La Medicina y la Clínica de Marly, Los Iniciadores
Para realizar su propósito solicitó colaboración de algunos colegas Consignamos sus nombres, para que los recordemos con gratitud y afecto: Rafael Ucrós Durán, Luis Felipe Calderón, Miguel A. Rueda Acosta, Rafael Rocha Castilla, José María Lombana Barreneche, Pompilio Martínez, Manuel Narciso Lobo, Juan David Herrera, Julio Z. Torres, Manuel Cantillo. Téngase en cuenta que todos hacían parte de la Academia Nacional de Medicina.
Con ellos, el 18 de enero de 1904, fundó la Sociedad de Casas de Salud y Sanatorios que dirigió durante cuatro lustros y dejó establecida sobre sólidos cimientos de probidad y esfuerzo.
Además de los ya citados, “Last but no least “, Guillermo Esguerra (1864-1927), cuyo inicial aporte a la realización de la fraterna idea fue esencial.
Entregó él todos sus haberes, representados en la valiosa propiedad campestre que, además era su hogar y su vivienda. (Lea: La Academia Nacional de Medicina y la Clínica de Marly)
Así fue reconocido al firmar las primeras escrituras en que se consigna que, en el capital social del establecimiento apreciado en $ 25.000 oro dividido en 250 acciones de $ 100 cada una, 200 correspondían a lo dado por el doctor Guillermo.
Los demás socios contribuyeron con una acción cada uno. Murió antes de que el martes negro en la Wall Street anunciara que muchas fortunas se desvanecerían.
Y que de los esfuerzos, de su hermano mayor, en la disolución de la empresa en 1916 e inmediata constitución de la que la sucedería, quedaría solamente una deuda de $10.000 con el Banco de Colombia, difícilmente pagada para reestructurar la empresa.
La ilusión de servicio a la humanidad otra vez amenazaba ruina. Desde la eternidad contemplaría, sin embargo que, en 1928, como el ave fénix, de sus cenizas resurgiría, ahora con el corto nombre de “Clínica de Marly S.A.”, siempre guiada por el mismo ideal.
Pero nada de eso importaba. Guillermo Esguerra, compañero de su padre en el segundo destierro, esta vez a Nueva York, por orden del mismo Presidente y copartidario don Rafael Núñez lo que daba a la dolorosa aventura cierto sabor decepcionante de “dejà vu”, tenía alma de poeta (publicó un libro de versos), escribió la novela “El Exilio” desarrollando el tema desgarrador de los desterrados que solo los que como Ovidio han padecido igual tristeza pueden comprender. También fue periodista, editó en Caracas el periódico “La Idea” y vivió en París algún tiempo.
Su linaje se prolonga con juristas, médicos y religiosas como Ernesto y Gustavo Esguerra Serrano, Roberto Esguerra Gutiérrez y laMadre Abadesa Helena Esguerra Flórez, que siguen dando lustre a la estirpe y sirviendo a la patria.
Otras cortas biografías
Rafael Ucrós Durán
El primer apóstol a quien el doctor Esguerra propuso la idea de formar su Casa de Salud fue el doctor Rafael Ucrós Durán con quien compartió los consultorios adaptados en 1903 en la casaquinta de Marly, seguido por otros colegas quienes resolvieron crear sociedad, con la apertura de una casa central de salud, para enfermos pensionados de ambos sexos, en la casaquinta denominada Marly, situada en el barrio de Chapinero de esta ciudad.
Nació en Campoalegre, Huila, en 1874 y falleció en Bogotá en 1947. Su vida estuvo ennoblecida de modestia y compasión. Admirable cirujano y bondadoso maestro, difundió los principios de asepsia en su servicio de ginecología de San Juan de Dios. Luego de graduarse en 1897 en la Universidad Nacional se especializó en ginecología en el Hospital Brocá de París como discípulo de Jean Louis Fauré.
Publicó numerosos trabajos científicos. Recordamos: La antisepsia y la asepsia en la cirugía moderna.
Historia de la Medicina Nacional. Litopedio salido a través de la cicatriz de una operación cesárea. Incisión transversa suprapubiana en ginecología.
A propósito de un caso de torsión de fibroma subperitoneal pediculizado. De la operación de Legeau en el prolapso uterino completo.
Dificultades del diagnóstico de los quistes de los anexos de la matriz con torsión del pedículo y Sobre un caso de pilorectomía.
Fue Presidente de la Academia de Medicina y Gobernador de Cundinamarca, época en que llevó a cabo el traslado del Hospital de San Juan de Dios a las nuevas edificaciones construidas en los terrenos que ahora ocupa y que, en la Colonia, fueron llamados el Molino de Hortúa, por ser tal el apellido de su propieta rio. El Presidente Alfonso López le concedió la Cruz de Boyacá en 1936. El doctor Ucrós hizo partede Marly hasta su fallecimiento.
El padre del autor de estas notas, también por muchos años miembro de nuestra Academia, fue discípulo y luego Interno, Jefe de Clínica y Profesor Agregado en el Servicio de Ginecología del Profesor Ucrós en el Hospital de San Juan de Dios.
Nos inculcó como precepto hipocrático la admiración que profesó a su maestro y que se prolonga a través de la amistad con sus descendientes médicos, entre ellos sus hijos José Eugenio y Hernando, eminente investigador y sus nietos, los cirujanos Ignacio y Pablo Ucrós Díaz.
El doctor Martín Camacho
La importancia que adquiría la Clínica se puede deducir del informe del doctor Martín Camacho, Director entonces del Hospital Militar, instalado provisionalmente en Marly dice que: en 1913 entraron en servicio la instalación de ochenta focos de luz eléctrica; la del agua potable en conexión con el acueducto de Chapinero; la sala de operaciones dotada de autoclave para esterilizaciones de los elementos de curación, mesa de operaciones y un arsenal completo para practicar toda clase de intervenciones de cirugía menor y mayor…
Obsérvese que en 1890 los hijos de don Miguel Samper, el gran ciudadano, habían inaugurado la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá, luego de construir la Planta de El Charquito empleando las caídas de agua que el río Funza forma antes de despeñarse por el Salto de Tequendama.
El doctor Esguerra, atento a utilizar los adelantos del progreso para dar un mejor servicio a los enfermos, logró traer este beneficio haciendo instalar los altos postes de madera de eucalipto portadores de los alambres conductores del admirable fluido.
Dicho informe del doctor Camacho explica cómo era el servicio de la Clínica: El Hospital de Marly tiene capacidad para hospitalizar cómodamente hasta ochenta enfermos militares y veinte civiles pensionados.
Sin embargo hay ocasiones en que el número de enfermos es mayor, como ha sucedido durante las epidemias de fiebre tifoidea y paperas.
Los enfermos están alojados en tres pabellones separados: uno para el servicio de medicina, dividido en pequeñas habitaciones que pueden contener dos o tres pacientes; los otros dos están reservados al servicio de cirugía. Hay una sala de operaciones cómoda, bien amoblada, con aparatos e instrumentos que recientemente han llegado, y en ella puede practicarse cualquier operación de alta cirugía.
El doctor Camacho (Vélez, 1879 – Barranquilla en 1965), fue Miembro de la Academia Nacional de Medicina en cuyos muros se conserva su retrato. Estudió su carrera en Bogotá, París y Londres. Al regresar en 1909 dirigió el Laboratorio donado por el filántropo Santiago Samper a instancias del profesor Roberto Franco en el Hospital San Juan de Dios, dedicado a la docencia.
Practicó por vez primera en el país la reacción de Widal, con lo que comprobó la existencia de la epidemia de fiebre tifoidea que se presentó en 1908 y 9 en Bogotá.
Así mismo, durante las Sesiones Científicas organizadas para celebrar en 1910 el centenario de la Independencia, informó sobre la comprobación mediante la reacción de Wassermann, de los primeros casos de Tabes Dorsal y de Parálisis General Progresiva diagnosticados mediante este método de laboratorio en Colombia.
Primeras Estadísticas
Algunos datos consignan que las actividades médicas comenzaron con tres pacientes y, en los dos primeros años de funcionamiento su Director recordaba que, mensualmente, el número de enfermos que utilizaron los servicios hospitalarios no pasaron de seis o siete.
Las pensiones más solicitadas han sido las de tercera categoría. Y ha habido que rechazar enajenados -hombres y mujeres- por no tener la quinta de Marly sino muy pocas piezas que puedan servir para esta clase de enfermos, dice en un informe desolado su Director. Como una medida para mejorar la situación, con lo que refleja su espíritu generoso, propone “dar mayor ensanche a los departamentos de tercera categoría y caridad”.
Las estadísticas de 1904 y 05, no obstante, reflejan la alta calidad del servicio desde un principio prestado: un total de 81 intervenciones quirúrgicas, entre ellas 15 histerectomías, 12 uretrotomías internas, 7 herniorrafias y dos apendicectomías, con una mortalidad un poco menor del 10% .
El informe del año siguiente da estas cifras significativos: El 1º de enero de 1906 había en la Casa de Salud de Marly ocho enfermos y en el curso del primer semestre han entrado veintitrés, de los cuales quedan ocho. Solamente ha ocurrido una defunción por parálisis general progresiva de marcha rápida.
Durante el segundo semestre han entrado veintiocho y han ocurrido dos defunciones: la una por hemorragia de un paciente operado para la curación de una hernia inguinal y la otra por tuberculosis pulmonar.
Las tarifas eran razonables. Había pensiones de uno, dos y tres pesos oro diarios, que incluían la habitación, los alimentos y el servicio de enfermeras, quedando el enfermo en libertad de llamar al médico o cirujano de su confianza.
Para las hospitalizaciones con intervención quirúrgica los pensionados de 1ª categoría pagaban entre $150 y $200 pesos oro, los de 2ª categoría de $100 a $150 y de 3ª, de $ 60 a $100. A los recomendados por la Sociedad de San Vicente de Paúl o de los accionistas de la empresa se ofrecía un servicio en forma gratuita.
Solamente había que pagar las drogas y materiales de curación.
Como puede observarse la situación financiera no podía ser favorable. Aunque tampoco era desesperada.
Llegó un apoyo de donde menos se esperaba y cuando nadie podía imaginarlo.
Llega ayuda de Marte
Al concluir el sarcásticamente llamado gobierno marroquinesco, en 1904 sería elegido Presidente el general Reyes, hombre dinámico que trató de sacar el país de la profunda sima a que había caído por causa de la guerra.
Gobernó con mano dura, es cierto, pero fue magnánimo con los vencidos. Al tratar de prolongarse en el mando más allá de lo legal fue atacado, como siempre pasa, por tirios y troyanos.
Debió abandonar el país y el mando, dejando el gobierno en manos de un gentil caballero y político hábil, don Jorge Holguín, quien hizo la transición que le correspondía dirigir en forma pacífica y tranquila.
Vendría en seguida el año cristiano presidido por el general santandereano Ramón González Valencia y la reunión de la Asamblea Constituyente de 1910, que procuró humanizar la Constitución de 1886 inspirada por Núñez y magistralmente redactada por el señor Caro.
El general Rafael Reyes fundó la Escuela Militar de Cadetes y dispuso que la asistencia médica de esta institución fuera dada por la Clínica de Marly. Se convino la visita diaria de un médico a la Escuela para recetar los enfermos y disponer las hospitalizaciones necesarias en la Clínica. Los honorarios ascendían a un peso diario por cada cadete atendido.
La atención prestada por Marly fue tan satisfactoria que el Ministerio de Guerra, ante una emergencia burocrática que, como luego veremos tenía algo de sainete, solicitó la ampliación del servicio a todo el personal del Ministerio, situación que se prolongó por varios años. Más de veinte.
Tantos que puede decirse sin hipérbole que el Hospital Militar Central se trasladó a los predios de Marly, como en efecto aconteció desde 1911, mediante un canon de arrendamiento de $ 120 mensuales …
El Presidente de la República firmó el contrato respectivo. Se designó como Médico Jefe al doctor Carlos Putnam, Cirujano Auxiliar al doctor Rafael A. Muñoz (padre de los Muñoz Rivas), practicantes los doctores Luis E. López de Mesa y Emilio Gutiérrez.
Meses después nombrarían como Jefe de la Sanidad Militar y Director del Hospital al doctor Martín Camacho, brillante profesional que desempeñó sus funciones hasta que, al posesionarse de la Presidencia de la República don José Vicente Concha y nombrar un nuevo Ministro de Guerra, éste designó al doctor Miguel Canales, cuya meta principal al llegar a dicho posición fue trasladar el Hospital Militar a su antigua sede en la quinta de “Ninguna Parte“, de donde había sido removido por una especie de efecto dominó o de juego de trique, misión que no logró cumplir, adelante veremos porqué, aunque parecía una solución obvia, práctica y conveniente.
Evoca Luis López de Mesa, quien al paso de los años sería Presidente de la Academia Nacional de Medicina y Ministro de Educación y de Relaciones Exteriores, la casa de salud y sus alrededores por esos tiempos con estas frases hermosas: Era antes Marly primorosa casaquinta entre jardines, un parque de eucaliptus al lado y un gran potrero al oriente, con dos cuadras por la carrera trece e igual linde sobre la séptima. Hubo que añadirle tres amplios pabellones para acondicionarla a su nueva destinación.
No olvidaré la pareja de sietecueros altos y copudos que escudaban la escalinata de acceso en el patio fronterizo regalados por Rafael Ucrós, nuestro hábil cirujano de planta, ni el esbelto roble que al lado del portalón de fuera, alto y recio rebrillaba de luces en su follaje verdegay a los primeros albores del día, ni la Sabana abierta a la inmensidad de enfrente, ni los nevados bellísimos del Tolima y del Ruiz, que en los diáfanos amaneceres nacarábanse en la azulina cordillera remota…
… Mas no todo eran azules horizontes y prosperidad en nuestra amable república marliense. El país hallábase paupérrimo a causa de la tremenda hecatombe de los mil días y el crédito bancario estaba restringido a préstamos comerciales de corto plazo y subidos intereses anticipados.
Por tal modo que a menudo don Ernesto Michelsen tenía que añadir amistad a los estatutos del Banco de Colombia para que la Clínica pudiese prosperar y aun meramente equilibrar balances. Nosotros mismos, los colaboradores subalternos, nos vimos a veces a calzas prietas, como en la famosa huelga al tranvía norteamericano, durante la cual tenía yo -Practicante entonces- que pasar visita a treinta enfermos, tomar el tren del norte en un sitio improvisado a media ruta de Chapinero, y caminar un kilómetro de la calle veinte a Santa Inés para asistir a la clase de patología externa del profesor Manuel Cantillo, a las ocho en punto de la mañana…
Ingresan nuevos colaboradores y especialistas
En 1916 ingresó como directivo de la Clínica el profesor Zoilo Cuéllar Durán (El Agrado 1871 – Bogotá 1935). Gozaba de merecido prestigio como cirujano singularmente en el campo de la urología, de que él fue el principal propulsor desde comienzos del siglo en la capital del país, como creador de la enseñanza de esta especialidad en la Facultad Nacional de Medicina.
Doctorado en 1895, se especializó en urología y cirugía en Paris. Se contó entre los fundadores de la Sociedad de Cirugía y, por ende, entre a quienes se debe el Hospital San José de Bogotá, perdurable obra de asistencia social y quirúrgica que tanta importancia ha tenido para la docencia. Fue Presidente de la Academia Nacional de Medicina.
Sus publicaciones científicas abarcan amplio campo, como se puede deducir de los títulos de algunas de ellas: Gastrectomía sub-total, Nefrectomía en la tuberculosis renal bilateral, Estudios sobre la prostatectomía total, Injerto de la vena safena en la uretra del hombre, Colecistectomía en caso de litiasis biliar, Histerectomía vaginal, Prostatectomía transvesical total, Las uretritis crónicas y Observaciones clínicas de la primera prostatectomía perineal total practicada en Bogotá.
En 1928 el doctor Fernando Troconis, médico norte-santandereano, graduado en 1912 y especializado en París, Berlín y Londres, fue encargado de la Gerencia de la Clínica, nuevamente lo sería, en propiedad, de 1934 al 35. Fue Secretario de la Facultad de Medicina y Miembro de la Academia de Medicina.
Fundador del Pabellón para tuberculosos de La Serpentina en el Hospital de San Juan de Dios y promotor de la campaña anti-tuberculosa en el país. El hospital de Santa Marta para pacientes de este mal lleva el nombre doctor Troconis que en sí portaba el sello austero de las gentes de la tierra en que nació el general Santander.
Un selecto grupo de médicos que ayudó a reemplazar las ineluctables bajas causadas por la muerte, vino a unir sus esfuerzos para sacar adelante esta empresa altruista y benéfica, junto al profesor Esguerra, a sus hijos y al doctor Ucrós que sin desfallecer proseguían en la brecha. También merecen ocupar el sitial de honor de los fundadores. Obsérvese que sigue la constante de que todos ellos eran Miembros de la Academia y, la mayoría, sus Presidentes.
Fueron Juan N. Corpas, Roberto Franco, Fernando Troconis, Jorge Cavelier, José del Carmen Acosta, Luis López de Mesa, Federico Lleras Acosta, Tulio Forero Villaveces, Jorge Bejarano, Carlos Cleves Vargas, Francisco Vernaza y Calixto Torres Umaña.
En tanto que los doctores Roberto Franco y López de Mesa prestaban atención en sus respectivas especialidades de medicina interna y enfermedades tropicales el primero, y de enfermedades del sistema nervioso el segundo, los doctores Bejarano y Torres Umaña lo hacían en la pediatría.
La obstetricia estaba a cargo de José del Carmen Acosta y Tulio Forero Villaveces, quienes además de profesores de la Facultad eran parientes cercanos. Jorge Cavelier atendía la urología.
Los órganos de los sentidos estaban en manos de los doctores Cleves Vargas y Vernaza. Al doctor Troconis, autor de estudios sobre El neumotórax artificial y Generalidades sobre el tratamiento de las heridas de guerra, correspondía la ortopedia.
En la década de los treinta Federico Lleras recibiría en el Laboratorio de Bacteriología, Química y Anatomía Patológica el apoyo del, años después Presidente de la Academia, Pedro J. Almánzar, pues su salud y su edad así lo comenzaron a exigir. Junto con éste ingresaron los distinguidos profesionales y miembros de la Academia de Medicina Manuel José Silva, dermatólogo, Antonio Peña Chavarría, quien luego regresó a su patria costarricense donde ocupó altas posiciones como Decano de la Escuela de Medicina y candidato presidencial.
Ramón Atalaya, quien estableció el servicio de Electrocardiografía. Jaime Jaramillo Arango y José del C. Pulecio cirujanos y Carlos Fajardo Casas, Gabriel Vergara Rey y Hernando Matallana. Durante el bienio del 34 y 35 en que dirigió el doctor Troconis la institución, ingresaron como nuevos socios los doctores Bernardo Samper, Luis E. Gómez Ortiz, Aristides Rodríguez, Maximiliano y Miguel Rueda Galvis, Julio y Manuel J. Luque. Como practicantes internos fueron nombrados los médicos Rafael Manotas y Demetrio Náder.
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