Artículo de Reflexión: Gabriel Velásquez Palau, educador visionario

El gran reformador de la educación médica colombiana

José Félix Patiño Restrepo1

Hay hombres que dejan huella profunda en el devenir histórico de una nación. Tal es, ciertamente, el caso de Gabriel Velásquez Palau, Miembro Honorario de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, un educador de vocación profunda, líder intelectual, ejecutor paradigmático.

Tuve la fortuna de conocerlo muy de cerca porque trabajamos juntos, con un grupo inolvidable de médicos de las siete facultades de medicina de la época, en la reforma de la educación médica de Colombia.

Finalizando la primera mitad del siglo XX, la educación médica colombiana fue calificada muy mal por la Misión Humpreys, o Misión Médica Unitaria, contratada por el Gobierno con el fin de evaluar las escuelas de medicina.1

La misión describió el panorama encontrado, que no era muy diferente del reportado por la Misión francesa2: un predominio absoluto de la enseñanza magistral –al modo de la escolástica–, dificultades en la contratación y ascenso de profesores, por lo cual se contaba con un escaso recurso docente, pobre supervisión de las prácticas clínicas y nula investigación.

Además, se destacó la ausencia de programas formales de residencia para entrenamiento de posgrado.” (Pineda, 2014)

La Misión Humpreys, o Misión Médica Unitaria del Unitarian Service Committee, que visitó los centros asistenciales y docentes de Bogotá, Medellín, Cartagena y Barranquilla, señaló grandes fallas en la organización de las instituciones de atención médica y en la enseñanza de la medicina (Eslava, 1996).

Fue un informe “desolador” sobre la enseñanza de la profesión en el país, según lo recuerda recientemente, con certeza, su cercano amigo Rodrigo Guerrero, Profesor honorario de la Universidad del Valle y actual Alcalde de Cali. (Guerrero, 2015)

La importancia de la Misión Humpreys dirigida por el afamado jefe del Departamento de Cirugía del College of Phycians and Surgeons de la Universidad de Columbia, es grande, porque fueron sus recomendaciones y el liderazgo de Gabriel Velásquez los que lograron la reforma trascendental de la educación médica en Colombia.

Emilio Quevedo escribe: “ El Plan Marshall y la educación médica. Dentro de este mismo marco de influencia del Plan Marshall, llega a Colombia, en 1948, la Primera Misión Médica norteamericana, del Unitarian Service Commitee, dirigida por el Dr. G.H. Humpreys de la Universidad de Columbia.

Como corolario de ésta, en 1953, viene la Segunda Misión Médica Nortea­mericana, seleccionada por la División de Salud del Instituto de Relaciones Interamericanas, entidad que promovió la creación del SCISP (Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública), unos años atrás.

Con la llegada de estas misiones al país, se generan elementos de crítica y propuestas de modificación de la educación médica … Una propuesta central fue la de crear una sólida asociación de escuelas de medicina, con e objeto de unificar criterios en cuanto a la educación médica, aprobar nuevas escuelas, acreditar las residencias en especialidades y otros puntos.” (Quevedo, 1990)

Gabriel Velásquez Palau nació en Cali el 26 de septiembre de 1919 y murió en Cali, a sus 95 años, el 12 de abril de 2015, tras una larga enfermedad que lo mantuvo incapacitado por varios años. A su lado estaba Yolanda O´Byrne, la compañera de toda su vida. (Lea además: Reflexiones clínicas forenses)

Conocí bien la inteligencia, señorío, fina belleza y elegancia intelectual de Yolanda. Al día siguiente de la muerte de su esposo, Yolanda se expresó así: “Gabriel fue un hombre de un control absoluto a la hora de hablar. Nunca lo vi furioso a pesar de su carácter.

Tomaba decisiones radicales como la de renunciar a importantes cargos cuando lo veía conveniente. Era un hombre que parecía inmanejable, pero que yo logré manejar a mi manera” (El País, Cali, abril 20, 2015). Con ella se cumple muy bien el dictum: detrás de todo gran hombre hay una gran mujer.

Bachiller del Colegio San Luis Gonzaga de Cali, Gabriel Velásquez se graduó como médico en la Universidad Nacional en Bogotá en 1944, donde fue profesor por varios años. Fue un gran deportista, dos veces campeón de levantamiento de pesas y jugó fútbol, baloncesto, tenis, golf y fue campeón de waterpolo; hincha del Deportivo Cali, durante muchos años fue médico del equipo, como lo relata el diario caleño El País en la edición de abril 20 de 2015.

Carismático, de inteligencia brillante, hiperactivo e hiperdinámico, cordial y jocoso en su trato, con una muy clara visión de las tareas que se impuso para efectuar la más profunda y benéfica reforma de la educación médica en la historia de Colombia, que luego repercutió en toda la América Latina, Gabriel Velásquez pasa a la historia como un gigante en el panorama de la educación universitaria y de la medicina hispanoamericana.

Velásquez fue el gestor de la FES (Fundación para la Educación y el Desarrollo Social), organi­zación no gubernamental sin ánimo de lucro con sede en Cali, que por primera vez unió al sector privado con la universidad, a través de otra inicia­tiva de Velásquez Palau, la creación del grupo Los amigos de la Universidad del Valle.

Dos son sus obras principales: la creación de la Facultad de Medicina de la Universidad del Valle y la constitución de ASCOFAME. Desde esos dos sitios académicos ejerció inspiración y vigoroso liderazgo nacional e internacional.

La facultad de medicina de la universidad del valle

Rodrigo Guerrero relató así la creación de la Facultad de Medicina de la Universidad del Valle.

“Guillermo Orozco, médico ansermeño asen­tado en Cali, advirtió la necesidad de hacer una escuela de medicina y, con el apoyo del Colegio Médico del Valle, logró que el Gober­nador, médico Antonio Lizarazo, expidiera el Decreto 641 de 1950, ordenando la creación de una facultad de medicina adscrita a la naciente Universidad del Valle.

Con el apoyo de Carlos Arturo Cabal, entonces rector de la Universidad, en noviembre de ese mismo año y en buena hora, el Gobernador nombró como decano al médico caleño, Gabriel Velásquez Palau. Las clases se iniciaron el 12 de octubre de 1951 con 50 estudiantes, en el antiguo con­vento de San Agustín ya convertido en Colegio de Santa Librada, situado en la Carrera 4 con Calle 13; las prácticas médicas se ha­cían en el Hospital de San Juan de Dios.

Entusiasmados por el sueño colectivo de lograr un cambio en la educación médica fueron lle­gando a Cali prestigiosos profesores de muchas latitudes: Jorge Araújo Grau, Luis María Borrero, Pelayo Correa, Jorge Escobar Soto, Miguel Gracián, Jaime Korgi, Carlos León, Lupi Sergio Mendoza, Santiago Rengifo, Vicente Rojo y Carlos Sanmartín, entre los que recuerdo en el momento.

Este grupo de caleños adoptivos se unió a prestigiosos médicos locales (cuyos nombres y contribuciones merecen capítulo aparte) y formaron una especie de ateneo de iluminados, dedicados a inventar el modo de formar médicos excelentes.” (Guerrero, 2005).

Con la talentosa y estimulante dirección de Gabriel Velásquez, la novel facultad de medicina se desarrolla con un enfoque pedagógico radicalmente diferente al obsoleto modelo anatomoclínico francés imperante en la época, e introduce la estructura departamentalizada de tipo norteamericano con las características flexnerianas de fuertes ciencias básicas biológicas y sociales, salud pública, prác­tica clínica hospitalaria y comunitaria, énfasis en la investigación para creación del conocimiento, interdisciplinariedad y transdisciplinariedad.

Final­mente, cuando Alfonso Ocampo Londoño ocupaba la Rectoría de la Universidad, Velásquez, creó la División de Ciencias de la Salud como una unidad universitaria de carácter ampliamente interdiscipli­nario. Pronto la facultad de medicina de la Univer­sidad del Valle vino a ser reconocida por diversas entidades como la mejor de América Latina.

Gran parte del éxito fue su firme unión con el Hospital Universitario Evaristo García, que por la época terminaba su construcción y era uno de los mejores de Colombia. Su director, amigo entrañable de Velásquez Palau, Alfonso Ocampo Londoño, fue otro que merece justo reconocimiento por la ejecución y realización de tan trascendental tarea académica.

Corría el año 1957 y yo terminaba el décimo año y el sexto de residencia quirúrgica en la Uni­versidad de Yale, cuando fui llamado por el doctor Jack Weir de la Fundación Rockefeller con sede en Nueva York.

Acudí a la cita, y para mi sorpresa, me ofrecen que trabaje en la Fundación en los pro­gramas de salud y educación médica en América Latina, posición que muchos años antes habían ofrecido a mi padre, el profesor Luis Patiño Camargo, quien recién casado viajó a Nueva York.

Como él, yo también agradecí y no acepté, afirmando que me aprestaba para regresar a Colombia. El doctor Weir me dice: acepte entonces vincularse a la nueva Facultad de Medicina de Cali, que recibe un fuerte apoyo de la Fundación Rockefeller y que se convierte en el modelo de la educación médica moderna.

Reconozco que me sonó muy atractiva la propuesta, pero yo tenía compromisos, primero con mi padre, y luego con la Universidad Nacional (donde había cursado hasta cuarto año de medici­na antes de viajar a los EUA), que me ofrecía una vinculación académica con sede en el Hospital San Juan de de Dios.

Esa fue la primera noticia seria que tuve sobre la nueva facultad de medicina y su gran decano, Gabriel Velásquez, a quien vine a conocer en Nueva York poco tiempo después. Desde ese momento comprendí que este hombre sí era capaz de con­vocar a los mejores para impulsar la necesaria reforma, que la gente interpretaba, con razón, como “el cambio de la educación médica francesa a la educación médica norteamericana.”

Ya de regreso en Bogotá y vinculado a la Universidad Nacional, me uní, con Rafael Casas Morales, Raúl Paredes Manrique y otros profesores de la Universidad Nacional, y con Bernardo Moreno Mejía de la Universidad Javeriana, a ese arrollador movimiento reformista liderado por Velásquez Palau, feroz y fuertemente combatido por poderosos pro­fesores de la llamada “escuela francesa”, quienes eran los profesores titulares, de larga trascendencia en la Facultad de Medicina y, por consiguiente, de gran autoridad.

Luego, constituida ASCOFAME bajo la presidencia de Velásquez Palau, fui nombrado como su primer Director Ejecutivo. Comenzó en­tonces una mancomunada labor que nos llevó a muchos sitios, pregonando la reforma, buscando financiación y apoyo, y extendiéndola a la América Latina a través de la Federación Panamericana de Asociaciones de Facultades de Medicina (Fepafem), que también vine a dirigir, iniciativa de creación que así mismo se debió en gran parte a Velásquez Palau.

Con Amador Neghme, de Chile, habíamos dado una dura batalla en Montevideo durante la Conferencia de Universidades Latinoamericanas (1960) en pro de crear una federación panameri­cana que congregaría a todas las asociaciones de facultades de medicina de América.

A mi memoria vienen las conversaciones preparatorias con Ve­lásquez Palau para definir la estrategia ante la oposición de muchos países que no querían aceptar el panamericanismo, sino mantener el latinoame­ricanismo.

Pero al final logramos su aprobación, y la Federación Panamericana de Asociaciones de Facultades de Medicina se constituyó en Viña del Mar, Chile, en 1962. Yo era delegado por Colombia, pero fui nombrado Ministro de Salud del Presidente Guillermo León Valencia, lo cual me impidió firmar el acta de constitución en Viña del Mar.

Recuerdo con nostalgia esos años en que trabajamos juntos, hombro a hombro en Ascofame y en Fepafem, en el marco de una sincera y total identidad intelectual. Desde algún lugar, Gabriel Velásquez Palau debe contemplar como su obra, la transformación de la educación médica colombiana en la mejor de América Latina, es destruida por la Ley 100 de diciembre 23 de 1993, cuyo ponente fue el entonces senador Álvaro Uribe Vélez, inspirada por el economista Juan Luis Londoño.

La cual creó un perverso y corrupto -y que corrompe– preten­dido sistema de salud que convirtió la salud en una mercancía e introdujo el negocio por parte de intermediarios financieros.

El Sistema General de Seguridad Social en Salud no es un sistema de salud sino un mecanismo de aseguramiento co­mercial; es la antítesis del pensamiento académico y de profunda responsabilidad social de Gabriel Velásquez Palau.

La Facultad de Medicina de la Universidad del Valle creada por Velásquez Palau, con el apoyo económico de las Fundaciones Kellog y Rockefeller y la asesoría intelectual de la Universidad de Tulane, fue pionera en la intro­ducción del nuevo currículo, de tipo flexneriano, con énfasis en las ciencias básicas, en la salud pública y salud comunitaria (son famosos los centros de salud en el barrio caleño de Siloé y en el vecino municipio de Candelaria) y la responsabilidad social.

La salud pública y la medicina preventiva, concebida como salud comunitaria y salud de poblaciones, fueron preponderantes tanto en la estructura de la Facultad de Medicina, como en el currículo, primero con Santiago Renjifo Salcedo, y luego con Rodrigo Guerrero, Oscar Echeverry, Oscar Rojas, Alfredo Aguirre y Gabriel Carrasquilla Gutiérrez a la cabeza.

“En la Universidad del Valle se adaptó el modelo como tiempo de dedicación exclusiva «geográfico»: el profesor era pagado por enseñar y al mismo tiempo ejercía su práctica privada en el sitio de enseñanza” (Guerrero, 2010). Esta fue una de las mayores contribuciones a la profunda reforma de la educación médica e Colombia y de Latinoamérica que surgió a partir de la Facultad de Medicina de Gabriel Velásquez Palau.


1 Académico Honorario. Academia Nacional de Medicina de Colombia. 2 En 1931 vino al país una misión médica francesa confor- mada por los profesores de la Universidad de Lyon André Latarjet y Louis Tavernier y Paul Durand del Instituto Pas- teur de Túnez. Visitó solamente la Universidad Nacional y sus recomendaciones conservaban el predominio de lo anatomo-clínico, con exagerada alta intensidad horaria para la anatomía y la semiología (Pineda, 2014).

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