La Patología de la Meningitis Tuberculosa

Quiero hacer especial referencia a los hallazgos post-mortem del Sistema Nervioso Central:

“…Los vasos de la aracnoides en su mitad posterior ligeramente inyectados, las desigualdades y circunvoluciones del cerebro recubiertas por una materia parduzca, de consistencia transparente y gelatinosa, un poco de serosidad semirroja bajo la dura mater…

Si consultamos los textos de anatomía pato­lógica, encontramos algunos conceptos sobre el particular:

“…Macroscópicamente, el ataque es más grave en la base del cerebro y alrededor de la medula espinal, en donde aparece exudado amarillo fibrinoso y necrótico que comprime el cerebro y la medula subyacente…”

“…La preponderancia del exudado en la re­gión basal, prácticamente se observa en todos los casos…”

“…En contraste con la mayoría de las lesiones tuberculosas, la meningitis tuberculosa es una reacción exudativa. El exudado es principalmente de distribución basal y, en casos típicos, forma un conglomerado verdoso, gelatinoso…Conse­cuentemente, las circunvoluciones cerebrales se encuentran aplanadas…”

¿De qué Forma de Meningitis TBC se Trataba?

De acuerdo a la respuesta inmunológica in­dividual se observarán las formas meningíticas localizadas y generalizadas.

Las formas anatomopatológicas clásicas des­critas por Rich son:

– Tubérculos miliares diseminados
– Placas caseosas focales
– Meningitis aguda inflamatoria caseosa, locali­zada o difusa
– Meningitis proliferativa, localizada o difusa.

No se descarta totalmente una forma de tuber­culosis de tipo de tubérculo miliar. Porque si bien es cierto que Reverend no describe la formación de francos tubérculos cerebrales, ellos no siempre son fáciles de hallar macroscópicamente, aún buscando en forma muy cuidadosa.

Ellos se localizan, generalmente, en los aspec­tos laterales de los lóbulos temporales y parietales, generalmente siguiendo la disposición anatómica de los vasos sanguíneos. Además, el foco primario puede perfectamente estar en la región medular.

Sin embargo, es posible que la forma de TBC meníngea del Libertador haya sido una forma aguda caseosa, que es además la forma más común de neurotuberculosis. La descripción macroscópica de esta última forma la transcribo del estudio de Tandon:

“…las cisternas basales están ocupadas por una masa de exudado gelatinoso que resulta en una opacidad grisosa de las leptomeninges…hay congestión en los vasos superficiales…”

¿Buscaba Reverend específicamente una Meningitis TBC?

El nombre de “Fiebre Cerebral” que se le dio a la meningitis tuberculosa, fue acuñado por el cirujano militar francés De Meyserey, a finales del siglo XVIII.

Es de gran importancia anotar que no fue sino hasta 1803 que los cirujanos militares franceses (Herpin), comenzaron a hablar de “Meningitis” como tal. Por lo tanto, el cuadro clínico específico de la inflamación meníngea no se comenzó a conocer hasta bien entrados los años 1800. Y en 1820 se discutían las interrelaciones entre meningitis, hidrocéfalo y tuberculosis. De la misma manera, comenzaba a describirse la predilección basal de la meningitis tuberculosa, sin poder todavía acla­rar por completo su etiología, pues médicos del renombre de Seen, en 1825, es decir cinco años después de la muerte de Bolívar, apenas comienza a sospechar la relación entre los tuberculomas y la inflamación meníngea.

La diferenciación entre meningitis tuberculosa y no tuberculosa, viene a aparecer en los trabajos de Guersent en 1839. Por lo tanto, era poco pro­bable que Reverend estuviera buscando patología meníngea específica y en la base del cerebro.

Correlación de los hallazgos postmortem con el cuadro clínico final de Bolívar

La cefalea había sido una queja frecuente del Libertador. Escribe en abril 20 de 1829 a Castillo y Rada:

“...Hoy he amanecido con un dolor de cabeza muy fuerte de resultas de que ayer fue 19 de Abril y tuve que obsequiar a los amigos con aquel motivo...”

En abril 23 de 1829, al General Herrán:

…Tampoco pude contestar en el correo pasado porque estaba con un gran dolor de cabeza aquel día, de resultas de un convite…”

En junio 29 de 1829, al Sr Restrepo:

“...Yo cuento con una salud bastante buena, aunque actualmente estoy con dolor de cabeza…”

Y en agosto 6 de 1829, a O’Leary:

“…Yo me encuentro algo achacoso, unas veces con dolor de cabeza, otras de la bilis…”

No deben pasarse por alto estos detalles clínicos y mucho menos conociendo el trabajo reciente de Anderson y Willoughby, que muestra que de 83 pacientes que se presentaron con un cuadro de meningitis crónica, el 40% era de ori­gen tuberculoso, y menos aún con la publicación de Traub y cols (1986), que prueba un caso de meningitis tuberculosa de 2 años de evolución sin medicación.

Ahora bien, correlacionando los hallazgos de autopsia con el cuadro clínico del Libertador en sus últimos días, de acuerdo a los boletines del Doctor Reverend, encontramos que se describe un deterioro progresivo de tipo sistémico, pero en particular de tipo neurológico:

Boletín No. 8 (Dic 8): “...Estaba bastante amodorrado…se le observaba de un modo sensible entorpecimiento en el ejercicio de sus facultades intelectuales…”
Boletín No. 15 (Dic 12): “…amaneció menos despejado que el día anterior…”
Boletín No. 17 (Dic 13): “…Está más abatido que en los días anteriores…”
Boletín No. 20 (Dic 15): “…Un sopor continuo se ha apoderado de Su Excelencia…”
Boletín No. 27 (Dic 15): “…Nada de despejo en todo el día…”. Este día escribe el Coronel Belford H. Wilson a Mr. Duncan:

“…Todavía está vivo. No va a durar tres días más. Esta mañana estuvo perfectamente consciente por una hora y luego se hundió de nuevo…”

Boletín No. 28 (Dic 16): “…Nunca había llegado Su Excelencia a tan sumo grado de postración…”

Y termina falleciendo el 17 de Diciembre, en forma descrita por su médico de cabecera:

…ya no hablaba sino de un modo confuso… ya la respiración se ponía estertorosa…la muerte era inminente…”

Exhumación de los Restos

Bolívar es inhumado en Santa Marta. Sin embar­go, siguiendo instrucciones de su testamento, y bajo presión de sus familiares, el cuerpo es trasladado a Caracas, su ciudad natal, el 20 de noviembre de 1842. A su exhumación acude, como testigo de excepción, el propio doctor Reverend.

El informe de los restos dice:

“...el cráneo estaba aserrado horizontalmente y las costillas por ambos lados cortadas en oblicui­dad, como para examinar el pecho. Los huesos de las piernas y pies estaban cubiertos con botas de campaña; la derecha todavía entera, la izquierda despedazada y solo conservada en su parte infe­rior; pedazos de galón decaído se hallaba a los dos lados de los muslos, y listas de color verde de cobre oxidado formaban líneas paralelas a estos huesos…”

El último viaje lo hace el Libertador a bordo de la goleta venezolana “Constitución”, escoltada por buques de las marinas de guerra francesa, holandesa, danesa y británica

Luego de un apoteósico recibimiento en Cara­cas, reposa en el Panteón Nacional de Venezuela.

La Calumnia del Coronel Chávez

En un acto inexplicable, reprobable y franca­mente profanatorio, el Coronel Hugo Chávez Frías ordena una segunda “autopsia” del cadáver de Bolívar, en el supuesto de haber sido envenenado por lo que el presidente venezolano denomino “oligarquía santafereña”

Dicho acto execrable no demostró jamás la existencia de un posible envenenamiento.

Lo anterior, sumado a la prueba documental de Reverend, a la inspección al cadáver en la primera autopsia y al repudiable hecho de la insana profana­ción del cadáver de Bolívar, constituye un argumento demoledor en contra de la teoría de Chávez.

Y la calumnia de Chávez no encontró prueba en lo que podía denominarse como una doble prueba: Inspección Judicial y Peritazgo de Necropsia. Las dos se constituyeron en prueba en contra del coronel de marras. En cambio, la prueba documental de la autopsia y las pruebas testimoniales contenidas en los reportes del Doctor Reverend son contundentes en todo sentido. Faltarían dos tipos de prueba: El “testimonio de parte” que es inexistente y los indicios planteados por Chávez, que nunca se confirmaron.

Este material probatorio de tipo histórico nos exime a los colombianos de una afirmación calum­niosa y francamente tendenciosa.

Conclusiones

Es poco probable que exista una posibilidad diferente a la de la tuberculosis como causa de muerte del Libertador Simón Bolívar. Una tuber­culosis adquirida en algún momento de su intensa vida de soldado y de una progresión tan rápida, que lo deterioró en forma acelerada, hasta convertirlo físicamente en casi un anciano, a la edad de 47 años. Esta infección destruyó su aparato respirato­rio, comprometió el sistema nervioso central y, muy seguramente, las glándulas suprarrenales, con las consiguientes manifestaciones clínicas.

La descripción de autopsia del Dr. Reverend, aún sin tener un conocimiento claro de la patología del compromiso meníngeo de la infección bacilar en la época, es muy clara en señalar las lesiones del sistema nervioso central, muy similares a las de una meningitis tuberculosa.

Referencias

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Recibido: Mayo 20, 2014
Aprobado: Mayo 29, 2014
Correspondencia:
Fernando Guzmán Mora
ferguzmancol@gmail.co

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