Desarrollo Intelectual – Cognoscitivo

MEDICINA FAMILIAR
EDUCACIÓN CONTINUADA PARA EL MEDICO GENERAL

Durante la etapa escolar, el niño continúa desarrollándose físicamente y sus capacidades cognoscitivas cambian de manera importante, volviéndose más complejas y mejor diferenciadas. Simultáneamente el ambiente social del niño se incrementa notablemente; la interacción en la escuela con sus iguales y con otros adultos que no son sus padres, amplían sus horizontes intelectuales y sociales, ofreciéndole nuevos retos, problemas y oportunidades de crecimiento personal y social.

Como resultado de la permanente interacción entre el nio que está madurando aceleradamente y su entorno, que se va ampliando cada vez más, la personalidad del niño se vuelve más rica y más compleja, lo que lo va convirtiendo claramente en un individuo singular.

La actividad cognoscitiva comprende cinco procesos fundamentales: la comprensión de la información, de la memoria, de la producción y utilización de ideas y reglas y de la evaluación de la precisión y propiedad de los productos cognoscitivos. Estas actividades o funciones mentales, suponen la existencia de un conjunto de entidades mentales denominadas imágenes, símbolos, conceptos y reglas.

Se producen cambios importantes en la naturaleza de la interacción que se establece entre las funciones y las unidades mentales, que comprenden la creciente riqueza de símbolos, de conceptos y de reglas, lo que conduce a una comprensión más eficiente, una mejor retención de la información y una generación de hipótesis más flexible y más adecuada. Por otra parte, las reglas y conceptos se combinan para formar reglas más complicadas.

Desarrollo de la personalidad y problemas de ajuste

Cuando el niño llega a la edad escolar, sus horizontes se amplían y queda expuesto a una serie de influencias cada vez más intensas, por parte de sus profesores, de sus compañeros, de los libros y de la televisión. Sin embargo la clase de padres que el niño tenga y el estilo de relaciones que maneje con ellos, siguen siendo para él los factores de influencia ambiental más importantes, que marcarán en forma definitiva su tipo de personalidad y su respuesta ante los problemas que se le presenten.

Las familias siguen siendo uno de los factores de socialización más importantes para los niños en edad escolar. Los niños adquieren valores, expectativas y patrones de conducta a partir de sus familias. Los padres y hermanos sirven de modelos para la conducta correcta e incorrecta y son ellos quienes castigan o premian la conducta de los niños.

El evento clave durante la niñez intermedia es que el niño queda expuesto a una serie de influencias extrafamiliares. La conducta de los padres no es unidimensional, por lo que los ejes más utilizados en relación a esta, son los de afecto-hostilidad y control- autonomía.

El niño de padres afectuosos y permisivos, suele ser activo, independiente, cordial y capaz de hacerse valer socialmente, pero también puede ser un poco agresivo, mandón y desobediente.

El niño de padres afectuoso-restrictivos, en cambio, suele ser más dependiente, menos creativo, más conformista, menos dominante y competitivo, pero más cortés y correcto. Los padres hostiles tienden a menoscabar el ajuste del hijo y a provocar una contra-hostilidad, que se puede manifestar de diversas formas.

La restrictividad combinada con la hostilidad tienden a maximizar la autoagresión, el retraimiento social y los síntomas de conflicto interno en el niño.

La permisividad combinada con la hostilidad, maximizan la conducta agresiva, mal controlada, que frecuentemente se observa en los niños delincuentes.

El desarrollo de la autoestima en el niño, es fomentado por los padres que son afectuosos, quieren al niño, se interesan en sus actividades, fomentan la autonomía sin ser demasiado exigentes y tienen normas claras y consistentes de conducta para el niño, a la vez que respetan sus derechos y opiniones.

La ausencia del padre o de la madre puede ocasionar un desajuste en el niño y una alteración en la identificación de su papel sexual, especialmente cuando la ausencia se produce en los primeros años de vida, y el padre que falta es el del mismo sexo.

Las madres de clase media tienden a ser más afectuosas y menos punitivas que las de clases inferiores, y los niños de clase media por lo general, se forman ideas más halagadoras de sus propios padres. Los niños mayores tienden a destacarse y a identificarse más con los adultos; son hipersensibles, ansiosos y temen al daño físico; en cambio los niños más chicos son más gregarios y atrevidos y anhelan demostraciones físicas de afecto.

El desarrollo de las normas del papel sexual se incrementa cada vez más durante esta etapa. A los niños se les pide que sean fuertes, valientes, ambiciosos y que sepan hacerse valer, mientras que a las niñas se les pide que sean sociables, de buenos modales, que luzcan bien arregladas, pero que inhiban la agresión verbal y física.

La expresividad emocional general se considera más propia en las niñas, en tanto que de los niños se espera que sean más analíticos y que aborden con espíritu de independencia la solución de problemas.

(Lea También: Desarrollo de Niño de 6 a 9 Años de Edad)

La niñez intermedia representa un periodo crítico para el desarrollo de la conciencia.

Según Piaget, antes de los 7 u 8 años, el concepto de justicia del niño se basa en nociones rígidas e inflexibles de lo que es el bien y el mal, aprendidas de los padres.

Entre los 8 y los 11 años, se va formando un igualitarismo progresivo y a partir de los 12 años, la justicia puramente igualitaria pasa a ser moderada por consideraciones de equidad.

El desarrollo óptimo de la conciencia se facilita cuando:

1. La conciencia y las normas morales de los padres son maduras y razonables, pero no excesivamente rígidas, ásperas e inflexibles.
2. La adopción de las normas de los padres por parte del niño se funda en la identificación positiva que hace que los tome como modelos.

“La disciplina regulada por el amor parece ser más eficaz para fomentar el desarrollo de la conciencia que el castigo físico”.

Durante la niñez intermedia, los niños tropiezan con algunos problemas psicológicos, que en general son transitorios y moderados si los padres del niño proporcionan buenos

modelos, son afectuosos, quieren al niño y son consistentes y flexibles en las técnicas disciplinarias; pero no tan dominantes que estorben el desarrollo de su autonomía, su confianza en si mismo y el dominio de diversas tareas y actividades.

Por el contrario, el niño a quien los padres y la sociedad han defraudado de una o de otra manera, tropezará con problemas psicológicos y psicosomáticos que serán más severos, más crónicos y más refractarios al tratamiento.

Muchas manifestaciones psicológicas son producto de mecanismos de defensa empleados para contrarrestar dolorosos sentimientos de ansiedad (ej: represión, negación, proyección, racionalización, regresión etc.).

Dentro de los problemas más frecuentes en la niñez intermedia figuran: las pesadillas y los trastornos del sueño, las fobias escolares, las fobias a la muerte, los tics y otros trastornos de la motilidad relacionados con ellos, las obsesiones y las compulsiones, la hostilidad contra los padres y diversos síntomas psicofisiológicos.

Expansión del ambiente social

Durante la niñez intermedia, desde el comienzo de la primaria hasta los comienzos de la adolescencia, el ambiente social del niño se amplía enormemente, al tiempo que el niño sigue desarrollándose físicamente y sus capacidades cognoscitivas aumentan y se vuelven más complejas y mejor diferenciadas.

A consecuencia de la continua interacción entre el niño y su ambiente en expansión, unos motivos se fortalecen y se articulan más claramente, en tanto que la importancia de otros disminuye. Se establecen nuevas formas y estándares y el niño se enfrenta a nuevos problemas. Si está preparado para enfrentarse a ellos y los domina con el tiempo, la imagen que tiene de si mismo se aclarará y su propia estimación se fortalecerá.

Por el contrario, si las demandas son demasiado grandes, demasiado repentinas, mal definidas o inconsistentes y contradictorias o si el niño esta mal preparado psicológica, social o intelectualmente, para que pueda siquiera satisfacer demandas razonables, podrán surgir conflictos y ansiedades que darán lugar a una variedad de síntomas psicológicos y psicosomáticos.

Entre las principales tareas de desarrollo que tiene que aprender el escolar figuran la adquisición de diversas destrezas intelectuales y académicas y la motivación para llegar a dominarlas; aprender a interactuar con sus semejantes; lograr su identidad sexual; el aumento de su autonomía y de su independencia; el desarrollo de las normas morales y de la conciencia; y aprender a manejar la ansiedad y el conflicto.

Los ajustes cambiantes que se les exigen durante este periodo:

Reflejan su alejamiento progresivo del hogar como foco principal de sus actividades, de sus relaciones interpersonales, sus luchas y sus satisfacciones, y su acercamiento paulatino al mundos más amplios como la escuela, el barrio en que vive y en últimas la sociedad misma. Su grado de preparación para hacer frente a las nuevas demandas de este ambiente ampliado, dependerá en gran parte, de sus experiencias previas y de sus experiencias actuales en el ambiente familiar.

La escuela se convierte en el centro de vida extrafamiliar del niño, y en ella se pasa casi la mitad de sus horas de vigilia. Las clases de sus profesores, los métodos de enseñanza que experimente y el tipo de libros que use, ejercerán influencias importantes no solo en su progreso escolar, sino en su capacidad general de enfrentarse a nuevos problemas y dominarlos, y en la confianza en sí mismo y en su autoestima. Los adelantos escolares del niño tienen que ver también con el ambiente familiar; el interés que los padres sienten por la escuela y las recompensas que dan al buen aprovechamiento escolar son mucho más frecuentes en los padres de la clase media que en los de la clase inferior.

El contacto del niño con sus compañeros se amplía considerablemente durante esta etapa.

El grupo de compañeros ofrece la oportunidad de aprender a relacionarse con los pares, a hacerle frente a la hostilidad y al dominio por parte de otros, a entenderse con un líder, a encabezar a otros, a tratar problemas sociales y a irse formando un concepto de si mismo.

El niño cuyas experiencias escolares y cuyas relaciones con semejantes son constructivas y recompensadoras, y cuyas relaciones con los padres son favorables, se formará una imagen de si mismo más clara, se irá haciendo más competente y su propia estimación se incrementará. Experiencias desfavorables en cualquiera de estos aspectos, probablemente limitarán el desarrollo del potencial del niño y darán lugar a conflictos paralizadores así como a ansiedades y a una idea negativa de sí mismo.

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