El Carácter de José Asunción Silva

Los antecedentes familiares de Silva muestran rasgos evidentes de predisposición a la manía-melancolía. Repito que por el lado materno hay una rama proveniente de Antioquia, donde aquella es perturbación mental predominante.

Las vidas de su abuelo y su tío abuelo, que alternaban entre la actividad desorbitada de toda índole con los retiros de “Hato Grande”, hace pensar en dicha constitución. El padre era asimismo un hiperactivo, bastante sonador como hombre de empresa, vista la clase de importaciones a Que se dedicó.

Este rasgo hipomaníaco de su carácter se muestra también en la forma -como ignoraba las enfermedades que lo aquejaron. A lo anterior se agrega el suicidio de dos de los primos del poeta. Otro antecedente notorio se refiere a la infancia que Silva no tuvo.

La anécdota de Demetrio Paredes es bastante demostrativa. El carácter rígido y agresivo de la madre no debió prestarse para dar el amor que los niños requieren, sino para someterlos a normas desde muy temprano. Recuérdese al respecto las observaciones de Spitz a que hice referencia. Por lo demás, Silva nos dejó testimonio inolvidable cuando refiriéndose a la infancia escribe:

¡Cómo es de santa tu inocencia pura,
Cómo tus breves dichas transitorias,
Cómo es de dulce en horas de amargura
Dirigir al pasado la mirada
y evocar tus memorias!

Eduardo Guzmán Esponda escribió hermosa página sobre Giacomo Leopardi, de quien dice que encontró su capilla de devotos “en el riñón más bogotano de la ciudad, casi diría, el viejo barrio de La Candelaria.

Al comenzar por José Asunción Silva, tan cercano a veces del poeta que fue llamado sombrío amante de la muerte”. Don Eduardo relaciona la hermosa poesía angustiada de Leopardi con las condiciones en que transcurrió su infancia “dentro del anillo de hierro de los más duros sistemas, que él se esforzó en vano por quebrantar.

Entre la rigidez paterna y la agria cicatería materna, no encuentra más distracción que los estudios …”, “entre una gente tonta y vil”, según palabras del propio poeta. ¿Cierto que no faltan semejanzas entre la infancia de Silva y la de Leopardi? (39).

Sobre Leopardi se han escrito numerosos estudios. Entre los más antiguos figuran los de Francisco De Sanctis, G. Sergi, Arturo Graf y M.L. Patrizi. Los dos primeros coinciden en la vanidad que caracterizó al poeta, en particular durante su juventud.

“En ese tiempo – escribe el primero- se había formado una gran opinión de sí mismo”. “En su presunción se sentía contento de sí y miraba el porvenir con seguridad”. El segundo de los nombrados opina que esa vanidad tocaba los límites de la megalomanía.

También están conformes en la incapacidad de Leopardi para ver y gozar de la naturaleza. Ambos piensan que ésta sólo servía al poeta para proyectarseen ella, dado su carácter introspectivo llevado al extremo. Sergi habla de una especie de ambliopía y escribe: “La lírica de Leopardi es la expresión de su impotencia para llegar a la realidad en una forma cualquiera, hasta como amor sexual”.

El propio poeta confiesa que está afectado de una hipersensibilidad tal que prefiere permanecer encerrado en sí mismo. De Sanctis anota cómo al personaje le era imposible concebir la mujer en la plenitud de su existencia material por cuanto era inepto para comprender la vida en su dimensión exterior.

Capítulo aparte les merece a los autores el pesimismo leopardiano. Según De Sanctis “aquí donde estuvo su dolor y su enfermedad estuvo también su originalidad y su excelencia”.

Sergi observa que el poeta le escribe a su hermano Carlos: “Os aseguro que no sólo no experimenté placer alguno en Roma, sino que he estado siempre sumergido en profundísima melancolía”. Patriz piensa que la melancolía de Leopardi tuvo un origen orgánico y Graf admite que en buena parte se debió a su estructura psicofísica.

¿Hubo en Leopardi elementos hipomaníacos? Quizá dé cuenta de ellos su afán viajero, igual que en Víctor Hugo. En 1818 quiso huir del hogar y el padre se lo impidió, residió en Roma (1822), Milán (1825) y después en Pisa, Bolonia y Florencia (1826-1828) y en Nápoles (1833-1837). ¿Cierto que hay similitudes entre el carácter de Leopardi y el de Silva?

En la poesía de Silva ocupan lugar preferente la tristeza depresiva, el desprecio por la vida, el susurro incesante de la muerte, la atracción por las horas crepusculares, el desprecio por el triunfo y por cuanto tiene de agradable la existencia.

En ella no hay nada de postizo. Todo es vívido, realidad íntima hecha poesía. Su mayor encanto radica en esa veracidad incontrovertible con que está elaborada. Su sencillez atrae por sí misma, por cuanto le son extraños los artificios de lenguaje y las figuras retóricas.

Cuando no hay nostalgia, que implica agresión a sí mismo, el poeta deja escapar dicho sentimiento burlándose de todo, pero en particular de la vida misma. Tal hace en “Zoospermos”:

Afortunadamente, perdidos para siempre
os agitáis ahora, ¡oh puntos que sois hombres!
oo. afortunadamente, zoospermos, en la tierra
no creceréis poblándola de dichas y de horrores;
dentro de diez minutos todos estaréis muertos,
¡hola espermatozoides!

En la vida de Silva hubo depresiones manifiestas. En París debió padecer una a juzgar por las fórmulas médicas transcritas en páginas anteriores. Entre ellas hay dos para impotencia sexual, que, como indiqué, acompaña a las situaciones depresivas.

En estas se presentan asimismo trastornos digestivos para los que se daban remedios como los contenidos en las fórmulas que le recetó el doctor Juan Evangelista Manrique días antes del suicidio. La muerte de su hermana Elvira lo hundió en el episodio de melancolía que dio origen al inmortal “Nocturno”.

Es de anotar que Silva reaccionó a la muerte del padre de manera muy diferente. Se entregó a inusitada hiperactividad para sanear la empresa de su progenitor y que él no pudo sacar adelante. Otra depresión conocida fue la que siguió al hundimiento de “L’ Amerique” en el que perdió toda su obra en prosa.

Las siguientes palabras de Aurelio de Castro son muy sugestivas: “Desgraciadamente, las sensaciones agradables sobre todo ponderación que su presencia y su acento producían, se neutralizaban en parte por el efecto que causaban los resplandores siniestros que relampagueaban en sus pupilas, grandes y expresivas.

¿Eran naturales en ellas tales llamaradas? ¿Las había prendido allí el horror dantesco del prolongado peligro que le amenazó entre las ondas embravecidas y el cielo inclemente?” (41).

¿Hubo crisis hipomaníacas en Silva? Sí. Piénsese en la actividad que desplegó en Europa, viajando de un lado a otro y, en particular, informándose de todo, viéndolo todo, leyéndolo todo en un desorden desconcertante.

Recuérdese asimismo cuanto hizo para salvar de la quiebra el negocio de su padre, así como su vida en Caracas y la descripción que de él hace Pedro Emilio Coll. Por último, detengámonos en el negocio, mitad realidad y mitad sueño de los baldosines, el empeño puesto en el asunto y la forma como aquel terminó en manos de sus socios. No resisto la tentación de citar lo que escribió a este propósito Fernando de la Vega:

“Una veintena de años ha, entregué. íntegro, al diario La Patria de esta ciudad (Cartagena) un documento valiosísimo’ que explica y esclarece la aterradora certidumbre. Consiste en una carta de Silva, en hermosa letra de trazo firme, enderezado a un respetable caballero de allá -don Dionisio Jiménez con fecha 24 de marzo de 1896-.

Por la proximidad inmediata de su óbito –dos meses tan solo- podía sentirse el raudo funcionar de su cerebro. Lo convida a contribuir con dinero a la fomentación de una fábrica de baldosas, que estaba llamada a adquirir en poco tiempo desarrollo inusitado, en competencia con el artículo similar y, más aún, a invadir los mercados exteriores de Méjico y las Antillas.

Le encarga hablar, en su nombre y con toda la premura, a los demás industriales y comerciantes de Cartagena; cita a algunos de ellos, los señores Marineros y Trucco y Martínez Bossio, y le encarece al señor Jiménez que trate de incluir para la empresa a “todos los pejes gordos”, términos exactos suyos de aquella localidad.

“En un arrebato de optimismo y de confianza ciega le arguye para convencerle más: El capital se reembolsará ganando un cincuenta por ciento anual”. Y termina Fernando de la Vega: “Millonario del espíritu. Creso infeliz de la mente, afanoso por reducir a oro seco y duro de trastienda el polvillo sutil, el ala inconsutil de una quimera-mariposa” (42).

Alberto Miramón fue el primero que habló de ciclotimia en Silva sin mencionar las crisis de hipomanía y ateniéndose tan sólo a estados de ánimo expresados en la poesía, como en los dos poemas “A ti” escritos el 7 y 8 de mayo de 1887, a saber:

Tú no lo sabes, mas yo he soñado
entre mis sueños color de armiño
horas de dicha con tus amores …;

Apártame tus ojos
no quiero tus miradas,
no quiero tus sonrisas,
memorias son cenizas
y llamas apagadas
se vuelvan a encender.

Edmundo Rico que trae la contradictoria cita apenas hace hincapié en la hipomanía y habla de “la extraordinaria actividad eufórica, alternando las lucubraciones literarias con sutiles coloquios en compañía”, que, según él, pasó Silva en el retiro de una hacienda sabanera a la muerte de su padre.

El notable psiquiatra se refiere más adelante, menospreciándolos, al papel jugado en su vida y muerte por los malos negocios, sin mencionar para nada el motivo psicológico que los originó, y concluye: “La única causa de su muerte, fue, y hay que buscarla en su habitual Depresión Melancólica” (43).

En verdad, Silva fue el típico caso mixto kraepeliano, en quien de tiempo en tiempo se exasperaban la hipomanía y la depresión melancólica, las cuales vivía corrientemente en forma atenuada. La una está presente en sus versos y en sus dolencias, la otra en su afán de leer hasta altas horas de la noche, pretendiendo abarcarlo todo, así como en su comportamiento social.

En cuanto a la muerte, pudo ser un típico “raptus suicida” o una crisis depresiva ansiosa que halló la calma mediante la funesta determinación tomada, de donde el aspecto tranquilo con que atendió a sus invitados la noche misma de la fatal determinación. Me inclino por la segunda hipótesis por aquello de que días antes del suicidio se hizo dibujar el contorno del corazón por su médico, doctor Juan Evangelista Manrique.

Otra Vez “de Sobremesa”

Sólo una inteligencia tan sensible como la de Silva logró imaginar en “De Sobremesa” el personaje que él hubiera podido ser en el caso de que su problemática mental se hubiera agravado. Silva, el ciclotímico, tipo medio, se encarna en José Fernández, un clásico maníacomelancólico con crisis que se alternan sucesivamente.

“La locura. ¡Dios mío, la locura! A veces, ¿por qué no decirlo, si hablo para mí mismo? .. cuántas veces la he visto pasar …”. Son palabras de Fernández, cuya manía se expresa en la multitud de iniciativas comerciales que para su fortuna encarga a terceros; en el viajar de un lado a otro; en el dandy que viste y vive ostentosamente; en el hombre de mundo de las fiestas deslumbrantes; en el afán de acceder a las clases aristocráticas de la sociedad parisiense.

En el coleccionista de joyas y otros objetos imponderables; en la prodigalidad sin límites con sus amantes de ocasión; en los excesos sexuales; en los accesos de furia que lo empujan a cometer dos tentativas de homicidio. (Lea: Homenaje a Don Gregorio Marañon en el Centenario de su Nacimiento)

Todo eso está más allá del Silva que gusta vestir y comportarse con boato, que escandaliza a la pacata sociedad santafereña, del Silva sarcástico que gusta burlarse de sus contemporáneos, del Silva que se ilustra con desusado desorden, del Silva de los negocios imaginarios, del Silva que cuando toma la palabra habla sin parar, conforme lo pinta el escritor venezolano citado. Pero, las actividades de Fernández ¿no eran acaso sueños del Silva de carne y hueso?

En cuanto a las crisis depresivas pasa lo mismo. El Silva triste le achaca a José Fernández verdaderos estados melancólicos y momentos de ansiedad en que la angustia adquiere matiz terrorífico.

Algunos síntomas son propios del poeta, como la ocurrencia del mal casi siempre durante los fines de año, la inercia sexual, el desgano por el trabajo, sin llegar a los extremos de José Fernández, que se hunde en la inconsciencia y sale de ella ignorante de cuanto le ha sucedido, o del que se retira a un aislamiento casi total como cuando se fue a un sitio en los Alpes Suizos.

Llaman la atención las pérdidas de conocimiento a que Silva somete al héroe de “De Sobremesa”. Tales situaciones no se dan en la realidad. Otro fenómeno interesante es la identificación de José Fernández con María Bashkirtsseff, una ciclotímica sobre la cual se equivocó Max Nordeau al diagnosticarla como paranoica y loca moral. No olvidar la antigua coincidencia entre depresión y tisis.

Productos Roche S.A.

Protocolo Premio Academia Nacional De Medicina – Productos Roches. A.

Este premio se concederá por única vez con motivo de la celebración de los 30 años de Productos
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1. Podrán participar todos los médicos graduados en universidades colombianas o grupos científicos
dirigidos por un médico graduado en universidad colombiana.
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1988 inclusive, en las oficinas de la Academia Nacional de Medicina, o, en el Departamento
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