Complejidad y Causalidad Parte I

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

La complejidad y la causalidad es un tema que debe plantearse como parte del pro­ceso de ordenamiento en el cual interviene el azar y el determinismo.

Para tener una comprensión más explícita podemos ejemplificarla con los conceptos de las matemáticas. La complejidad y la simplicidad se puede encontrar en los números enteros racionales simples (1, 2, 3, …), como elementos abstractos matemáticos, construidos o elaborados mentalmente por el hombre en forma simbólica, de lo concreto a lo abstracto, para contar cantidades, y así posiblemente analizar y/o continuar el proceso de diferenciación, separación y los de si­militud y semejanzas e igualdades (235).

Si he enunciado el hecho de “continuar”, es porque estos procesos provienen de las estructuras y procesos físico-químicos y luego biológicos que fueron evolucionando; los otros números los fraccionarios irracionales, complejos, infinitos, que no tienen un ordenamiento que pueda indicar cuál sea el dígito siguiente.

Estos últimos números irracionales complejos crean sus propios vacíos; por ejemplo, “el número pi” (π) que relaciona el diámetro aproximado de la circunferencia de un círculo; “la irracionalidad es una forma de intermitencia dentro de la línea regular de números”, por ejemplo, entre uno y dos hay una infinitud de números irracionales y complejos.

“Los números irracionales son estallidos de infinita irracionalidad, de total aleatoriedad, dentro de un sistema irregular. La irracionalidad, por lo tanto, está en la base tanto de la lógica como del cosmos”. (236).

Conce­bimos que los números son infinitos, pero en la práctica los simplificamos en ecuaciones para graficar la infinitud dentro de un orden.

He ahí nuevamente la simplicidad y la complejidad y a la vez la funcionalidad de la mente, para la ordenación proveniente del orden interno, es de­cir, del ya denominado “nous” de Anaxágoras expuesto en la obra: “Psicoanálisis y la Teoría de la Complejidad” (2002), de donde provienen parte de estos textos.

(Lea También: Complejidad y Causalidad Parte II)

Cabría aquí la pregunta ¿cuál es la causa que puede originar la ordenación mental?

La respuesta no es una, sino son múltiples y complejas, y dependen de diversos factores de los diferentes sistemas de organización psico-fisico-química-biológica y social que se sincroni­zan unos y otros a la vez; de tal manera, la “complejidad y la simplicidad” son conceptos, que interactúan entre sí.

Los órganos de los sentidos y el cerebro, como un ejemplo, son sistemas que interactúan entre sí transformando y ordenando los diferentes estímulos.

En la ciencia clásica y la actual se trata de cuantificar y así de cualificar todos los fe­nómenos de la naturaleza, y aún la química de los materiales sintéticos para la construcción de nuevos elementos vitales.

Entre más queramos o tratemos de descubrir nuestras interco­nexiones complejas, entre lo interno y lo externo, a través de diferentes sensaciones, más encontramos incógnitas y dificultades para obtener un conocimiento completo predecible y un pensamiento simple para expresarlo.

Por lo tanto diferencias y similitudes están siempre presentes en forma compleja, con certeza e incertidumbre.

Quien trate de simplificar se sim­plifica, pero al mismo tiempo se complejiza, más cuando, de todas maneras, encontramos dualidades a través de categorías que el ser humano se ha impuesto aún para diferenciar su individualidad “proyectándose parte de sí mismo en el afuera”. (237)

Cuando el ser humano se queda en la complejidad deviene confuso y ésta sensación pro­duce una alarma interna para provocar cierta ordenación dentro de la simplicidad. Las per­manentes fuentes de confusión se originan de la continua necesidad de clasificar el mundo en dualidades, para salir de la incertidumbre y no quedarse en la “aparente fusión” con el otro, es decir, se produce la diferenciación del Yo y No Yo, base fundamental para el conocimiento y la creencia.

Cuando me referí a las dualidades, lo estaba haciendo no sólo a cuerpo-mente, sino a lo positivo-negativo, al bien y al mal, a lo justo e injusto, al Yo y al otro, al plural y sin­gular, al amor y odio, etc.; todas estas dualidades producen una ambivalencia, inestabilidad, inseguridad, de la cual el ser humano trata de salir a través del orden; la misma naturaleza evoluciona y establece pautas de orden en sus situaciones complejas y cambiantes.

Fue más adelante, como ya se mencionó, que se construyeron los conceptos abstractos, el pensamien­to, la simbolización a través de las diferentes percepciones e interconexiones que fluctúan en­tre las diferentes sensaciones que, a la vez, se combinan simétricamente en nuestro ordenador cerebral para producir su organización representativa a través de pensamientos o imágenes.

Recuérdese aquí nuevamente como existe en la teoría de la complejidad y caos el “efecto mariposa”, los “vórtices”, la “simplicidad” y también se presentan los “fractales”.

Volviendo atrás, para hacer énfasis, en el concepto de caos, éste es un fenómeno, función y/o acción que genera formas y pueden o no registrarse produciendo una auto-semejanza a escalas di­ferentes, y presentar diferencias individualidades, singularidades y semejanzas.

Uno de los ejemplos lo encontramos en el espacio sideral en que existen aparentes espacios vacíos, y, a la vez, dentro de ellos, más objetos descubiertos por la astrofísica; es decir, cuerpos dentro de los espacios que forman todo un universo conocido, semejante y determinado por posibles azares.

En nuestro mundo biológico hallamos los pliegues entre pliegues del cerebro, o los programas genéticos emparejados con el movimiento caótico auto-organizado en las neuro­nas, a la vez que en las mitocondrias y la conformación helicoidal del ADN.

Podría decirse que los modelos fractales nos rodea por todo el mundo en la geología, la geografía, el mundo mineral, vegetal, y animal.

La “auto-semejanza fractal

Existe entre el microcosmos y el ma­crocosmos, y, como se dijo anteriormente con “singularidades, semejanzas y diferencias”, ya que son un producto de todas las interrelaciones complejas y externas retroalimentadas en los sistemas dinámicos; es así como se puede comprender lo predecible y lo impredecible, lo que crea y mantiene cohesionado y en movimiento nuestro universo, (238).

Estos conceptos de una u otra manera se conectan con el “azar determinista”, lo que no podemos es simplificar a uno (s) determinante (s) que por ser complejo nos lleva a lo incógnito y al azar; sin embargo, podemos inferir que hay puntos de convergencia en que el orden se establece, y, a la vez la convergencia se da por factores físicos, cuánticos y electromagnéticos.

Existen otros temas y conceptos que se utilizan en la teoría de la complejidad como la inteligencia artificial, los circuitos neuronales, los algoritmos adaptativos, el rompimiento de la simetría o el cambio de ella a la asimetría; todos estos aplicados al lenguaje, al aprendizaje, a los modelos económicos, y obviamente, a la biología molecular (partículas subatómicas), biología celular, fisiología, a la psicología y a las ciencias sociales.

El concepto o pensamien­to complejo, se refiere a que una disciplina, o un fenómeno, y hecho, depende o determina al otro; he ahí el concepto de globalidad en lo físico-químico-biológico y psicosocial.

Sin embargo, en la biología molecular, existe a la vez, la organización inicial como otro parámetro fundamental que es el orden molecular del genoma que hace parte del sistema como un subsistema, todavía por conocer.

Entendamos que todos estos subsistemas y siste­mas se interrelacionan y ordenan en forma múltiple e interactúan para producir un conjunto, con una permanencia transitoria, la cual también se rige por el “azar-determinista”.

De todo este pensamiento biológico

Se infiere que este tiene una naturaleza global; sin embargo, es importante “no caer en el reduccionismo” para simplemente “explicar la parte por el todo o el todo por sus partes”; el mismo caos, previo desorden, no explicaría la estruc­tura y organización de los sistemas complejos por sí mismo, sino que sería la interacción de los diferentes sistemas y aún de las disciplinas.


235 No conocemos con evidencia cómo el hombre construyó los elementos numéricos; suponemos sí, que al comenzar a contar y a diferenciar lo pudo hacer con los dedos de la mano, uno tras otro (si existía “el uno”, había “otro uno”, el cual debería dársele nombre, fue así como apareció el “dos”); llegando al “cinco”, luego al “diez”, (de una y otra mano) diferenciándolos uno de otro y encontrando al mismo tiempo semejanzas entre uno y otro.
Esto, posiblemente, ocurre, dentro de todo el proceso mental en sus dos polaridades diferenciación y semejanza.

236 Op. cit., Briggs y Peat, 1999

237 Op. cit., Briggs y Peat, 1999

238 Nos referimos a “la dimensión fractal de un objeto como una medida aproximada de la compleji­dad, de lo intrincado en sus detalles”. (Briggs y Peat, 1999).

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