Reseñas Bibliográficas: Los Mares Interiores, (Libro de poemas del Académico Juan Mendoza-Vega)
Académico Efraim Otero Ruiz
(Presentación del libro en la Fundación Santillana para Iberoamérica, Bogotá, Noviembre 23, 2001)
Ha querido la deferencia del señor ex-Presidente Belisario Betancur, Presidente de la Fundación Santillana para Iberoamérica, que sea yo quien les presente el libro “Los mares interiores” del médico, periodista y poeta Juan Mendoza Vega.
Tarea que acometo con singular afecto, nacido de una amistad que supera ya los 40 años y de una admiración continua por las dotes intelectuales y artísticas que lo colocan en un sitial especial entre los médicos de Colombia.
Nacido en Chinácota y bachiller en Pamplona, su infancia y adolescencia transcurrieron en esos paisajes idílicos que se extienden entre el río Pamplonita y las colinas de Iscalá, donde ha trasegado la vida de muchos hijos ilustres del Norte de Santander.
Después cursó sus estudios de Medicina en la Universidad Nacional, en Bogotá, entre 1952 y 1957, habiéndose graduado de médico en 1960 a los dos años de haber iniciado su especialización en neurología y neurocirugía, temas que constituirían la mayor dedicación de su vida.
Pues de ahí saltó a la cátedra de la especialidad en la Facultad de Medicina del Rosario entre 1969 y 1985, siendo además iniciador de la cátedra y profesor de Historia de la Medicina en la misma Universidad desde 1980 hasta el presente; al tiempo, ha sido profesor de Etica Médica allí mismo desde 1983.
A estas actividades de planta ha unido su participación como catedrático invitado en numerosas instituciones y universidades de dentro y fuera del país. Y la autoría de 55 publicaciones científicas en revistas nacionales e internacionales sobre temas de neurología y neurocirugía, ética médica e historia de la medicina.
Y con los años se han sumado otras distinciones y honores que van desde la Presidencia de la Sociedad Neurológica de Colombia hasta la Presidencia de la Federación Latinoamericana de Neurocirugía, la Iberoamérica, que sea yo quien les presente el libro “Los mares neuro histor Medalla de Esculapio de la Academia de Medicina de interiores” del médico, periodista y poeta Juan Francia, la Magistratura del Tribunal Nacional de Etica Médica, culminando con la Secretaría y luego la Vicepresidencia de la Academia Nacional de Medicina, cargo que hoy ocupa, habiendo sido a finales de los 80s y comienzos de los 90s primero Director Científico y luego Director General del Instituto Neurológico de Colombia, institución infortunadamente ya desaparecida.
Pero esas son las facetas de su vida académica y profesional, por demás ilustre. Hay otra, singularmente intelectual y productiva y es que a los 22 años, cuando apenas terminaba sus estudios de medicina en la Universidad Nacional, ingresó como reportero a “El Espectador” de la familia Cano, donde permanecería más de 4 décadas.
Ingresó, como lo dice él en una de sus crónicas evocando a Darío Bautista, de simple reportero de teléfono y libreta de apuntes, diurno y nocturno, como era en ese entonces, lejos aún de las micrograbadoras y teléfonos celulares de hoy en día.
Lentamente ascendió su meritoria carrera en el periodismo y por muchos, muchísimos años, nos deleitó con su “Columna Médica” en que se ocupaba de los acontecimientos diarios o semanales, no necesariamente de carácter médico, que emergían dentro de la agitada vida del país.
A veces esa columna desataba las iras de otros galenos, académicos o nó, quienes se trenzaban en largos epistolarios a través de las columnas de correspondencia del periódico y en cuyas respuestas Mendoza ejercía la sindéresis y caballerosidad que lo han caracterizado a través de los tiempos.
Esas columnas serán recogidas en un libro que esperamos ver aparecer próximamente. Lo que muchos notábamos, así no fuéramos lectores asiduos de “El Espectador”, era que, como colofón de su más de un millar de notas sobre el periodismo, o la seguridad social, o la necesidad de los institutos para sordos, o los conflictos médicos de diversa índole, aparecía al final una breve nota lírica, que a él le dió por llamar “descarrilamientos”, como sintiéndose culpable de que esos lirismos lo apartaran de los complejos caminos neurocerebrales o de los aconteceres políticos o histórico-médicos.
A medida que ellos aumentaban, oque uno lo veía acometer otras empresas periodísticomédicas, como fue la fundación y puesta en marcha como Jefe de Redacción de la Revista “Tribuna Médica” al lado de figuras inolvidables como César Augusto Pantoja o Juan Di Doménico, entre 1960 y 1985.
O la Dirección de la Revista “Consulta” durante el primer quinquenio de los 80s, apenas si se podía entreverar que este médico artista fuera cumpliendo en su figura lo que pedía para sí León de Greiff en su primigenio soneto de 1916: Como me ven el pelo,la barba y la alta pipa dicen que soy poeta…, cuando no, porque iluso suelo cantar -en versos de contorno difusomiviaje byroniano por las vegas del Zipa.
Pues bien: el libro de 119 páginas que hoy presentamos, pulcramente editado hace dos meses por Editorial Kimpres, reúne bellamente esos “descarrilamientos” y los entrega como un propósito lírico y sentido por alguien a quien se oye deambular y retornar desde los caminos de la niñez:
Se retorna a las playas
de la infancia,
se camina de nuevo
por la orilla
donde marcaron nuestros pies
desnudos
pasos no navegantes todavía,
y se vuelve a oír voces amadas,
a ver tanta sonrisa
y cara amiga,
que en un eterno instante
todo vuelve
a ser como el principio de la vida.
Son poemas breves, los iniciales, tejidos casi con ritmo de haiku, pero dotados de una vivencia amorosa que a veces le recuerda a uno el primer Neruda, en otras a su paisano Jorge Gaitán Durán, como cuando dice:
A manera de Ulises
hay quien la mar contempla
sólo como el camino
de regreso
que hacia el pasado
levará de vuelta…
O también, en el poema dedicado a Bernard Buffet:
Un gallo puede ser
ofrenda conveniente
sacrificio adecuado
(Sócrates lo sabía)
en el altar de Asclepios.
Pero los dioses de la mar prefieren
En su ara una estrella fugaz…
La presencia del mar casi que obsesiona a este habitante de las sabanas mediterráneas, el mar como objeto de sus ensueños pero también como el medio que le permitirá cumplir, hacia adentro o hacia afuera, lo que enuncia en el precepto latino de la contraportada: Vivere non necese – Navigare necese y que después, en otro de sus poemas, enunciará la justificación del título del libro:
Espera, en el abrigo
de la rada,
que amaine el temporal
y sólo entonces
podrás izar las velas
para enfilar
la proa al horizonte.
En tanto, están a tu compás abiertas
las rutas
de los mares interiores.
Así hasta la página 85 con poemas cortos, de estilo libre, asonantes unas veces, otras nó, pero con la angustia de quien ha anclado en todas las radas del amor y mira al futuro con la incertidumbre del navegante que sabe que no ha llegado a puerto. De ahí en adelante se le mide a los cuartetos o a los sonetos endecasílabos, que a veces retrotraen al lector a los clásicos o a los mejores momentos de “Piedra y Cielo”:
No está la rosa para ser pintada
que del mejor pincel sale sin vida
y está la ausencia para ser sentida
pues de ninguna voz sale explicada…
En dos o tres ocasiones acomete el soneto alejandrino y épico, a la manera de los “Conquistadores” de Heredia o de Valencia o de Martínez Mutis para terminar musitando un “epitafio ambicioso” después del justo epígrafe “Decid cuando yo muera” de Barba Jacob:
Por eso aquí reposa, al final sosegado,
sembrador que gustó frutos de lo sembrado
y supo que la muerte es un nuevo camino.
Podría decirse que las últimas doce páginas, tituladas “Contra el muro” son un extenso poema en prosa, narrado en general en tercera persona, con un personaje evocador que él se limita a llamar “el viejo” pero que resume lo que han sido lasremembranzas y ambiciones juveniles del poeta, que termina diciendo:
“Por qué tenía que hablarle cada tarde, mirando a
través del alto muro manchado por la intemperie,
la realidad magnífica de las olas rompiendo en las
orillas de sus mares interiores”.
Pero aquí no termina la magia de este maravilloso libro. Resulta que nuestro médico, periodista y poeta es también pintor y la carátula y las páginas interiores están iluminadas por barcas y escenas marinas de su propio pincel, tomadas de una acuarela suya titulada “Entrando en la tormenta”. Como si perdurara en todas las páginas la inminente sensación de viaje. En uno de sus poemas, él mismo se pregunta:
Aún miras a la proa,
marinero.
y buscas, en la carta
y las estrellas,
la ruta nueva
o las antiguas huellas
para tu navegar aventurero.
Pero en el sol poniente,
como el fuego.
una inquietud abrumadora quema:
¿para los que navegan en tu estela
algo útil dejas,
junto a tu recuerdo?
Ahora, cuando nos informa que piensa radicarse en España para estar más cerca de sus hijos, esa inquietud ambrumadora se convierte en respuesta, quitándole los signos de interrogación. (Ver: Revista de Medicina: Academias Regionales, Volumen. 23 No. 3 (57)
Porque su vida y su obra nos dejan algo útil, no sólo en sus contribuciones a la ciencia neurológica y a la enseñanza de la historia y de la ética, sino principalmente en las avenidas del espíritu, donde sus poemas y las prosas que están por venir abren como un remanso de paz interior, tan necesaria en los días que vivimos.
Y su recuerdo persistirá en la memoria de sus amigos, como los congregados aquí esta noche, que hemos venido a felicitarlo y a decirle que buen viento y buena mar acojan el derrotero de sus realizaciones futuras.
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