Tuberculosis, Comienzo de los Últimos Días

Bolívar no deja ya de toser desdesSeptiembre de 1828, luego del atentado del cual fue objeto y el cual le ocasiono en forma inmediata un episodio de hemoptisis.

Existen datos suficientes como para sospechar un compromiso de las glándulas suprarrenales, posición clínica preconizada por el Dr. Efraím Otero Ruiz, presidente de la Academia Nacional de Medicina y que es en la actualidad motivo de otra investigación adicional sobre estos aspectos médicos del Libertador.

Los últimos días de Bolívar comienzan en julio de 1830, cuando conoce el asesinato del noble y valiente Mariscal Sucre en las montañas de Berruecos.

Dice Restrepo en su Historia de Colombia:

“…lo sufrió en silencio, cual convenía a un hombre de alma y sentimientos elevados…”

Hay testimonios que afirman que permaneció varias horas a la intemperie y posteriormente se encerró en su cuarto hasta el amanecer, meditando y profundamente apesadumbrado. A partir de ese día su naturaleza flaquea en forma ininterrumpida.

Viaja a Santa Marta el 30 de noviembre de 1830 en el bergantín “Manuel”, escoltado por la corbeta de guerra norteamericana “Grampus”, llegando a esta ciudad el 1 de diciembre. Se asigna como su médico al doctor Alejandro Próspero Reverend.

En lo que se refiere al posible compromiso tuber­culoso de las glándulas suprarrenales ocasionando una insuficiencia adrenocortical, el deterioro en sus fuerzas físicas y la frecuente adinamia de Bolívar es atestiguada por varias personas, en especial por sus médicos. El Dr. Adrianza, médico venezolano estudioso de los aspectos clínicos en el Libertador refiere las astenias de Bolívar en documentos de 1818,1821, 1822, 1824, 1826, 1827, 1828, 1829 y 1830.

Estos episodios los describe el mismo Libertador en varias de sus cartas.

En Agosto 16 de 1829 a Fernández Madrid:

“…Mi salud esta aniquilada. Ya no me quedan fuerzas físicas para hacer el servicio que he hecho hasta ahora…”

En Septiembre 13 del mismo año, a O’Leary:

“…Convencido de que mis fuerzas se han agotado casi todas…”

En Febrero 27 de 1830, a Rafael Arboleda:

“…La debilidad con que he quedado me tiene bastante molesto…”

En Septiembre 20 de 1830, al general Briceño Méndez:

…Yo estoy viejo, enfermo, cansado, desen­gañado, hostigado, calumniado y mal pagado...”

¿Quién era el Doctor Reverend?

Alejandro Próspero Reverend era médico fran­cés, natural de la Villa de Falaise, en Normandía. Había nacido el 14 de noviembre de 1796, en plena Revolución Francesa y Época Napoleónica. Estudió en Caen de 1808 a 1814, año en que ingresa al ejército a la edad de 18 años, en la circunscrip­ción militar de Amiens, en donde su padre era el comandante militar.

En 1815 entró a estudiar medicina en París, graduándose después de haber sido discípulo de Broussais, Laennec y Dupuytren. Por razones po­líticas se expatria y llega a Santa Marta en 1824. En julio de este año revalida su título y se dedica al ejercicio profesional. El General Montilla, Intendente del Magdalena, lo nombra cirujano del Hospital Militar y luego es ascendido a Cirujano Mayor del Ejército Colombiano.

Por lo anterior, era uno de los médicos de mayor rango y capacidad profesional de la ciudad cuando es nombrado médico del Libertador.

Describía después en sus Memorias que la enfermedad de Bolívar era mortal y terminal… Sin embargo, se dedicó de tiempo completo a la atención del enfermo hasta su deceso. Dice en un aparte:

“…Cuando Su Excelencia llegó a Santa Marta… entonces pidió con ansia los socorros de la medicina. Pero…ya no era tiempo. El sepulcro estaba abierto esperando a la ilustre víctima, y hubiera sido nece­sario un milagro para impedirle descender a él…”

Cuando el General Montilla solicita al doctor Reverend pasar la cuenta por sus servicios al Libertador, el médico solamente pide dos reco­nocimientos: el de haber sido el último médico de Simón Bolívar y el de conservar una concreción calcárea que se encontraba en el pulmón izquierdo del general. Esta última reliquia la dona al gobierno venezolano en 1874 y se encuentra hoy en día en el Museo Bolivariano de Caracas.

Boletines Médicos de Reverend

Desde la llegada de Bolívar a Santa Marta, el Doctor Reverend comienza a escribir boletines respecto a la evolución del enfermo.

El primero de ellos dice a la letra:

“...Su excelencia llegó a esta ciudad de Santa Marta a las siete y media de la noche…y habién­dose venido a tierra en una silla de brazos, por no poder caminar, le encontré en el estado siguien­te: cuerpo muy flaco y extenuado; el semblante adolorido y una inquietud de ánimo constante. La voz ronca, una tos profunda con esputos viscosos y de color verdoso… mi primera opinión fue que tenía los pulmones dañados…tiene también el pecho contraído, y agregando a estas señales la amarillez de su rostro, opiné que la enfermedad era catarro pulmonar crónico…”. Posteriormente escribe por lo menos un boletín diario sobre el estado de Bolívar.

En momentos en que mostraba una transitoria mejoría, poco antes de entrar en el estado terminal, no puede aceptar Bolívar que su estado sea tan grave. Cuando se solicita la presencia del Obispo de Santa Marta para la toma de confesión exclama: “… ¿Qué es esto? ¿Estaré tan malo para que me hable de testamento y de confesarme?…”

Con estas palabras despide al Obispo Es­tévez, quien en represalia ni asiste cuando se le solicita para la administración de extremaunción, ni se hace presente en las ceremonias fúnebres del Libertador.

El 10 de diciembre dicta su testamento, el cual culmina con el famoso:

“... ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria. Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilamente al sepulcro…”

Los últimos minutos los describe Reverend posteriormente en sus Memorias así:

“... Conocí que se iba aproximando la hora fatal. Me senté a la cabecera, teniendo en mis manos la del Libertador, que ya no hablaba sino de un modo confuso…Cuando advertí que ya la respiración se ponía estertorosa, el pulso de trémulo casi insensible y que la muerte era inminente, exclamé: Si queréis presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo. Inmediatamente fue rodeado el lecho del ilustre enfermo, y a pocos minutos exhaló su último suspiro Simón Bolívar, el ilustre Campeón de la Libertad Sudamericana…”

La Autopsia de Bolívar

El día de su muerte, 17 de diciembre de 1830, el doctor Reverend lleva el cuerpo del Libertador a examen postmortem. La descripción se conserva todavía y dice:

1. Habitud del cuerpo: Cadáver a los dos ter­cios de marasmo, descoloramiento universal, tumefacción en la región del sacro, músculos muy poco descoloridos. Consistencia natural.

2. Cabeza: Los vasos de la aracnoides en su mitad posterior ligeramente inyectados, las desigualdades y circunvoluciones del cerebro recubiertas por una materia parduzca, de con­sistencia y transparencia gelatinosa, un poco de serosidad semirroja bajo la dura mater. El resto del cerebro y cerebelo no ofrecieron en su sustancia ningún signo patológico. (El subrayado es nuestro)

3. Pecho: De los dos lados, posterior y superior, estaban adheridas las pleuras pulmonares a las pleuras costales por producciones semi­membranosas.

Endurecimiento en los dos tercios superiores de cada pulmón: El derecho, casi desorganizado, presentó un manantial abierto, de color de las heces del vino, jaspeado de algunos tubérculos de diferentes tamaños no muy blandos. El iz­quierdo, aunque menos desorganizado, ofreció la misma afección tuberculosa, y dividiéndolo con el escalpelo se descubrió una concreción calcárea y regularmente angulosa, de tamaño de una pequeña avellana.

Abierto el resto de los pulmones con el instru­mento, derramó un moco pardusco que por la presión se hizo espumoso.

El corazón no ofreció nada de particular, aunque bañado por un líquido ligeramente verdoso, contenido en el pericardio.

4. Abdomen: El estómago, dilatado por un licor amarillento de que estaban fuertemente impreg­nadas sus paredes, no presentó sin embargo ninguna lesión ni flogosis.

Los intestinos delgados estaban ligeramente meteorizados. La vejiga enteramente vacía y pegada bajo el pubis no ofreció ningún carácter patológico. El hígado, de un volumen considera­ble, estaba un poco escoriado en su superficie cóncava. La vejiga de la hiel muy distendida. Las glándulas mesentéricas obstruidas. El bazo y los riñones en buen estado. Las vísceras del abdomen en general no ofrecían lesiones graves. Concluyendo entonces Reverend:

“…Según éste exámen es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto Su Excelencia, el Libertador, era en principio un catarro pulmonar que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico y consecutivamente degeneró en tisis tuberculosa”.

Simón Bolívar Tuberculosis

 

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