El Lazo del Destino

XVI.

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Introducción

El nombre de la obra “Azar determinista” y el subtítulo “El lazo del destino”, desa­rrolla la temática a través de todos los capítulos los cuales se inician con una introducción, con postulados de Freud y luego en el capítulo IV me refiero al determinismo, el azar y a la probabilidad; en el capítulo VI se centra en el azar determinista, para después continuar con los conceptos de la física en el comportamiento de distintos hechos físicos y psíquicos; más adelante nos encontramos con el camino del “ser y no ser”, “el temor a la verdad”, “la tenden­cia a la unidad”, “las paradojas”, “los sueños y su relación con el azar determinista”.

¿Por qué antecedo el término “el lazo”, al destino? La respuesta reside en que éste últi­mo tiene diferentes enlaces, ligazones, uniones o conexiones, dependencias o vínculos con diferentes hechos naturales temporo espaciales del ser humano, por ejemplo, las pulsiones instintivas, el deseo y la necesidad, la filo y ontogenia, los límites del libre albedrío y la posibilidad de decidir en la evolución de la especie, la estructuración de la personalidad, todas las cuales sitúan al ser en el determinismo e indeterminismo, en las leyes del orden con cierta probabilidad, y a la vez complejidad y caos, en los principios de causalidad, no sin negar todo lo paradójico que puede aparecer en las motivaciones de la conducta humana en la psicología de la vida cotidiana.

En la cual aparece el azar y el determinismo, la intuición, los sistemas de interacción e interpretación, el conocimiento, las creencias, la voluntad, las leyes del sistema consciente e inconsciente, los hechos históricos que determinan lo que denominamos destino, tema el cual se desarrollará en forma algo pormenorizada.

“Lazo

Inicio los textos precediendo la palabra “lazo” a la de destino, puesto que éste está multi­determinado en sus diferentes “lazos” los cuales interrelacionan al ser.

Si bien en los diferentes capítulos se hace referencia al “azar determinista”, en el de la psicología de la vida cotidiana hago alusión al destino. En este momento voy a tratar de centrarme en éste último concepto trayendo ideas de otros capítulos y además realizar una presentación histórica, filosófica del concepto sobre el destino y éste interrelacionarlo con el determinismo, el azar, la necesidad, la voluntad, la decisión, la libertad, el libre albedrío, los instintos y las posibles interpretaciones que pueden hacerse de él.

Aquí surge una pregunta: ¿es el destino un fenómeno, un proceso o un hecho determinado por la naturaleza o una teoría, una simple interpretación y explicación de los hechos que no tienen evidencia lógica del prin­cipio de causalidad y que confluye en la consciencia del ser humano? La respuesta la vamos a tratar de plantear y resolver o no, elaborando reflexiones alrededor de la temática.

Algunas preguntas

Todas estas consideraciones pueden acarrear múltiples preguntas: ¿es el destino una cer­tidumbre o un supuesto o una incertidumbre ubicada en el determinismo de la naturaleza?; ¿es el fin no conocido? o ¿es el resultado del acontecer cotidiano desconocido que lo abarca todo?; ¿está el destino determinado por lo que se denomina Dios o la Providencia, o de lo que de él o a él llamamos, conocemos o percibimos?;

¿pertenece el destino individual a su propia creación o a la naturaleza de todo el universo y sus participantes?; ¿es el destino perte­neciente sólo al hombre o comprende a todo el cosmos?; ¿es definitivamente inexorable y el hombre está determinado parcialmente por la genética y así por la herencia?; ¿pertenece a una autodeterminación como autocausalidad y/o pertenece o no a la libertad del hombre?, o ¿se interrelaciona con el libre albedrío?, o ¿puede pertenecer a lo que personalmente denomino “azar determinista” o a los poderes espirituales de las fuerzas desconocidas del más allá y a lo que se denomina “variables ocultas” en que se incluyen las partículas incógnitas?;

¿Ocurre primero el azar, luego el determinismo, y el resultado es el destino?; ¿pertenece el destino a esa fuerza inexorable del orden y desorden que rige al universo y por lo tanto de los aconte­ceres del hombre? o ¿son simples hechos que participan en los procesos complejos caóticos del orden y desorden?;

¿Por qué el hombre ha querido siempre conocer el destino y ganarle la partida evitando el mal o el infortunio, es decir conociendo los principios de causalidad?; ¿es aquel (el destino) un accidente, una casualidad o coincidencia o acto fortuito o simple­mente es un concepto mítico o simplemente no existe el destino?, o ¿es el destino el resultado cotidiano de la vida que termina con la muerte?; ¿se puede planear, construir, controlar y/o predecir el futuro y con ello el destino? (462) La respuesta no es taxativa, única y concluyente; sin embargo podrán inferirse a través de todo el análisis que se realiza y plantea en los textos que aparecen a manera de un ensayo.

Concluir cuál es la más acertada, es imposible por su propia y compleja incertidumbre. Las respuestas a todas estas preguntas necesariamente variarán según las ideas filosóficas, científicas o religiosas que tanga el sujeto que pregunta. No pueden ser uniformes.

Definiciones

Todas estas preguntas tendrán que reflexionarse para encontrar no todas las respuestas, a través de los textos de esta obra en que se interrelacionan estos cuestionamientos; sin embar­go, vayamos a la definición del destino. Desde el punto de vista del Diccionario de la Lengua Española, el cual plantea cómo éste término se refiere “al destinar”, cuyo significado es lo que se piensa dar a una cosa en tiempo, espacio, lugar o función.

En el “Diccionario del uso del español” de María Moliner en su quinta acepción, trae que “el destino es una supuesta fuerza o causa a la que se atribuye la determinación de manera inexorable de todo lo que ha de ocurrir” (463). En el mismo diccionario esa fuerza “está adscrita particularmente a cada ser que gobierna su existencia de manera favorable o adversa”; de tal manera “no podemos hacer nada contra el destino”.

En el Diccionario de la lengua española (1992) se trae lo mis­mo que en el anterior de María Moliner, más se agrega que “la fuerza desconocida… se cree, obra sobre los hombres y los sucesos”; nótese aquí que “es más un tipo de creencia”. Cuan­do nos referimos al “destinar” lo hacemos con respecto al “ordenar, señalar o determinar una cosa para algún fin o efecto” (Op. cit.).

La palabra destino viene del latín “fatun-i”. En el Diccionario Ilustrado Español Latino de la Real Academia Española y del Instituto Cardenal Cisneros, tercera edición, 1950 Bar­celona, dice: “fatum oráculo, vaticinio, predicción, hado (fata sibyllina, oráculos sibilinos//; destino, fatalidad, suerte//voluntad divina// hora fatal, muerte //desgracia, destino funesto” (464).

Nótese aquí que en este diccionario se hace relación no solamente con lo divino, sino a lo mágico y omnipotente y que está escrito, a la vez, que con la connotación del fin, la muerte como un indefectible fatalismo. Al mismo tiempo se entiende que en el destino está implícito un camino como objetivo y fin, lo que equivale a algo indefectible por recorrer y por lo tanto que lo determina.

Aquí podría surgir la pregunta: ¿nos podemos oponer, revelar, evitar ese camino, ese fin con sentido y esas fuerzas que nos llevan al hecho consumado? La (s) res­puesta (s) se tratara (n) de dar dentro de los textos sin poder ser taxativos y traer una fórmula para eludir el destino. Para los griegos nadie puede oponerse a su destino que se cumplirá inexorablemente (Tragedia griega).

En el diccionario de “Construcción y Régimen de la lengua castellana” (tomo II, página 1177) aparece el destino como “la serie de acontecimientos de tal manera elaborados que conducen al hombre a un término que no ha procurado o previsto; llamamos destino hablan­do cristianamente, a aquella soberana y altísima disposición de la primera causa, que deja obrar a la segunda como dependientes suyas y medianeras de la naturaleza, en orden a que suceda con la elección del hombre lo que permite o lo que ordena Dios” (Solis, Conq. De­mek. 1. (28.216)); “el cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino y el pensar que tengo de amar por elección es excusado” (Cervantes. Quijote.) 1. 14 (R. 1. 282).

Nótese que en Cervantes están asociadas la “elección” y el “destino”.

En el mismo dic­cionario aparece cómo “a menudo se toma el término destino en sentido fatalista, correspon­diente al hado (fatum); para los trágicos de Atenas el hombre era un ser puramente fisiológi­co, dirigido invenciblemente por el destino y así se cumplía el destino; es decir “era víctima infausta del fatal destino”; por ejemplo Edipo ante su pueblo busca al asesino del monarca.

He ahí cómo los griegos le achacaban al destino lo bueno y lo malo, las glorias y poderes, así como las fatalidades, suerte, circunstancias favorables o adversas; en el diccionario citado atrás aparece cómo el mismo Cervantes escribe: “cada cual se fabrica su destino” y cómo M de la Rosa en Esp. Del siglo, 2.8 (5.77) escribe: “!oh destino lamentable¡” “parece que Luis XVI le condenaba a desear el bien y hacer víctima de pasiones ajenas”.

Más adelante en el mismo diccionario aparece “¿qué podrá juzgar de tantas leyes y ordenanzas municipales como un oprimido la libertad de los propietarios y colonos en el uso y destino de sus tierras?” (Ley de agravios, primero clase R. 50). De una u otra manera nos encontramos que vivimos, soñamos y llegamos al puerto del destino en donde se amarra nuestro barco de la vida.

Ferrater y Mora refiriéndose al destino escribe: “

La predeterminación de todos los acontecimientos en virtud de un poder trascendente, (Posición de San Juan y Calvino) y, en segundo término, lo que está reservado a un ser por naturaleza la suerte […] El determi­nismo es el riguroso encadenamiento de todos acontecimientos en un sistema cerrado […] el destino, en cambio es una fuerza que se halla más allá de la determinación interna de los aconteceres… y puede ser inteligente o ciego… puede ser conocido por razón y es exclusiva­mente identificado como Anaxágoras o en los estoicos, con la razón universal que rige todas las cosas”.

Para Spengler la idea del destino “se opone radicalmente al principio de la causa­lidad… es intuitivo… se refiere al universo… a la naturaleza que es lógica e irracional… y se relaciona con la vida… y con la causalidad de la muerte”; “la historia real se halla grávida del destino pero no tiene ley” (Spengler, Der Untergang des Abendlandes, 1923, t. I, 156); (en español La Decadencia de Occidente).

Para Scheler en el destino está implícito una unidad de sentido que lo anima todo en el hombre y lo conecta con su acontecer, a la vez que es la expresión de ese núcleo emocional (con preferencias o repugnancias subjetivas independiente del querer y del desear). (Ferrater Mora, 1951, p: 222).

(Lea También: El Destino y el Concepto de Dios como primera causa)

Algunos razonamientos

Para Abbagnano Incola, en el destino está implícito un “orden del mundo sobre cada ser e implica necesidad desconocida, ciega y parte de un orden total”; a su vez “es la adaptación perfecta de cada ser particular a supuesto, a su función, del orden total”.

He aquí la relación de la necesidad con el orden y el desorden. Entendamos cómo “el destino” es un concepto antiquísimo, aceptado por todas las filosofías; Cricipo, Posidonio, Zenón, Boecio, lo reco­nocieron como la “causa necesaria de todo o la razón y lo identificaron con la providencia. (Plotinio).

Según Boecio el destino es “el mismo orden desplegado en el tiempo” y “solo se sustrae el libre albedrío humano (465)”. Para Hegel (Die Welt, II. Cap. 38). el destino es una potencia y en su obra “La ciencia de la lógica”, el destino “es la misma necesidad racional del mundo, … ya se le interprete como dialéctica o como determinismo causal” es en suma una necesidad y que expresa aceptación y voluntad de la necesidad la cual deviene cósmica­mente y vuelve ‘sobre sí mismo’ partiendo de la herencia”; de tal forma “es precursora de un estado resuelto”; por lo tanto se requiere una aceptación y reconocimiento de esta identidad natural de la necesidad que incluye un orden total determinándolo en una situación reiterati­va.

En los textos encontramos los términos “predeterminación” y “precursor”; es decir hay un “pre”, lo que significa que hay un antes que determina y cursa; en ese “antes” estaría todo un programa para que ocurra el hecho, el acontecer y termine el acto en y con su objetivo o fin (466).

De todo esto podemos concluir que existe un pensamiento racional y otro irracional mági­co y omnipotente en el cual se ubica el hecho del destino en la Providencia y en el concepto de Dios. Aquí una pregunta ¿entonces, si hay una lógica y una ilógica participando en este hecho, ¿cuál es la verdad y cuál es la realidad?; ¿a qué llamamos realidad? y ¿en qué consiste ella? El mismo Aristóteles responde que “es todo lo que somos y nos rodea”.

Lo que nos ro­dea es todo ese universo conocido y desconocido y aún infinito, y la realidad es lo percibido y lo que comprendemos nominando los objetos o los hechos, de acuerdo a nuestro mismo signo y símbolos en el cual se incluye lo desconocido.

La comprensión es hija del razonamiento e incluye el destino al que lo podemos o intentamos determinar con diferentes variables para comprenderlo; sin embargo, es irreversible porque no podemos borrar los hechos sino en la fantasía, más sí concebimos otra temporo-espacialidad podemos razonar voluntariamente y comprender e imaginar el pasado muy remoto; a la vez, el futuro no podemos controlarlo o evitarlo indefectiblemente, porque no existe aún, mas cuando los hechos de lejanos universos, acontecieron hace millones de años luz y sólo detectados hoy día; por lo tanto el presente (de la o en la tierra) ya aconteció para otros que se sitúan en otras dimensiones o en universos no paralelos.

Es cuestión del concepto de temporo-espacialidad del universo con sus vectores y/o puntos de referencia. Para la mayoría, es absurdo concebir cómo lo que vivimos no ha pasado para los que están millones de años luz, por que entramos en el concepto inverso de lo observado porque no se conoce la información sino cuando ésta llega.

Tengamos en cuenta que el hombre desde que percibió el cielo y los astros, trató de darle explicación a los mismos y así construyó un calendario para permitir pronosticar la secuencia de estaciones (de temperatura, de gestación y proliferación de las especies); así fue como con­cibió el universo centrándolo en el hombre, como principio antrópico del cosmos. Fue más adelante que conoció, analizó y encontró explicaciones, dándole sentidos y significados a las diferentes observaciones y descubriendo interrelaciones. Fue así como apareció la “conscien­cia de sí mismo y del universo y de su existencia”.

Sabemos como el hombre mismo tuvo su evolución y del “homo erectus” pasó al hábilis, al sapiens y sapiens sapiens para llegar al Cromagnon (en la obra se menciona este hecho varias veces, pues tiene que ver con el destino de nuestra especie); así también conoció el nacimiento y el fin en la muerte.

Todo este proceso de crecimiento ocurrió en la flecha del tiempo, en los procesos entrópicos. Recuérdese aquí que más allá de lo entrópico está el co­mienzo del orden, porque pertenece a las transformaciones cíclicas en la cual está presente la ya mencionada y llamada “flecha del tiempo” que implica un hito que enlaza el pasado, pre­sente y futuro, los cuales están indefectiblemente ahí.

¿Será que estos estarán determinados? La respuesta es afirmativa porque de lo contrario no estarían; lo que ocurre es que dentro de ese tiempo existen otros tiempos y aún el concepto atemporo espacial; además en cada ciclo ocurren hechos, consecuencias de los estados y estructuras; sin embargo, quedan eventos que se construyen dentro de la programación determinada, más con eventualidades dependientes de la libertad o del azar, o de la probabilidad;

es semejante a lo que ocurre en un ser cuando en su evolución aparecen signos para llegar al lenguaje con el cual nos podemos comunicar (verbal o gráficamente) de acuerdo a las motivaciones de cada momento y de cada quien; es así como opera “el orden” que se le da a la señalización la cual va a conformar el lenguaje y con él se puede expresar y explicar cada uno de los objeto-sujetos nominados con sus signifi­cados; esto se realiza de acuerdo con una ordenación (verbos, acciones, adjetivos, adverbios, los cuales complementan las oraciones) y se construye el discurso o la oración, según la cir­cunstancia y la información que se tiene, (467).

En todo esto participa la memoria del pasado, los recuerdos; más no existe la memoria del futuro en el hombre, pues aquella, la memoria, es el registro de lo que pasa y pasó; más sí aparece el “preguntar” de lo cual ya se hizo alguna referencia, y es así como también pue­de existir la predicción de lo que puede ocurrir conociendo lo que ha ocurrido en los ciclos repetitivos del universo (macro y microcosmos).

Otra pregunta se nos aparece en el camino: ¿controla el hombre el tiempo? La respuesta es negativa; es el tiempo el que nos controla y nos determina; aquí aparece el fenómeno del destino humano. Para alguien que lea estos textos puede aparecer la simple sentencia: “si el tiempo está ahí, también lo está el destino y nadie los podrá cambiar”; lo demás son elucubraciones para darnos consuelo y esperanza de otra manera de ver, sentir y actuar en la vida.

Otro aspecto a tener en cuenta es cómo para el inconsciente no existe tiempo ni espacio (o es atemporoespacial) porque está en otras di­mensiones, y es a la vez, y, a la vez pensemos que el tiempo está sujeto a la velocidad de las partículas (fotones, taquiones y otras); aquí se incluye la “función psi” ya descrita en otra parte y que tiene que ver con fenómenos paranormales, los que para algunos son ubicados en la parapsicología.

El hombre con el deseo inconsciente de mantenerse en la inercia y no morir, ha tratado de conocer el futuro y preverlo con una actitud en ocasiones grandiosa queriendo buscar fórmulas y aún ecuaciones que le explican todas las variables como funcionan en el entorno entrópico (468) y antrópico (469). Así tratan de marcar y desarrollar su propio destino racional de la existencia generando efectos.


461 Cuando me refiero a “lazo del destino” lo hago para significar que existe una ligadura del ser y su destino y con ello el vínculo y/o conexión entre el pasado, presente y futuro; lo que implica con su historia la cual tiene múltiples conexiones y hechos que ocurren también por el azar determinista y aquí también participan las creencias, los mitos y costumbres heredados en las culturas.

462 Con respecto al futuro Einstein dijo. “Yo nunca pienso en el futuro. Viene demasiado rápido”

463 Moliner M., (1998). “Diccionario de uso del Español”, Editorial Gredos, Tomo I y II, Madrid

464 Diccionario Ilustrado Latino-Español, (1950). Tercera Edición, Publicaciones y Ediciones SPES, Barce­lona, España.

465 Las negrillas son mías.

466 El Académico Adolfo De Francisco Zea al respecto opina lo siguiente: “Tengo la impresión de que con la cultura griega el destino figura como ciego, inexorable y trágico. En las culturas orientales también es ciego, pero siempre determinado por el Karma y aceptado dócilmente. El cristianismo lo dulcificó inicial­mente con Cristo, pero se volvió tenebroso en la Edad Media Temprana; es decir, el destino oscila como un témpano”.

467 Ver capítulo XI: “Cerebro, lenguaje y psicoanálisis” en “Cerebro-Mente. El pensamiento Cuántico”, 2009, pág. 653 y sig.

468 Llamo entorno y proceso entrópico a la condición y fenómenos o acciones de la medida del desorden y a la ley de la disipación de la energía que del orden pasa al desorden y caos.
Téngase en cuenta aquí que la segunda ley de la termodinámica, la energía mecánica es discipada por medio del calor y no puede ser recuperada por completo, pudiendo llegar a ser. La evolución del desorden al orden o viceversa se realizan en estados complejos crecientes.
Desde el punto de vista de los seres vivos estos necesitan alimentarse con flujos continuos de materia y energía, ésta última proveniente de la primera y las dos del entorno.
469 “El principio antrópico (de anthropos, hombre en griego), En cosmología el principio antrópico estable­ce que cualquier teoría válida sobre el universo tiene que ser consistente con la existencia del ser humano (Teoría muy discutida actualmente).

En otras palabras: “Si en el Universo se deben verificar ciertas condi­ciones para nuestra existencia, dichas condiciones se verifican ya que nosotros existimos”. Los diferentes intentos de aplicar este principio al desarrollo de explicaciones científicas sobre la cosmología del Universo han conducido a una gran confusión y elevada controversia.

“Stephen W. Hawking, en su libro ‘Historia del tiempo’, habla del principio antrópico aplicado al tema del origen y formación del universo. Hawking dice: “vemos el universo en la forma que es porque nosotros existimos”. Expone que hay dos versiones del principio antrópico: la débil y la fuerte.

Sobre el tema de la formación del universo, concluye diciendo que si no fuese como es (o que si no hubiese evolucionado como evolucionó) nosotros no existiríamos y que, por lo tanto, preguntarse cómo es que existimos (o por qué no “no existimos”) no tiene sentido. (Estos conceptos son obvios; lo importante es que pertenecemos al cos­mos.

“El Principio antrópico cosmológico también es el título de un controvertido libro de John D. Barrow y Frank J. Tipler publicado en el año 1986 en el que se expone la versión más fuerte del principio antrópico la cual implicaría la aparición forzosa de vida inteligente como consecuencia cosmológica de la evolución del Universo. El razonamiento de Barrow y Tipler es para muchos científicos sin embargo un razonamiento puramente tautológico. (Fue el primer libro sobre este principio).

“En efecto, el principio antrópico en su forma más básica se puede considerar casi un lugar común ya que indica que cualquier teoría sobre la naturaleza del universo debe permitir nuestra existencia como seres humanos y entes biológicos basados en el carbono en este momento y lugar concretos del universo.

“Origen: El primer uso del término principio antrópico se atribuye al físico teórico Brandon Carter quien en 1973, durante un simposio en el que se celebraba el 500º aniversario del nacimiento de Copérnico en Cracovia y que trató sobre “La confrontación de las teorías cosmológicas con los datos experimentales”.
Lo acuñó para argumentar que, después de todo, la humanidad sí que tiene un lugar especial en el Universo. Así, en su charla sobre “las innumerables coincidencias y el principio antrópico en la cosmología” Carter declara que “Aunque nuestra posición no es necesariamente céntrica, es inevitablemente privilegiada en cierto sentido.” (IAUS 63-1974, 291). “No obstante, la semántica del principio ya había sido utilizada antes de aquel año en varias ocasiones.

Por ejemplo, en 1957 R.H. Dicke escribió lo siguiente: “La edad ‘actual’ del Universo no es casual sino que está condicionada por diversos factores biológicos… [los cambios en los valores de las constantes fundamentales de la Física] deberían concluir con la existencia de un humano que considera el problema.” (R.H. Dicke, El principio de equivalencia y las interacciones débiles, Rev. Mod. Phys. 29, 355 (1957)).

E incluso en autores anteriores, ya se pueden encontrar formulaciones equivalentes del principio en textos como El lugar del hombre en el Universo de Alfred Russel Wallace, publicado en 1903 donde se puede leer lo siguiente: “Un Universo tan vasto y complejo como en el que sabemos que nos rodea puede que sea absolutamente necesa­rio… para producir un mundo tan adaptado al desarrollo de una vida que habría de culminar en la aparición del ser humano.” (pág. 256-7 en la edición de 1912).

“Proponentes y versiones: Los proponentes del principio antrópico sugieren que vivimos en un universo cui­dadosamente ajustado, es decir, un universo que parece haber sido meticulosamente adaptado para permitir la existencia de la vida que conocemos.

Si cualquiera de las constantes físicas básicas hubiese sido diferente, entonces la vida tal como la conocemos no habría sido posible. En este sentido, se han escrito diversos ar­tículos que indican que este principio podría explicar la necesidad de diversas constantes físicas tales como la constante de estructura fina, el número de dimensiones del Universo y la constante cosmológica.

“Existen tres versiones principales del principio antrópico que fueron categorizadas en 1986 por los físicos Barrow y Tipler como sigue: El principio antrópico débil (WAP) indica que “los valores observados de todas las cantidades • físicas y cosmológicas no son igualmente probables, sino que están restringidos por el hecho de que existen lugares del Universo donde se ha podido desarrollar la vida basada en el carbono y el hecho de que el Universo sea suficientemente antiguo como para que esto haya ocurrido.

El principio antrópico fuerte (SAP) indica que “el Universo debe tener unas propiedades que • permitan a la vida desarrollarse en algún estadio de su historia.” El principio antrópico final (FAP) indica que “un modo de procesamiento inteligente de la • infor­mación debe llegar a existir en el Universo y, una vez que aparece, nunca desaparecerá”.

“La versión débil del principio ha sido criticada por su falta de imaginación, ya que asume que no es po­sible que se den otras formas de vida (por lo que ha sido tildado por algunos de chovinismo del carbono). También se suele decir que el rango de valores que pueden tomar las constantes físicas y que permiten la evolución de vida basada en el carbono puede ser mucho menos restringido del que se ha propuesto (Sten­ger en “Realidad intemporal”).

Por otra parte la versión fuerte ha sido tildada como no científica, ya que no puede probarse ni falsarse y es innecesaria. La tercera de las versiones, la versión final, es discutida en otro artículo; aunque Barrow y Tipler indican que, a pesar de ser propuesto en el contexto de la Física, el enunciado está “muy relacionado con los valores morales.”

“Algunos de los filósofos de la ciencia que apoyan las afirmaciones del principio antrópico son proponentes de la conjetura del diseño inteligente. Pero, también hay quienes sugieren la existencia de universos alterna­tivos y también invocan al principio antrópico en auxilio de sus teorías: suponiendo que algunos universos de entre todos los posibles fuesen capaces de albergar vida inteligente, algunos de los universos concretos deben haber hecho realidad esta capacidad, y el nuestro es claramente uno de ellos.

Sin embargo, las alter­nativas a la conjetura del diseño inteligente no se limitan a proponer la existencia de universos alternativos. En cualquier caso, hay quien argumenta que el principio antrópico como se enuncia normalmente en la rea­lidad mina los argumentos de la conjetura de diseño inteligente (discutida con mayor detalle en el artículo sobre El Universo ajustado).

“El principio antrópico cosmológico: En 1986 fue publicado por la Oxford University Press el contro­vertido libro “El principio antrópico cosmológico” escrito por John D. Barrow y Frank J. Tipler. En este libro Barrow, el famoso cosmólogo londinense, entonces en la Universidad de Sussex, hizo una incursión académica en lo que él llamó el principio antrópico y que pretendía explicar la aparentemente increíble se­rie de coincidencias que permiten nuestra presencia en un universo que parece haber sido perfectamente preparado para garantizar nuestra existencia, (la negrillas es mía).

Todo lo que existe, desde las constantes energéticas concretas del electrón hasta el preciso nivel de la fuerza nuclear fuerte parece haber sido pre­cisamente ajustado para nuestra existencia. La existencia de la vida basada en el carbono en este Universo es compatible con diversas variables independientes; y si alguna de estas variables independientes tuviera un valor ligeramente diferente, la vida basada en el carbono no podría existir.

Así, el principio antrópico implica que nuestra habilidad para estudiar la cosmología implica en cualquier caso que todas las variables tengan el valor correcto. En palabras de los críticos del principio, una tautología que dice ‘si las cosas fuesen diferentes serían diferentes’.

”Aunque Brandon Carter presentó sus ideas en 1974 en una publicación de la Unión Astronómica Inter­nacional, en 1983 declaró que, en su forma original, el principio sólo pretendía poner sobre aviso a los astrofísicos y los cosmólogos sobre los posibles errores que se derivarían de la interpretación de los datos astronómicos y cosmológicos a menos que las restricciones biológicas del observador se tomasen en cuenta.

En 1983 también advirtió que lo opuesto podía ser verdad para los biólogos evolucionistas y que al interpre­tar los registros evolutivos, uno debe tener en cuenta las restricciones astrofísicas del proceso. Teniendo esto en mente, Carter llegó a concluir que la cadena evolutiva probablemente sólo podría incluir uno o dos en­laces de poco éxito evolutivo en el intervalo de tiempo disponible.

Estas afirmaciones fueron discutidas por A. Feoli y S. Rampone en 1999 en un artículo titulado “¿Es el principio antrópico fuerte demasiado débil?” con el argumento de que el tamaño estimado de nuestro universo y el número que se calcula de planetas existentes permite mayores grados de libertad a la evolución y permite concluir que no existen evidencias de un diseño inteligente en el mecanismo de la evolución.

“A finales de los años 90 hubo un interés renovado en los científicos motivados por la cosmología experi­mental y los trabajos teóricos sobre la gravedad cuántica. Los trabajos teóricos implicaban el intento de unificar la gravedad con las restantes fuerzas físicas.

Aunque hubo un importante número de desarrollos prometedores todos ellos parecían adolecer del mismo problema: las constantes fundamentales de la Física parecían no tener restricciones.

El motivo experimental vino de las observaciones cosmológicas que ofrecie­ron unos valores muy concretos para algunas cantidades fundamentales, tales como la densidad de materia en el Universo; en contra a lo que se esperaba, el valor no era cero, sino 0.7 (valor que en modo alguno se puede considerar obvio).

“Sin embargo, publicaciones más recientes (2004) del famoso físico británico Stephen Hawking sugieren la idea de que nuestro Universo es mucho menos ‘especial’ de lo que los proponentes del principio antrópico pretenden.

Según Hawking, la probabilidad de que un universo como el nuestro surja de una Gran Explosiónes del 98% y, además, utilizando la función de onda básica del Universo como base para sus ecuaciones, Hawking ha concluido que semejante Universo puede llegar a existir sin que exista relación alguna con nada anterior a él, es decir que podría surgir de la nada.

En cualquier caso, en la actualidad, estas publicacio­nes y las teorías que las acompañan todavía son sujeto de debate científico, y que en el pasado, el propio Hawking se había preguntado cuestiones que parecen apuntar a preguntas básicas del principio antrópico: “¿Qué es lo que insufla el fuego en las ecuaciones y hace que describan un Universo?… ¿Porqué se molesta el Universo en existir?” (Hawking, 1988).

“Sesgo antrópico y razonamiento antrópico: En 2002, Nick Bostrom se preguntaba: “¿Es posible resumir la esencia del efecto de la selección de observaciones con una afirmación simple?” a lo que concluyó que quizás podría, pero que “muchos de los ‘principios antrópicos’ simplemente se confunden. Algunos, espe­cialmente aquellos que extrajeron su inspiración de los artículos seminales de Brandon Carter, son sólidos, pero… son demasiado débiles para cualquier trabajo científico real.

En particular, creo que la metodología actual no permite derivar ninguna consecuencia observacional de las teorías cosmológicas contemporáneas a pesar del hecho de que estas teorías puedan ser y estén siendo ampliamente probadas experimentalmente por los astrónomos. Lo que se necesita para cubrir este vacío metodológico es una formulación más ade­cuada de cómo los efectos de la selección de las observaciones se tienen en cuenta. ”

Así asume que los sistemas automuestrales son aquellos en los que “puedes pensar que tú mismo eres un observador aleatorio de una clase de referencia adecuada.” Esto se expande en un modelo de sesgo antrópico y razonamiento antrópico bajo la incertidumbre introducida por el hecho de no saber cuál es nuestro lugar en el Universo – o incluso quienes somos.

Esta puede también ser una forma de superar los diversos límites de sesgo cognitivo inherentes a los humanos que hacen las observaciones y comparten los modelos del Universo utilizando las matemáticas”. [Hawking, Stephen W. (1988). Historia del tiempo, p.166. Editorial Crítica. Barrow, John D. & Tipler, Frank J. (1986). The Anthropic Cosmological Principle].

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