombianos y en la enseñanza médica nacional.

Sí; ha fallecido un hombre de letras y de escritos, de español y construcción intachables; comunicador por excelencia; desde siempre ejerció el periodismo, a través del cual hizo conocer su pensamiento humanístico y médico, su filosofía, su concepto y su opinión.

Dr. Mendoza: que su ejemplo perdure en la sociedad y en sus alumnos, que el contenido ético de nuestros actos médicos, enseñados por usted, prevalezcan como principios hacia nuestros en­fermos y sociedad, que así como usted lo enseño, siempre haya respeto hacia la persona y hacia la dignidad del enfermo; que así como usted lo cum­plió todos los académicos tengamos su ejemplo como parte de nuestro funcionar en la Academia Nacional De Medicina.

A Doña María Victoria, a sus hijos y nietos los acompañamos y compartimos este momento de dolor, de tristeza y de ausencia.

En memoria de un gran hombre

El académico honorario José Félix Patiño Res­trepo ** hizo énfasis en sus aportes polifacéticos:

Escribir a la memoria de un gran hombre re­sulta difícil por el dolor de su partida. He repetido en diversas ocasiones que a lo largo de mi vida he visto que hay hombres de hombres. Hay hombres que sobresalen porque su inteligencia, la ética de su vivir y la producción intelectual en favor de la ciencia y de la sociedad, se convierten en motores del progreso y paradigmas de moralidad. Difícil, muy difícil, será reemplazar a Juan Mendoza Vega, a ese modelo del intelectual puro, de sin igual pasión por el conocimiento, la cultura y la ciencia, del médico que siempre actuó bajo el imperativo hipocrático, del académico ejemplar, del hombre que vivió en armonía con el universo, del señor de señores.

Formado como neurocirujano en la Universidad Nacional de Colombia, su talento polifacético lo llevó a ser brillante columnista en El Espectador por largos años, como prolífico escritor fue autor de libros que consignan su pensar, historiador, bioeti­cista, científico en el más riguroso significado de la palabra, profesor en la Universidad Nacional y en la Universidad del Rosario, mentor de generaciones de estudiantes, curador de la lengua castellana, es el modelo del médico de vastos conocimientos y la más estricta honestidad intelectual, del ciudadano de sofisticada cultura, del humanista puro. Como nos lo recuerda el secretario de nuestra Academia de Medicina, el doctor David Vásquez Awad, en sentida nota, según las históricas palabras del general MacArthur, los grandes hombres nunca mueren, sólo se esfuman. Pero sólo se esfuman en lo físico, porque es tal su influencia intelectual, que ella perdura y jamás desaparece. Sí, Juan Mendoza Vega es inmortal, porque ha sido un gran médico, un pensador en el máximo sentido de la palabra, un verdadero intelectual, un hacedor de bien.


1 Presidente, Academia Nacional de Medicina. 2 Miembro Honorario, Academia Nacional de Medicina. 3 Miembro de Número, Academia Nacional de Medicina.

Presidente y Secretario Perpetuo de la Aca­demia Nacional de Medicina, fue Vicepresidente durante el periodo en que tuve el honor de presidirla; entonces trabajamos hombro a hombro institucio­nalmente, porque a lo largo de la vida siempre lo hicimos. Fue entonces cuando editamos el libro Informática, Educación y Salud en la Sociedad del Conocimiento con otro gran médico humanista, Efraím Otero Ruiz, con quien seguramente estará conversando ahora. Subdirector de la Academia Colombiana de la Lengua, fue él quien me recibió como Miembro de número con un generoso discurso; perteneció también a la Academia de Ciencias Exac­tas, Físicas y Naturales y a numerosas academias y sociedades científicas de Colombia y extranjeras, Juan Mendoza Vega se destaca como uno de los médicos más ilustres que ha dado América Latina.

Campeón en la lucha por una muerte digna, advertía que la muerte es morir como la persona haya escogido. Su labor con la Fundación por el Derecho a Morir Dignamente, que él presidió, le valió amplio reconocimiento nacional e internacional.

Se me concedió el privilegio de hacer el co­mentario de orden en la presentación de su libro “¡Cuento hasta ochenta!” en la Academia Nacional de Medicina, y así dije: “Juan Mendoza Vega es un intelectual puro, un académico de verdad […] Siempre interesado en la ética, comienza su libro con una inteligente discusión sobre la bioética, y se pregunta si es una nueva ciencia. La define como el «obrar humano en cuanto influye sobre individuos de nuestra especie, sobre otros seres vivos y también sobre todo aquello que nos rodea, lo que forma el ambiente y equivale al planeta tierra con todos sus componentes». Y continúa: para el «estudio del obrar humano a la luz de la razón» es precisamente la definición de la ética en cuanto parte de la filosofía (1).

Juan Mendoza Vega fue un educador. Evoco las palabras de Juan Urbina Joiro, ilustre Secretario General de la Academia de Medicina de Cartage­na al recibirlo como Miembro honorario: “aspiro a introducir ante la audiencia no sólo al doctor Juan Mendoza Vega como médico, historiador y literato, sino además al hombre que encarna el ideal de educador. Señores: la calidad en educación reside en la calidad de los que enseñan, en los hombres y mujeres que hacen la diferencia entre alguien con informaciones y otro con conocimiento. Hasta el potencial más fuerte podría apagarse a medida que el estudiante enfrenta uno a uno a los maestros que la vida le impone. No existen, en verdad, proyectos o temas imposibles: siempre será posible contagiar a otros con el asombro de comprender, siempre será posible transmitir el entusiasmo por conocer más, tal como sigue invitando a tantos médicos en Colombia y en el mundo por más de medio siglo el Maestro Juan Mendoza Vega”. Su obra, la obra de un gran hombre colombiano, perdura y lo hace inmortal. Los que todavía quedamos aquí sobre la tierra, y las generaciones futuras, seguiremos sintiendo su compañía y recibiendo la inspiración y los beneficios de su sabiduría y de su hombría de bien.

Un nuevo partidario de lo humano

Esto dijo el académico Urbina Joiro *** con ocasión de la posesión del doctor Mendoza-Vega como miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina de Cartagena:

El 26 de julio de 2011 me correspondió dar el discurso de orden para presentar al doctor Juan Mendoza Vega como Miembro Honorario de la Academia de Medicina de Cartagena de Indias y aquel instante, bello y extraño, me pareció uno de esos viajes de ida y regreso en el tiempo de que hablaba Albert Einstein a principios del siglo XX, puesto que era la extraordinaria situación donde el futuro me regresaba al pasado para cumplir un antiguo deseo: agradecer en público, además en mi región, a la persona que me impulsó a construir la existencia, tal como la llevo desde hace más de 30 años: asido de una mano de la ciencia y de la otra del arte.

En 1983, la Facultad de Medicina de la Univer­sidad del Rosario aún estaba fijada en el Hospital de San José, en Bogotá. Allá acudí a iniciar mis estudios médicos en días realmente opacos, más que por el clima bogotano de entonces, por las sombras interiores que no me dejaban concluir si debía abandonar de un tajo mi pasión por la poesía y la música. Pero pronto clareó. Asistí en el tercer piso del viejo Hospital a la primera lección de Historia de la Medicina del Maestro Juan Mendoza Vega y, con sólo observar su catadura y oír sus primeras palabras, comprendí que estaba frente a un ser humano completamente distinto a cuantos había conocido. Cuando narró sobre la existencia de grandes médicos que, al tiempo eran grandes artistas, e indicó que la medicina debía ser un arte, supe las coordenadas que iba a recorrer en este mundo y que para lograrlo no debía desechar lo aprendido, sino integrarlo a lo que debía aprender en adelante.

En mi libro Humanidad ahora: diez ensayos para un nuevo partidario de lo humano (2014) declaré que, de no haberme brotado —hace más de treinta años— eso que describo como ser Partidario de lo humano que vivifica mientras escuchaba la cátedra del doctor Mendoza Vega, probablemente no me hubiera convertido ni en el médico ni en el escritor que soy, ni siquiera en el hombre satisfecho que creo ser, todo gracias a un Maestro que, además, era consciente, y me hizo consciente, de lo que pregonaba a mediados del siglo pasado el pensador austriaco Heinz Kohut: 

El artista suele adelantarse a su tiempo al ocuparse de los problemas nucleares de su época y encontrarle respuestas.

El doctor Juan Mendoza Vega —médico, his­toriador, literato, periodista y académico— también encarnó el ideal de educador. Estaba convencido de que la calidad en educación reside en la calidad de los que enseñan, en los hombres y mujeres que hacen la diferencia entre alguien con informaciones y otro con conocimiento. Sabía que hasta el poten­cial más fuerte puede apagarse a medida que el estudiante enfrenta uno a uno a los maestros que la vida le impone. Conocía que no existen proyec­tos o temas imposibles: que siempre será posible contagiar a otros con el asombro de comprender; que siempre será posible transmitir el entusiasmo por conocer más, y así lo ejerció en Colombia y en el mundo que pisó por más de medio siglo.

Desde 1952, año en que el Maestro Mendoza Vega empezó sus estudios médicos, hasta sus úl­timos instantes de conciencia, acompañó de cerca los adelantos de la ciencia, pero reaccionando con firmeza ante los horrores del progreso. Por ello no se limitó a enseñar Fisiología y Neurocirugía. El doctor Mendoza Vega además profesó la cátedra de Ética Médica en la Facultad de Medicina del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario desde el año de 1983; en 1986 fue Miembro Fundador del Instituto Colombiano de Estudios Bioéticos; fue Presidente del Tribunal Nacional de Ética Médica y, por dos veces, Presidente de la Academia Nacional de Me­dicina —de donde se despidió siendo el Secretario Perpetuo—, siempre anunciando entre alumnos, académicos, en la sociedad, cuestiones como:

Nadie puede pedir la eutanasia para otro.Precisamente, el doctor Juan Mendoza Vega fue uno de los más grandes divulgadores en Colombia del auténtico sentido de “Morir con dignidad”; uno de los primeros en promover que, frente a una enfermedad terminal o previéndola, se dejara por escrito, si era voluntad, que no se deseaba que se hicieran tratamientos extraordinarios. El doctor Mendoza Vega es el prototipo de lo que sería un Nuevo partidario de lo humano en estos tiempos contradictorios de mucho iluminismo, pero también de mucho escapismo: fue un Partidario de lo huma­no que vivifica, capaz de enseñarle a despedirse a ese viajero o a esos despidientes que no saben cómo hacerlo.

Su extraordinario pensamiento crítico no sólo se limitó a la Bioética, sino que asimismo se preo­cupó de continuo por ajustar los viejos paradigmas a las nuevas realidades. En 1946 la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la salud como “El estado de completo bienestar físico, mental, espiritual, emocional y social” y en el año 2002 el doctor Juan Mendoza Vega expresó, con motivo de su posesión, por primera vez, como Presidente de la Academia Nacional de Medicina: 

Salud es un estado vital, dinámico y complejo, caracterizado por el adecuado funcionamiento in­terno y la relación armónica con un medio externo igualmente saludable.

Con esta nueva definición, el Maestro Mendoza Vega afrontaba mejor el asunto de la salud huma­na, que incluye la salud medioambiental, que debe abordarse desde una postura ética, no sólo por el vínculo primario del medioambiente con lo humano —las palabras humanus y homos tienen la raíz co­mún humus, que significa tierra—, sino, por, sobre todo, porque el medioambiente no tiene ninguna conciencia que le avise que debe escapar cuanto antes del hombre. El hombre es el único que tiene esa conciencia y es al que le cabe la responsabilidad de lo que sobre el mundo va dejando, además de­jándolo a sus propios descendientes, a la civilización que le habrá de suceder sobre este humus en donde apenas sí quedan bosques tropicales.

En ese célebre discurso de posesión en 2002, lanzó otra expresión avizora:

El médico que ama su profesión y que deja fluir ese amor en cada uno de sus actos, consigue una calidad tan excelente que para ella no bastarían los más avanzados recursos de la ciencia y de la técnica; una calidad que es percibida por quien recibe la atención y provoca satisfacción profunda tanto en esa persona como en el propio médico.

Allí hablaba un Nuevo partidario de lo humano en esta civilización posmoderna y adormilada. Un Nuevo partidario de lo humano es sinónimo de buen educador —como Mendoza Vega—, no de predicador ni de ideólogo; un Nuevo partidario de lo humano es un equivalente a inspirador y no a una pedante dedicación al estudio de las humanidades porque eso sería intentar reducir a sólo eso al espíritu humano. Con su vida y obra, Mendoza Vega también invitó a otros a no caer en la terrible sentencia del médico y poeta español José de Letamendi:

El médico que sólo sabe de medicina, ni me­dicina sabe.

Naturalmente el Maestro Juan Mendoza Vega fue un partidario de nuestra conocida definición: “Humanista ya no es aquel que sólo cultiva los studia humanitatis, sino, ante todo, el que es partidario de lo humano que vivifica frente al sufrimiento y frente a la indolencia de la técnica y el comercio” (2).

Un neurocirujano integral

Desde Lisboa, escribió el académico Remberto Burgos de la Espriella ***:

Hace tres semanas le ví por última vez en la sesión de los jueves, en la Academia Nacional de Medicina. Se veía cansado y con gran esfuerzo logró pasar desde la mesa de la Junta Directiva, donde era el Secretario Perpetuo, al Auditorium para escuchar la presentación de la tarde.

Dos temas quería consultarle y fue la última vez que hablamos: uno fue sobre la eutanasia y especialmente ésta en los enfermos en es­tado vegetativo y en los menores de edad. Su criterio sensato y su orientación reflexiva fue lo que escuché: “Estos pacientes son casos muy complicados, debemos estudiarlos muy cuida­dosamente. Asegurarnos de su diagnóstico y solo con el concepto de un comité de expertos considerar la petición de los padres como una clara excepción al protocolo que nos rige”. Con firmeza me sugirió: “no elevemos aún esta esclusa donde el consenso es muy difícil”.

El segundo tema fue sobre la Fundación Pro derecho a Morir Dignamente, del cual fue su Presi­dente e impulsor. Dos días más tarde fui a conocer su sede. Hablé con su Directora con la convicción que deberíamos todos los médicos ayudar a so­cializar su labor. No sabía que unas semanas más tarde, mi Maestro querido tomaría la decisión final de sus días. Partió desde su casa, sábado temprano, rodeado del calor de su esposa y del cariño de sus hijos.

Definir a Juan Mendoza-Vega ¡qué tarea tan difícil es! El caballero y gran conversador; el de la charla amena y el consejo sabio. Conciliador pero firme en sus convicciones y afectos. Humanista e historiador, poseedor de una gran cultura envuelto en una sencillez que cautivaba. Me encantaba su verbo fácil y sus letras nostálgicas. La capacidad de improvisar y cómo capturaba el auditorium mo­viéndolo al son de sus palabras; tenía la propiedad de finalizar las discusiones. Con un gran sentido común y adornando sus apuntes con la nota his­tórica apropiada.

Pobre en bienes materiales pero con tesoros espirituales que disfrutó hasta el último día: el afecto y el reconocimiento de sus colegas, siendo yo uno de ellos. Nunca escuché un comentario ácido de quienes lo atacaron, dejó que el viento, sin resis­tencia, las alejara. Conocedor de sus limitaciones y honesto para pedir con humildad la habilidad de sus pares en los complejos casos quirúrgicos. Siempre preocupado por sus pacientes; estos ahuyentaron ese pequeño y torpe demonio –la arrogancia- que hay en el alma de cada uno de los neurocirujanos y que muchas veces pagan los enfermos.

Muchos sellos individuales marcaron su identi­dad: el buen castellano, los finos modales y la forma peculiar de su vestimenta. No a todas las personas el uso del corbatín les sienta; pero hay individuos que le dan su toque personal a las prendas que usan que las convierten en estampas de distinción y elegancia. Así era Juan Mendoza: mostachos, corbatín y capa. Recordándonos la figura de Du­mas y de sus tres mosqueteros, dispuesto siempre a luchar para defender con sus escritos el honor de la Reina Ana, derrotando al injusto Cardenal Richelieu que hay en la vida.

Adiós Maestro querido; desde el balcón celestial que tienes reservado al lado de Asenjo disfrutarás los apuntes de Krivoy quien se te adelantó hace unas semanas. Tus alumnos te recordaremos con gratitud y estarán siempre al lado de María Victoria e hijos, tu otro tesoro.

Referencias

1. Patiño Restrepo JF. Comentario bibliográfico: Cuento hasta 80, por J. Mendoza Vega. Medicina (Bogotá) 2013; 35 (1): 77-83.
2. Urbina Joiro H. Humanidad Ahora: diez ensayos para un nuevo partidario de lo humano. Cartagena de Indias. Fundación Humanidad Ahora. 2014.

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