La Suerte

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

La suerte implica también una imposibilidad de predecir un acontecimiento para ubicarlo en positivo y negativo:

De tal forma que existen hechos inesperados para los sujetos afec­tados, a la vez que en circunstancias normales se presentan acontecimientos racionalmente impredecibles que aparentemente pueden ser predecibles. Queda aquí un punto a dilucidar, es la capacidad de “la intuición”, cuando el sujeto en el fondo de sí mismo con incertidumbre racionalizada siente en el fondo de su consciencia y de su ser, que el camino a elegir no es el que le aconseja el mundo externo. De tal forma que la suerte está en la opción de dejarse ir por la intuición o lo que se dice por el instinto (o lo que llaman los ingleses “feeling”), más esto no siempre es aconsejable para basar y confiar en que en aquella, la intuición, está la suerte.

Por lo general decimos que tuvimos un golpe de suerte o que la suerte nos sonrió cuando todo es favorable; más cuando no se tiene, el sujeto es desafortunado por que las cosas salgan bien o mal, son formas fortuitas e imprevistas, de ahí que se diga “que el acontecer fortuito de un suceso favorable o adverso lo es para los intereses de una persona” y “en donde no te­nemos razones suficientes para esperar algo confiable positivamente, no podemos prever con certeza ni controlar el resultado; he ahí lo incierto o la incertidumbre”; nuestra vida misma está a merced de los ya nombrados y del azar, el determinismo, la contingencia, el destino, la circunstancias que se escapan a nuestro control y los diseños conscientes que construimos con nuestra voluntad.

El azar puede intervenir para bien o para mal

De una u otra manera nunca llegamos a ser conscientes de la suerte que tenemos en la realidad, pues el azar puede intervenir para bien o para mal; por ejemplo, a través de los años nos libramos de la muerte, muchas veces al pasar una calle de alto tráfico, al no resbalar, al detenernos sin saber porqué pasando un semáforo en verde y después no darnos cuenta que un auto se pasó el semáforo en rojo a alta velocidad; al caernos y rodar por una escalera, y sólo nos magullamos, al no caernos en los huecos o contaminarnos de microbios mortales, o de accidentes que hubiesen podido ocurrir; por lo tanto el azar o la suerte entra en juego cuando las cosas ocurren impredeciblemente, de manera importante o simple o dependiente de algún otro factor con percepciones positivas o negativas ocasionando hechos de la misma categoría (buenos o malos).

(Lea También: Las Leyes de la Serialidad, Sincronicidad y el Destino)

Casualidad afortunada

Otra posible reflexión es la que surge después de pasar por un peligro evidente con posibi­lidad de la fatalidad manejando de noche por una carretera no bien conocida con curvas con cierta seguridad inconsciente, más sin seguridad de la percepción real, y con ello ubicándose ante un alto riesgo de muerte; sin embargo es superado con lo que se considera casualidad afortunada. Recuerdo dos casos en el primero se salvó toda una familia porque el conduc­tor detuvo el automóvil quedando las ruedas delanteras al pie del abismo, en el segundo el conductor aceleró lo suficiente para pasar un camión segundo antes de encontrarse con una tractomula; el primero frenó, el segundo aceleró; ambos se salvaron. ¿Qué motivó hubo en cada uno para producir la decisión? La respuesta simple es el principio de conservación inconsciente, asociado a informaciones inmediatas que permiten decidir en forma rápida y efectiva para encontrar la solución; sin embargo, nos podemos preguntar aquí ¿por qué se puede no dar esa reacción? La respuesta depende de múltiples factores que operan por el azar determinista; y, de ahí se deriva el destino para bien (la vida) o para mal (la muerte). Es importante también tener en cuenta que siempre está presente el mecanismo inconsciente que coadyuvan al destino positivo o negativo, puesto que estos últimos pueden ocurrir y de ahí la gran frecuencia de las muertes por accidentes.

El pronóstico de un acontecimiento puede hacerse siempre y cuando la información sea más correcta, certera; más depende de las condiciones y circunstancias del medio ambiente y más del entorno específico; por ejemplo, Felipe II del Imperio Español perdió su Armada In­vencible por la tormenta en el Canal de la Mancha; tormenta que en ese entonces no se podría predecir y que fue un infortunio para España y una fortuna para la Reina Isabel y el Imperio Británico; ¿quien decidió el resultado de la batalla de Waterloo?; ¿Napoleón, Wellington o la lluvia en las noches de 17 y 18 de Junio de 1815? o ¿será que existen diferentes variables que confluyeron en la derrota de Napoleón y el cambio de la historia? Los analistas avezados darán el veredicto de la historia. Lo mismo ocurrió con el hundimiento del Titanic que se encontró con un “iceberg” en su primer viaje trasatlántico y se hundió.

En los juegos de cartas o en la ruleta, también opera la suerte y la fortuna con sus acon­teceres; sin embargo, por cálculo de probabilidades las ruletas tienen unas oscilaciones en que la bolita cae en unos números determinados y a veces repetitivos; esto se ha estudiado y en ocasiones se ha visto cómo en la historia de Las Vegas y Montecarlo, las bancas han quebrado por que los jugadores descubren los números que se repiten; en ocasiones el mismo jugador no cree que puede repetirse el mismo número y juega contra sí mismo.

Las influencias personales de la juventud coadyuvan en la toma de decisiones; como ya se mencionó en otra parte, también participa la elección de carrera, de trabajo y de pareja o de negocios y así, se juega su destino; por lo general notamos que la dicha de una pareja en el día del casamiento no es la de toda la vida, porque opera el destino.

Para algunos, como San Agustín y Cicerón, con centurias de diferencia, el concepto de destino era un planteamiento humano no muy bien concebido; sin embargo, para muchos estaba determinado también por Dios o los dioses. Aquí téngase en cuenta que el azar, la suerte, la fortuna hacen parte del destino que nos conduce en el camino de la vida; de tal forma no podemos dejar la respon­sabilidad al dictamen de la suerte, de la fortuna o al destino, pues puede ser en un u otra dirección. Ocurre sí, que nos preguntamos en el infortunio y ¿por qué a mí?; ¿qué he hecho para merecer esto? La respuesta correcta es nada, puesto que lo acontecido es lo que se de­nomina comúnmente una mera casualidad o un accidente, o lo que en este texto denomino azar determinista”, que ocurre por razones inconscientes, incógnitas o desconocidas. La actitud positiva y racional es aceptar la idea del azar y del determinismo sin quedarse sumergido en un grado enorme de incertidumbre y de la inevitable suerte que nos acompaña a través de la vida. Para muchos de los lectores surgirá la pregunta y ¿cómo la fortuna de la herencia, o la fortuna de haber nacido en tal o cual lugar y familia? ¿Por qué cae en tales o cuales sujetos?; la respuesta es imposible de predecir o de controlar la vida, pues conlleva todas las variables témporo-espaciales, personales (individuales y grupales) en donde aparece la buena y la mala suerte.

Otro aspecto es el que, ante un infortunio o mala suerte, el sujeto puede superarse, surgir y con esfuerzo y determinación volverse dueño de su propio destino y de su fortuna.

Aquí opera también la voluntad, el coraje, la fortaleza, la constancia y la forma en que se aplican condiciones para un automatismo que cambia la realidad, se adapte a la costumbre y que de lo negativo se convierta en algo positivo. Aquí nos encontramos con el carácter positivista u optimista del ser humano sin dejarnos vencer del infortunio y sí corriendo riesgos, fruto de nuestra positividad más sin negar la adversidad y los riesgos en los posibles aconteceres negativos. Nuestra vida tiene que estar siempre equilibrada con la participación del otro o de los otros más no a costa de ellos.

También se ha visto que por más que el sujeto luche contra la adversidad, lo no deseado consciente, la posible pérdida económica, afectiva, social, de patria y aun de la vida, aparece el inexorable destino, que opera como un sello en la vida, con el acontecimiento adverso; he aquí el problema del destino y la adversidad; a pesar de ello queda siempre la esperanza de un mundo bueno, mejor o la compensación que a pesar de la adversidad queda algo bueno, bello y digno para el sujeto o la colectividad que es la vida (542).


542 Nicholas Rescher, “Los Enigmas del azar”, Traducción de Paloma García Abad, A Parte Rei, No. 5, sep­tiembre /1999. Revista de Filosofía. https://serbal.pntic.mec.es/-cmunoz11/rescher.html#dos.

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