Historia de la Ginocobstetricia, Ocaso de la Colonia

Fernando Sánchez Torres, M.D

Ocaso de la Colonia, La República

Yendo adelante, en los inicios del siglo XIX poco había crecido el cuerpo médico del Nuevo Reino de Granada. Según J. Mendoza Vega, entre 1760 y 1810 ejercieron 49 médicos en todo el territorio, localizados 21 en Santafé, nueve en Cartagena, seis en Popayán y el resto dispersos en la extensa geografía neogranadina21.

Para 1806 sólo ejercían en Santafé seis facultativos. Lo sabemos por haber revisado un documento curioso que reposa muy bien guardado en la Biblioteca Nacional de Bogotá, en el que figuran clasificados por oficios los principales habitantes de la capital.

Ese diminuto libro -que por su intención recuerda el libro de Oro” de nuestro directorio telefónico actual- fue elaborado por Antonio Joseph García y se intitula Kalendario manual y guia de forasteros en Santafé de Bogotá para el año de 1806. En él encontramos que la Real Diputación Médica estaba conformada por su presidente el Dr. Joseph Celestino Mutis, Director de la Real Expedición Botánica, residenciado en la calle 2 de la Carrera y por el Examinador Real, Maestro Don Miguel de Isla, en la Alameda Vieja.

Además, como Profesores Públicos figuran Don Honorato de Vila (calle de 5. Joseph), el Dr. Don Ignacio Durán (calle del Divorcio Viejo), Don Vicente Gil de ‘Tejada (calle Real segunda) y el Cirujano del Batallón Auxiliar, Don Jayme Serra (calle de Paula).

Enseñanza de la obstetricia

Agonizando ya la época colonial no es posible preferir una de los más importantes contribuciones de José Celestino Mutis al progreso de la medicina colombiana: haber estructurado su enseñanza con su famoso Plan de Estudios, redactado por don Miguel de Isla y puesto en práctica en la Facultad de Medicina del Colegio Mayor del Rosario en 1802.

Con base en dicho plan se requerían cinco años para cursar los estudios de Medicina Teórica, al cabo de los cuales los estudiantes quedaban habilitados para el grado.

Venían luego los estudios prácticos durante tres años y, entonces sí, los médicos se hallaban en condiciones de recibir su revalida y licencia de cura?’. La Primera Cátedra Práctica, además de anatomía, comprendía “operaciones de cirugía, arte obstétrico, y demás ramas prácticas de esta ciencia”. Entre los autores selectos se recomendaba a Ventura y a Levret para los partos.

Ignoramos en qué sitio hacían los estudiantes sus prácticas obstétricas; todo hace pensar que se trataba de una asignatura esencialmente teórica.

Pero digamos algo acerca de los autores recomendados. José Ventura Pastor era cirujano del Hospital de la Pasión de la Corte, en Madrid. En 1789 apareció su libro Preceptos generales sobre las Operaciones de los partos, que, al decir de M. es un tratado de no gran valor, en el que hay poco original”22.

En la nota de Presentación se lee:” Este tratado es una exposición completa del arte obstrectrice, en el cual se explican con la mayor claridad todas las diferentes especies de partos. Está adicionado con advertencias y notas de lo mejor que han escrito los profesores modernos; ilustrado con 0bservaciones prácticas muy instructivas, y adornado con láminas finas” 23.

En efecto, llaman la atención las láminas o grabados muy explicativos y graciosos.

El mismo Ventura Pastor se presenta así: “(…)no pretendo que nadie juzgue soy el primer escritor del arte obstrectrice; pero también es cierto que lo mas de todas sus partes, son producciones de la incesante práctica que he tenido en la época de 35 años, ejecutando toda clase de las operaciones manuales que pueden ocurrir en esta parte de la cirugía, y dirigiendo y curando todos los demás síntomas que contiene, unas veces solo, y otras acompañado de los médicos mas peritos de esta Corte, como lo justifican mis observaciones prácticas”.

En varias oportunidades el autor cita a Levret, quien fue el otro de los tratadistas recomendados por Mutis. Andrés Levret (1703m1780) fue un cirujano y tocólogo de renombre en París durante la segunda mitad del siglo XVIII, como que pertenecía al Colegio y Academia Real de Cirugía y tuvo el privilegio de ser ‘Comadrón de Madama la Delfina”.

Al decir de R. Leonardo, fue muy hábil en la invención y empleo de instrumentos. En 1747 presentó a la Academia Francesa un fórceps inventado por él, que mereció del famoso Baudelocque el siguiente comentario: “El fórceps, recién inventado, pero apenas mejorado todavía, al recibir nueva forma de manos de estos dos hombres célebres (Smellie y Levret), pero en particular de las de Levret, cambió por completo, así puedo decirlo, el aspecto del arte, obligando a desaparecer los ganchos y otros instrumentos de aquella índole” 24 .

Hemos tenido ocasión de revisar tres obras suyas:

Essai Sur Pabus des régIes générales, et contre les préjugés qui s’opposent aux progres de Part des accouchemens25. Observations sur les causes et les accidens de plusieurs acoouchemens laborieux26 y Tratado de partos, demonstrado por principios de phisica y mecanica27. No hay duda de que Levret proporcionó a Ventura Pastor muchas ideas y experiencias para escribir sus Preceptos.

Conociendo la sapiencia del autor español y del francés, podemos deducir cual era el saber teórico en cuestiones obstétricas de los médicos que Se formaron en nuestro país en las primeras décadas del siglo XIX.

Un hecho importante sobre el tema que nos ocupa ocurrió a principios del siglo XIX, más exactamente en 1804. Hace relación a la Real Cédula promulgada en Aranjuez el 13 de abril, con carácter de general para los dominios de Indias y Filipinas, contentiva de las instrucciones para practicar la operación cesárea en mujer muerta, intervención que, como es sabido, era de obligada ejecución por disposición de la Iglesia católica28.

No hay constancia de que médico alguno cumpliera esta disposición en la Nueva Granada no obstante establecer que “en los pueblos donde hubiere facultativos, el que asista a cualquiera enferma embarazada, luego que fallezca, dé aviso al Cura Párroco; y por si siendo cirujano, y cuando no por el que hubiere en el pueblo, disponga se proceda a la operación cesárea (…)”. Sí hay referencias, en cambio, de que en Popayán los padres Camilos de la Buena Muerte llevaron a la práctica dicha operación29.

Desbordado el movimiento emancipador que se iniciara el 20 de julio de 1810, la Facultad de Medicina cerró sus puertas y, al surgir la “época del terror”, la cátedra que fundara el doctor José Félix Merizalde en el Colegio de San Bartolomé en 1812, hubo también de clausurarse.

Gracias a las investigaciones del historiador Guillermo Hernández de Alba se conoce el programa de actividades de la primera Academia de Medicina, fundada en nuestro país en 1817 por el doctor Pablo Fernández de la Reguera, médico cirujano del ejército expedicionario español. Como entre las conferencias inaugurales se trataron temas obstétricos, vamos a transcribir lo pertinente, luego de oír la exposición de motivos que el doctor Fernández dirigiera a don Juan Sámano.

Real Academia de nuestro monarca el señor don Fernando VII y de nuestra reina y señora Isabel Francisca de Braganza.

“El señor Director e Inspector de los Hospitales de esta Plaza, Doctor Don Pablo Fernández de la Reguera, Médico, Cirujano, Químico y Boticario Mayor que fue del Ejército Expedicionario Pacificador, al mando del excelentísimo señor General en Jefe don Pablo Morillo, hasta el 15 de noviembre de este año en que pudo obtener licencia absoluta y permiso para quedarse en esta ciudad, con fecha 29 de diciembre dijo al señor General de la tercera División del citado Ejército, Brigadier don Juan Sámano, Gobernador Militar y Político de esta Provincia, lo que sigue:

“Para cumplir en debida forma con el encargo que vuestra señoría se ha servido conferirme fecha 7 del presente, he dispuesto entre varias cosas a beneficio de la humanidad en general, que los facultativos, tanto Regulares como Seculares, destinados a los Hospitales Militares de San Fernando, San Juan de Dios, Convalecencia, Huerta de Jaime y cárceles de la referida Plaza, se reúnan en la casa del señor Intendente de Real Hacienda don Martín de Urdaneta, los jueves del inmediato año de 1817, y que no sean festivos, desde las 9 a las 12 de la mañana y de 4 a 7 de la noche, con objeto de conferenciar de los diferentes ramos que abrazan a las facultades científicas de Medicina, Cirugía, Farmacia y Química, conocimientos de todos los individuos que componen la Real Academia Médico-Quirúrgica, y Farmacéutico Química, quienes disertaran en el próximo mes de febrero públicamente en la forma que se expresa y ejecutaron en el pasado mes de enero según lo ofrecido en el Plan respectivo, y esperan que el público instruido, por ser el objeto tan sagrado, les favorezca con sus luces y asistencia” 30.

Según este programa, el jueves 20 de febrero de 1817 en la mañana, tocó al doctor José Félix Merizalde, Segundo ayudante de Cirugía Médica, desarrollar los siguientes puntos:
Parto a qué se da este nombre. Tardio o retardado. Falso. Verdadero
Expulsión y extracción, qué sean. Aborto a qué se llama
Por su naturaleza, o por el modo con que se termina, cómo se llama el parto. El parto laborioso cómo se divide.
Por el tiempo Id. Es fácil determinar los límites del parto natural?
Por el tiempo de preñez en que se verifica, cómo se divide. Cómo se efectúa el parto natural. Regularmente cuáles sean las que tardan más en parir.
Por qué se dice verdadero o falso. De parte de la madre y del fetus, qué cosas deben desearse para pronosticar favorablemente.
Parto natural cual sea. Qué cosas son las que comúnmente retardan el parto.
Id. laborioso: contra natural. Ligero. Prematuro. De todo tiempo. Causas de los partos ligeros, y precauciones que debe saber” 31
No sobra añadir, antes bien, es necesario aclarar, que el doctor José Félix Merizalde el primero que dictara una conferencia en Colombia sobre obstetricia era prisionero de los españoles desde el 6 de mayo de 1816 y fue condenado a servir durante dos años como médico de las fuerzas realistas.

Pasada la gesta emancipadora y organizada la República, en la administración del general Francisco de Paula Santander se creó la Universidad Central y como sección de ella una Escuela de Medicina, la cual empezó a funcionar desde 1827.

El articulo 216 del decreto del 3 de octubre de 1826 sobre Plan de Estudios, contemplaba no solo la creación formal de la cátedra de Obstetricia sino que encargaba a la Facultad de promover la buena marcha de las cátedras de Medicina (preludio de la actual Asociación Colombiana de Facultades de Medicina), examinar sangradores, parteras, farmacéuticos y expedirles diplomas.

En efecto, siguiendo la política de desarrollo educativo que se trazara el general Santander, entre 1835 y 1837 se crearon algunas cátedras de Medicina en el territorio de la Nueva Granada, así: en noviembre de 1835 en el Colegio de Vélez y en el Colegio de Guanentá, Provincia del Socorro, nombrándose para regentar la primera al doctor Juan de Dios Tavera, y al doctor Zoilo Villafrades para la segunda; un algo más tarde se creó la de la Universidad del Cauca, designándose como catedrático interino al doctor Ignacio Carvajal; en abril de 1837 la del Colegio Seminario de Antioquía, a cargo del doctor José María Martínez; finalmente, en noviembre de 1837 la del Colegio del Rosario, de Bogotá, regentada por el doctor Jorge Vargas datos tomados del “Registro Oficial de la Nueva Granada”, 1835-1837).

Ya antes, en 1828, por Decreto del Libertador Bolívar, se reglamenta la Universidad de Boyacá, con sede en Tunja, y se dan las cátedras de la carrera de medicina.

El mismo Bolívar nombra al médico Juan Gualberto Gutiérrez como catedrático de Anatomía, Cirugía, Obstetricia y Fisiología. Por dificultades económicas y por falta de personal docente, todas éstas cátedras de medicina tuvieron una existencia efímera.

La Facultad de Medicina del Distrito Universitario del Magdalena, fundada en Cartagena en 1830, preparaba médicos generales y médicos diferenciados, o especializados, pues otorgaba dos clases de títulos: el de “médico” y el de “Cirujano y Partero”.

Esta escuela de medicina entró en receso en 1837, por cuestiones de índole política, para reabrirse en 1850 bajo la dirección del doctor Rafael Calvo Lamadrid, distinguido educador médico de la Costa Atlántica del país. Precisamente, la clínica universitaria de ginecobstetricia en Cartagena lleva su nombre.

EL ejercicio de La obstetricia

En 1833, y por instancia de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Bogotá, el gobierno emprendió activas medidas encaminadas a prohibir el ejercicio médico a toda persona que no tuviese título. En ese año, y por primera vez en Colombia, fueron habilitadas por el Estado algunas mujeres para desempeñar la profesión de parteras.

Fueron ellas Juana Solórzano, Manuela Rodríguez e Isabel Cortés, a quienes apenas les era permitido recibir la criatura, ligar y cortar el cordón umbilical32.

“Estas saludables disposiciones comentaba Ibáñez algunos años sobre el difícil arte de los partos fueron descuidadas posteriormente y muchas mujeres del pueblo, careciendo de instrucción científica, se dedicaron a él, causando graves males a las confiadas parturientas que se ponían en sus manos”33.

En efecto, desde 1850, por ley del 14 de mayo, se declaró libre la enseñanza de la medicina y demás ramas afines, ley que acabó con la Escuela Universitaria; se auspició así nuevamente el libertinaje para recetar, abrir farmacias, ejercer la obstetricia, etc.

En esas calendas ocurre en La América, vereda de Medellín, un hecho trascendental en la historia de la medicina nacional: el médico bogotano José Ignacio Quevedo Amaya ejecuta en 1844 la primera operación cesárea, con supervivencia de la madre y de su hijo. Con el obligado detenimiento volveremos sobre el tema más adelante.

El 8 de abril de 1852 hizo su aparición la primera publicación médica colombiana: La Lanceta, fundada y redactada por los doctores Antonio Vargas Reyes y Antonio Vargas Vega.

Aquel día vio la luz pública también el primer artículo sobre temas ginecológicos, titulado “Enfermedades de la mujer”. El operador del caso descrito en dicho artículo fue el doctor Vargas Reyes, quien extirpó un pólipo uterino a “una señora muy conocida en esta ciudad”.

Siendo este un hecho importante, transcribimos un aparte del mencionado escrito: “Puesto el espéculum de dos ramas, pudo verse el fondo del pólipo en el que se implantaron unas fuertes pinzas de Mousseaux, i a la vez que se efectuaban tracciones suaves con el fin de atraer el tumor al esterior, el hábil cirujano que mantenía el espéculum, lo retiraba gradualmente.

Cuando ya se obtuvo, nuevas pinzas lo agarraron por los lados i en muy pocos instantes la totalidad del pólipo, junto con el cuello de la matriz i su fondo medio invertido, estuvieron fuera de los órganos sexuales.

Unas grandes tijeras curbas sobre el plano lo desprendieron, i el útero recuperó su posición en el momento”. Según un testigo presencial “la operación fue practicada en menos de seis minutos, la paciente poco sufrió y la pérdida de sangre no pasó de cuatro onzas”34.

Aunque, como hemos visto, desde 1827 se creó la cátedra de Obstetricia, no existía un lugar destinado a su enseñanza práctica, pues el Hospital San Juan de Dios, única institución asistencial de entonces, de todo tenía menos de hospital.

Esto no es una exageración; oigamos al escritor costumbrista J.M. Cordovez Moure: “propiamente hablando, el establecimiento tenía más analogía con el Caravanserail de los árabes que con los hospitales de beneficencia.

La mayor parte de las piezas altas estaban ocupadas por gentes menesterosas de ambos sexos, que entraban y salían cuando les daba la gana; en los pocos salones destinados para enfermería había, a lo largo de las paredes, cujas de madera barnizadas de rojo, con alto respaldo, en el cual se veía el número que correspondía al desgraciado enfermo que allí cala.

Debajo de cada cama guardaban estos los trastos que necesitaban, junto con los víveres, el carbón y otros objetos que les servían para preparar los alimentos o aguas cocidas, todo lo cual daba a las enfermerías el aspecto de cocinas por el humo del combustible” 35.

Hasta aquí la descripción de Cordovez. Y pensar que allí, en tan desapacible ambiente, el 3 de octubre de 1864 el doctor Leoncio Barreto llevó a cabo, con todo éxito, la primera ovariectomia practicada en Colombia, hazaña de la cual nos ocuparemos con más detenimiento en un capitulo posterior.

(Lea También: Los Primeros Especialistas Ginocobstetras en Bogotá)

En 1865 la Comisión Inspectora del Hospital propuso que éste se uniera a la Escuela de Medicina privada que fundara un año antes el doctor Antonio Vargas Reyes, cediendo un anfiteatro y los cadáveres de que se pudiera disponer, un salón para grados y exámenes y las salas para las clases teóricas, a cambio de que se le dieran anualmente y sin remuneración alguna, dos médicos, dos cirujanos, un farmacéutico, dos practicantes y un enfermero mayor.

Además, independientemente de las variaciones que adoptara la Escuela en sus programas, se exigía la creación de una cátedra de Clínica y otra de Obstetricia.

Pero todavía para 1867 -año en que se expidió la ley que creó la Universidad Nacional- el hospital no contaba con un servicio de maternidad, pues en el decreto del 3 de enero de 1868, que reglamentó dicha ley, se anota que el profesor de Obstetricia haría la clase de Clínica Obstétrica “si se llegaba a establecer en el Hospital una sala de maternidad”.

Tan notorio seria el abandono en que se hallaba el ejercicio obstétrico que el 20 de marzo de 1869 José Peregrino San miguel, prestigioso homeópata de la ciudad, se dirigió al Congreso para solicitar la creación de un colegio nacional de profesoras para el servicio de las enfermedades de la mujer y de los niños”.

En su exposición de motivos decía: las mujeres i los niños que perecen en los pueblos de la República abandonados a la naturaleza; a las prescripciones de parteras ignorantes i de curanderos sin ciencia, exigen al Gobierno una pronta medida.

No solamente parteras medianamente instruidas, sino profesoras ilustres son las que se deben mandar a los Estados, para que en escuelas costeadas por los Gobiernos locales se eduquen las destinadas a todas las parroquias, en las que legarán su ciencia a discípulas idóneas, i estas a otras sucesivamente… La ciencia que adquieran las alumnas del Colegio Nacional homeopático, vale más que la riqueza inagotable de nuestras minas…”36.

Planta exótica en aquellas calendas era el médico especialista.

“Nuestros médicos -decía Pedro María Ibáñez- se ven obligados a recetar diariamente ya un caso de patología interna, ya a practicar una operación, o a prestar los auxilios de la ciencia en un caso de distocia”. Prueba esta aseveración la anécdota relatada por el autor de las Reminiscencias de Santafé y Bogotá, de la cual fue personaje central el cirujano escocés Ninian Ricardo Cheyne, quien llegó al país en 1824 y falleció en la capital en 1872.

‘”Entre las muchas obras de caridad llevadas a cabo por el doctor Cheyne-escribe Cordovez- citaremos el caso de una mendiga que no podía dar a luz, y imploraba auxilio en un rancho levantado con desperdicios de la plaza de mercado en las orillas del río San Francisco, entre los puentes Nuevo y el telégrafo. Al pasar cerca de allí el doctor, oyó veces lastimeras y acudió al lugar de donde éstas venían.

Impuesto el generoso médico de lo que se trataba, despachó al sirviente con el caballo y la orden de que le trajeran los instrumentos adecuados a la operación indispensable para salvar la vida de aquella infeliz. Allí, en esa miserable vivienda, permaneció el sabio profesor hasta que sacó del trance a la madre y al hijo: compró personalmente, en una chichería inmediata, una taza de caldo que hizo tomar a la paciente, le dejó algunos reales de limosna, pagó a una mujer vecina con el fin de que cuidara a la enferma, se lavó las manos en el río y volvió a su casa al amanecer del día siguiente. La favorecida no fue ingrata y pregonó el beneficio recibido” 37.

Como confirmación también de lo anotado por Ibañez, basta repasar las Observaciones médico-quirúrgicas, aparecidas probablemente en 1860 como un homenaje de sus discípulos al doctor Antonio Vargas Reyes.

En esta publicación se recogen las principales actuaciones del famoso médico, sin faltar, por supuesto, las que llevó a cabo en el campo ginecobstétrico. Allí se reseña la “extirpación de un pólipo fibroso de la matriz”, que es el caso divulgado en el primer número de La Lanceta, y que hemos mencionado atrás.

Se habla también de la amputación total de un seno por un tumor canceroso, intervención ésta que viene a constituirse en la primera de su género practicada entre nosotros. De la misma manera, encontramos la primera referencia de una versión interna con extracción podálica, ejecutada en una paciente eclámptica.

El relato dice así: “Estando la enferma convenientemente colocada, introdujo los dedos uno después de otro en forma de gotera, el pulgar oculto en la concavidad de la mano, después de haberla engrasado con cerato, deslizola suavemente hasta encontrar el cuello del útero, introdujo uno después de otro los dedos empujando suavemente hasta encontrar el cuello del útero y producir una dilatación completa; Llevó con mucho cuidado la mano entre las membranas y as paredes del útero, rompiólas, cogió los pies, practicó la evolución y estrajo el feto muerto”.

Sabemos también por esta publicación que para la retención de placenta el doctor Vargas Reyes recomendaba dejar pasar de seis a ocho horas después del parto y si el alumbramiento no había ocurrido debía dársele a la enferma en un vaso de agua tibia 25 gramos de ipecacuana, teniendo cuidado de hacerla sentar en el momento de manifestarse el vómito.

“‘Podemos asegurar -dicen los relatores de las hazañas del doctor Vargas de una manera indudable que en más de cien casos en que se ha servido el señor doctor Vargas Reyes del vomitivo, su eficacia no se ha hecho desmentir una sola vez” 38.

En las principales ciudades del país no faltaron médicos que mostraran inclinación por las disciplinas ginecobstétricas.

Por ejemplo, en la enseñanza de la obstetricia se distinguió en Cartagena el doctor Teofrasto A. Tatis, nacido en aquella ciudad en octubre de 1865. Se dice de él que el mayor interés de su vida era la docencia, por la que sacrificaba hasta el sueldo. Fue decano de la Facultad de Medicina y rector de la Universidad de Cartagena. A él se debe la fundación del Servicio de Ginecología del Hospital Santa Clara, inaugurado el 20 de julio de 1907.

En Medellín sobresalió el doctor Ricardo Rodríguez, primer profesor de obstetricia en la Universidad de Antioquía. Recordemos que ésta inició labores en 1872 y dos años después su Facultad de Medicina estableció la primera cátedra de Obstetricia y Patología de las Mujeres y Niños. El texto de estudio recomendado era el del francés Pinard. En Bogotá fueron varios los profesionales que se destacaron tal como haremos mención enseguida.

Referencias

21 .”Medicos en la Nueva Granada desde el Descubrimiento hasta 1810″. Actualidades Médica 5:486, 1991.
22. Historia de la obstetricia y la ginecología en España. Editorial Labor, S.A., Barcelona, p. 239,1944.
23.Op.cit., Madrid, 1789.
24. Historia de la ginecología. Salvat Editores, S4A., Barcelona, p. 187,1948.
25. Op.clt., paría, 1766.
26. Op.Cit., Chez Delaguette1 París, 1748.
27. Op.cit., Imprenta de Pedro Maru, Madrid, 1778.
28. Real Cédula de 1804. “Modo de hacer la operación cesárea después de muerta la madre”. Biblioteca Nacional (Sala Pineda, No.826), Bogotá.
29. Bueno, M.A. Historia de la Diócesis de Popayán, Biblioteca de Historia Nacional, Editorial ABC, Bogotá, 1945.
30. Hernández de Alba, G. Historia de la medicina en Colombia Biblioteca Schering Corporation U.S.A de Cultura Colombiana, Bogotá, p. 237, 1966.
31. Ibíd., p. 242.
32. Ibáñez. P.M. Memorias para la ItIstoria de la medicina en Santafé de Bogotá. Imprenta de vapor de Zalamea Hnos. Bogotá, p.77, 1884.
33. Ibíd., p. 77
34. La Lanceta, No. 1, abril de 1852.
35. Reminiscencias de Santafé y Bogotá. Aguilar, S.A., Madrid, p. 921,1957.
36. Sanmiguel, J.P.AI Congreso de los Estados Unidos de Colombia en sus sesiones ordinarias de 1869. Imprenta de Gaitán, Bogotá, 1869.
37. Cordovez, Op.cit, p. 823.
38. Uribe, F.L., Sánchez, B.; Fajardo, J.L. y Angel, M. Observaciones médico-quirúrgicas. En homenaje al Dr. Antonio Vargas Reyes. Biblioteca Nacional, Misceláneas No. 548, 1860.

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