Observaciones Acerca de los Analistas y su Trabajo Psicoanalítico
Observaciones en general
Es mi deseo plantear aquí, brevemente, algunas observaciones que sean podido hacer con respecto a los analistas después de su entrenamiento en institutos psicoanalíticos, y que se refieren a sus actuaciones intra y extra-institucionales en relación con su trabajo psicoanalítico. Estas observaciones nos pueden llevar a estudiar las motivaciones que tiene el analista para seguir su carrera docente y/o de didacta, para con ello también tener otro criterio más en la selección de candidatos a analistas, a profesores y a didactas.
Con respecto a los analistas didactas, a los profesores, a los agregados y a los asistentes, puede presentarse en ellos una serie de fenómenos, en su vida institucional, en la práctica clínica o en la derivada de ésta, que repercute no sólo en su vida privada sino en la institucional; es por ello mejor estudiar muy bien las motivaciones que tiene el analista graduado para seguir la carrera docente, y sus deseos manifiestos para conseguir su “status”, considerado superior, como es el de analista didacta y/o el de administrador dentro del Comité Directivo o Didáctico.
Es así como se pueden satisfacer los deseos de control de grupo para afianzarse en su “status” intragrupal societario y extra-grupal profesional; todo esto en parte debido a inseguridad o ansiedades no resueltas de diferente índole, que conllevan las ansiedades de rechazo, necesidades de aceptación, rivalidad, y en último término, de abandono y castración.
En otras palabras, al grupo societario, lo reglamentario y lo institucional en general, le pueden servir de apoyo para sus sistemas defensivos, contra las ansiedades y fantasías correspondientes no bien resueltas.
Un analista bien puede sentirse muy inseguro después de su graduación arguyendo deficiencia teórica-técnica, y desear asegurarse por medio de la “asistencia” a seminarios, o a la llamada educación continuada de post-grado, y así afianzarse, racionalizando sus conflictos con la teoría y la técnica.
Así también se configura uno de los caminos que llevan a la docencia. Todo esto no significa que existan necesidades prácticas para obtener una mejor formación teórico-práctica.
Ocurre en ocasiones que algunos analistas pueden tener aptitudes de maestros con identificaciones integradas (de padre-madre) y desarrollar las capacidades en el medio propicio, aunque a veces sucede también que hay fallas en las identificaciones, que se producen por diferentes causas, entre otras las que se refieren a los análisis no muy preservados y que dentro del Instituto entran en conflicto con los candidatos, creando problemas intragrupales institucionales, los que son difícilmente manejados por las directivas y en ocasiones también por los analistas personales de los mismos candidatos en conflicto.
También existen entre los analistas profesores, en formación o ya formados, grupos de líderes que se forma o controlan el poder a nivel de entrenamiento o societario con conocimientos psicoanalíticos muy vastos y/o con una gran brillantez intelectual, lo que algunas veces se utiliza para asegurar la vida societaria y la institucional; aunque puede ocurre también que sea para afirmar su “status” y así controlar la rivalidad propia y ajena.
Algunas veces se cree en la falencia, y del mismo modo es sobreentendido que para trabajar mejor y más se debe estar conectado con el profesorado del Instituto o de la administración de la sociedad:
Todo esto no significa que el analista no pueda ayudarse en su mayor preparación analítica por intermedio de la vinculación a la formación de analistas, pues en ella se encuentra la posibilidad de revisar, reestructurar, revalidar y repetir los conocimientos analíticos, para así poder dar una mejor amplitud y profundidad a su conocimiento en la formación analítica global, de la que se conoce su inicio pero nunca su final, como ocurre en cualquier ciencia.
Tantos estos analistas ya graduados que llegan a ser profesores como los ya nombrados, tiempo atrás, como didactas, se ven enfrentados a un fenómeno general o común dentro de la actividad psicoanalítica, que es el derivado del aislamiento en el proceso analítico.
Es observable que algunos analistas imbuidos en su labor analítica se aíslan, no sólo de su trabajo intrapsíquico, sino que también puede quedarse en ese aislamiento en el estudio psicoanalítico (preparación de seminarios, conferencias, trabajos científicos, grupos de discusión o investigación), y así perpetúan, repitámoslo, su aislamiento; pero como esa situación es intolerable por un prolongado tiempo, puede suceder que algunos analistas, inclusive didactas, descarguen de tiempo en tiempo sus tensiones y sus ansiedades en actuaciones, extra o intragrupalmente, cuando no contratransferencialmente en sus candidatos, colegas o personas ajenas al análisis, respectivamente.
(Lea También: El Psicoanálisis y el Psicoanalista)
Actuaciones e intereses de los analistas
No es infrecuente observar las actuaciones contratransferenciales (contra-actuaciones) que emergen por medio de conceptos, ideas establecidas y algunas veces comentadas, de candidatos, de sus analistas o de sus colegas; estas formas de actuación mueven diferentes mecanismos y sistemas defensivos, individual y colectivamente, en los grupo de trabajo intra y extraanalíticamente, entre los cuales se presenta nueva y comúnmente el mecanismo del aislamiento, siendo éste el demás elección entre los mismos analistas, pues su mismo trabajo les es propicio para actuarlo.
Con respeto a los candidatos y a las actuaciones de los analistas conectados en una u otra forma con ellos, se advierte cómo los primero se pueden sentir “ayudados” por los segundos, quienes con la “ayuda” en el envío de pacientes o nombramientos de cargos fuera del Instituto, actúan o contra-actúan y con ello provocan nuevas actuaciones de “cobro” (de aquella “ayuda”), de parte y parte, produciéndose círculos viciosos maltratantes entre estudiantes y profesores.
Es mejor ser muy claros y explícitos acerca de que trabajar con la vida intrapsíquica nos lleva no sólo al aislamiento si no a despertar ansiedades, actuaciones y progresos regresivos continuos, que son muy difíciles de manejar sino se tiene una serie de elementos yoícos muy canalizados anteriormente.
Trabajar en análisis es trabajar con pulsiones y fantasías no siempre manejables a nivel sublimatorio o reparatorio, más todavía, no todos los analistas tienen esas mismas capacidades funcionando a la vez, continua y operativamente.
Quizás el mejor de los analistas puede hacer regresiones poco beneficiosa. Pero es mejor ser conscientes de que siempre podemos estar alerta para que cuando se presente, podamos pedir ayuda para salir sanamente de ellas, cuando no somos capaces de sobrepasar las dificultades solos.
Es aquí donde nos enfrentamos también con las tendencias omnipotentes y con el narcisismo de los analistas, independientemente de sus intereses, tendencias y capacidades propias, las que también deben ser estudiadas para una mejor posibilidad de trabajo en forma más creativa.
Observamos en los intereses y capacidades de los analistas tres tendencias, entre otras; una es la que se refiere a que el analista profundiza la técnica quedándose en una actitud de observación científica dentro del micro y macrocosmos del mismo proceso psicoanalítico; si bien en esta forma se halla en parte aislado del mundo externo, en estos casos, pueden permanecer actuando desde el punto de vista científico, en su práctica clínica. En ocasiones las tendencias a la búsqueda, a la investigación, los llevan a la teoría de la técnica y el estudio clínico.
Tendencias de los analistas
Otra de las tendencias observadas es la de que los analistas, motivados en parte por las frustraciones cotidianas en su práctica clínica, Buscan soluciones a ellas, primero en los estudios de la mismas clínica y luego en otros campos técnicos o teóricos, deteniéndose en un estudio a veces cerrado, es decir, en un campo limitado de participantes.
Ocasionalmente rompen con sus limitaciones de modelos teóricos, técnicos, y llevan su pensamiento analítico a las fronteras de otros campos científicos, especialmente al docente, al psicológico, al educativo, al sociológico-cultural, cuando no a técnicos de psicoterapias con orientación “psicoanalítica”.
Una tercera tendencia es observada en un grupo intermedio de analistas que Buscan salidas a su frustración en el trabajo analítico, por medio de la comunicación de sus conocimientos mediante la docencia del psicoanálisis dentro de la sociedad o por fuera de ella; cuando lo primeros, no es muy viable, en estos casos su acción, sus interés, su investigación se realizan a esos niveles.
También puede ocurrir algunas veces que estos analistas, convertidos en profesores, maestros con más experiencia y conocimiento de la teoría, de la técnica y de la clínica, pueden considerarse, por esa razón que implica cierta madurez, aptos para la administración idealizada. Aquí surgen las actuaciones administrativas a nivel intergrupal nacional y/o internacional.
Estas tres clases de tendencias, que terminan acciones en los analistas, no pertenecen a clasificaciones rígidas, sino que pueden combinarse, y presentarse las tres tendencias funcionantes a la vez, cuando no con otras más.
Todas estas tendencias actuadas pueden o no convertirse en formas de sistemas defensivos y así volverse patológicas o, por el contrario, llegar a conformar satisfacciones legitimas en la formación integral psicoanalítica, aceptando o prohijando cambios progresivos en uno o varios participantes del proceso formativo en el entrenamiento psicoanálisis.
Con respecto a las fuentes de satisfacción, pienso, como lo exponen los doctores Inga de Villarreal y Eduardo Laverde Rubio; “en la medida en que el analista haya podido construir su vida extraprofesional con suficientes fuentes de legítima satisfacción narcisista (en las áreas afectivas, familiar, “status” social y profesional, económica, recreativa, creativa, etc.), pensamos que también podrá desempeñarse como analista sin utilizar a sus pacientes en la insatisfacción de estas necesidades.
Creemos, desde luego, que los pacientes deben proveer algunas satisfacciones en este sentido: dar la oportunidad al analista para hacer un buen trabajo y recibir las satisfacciones derivadas del mismo, incluyendo la economía” (3).
Además “la disciplina psicoanalítica, por su condición científica, tiene posibilidades inagotables de desarrollo que de hecho brindan satisfacciones innegables a quienes contribuyen originalmente a su progreso”.
De la misma manera” surgen paralelamente genuinas satisfacciones y factores de cambio progresivo en la situación analítica”. “Pocas profesiones como las del analista, brindan a sus ejecutables la posibilidad de desplazar sucesiva o simultáneamente las diferentes dimensiones de su disciplina praxis, teoría y técnica, a las que se agregan la docencia, investigación y administración.
En todos estos aspectos el analista puede expresarse en forma única y personal; es decir, creativa y artística, con todas las retribuciones narcisistas legítimas que traen consigo el acercarse al Ideal del Yo analítico” (4).
La vocación del analista como la de otras profesiones está impregnada de narcisismo, más cuando se está en contacto con el inconsciente y con el pensamiento mágico y omnipotente; esto se suma a la fantasía contratransferencial de que “se tiene y se hace cargo del destino de los analizados”, lo que presupone una gran dosis de deseos de poder por parte del analista.
Lo anterior, hay que resolverlo en el análisis de la contratransferencia; por parte del analizado, cuando estás conformen las idealizaciones (fortalezas, creatividad, sabiduría, prudencia, etc.) tendrá que trabajar esas “ilusiones”, desidealizando las imágenes paulatinamente.
Quizás sea mejor realizar el trabajo comparándose, confrontándose y confirmándose a nivel interpersonal, de la misma manera que sucede en todo proceso de validación científica, teniendo en cuenta cómo aquellos fenómenos hacen parte del proceso mental, del pensamiento; muchos de estos último actos pertenecen al deseo íntimo de analizar, revalidar y validar los conocimientos y trabajos del pensamiento analítico propios y ajenos, por medio de los mecanismos ya descritos (comparativos, confrontativos y confirmativos), que pueden conllevar el reparativo, que a su vez está siendo posiblemente afectado por los sentimientos de culpa inconscientes presentes en la mayoría de las labores humanes.
Conocer mediante el análisis personal y por fuera de él todas esas motivaciones, tendencias y actuaciones, nos ayuda también a favorecer las tendencias creativas, pudiendo detectar mejor estas últimas, y estimularlas, sin producir frenos a la libre creatividad observable en los analistas. Ocurre, sí, que con frecuencia los analistas en su vida institucional se ven impedidos en su libertad por la institucionalización de su práctica, de sus metas y ubicación profesional. Con esto no se entiende, cómo no es necesario evitar el peligro de caer en una “libertad” improductiva debido a los deseos de democratización institucional, creándose un falso igualitarismo, desvirtuando el valor de lo reglamentario, de lo institucional y de lo científico, o de los científicos, en la ciencia misma.
Todos estos factores, mejor explicitados, pueden observarse en los trabajos del autor:
“Aspectos en la formación de analistas” (1) que contiene las discusiones y conclusiones a que se llegó en el Pre-Congreso para Analistas Didactas efectuado en Jerusalén en apostó de 1977, y en los trabajos sobre “Metodología de la Enseñanza en psicoanálisis” y “Problemas en la Formación de Analistas” (2).
De todo lo expuesto emerge una pregunta: ¿Cuál sería el analista “ideal”? En mi opinión, es mejor no plantearse analistas “ideales” sino con identidad analítica, lo que implica una motivación en la búsqueda e investigación reparadora y creativa en los diferentes campos. De todo esto podemos deducir que los criterios de selección de candidatos para analistas, igual que de profesores y/o analistas “didactas”, pueden también basarse o referirse a las observaciones expuestas.
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4. Op. Cit., pág. 79.
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