Evaluación del proceso enseñanza-aprendizaje
La evaluación del proceso de enseñanza-aprendizaje hay que contemplarla desde distintos ángulos.
Tenemos que iniciar este tema definiendo qué es evaluación; a ésta la entendemos como la apreciación del valor de lo que se enseña y se aprende. La apreciación por su lado es no sólo del que aprende sino del que enseña y del método y de los instrumentos y materiales con que se enseña y aprende.
Por su parte, la apreciación significa la consideración que tenemos o le damos a una situación, a un objeto o a un sujeto en sus diferentes cualidades.
El valor, de acuerdo con la primera aceptación del Diccionario de la Lengua Española, es el grado de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite; en la segunda acepción, es la cualidad de las cosas, en cuya virtud se da por poseerlas cierta suma de dinero o algo equivalente.
Sin querer entrar en un examen profundo de la simbolización y de la semántica de la palabra valor, es mi deseo exponer cómo la misma valorización depende del sistema de valores con que se mida o se contemple lo valorado.
Como es muy obvio, hay unos valores positivos y otros negativos; unos y otros tienen en su final el sentido de distinguir lo que causa placer y displacer; valores positivos llamados aquellos que van en beneficio del ser humano produciéndole bienestar, y negativos son aquellos que le causan malestar o dolor. Los primeros estarían del lado del principio de conservación y los segundos del de destrucción.
Definición y conceptos tendríamos que referirnos a los sujetos
Una vez planteados está definición y conceptos tendríamos que referirnos a los sujetos, a los valores que intervienen en la evaluación, maestro, alumno, programas, métodos, materiales y todos aquellos otros factores que participan en el proceso enseñanza-aprendizaje. Otras de las consideraciones por tener en cuenta en la evaluación misma es que ésta se realiza dentro de un proceso específico (enseñanza-aprendizaje), y ella misma tiene a la vez su correspondiente proceso; es, pues, toda una multiplicidad de factores que deben tenerse presentes para realizar la evaluación.
Por otra parte debemos distinguir y tener muy en claro cómo la evaluación es muy distinta de la medición y de la cuantificación. De lo expuesto podemos también establecer las siguientes preguntas: Por qué, cuando, y para qué, dónde, en qué, con qué, cómo, cuánto, y quién o quiénes evalúan. Todas estas preguntas deberán contemplarse para considerar la evaluación.
Es muy diferente evaluar una materia de matemáticas a otra de ciencias biológicas o sociales; de la misma manera es distinto evaluar a un sujeto en una situación clara, definida, específica, dentro de un contexto dado, y en un grupo determinado, que a otro en una situación indefinida, aislada o extemporáneamente; dentro de esto también hay que considerar la historia y la situación vital del sujeto. Es distinto evaluar para calificar y aprobar que para comprobar la efectividad del método o del instrumentador o de los mismos instrumentos.
Otra de las preguntas implícita podrían sintetizarse en si la evaluación de los sujetos es de lo que saben:
De lo que no saben, de por qué saben y por qué no saben y del “cómo” en las diferentes vertientes del mismo saber, es decir, de qué manera es cómo se produce el saber y el no saber. Es de observación común cómo un sujeto en ocasiones tiene conocimientos y los puede reproducir exactamente, y en otras ocasiones no; y algunos, aunque tienen los conocimientos básicos, no pueden reproducirlos, pero si utilizarlos en la práctica; otros, aunque no tienen conocimientos muy vastos, son capaces de pensar abstractamente, tener nuevos conceptos y con ellos formular nuevas proposiciones y finalmente crear o dar nuevas soluciones a los diferentes problemas que se suscita.
De todo esto se puede desprender la pregunta:
Entonces ¿cómo podemos hacer evaluaciones del trabajo que realizamos en el proceso de enseñanza-aprendizaje? La respuesta no es una, ni es la ideal; pienso que tendríamos que plantear nuevos sistemas de evaluación que contemplen no uno sino varios tipos de evaluación, los cuales tendríamos que considerar y utilizar para las diferentes situaciones que deseamos valorar.
Quizás lo más importante es determinar para qué sirve el sujeto a fin de ponerlo a funcionar luego de acuerdo con sus potenciales y capacidades, las que a la vez tenemos que desarrollar al máximo sin tener que entrar a forzar las informaciones y volver al sujeto un recipiente o un acumulador de datos y una computadora que conecta o asocia los mismos.
¿No sería más benéfico crear mentes que piensen y creen? Esto no significa que siempre podamos formar mentes creativas; es por esto, por lo que es mejor pensar en los diversos tipos de sujetos a los cuales tendríamos que aplicar distintas modalidades de enseñanza, de evaluación para enseñarles a desempeñar la función o las funciones para las cuales son capaces; de todo esto podemos deducir cómo tendríamos sujetos para las distintas necesidades que tiene el ser en este mundo de cambios.
Cuando nos preguntamos qué es lo aprendido, podemos hacer la observación de cómo en ocasiones se aprende no de lo que se enseña sino de lo que se instruye de por sí solo; otras veces no se aprende lo que se enseña directamente sino por el conocimiento adquirido indirectamente.
Otro aspecto contemplado es cómo la evaluación puede ser del contenido solamente y no de todo el conjunto y de su aplicación práctica o en la posibilidad de formar nuevos conceptos. ¿A caso cuando evaluamos no se tiene la tendencia a hacerlo sobre la información obtenida y con ello estamos dándole valor a la capacidad mnémica? Cuando evaluamos, ¿lo hacemos a través de todo el proceso? ¿Evaluamos a caso la aptitud, el esfuerzo, la destreza, la capacidad reproductora de la información? En verdad, ¿no estamos en ocasiones parcializando la evaluación cuando evaluamos las llamadas “tareas”, y con esto no estamos dándole valor al trabajo de los padres o adultos que ayudan al niño?
Como ya se anunció, la evaluación hay que hacerla en los diferentes factores desde la inteligencia de cada uno y del grupo, de las aptitudes, las capacidades creadoras, los métodos, el contenido, el material, los agentes (padre, maestros, alumno), el medio ambiente (familiar, escolar, social, biológico, económico), hasta los valores, los ideales, los estímulos, las disciplinas, los intereses, las actitudes, las exigencias en el pensar y cuestionarse, la capacidad de leer, de hacer resúmenes y elaborar conceptos globales, las motivaciones, el conocimiento externo, el aprendizaje, la conducta y finalmente la producción.
La evaluación es mejor tenerla en cuenta en términos individuales una vez que se ha realizado en grupo para determinar los objetivos que se proponen en el sujeto evaluado, teniendo en cuenta también el ritmo que cada uno tiene en el aprendizaje, pues como ya se ha anotado en otra parte de este escrito, cada sujeto tiene su propio ritmo para aprender, a más de sus capacidades y de sus conflictos en el proceso; así mismo el evaluador puede muy bien tener conflictos en el evaluar y en el momento de evaluar.
La evaluación de por si puede llevarnos a determinar cuántas y cuáles son las capacidades y los logros de los objetivos que nos hemos propuesto en el proceso enseñanza-aprendizaje, teniendo también en cuenta los diferentes niveles que evaluamos, que consideramos en la evaluación o en los objetivos propuestos; de tal manera uno es el de la simple información básica, otro el del conocimiento y además el de la comprensión de lo sabido.
Así como se evalúan todos estos factores también es necesario ir a estudiar e investigar lo que no se sabe, el qué y el por qué no se sabe; dentro de esto no equiparar lo que no se sabe como lo malo y lo que se sabe como lo bueno; pues estaríamos educando y formando “sabedores”, enciclopedista que no conocen, que no comprenden y que no saben utilizar estos conocimientos en la práctica, es decir, no son factibles o no son operativos para el encuentro de sí mismo, de sus capacidades y de sus posibles campos de acción u operatividad funcionante para su propia realización.
Valdría la pena preguntarnos si existen en la actualidad métodos válidos para evaluar a los estudiantes y a los profesores y a éstos especialmente en sus conocimientos, en la preparación de sus clases, en la habilidad para transmitir, explicar y exponer lo que se desea conocer, en la organización y desarrollo de las clases en sus diferentes etapas, en la receptividad y solución de las preguntas de los estudiantes, en la asesoría que prestan a los alumnos y, por último, como punto importante la relación profesor-alumno en todos los aspectos que se consideran en el proceso ya nombrado de enseñanza-aprendizaje.
Una faceta que no se ha estudiado lo suficiente es aquella que se refiere a cómo los estudiantes pueden haber tenido una muy mala preparación preescolar, de tal manera las bases son no sólo insuficientes sino muy inadecuadas, pues el niño no ha podido formar funciones integrativas para aprender.
Esto es de suma importancia ya que sería construir edificios con bases de barro, pues siempre se notarán las insuficiencias, los defectos y las falla en los años siguientes, todo esto sumado al cambio de la metodología, del ambiente escolar y social (de lugar).
De lo dicho se puede desprender cuán importante es también poder hacer evaluaciones dentro de todo el período preescolar, el escolar y luego el universitario.
Cuántas veces encontramos estudiantes universitarios que tienen grandes vacíos no sólo en sus conocimientos sino en la forma de estudiar, de aprender, a más de que ellos se dan cuenta de cómo han perdido tiempo en aprender informaciones inútiles que no le sirven para su profesión, en cambio, no se les ha preparado para el estudio que les va a ser útil en la vida.
Pienso que lo fundamental es enseñar al niño a pensar, a romper con la inercia en el pensar; que el niño se haga preguntas tratando de encontrar por sí solo sus propias respuestas y conclusiones para que así pueda formularlas adecuadamente comparándolas con la realidad externa.
En la práctica existen modos de pensar, estilo de enseñar y métodos de los dos; cada uno tiene sus dificultades y problemas.
De todo lo expuesto no se puede inferir que no se deba enseñar y dar los conocimientos e informaciones básicas; por el contrario, si no se le dan, se estará fallando por la base; es necesario recalcar cuán importante es realizar evaluaciones teniendo en cuenta toda una serie de factores durante un proceso de conocimiento en el cual también se presenta un desarrollo de las aptitudes, de los instrumentos, de los materiales y de los métodos. A toda está labor es a la que también tenemos que darle valor; el valor de su parte es necesario estudiarlo en su significación, en su resultado, en sus objetivos y en sus métodos.
Darle valor a una labor, a una producción o a una reproducción es también entrar a calificar; la calificación y la medición a la vez pueden ser utilizadas para la evaluación.
Calificar y medir, aunque se asocian, no son lo mismo. La calificación es la acción por y con la cual se le da una calidad al objeto sujeto observado; la medición es la apreciación del objeto-sujeto o situación observada.
Se puede calificar con palabras: Excelente, muy bueno, bueno, regular, malo; sobresaliente, suficiente e insuficiente; satisfactorio; insatisfactorio, completo, incompleto; aprobado, aplazado, desaprobado y reprobado; también pueden darse números o letras (5, 10, 20 ó 100, o con porcentajes; en letras con A,B,C.D,E,F y a estas mismas darles valores positivos (+) más y negativos (-) menos).
Todas estas codificaciones y signos con sus significaciones especificas pueden aplicarse al tipo y cantidad de respuesta dadas en las pruebas o exámenes; es aquí en donde estamos produciendo cierta clase de comparaciones, correlaciones y dando una significación numérica (cuántica) a las respuestas, es decir, una respuesta verdadera es igual a uno (1), y luego vendrá la adición de estas igualdades que dividida por el número de preguntas dará un cómputo; este es un tipo de calificación que puede hacerse por porcentaje dentro del grupo, de tal manera que quien saque el más alto número de respuestas positivas será el que tenga, dentro del grupo, la más alta nota de donde se derivarán los demás; esto sucede si se valida dentro de un tipo específico de preguntas, no así en cuestionarios donde las repuestas son más de tipo conceptual en que interviene en parte la subjetividad inherente dentro de la conceptualización verbal o escrita, pues las palabras en el discurso pueden cambiar el concepto; cuando se llega a esta clase de pruebas y se califica con criterios de suficiente, insuficientes, sobresaliente estos luego pueden ser reducidos a números y viceversa.
Cuando se trata de evaluar y calificar no siempre pensamos que esto tiene que hacerse en las diferentes reacciones del individuo; por ejemplo, se puede realizar la observación de si el sujeto participa activa o pasivamente, si la actividad es productiva o no. Si tiene capacidad de comprensión, de asimilación, de atención, de ordenación y prolijidad, si existe la aplicación práctica de lo que se ha aprendido, si se da la condición de formar conceptualizaciones teóricas, de hacer preguntas acordes o asociadas con el tema o no, si hay de la aptitud de concretizar y centrar la pregunta, es decir, no diluirse en vaguedades, si da cumplimiento a las tareas y estudio dentro y fuera de la institución, si hay disciplina; si existe una continuidad en las diferentes áreas que se evalúan, incluyendo las respuestas y el planteamiento de su trabajo.
Todos estos factores u otras más son los que pueden contemplarse para la evaluación, teniendo en cuenta también la edad del sujeto, ya que hay épocas por las que pasa el niño en que se presenta la rebeldía, que puede manifestarse en acciones y omisiones con reacciones y cierto tipo de respuestas. Un niño bien puede rebelarse masoquisticamente dando un tipo negativo o falso de respuesta y con ello castigarse y castigar a los adultos; otro niño bien puede negarse a estudiar, o distraerse, disociarse, diluirse en su concentración.
Frecuentemente ocurre que el profesor observa que el niño posee capacidades intelectuales, pero que éstas tienen una falla en la atención y concentración, lo que se observa cuando el niño es de una capacidad mental, muy rápida para pensar, para asociar; entonces el niño no puede concentrarse pues sus estímulos con respecto a su pensamiento no se lo permiten y porque su fantasía está funcionando en tal forma que no le es posible pensar en un determinado tema, o bien por que el niño no se siente motivado para realizar la tarea propuesta.
Cuando nos enfrentamos a todos estos problemas y fenómenos mentales surge una pregunta: ¿Cómo evaluar y calificar? La respuesta muchas veces se encuentra en que no hay que complicar tanto y que de todas maneras se debe calificar la respuesta verdadera; de tal manera se determina si el niño sabe o no sabe, lo que mide cuánticamente con el número de respuestas o con el calificativo, que luego se puede interpretar con un número.
En verdad tenemos que dar un resultado, pero esto tiene que ser global y no sólo, como ya se expuso, de lo retenido y reproducido. Se pregunta al educador sobre cómo se puede al final de todo aprobar o desaprobar un alumno.
La respuesta está en que es durante todo el proceso cuando debemos evaluar; así mismo el niño tiene que participar para que él se vaya haciendo consciente y viendo sus resultados; éstos a su vez tienen que ser prácticos y no teórico.
Cabría aquí la pregunta de si en realidad son aquellos resultados los representantes y comprobantes de lo que se ha aprendido y si es igual a lo que se sabe. Ocurre y puede ocurrir que se sabe muchas cosas y no se ha aprendido en el sentido profundo del saber, es decir, se ha aprendido poco, o también lo contrario, es decir, se ha aprendido en verdad pero no se sabe bien lo que se ha aprendido.
Es importante tener en cuenta otros tipos de evaluaciones como son aquellas que el profesor deja para ser realidad en manos de los alumnos; una de ellas es la evaluación personal y otra es la evaluación de un alumno a su compañero.
Otra de las evaluaciones es la que hacen los estudiantes, de sus profesores, de los instrumentos y de los métodos.
Aquí habría que preguntarse si el estudiante está capacitado para dar valor aquellos ya nombrados factores o si, por ejemplo, el método debería evaluarse no con la subjetividad del alumno o del profesor sino con la objetividad del mismo método, y también si es que se puede lograr dar una guía y enseñanza a la vez, al alumno a realizar evaluaciones de distinta índole; de la misma manera tendríamos que preguntarnos si todo esto vale la pena realizarlo, si es conveniente, beneficioso, o inconveniente, y si no lo es, en qué forma habría que hacerlo, si sería por simple codificación o por conceptualización y razón, o por encuestas muy bien planificadas y por lo tanto dirigidas, parcializadas o parcializantes.
Todas las preguntas antes mencionadas es mejor tenerlas en cuenta para una clara visión y definición de lo que vamos hacer y obtener.
Cuántas veces observamos estudiantes que no rinden en su trabajo escolar y otros que no obtienen buenas notas (calificaciones) estando en ambos casos ante sujetos muy dotados.
Un factor para tener en cuenta a más del tipo de examen o preguntas es el ya nombrado emocional que influye en el tipo y cantidad de repuestas que da el sujeto cuando se le examina; en muchas ocasiones los sujetos no están preparados para dar las respuestas, al contrario, se presenta el fenómeno de que si el alumno es bien entrenado en este tipo de cuestionario, puede observarse que los sujetos preparan las respuestas para darlas correctamente y no por ello podemos inferir o deducir que saben o conocen la materia y menos que están bien preparados para utilizar los conocimientos.
Se podían aquí argüir que para eso existen actualmente las técnicas en la elaboración de cuestionarios, estudiándose muy concienzudamente las preguntas para que sean éstas tan objetivas que inclusive conlleven el factor de casualidad y la capacidad práctica y funcional; esto aunque es cierto no lo es en el sentido total, pues existen otros dinamismos ya nombrados que pueden estar influyendo en las respuestas, en el conocimiento elaborado y en realidad en la adecuación final y útil de lo que se enseña y aprende. Es quizás también por esto por lo que muchas universidades de las diferentes áreas geográficas, hoy día exigen más pruebas de aptitudes que de conocimientos.
¿No sería mejor y conveniente aplicar estas pruebas para desde un comienzo detectar las capacidades del alumno y luego poderlo guiar y orientar en su elección de profesión u oficio? Pienso que esto, aunque tiene sus dificultades, es más adecuado y benéfico, pues podemos así prever, prevenir y predecir con estudios más profundos el futuro de una sociedad y la productividad de ella de acuerdo con las necesidades de cada cual: del sujeto y de la sociedad.
Cuando el niño recibe su evaluación y calificación son varias las respuestas que se producen:
Una en el mismo niño, otra es en el padre de familia y otra en el profesor cuando recibe las dos anteriores, a más de las respuestas de las directivas de la institución.
Muchas veces se cita a los padres de familia para discutir las evaluaciones y calificaciones con el profesor sin la presencia del alumno, como si fuera un secreto lo que tiene que hablar uno y otro. Cuando esto sucede, ocurre que uno de los sujetos (padre, maestro, alumno) se sitúa en una posición defensiva.
El maestro defiende, justifica su trabajo; el padre a la vez hace lo propio desplazando la responsabilidad al maestro, a la institución, al método o a los programas, lo que a la vez es o puede ser utilizado por el maestro. El alumno a su turno trata de justificar la falta de aprovechamiento y sus fallas culpando al profesor, al método o a los programas.
¿No sería más benéfico tratar de hacer una evaluación del proceso de enseñanza teniendo en cuenta también las relaciones de uno y otro dentro de un grupo, evaluando en primer término al profesor, pues es éste el que se debe preguntar por qué el alumno no sabe o no supo responder lo que sabia o si sólo el saber es el que tenemos que calificar, evaluar y medir?
Por su parte, la medición de lo que se sabe responder se realiza comúnmente de acuerdo con la respuesta, la que puede ser falsa o verdadera, y como es obvio sólo una respuesta no es suficiente para la medición, es decir, se mide cinco, diez o más respuesta; en la actualidad la medición es más sobre el conjunto de respuestas evaluadas dentro del grupo examinado.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que las preguntas deberían ser de la misma importancia, y he aquí un problema que reside en con qué criterio se puede equiparar o dar el mismo valor a las preguntas. La respuesta no siempre es fácil pues depende de la materia. Existen temas en que esto es más sencillo como es el de las matemáticas, pero en el área de sociales no ocurre igual.
Otro aspecto por dilucidar es aquel que se refiere a la evolución de un grupo en relación con otro si es que existe, y si no, con que grupo se podría comparar. Podría responderse que con grupos semejantes de distintas instituciones; aquí surge otro problema y es el que se refiere a que éste tipo de comparación está sujeto a otros factores que intervienen en cada uno de los grupos observados. Por ejemplo, un colegio bien puede estar utilizando distintos métodos y materiales a más de los agentes e instrumentos con que se enseña.
(Lea También: Orientación Vocacional)
La evaluación del grupo a que se enseña es una, otra es la del grupo que enseña sobre cada uno de los sujetos y sobre el grupo enseñado, pero falta aquí nuevamente plantearnos ¿quién evalúa a los profesores?; ¿es que ellos mismos se pueden evaluar? ¿Valdría la pena que los profesores se calificaran y esta calificación se midiera comparativamente con la de los alumnos? ¿Acaso la evaluación de los maestros puede hacerse sólo por las supervisiones en su metodología sin contar con el grupo a que enseñan? Pienso que todos estos problemas quizás ya estén muy estudiados por las ciencias de la educación: sin embargo, es muy factible que faltan métodos de evaluación y calificación.
Lo que sí es importante es tener en cuenta todos estos interrogantes para entender que no es fácil la evaluación, la medición y la calificación, de las cuales no me he ocupado sino muy superficialmente.
La medición, es decir, medir lo que se enseña y se aprende es algo que tiene sus dificultades, pues no sólo la cantidad de respuestas, como ya se anotó, es lo suficiente para medir el aprendizaje y calificarlo con un número, aunque es aceptado mundialmente y los sistemas de computación y el tipo de estudio de preguntas en pruebas objetivas están muy depurados y estudiados con el cálculo de probabilidades, es necesario replantearnos todos estos sistemas, y si realmente son válidos para la enseñanza en nuestros días en que el niño tiene que prepararse para una sociedad que no está muy bien planificada en toda su extensión para formar niños de acuerdo con el futuro programado.
Muchos de los lectores podrían simplificar todo esto diciendo que lo importante es educar, formar y enseñar al niño para defenderse en esta sociedad que requiere de la tecnología, de la economía para su subsistencia, es decir, tendríamos que enseñar al sujeto a subsistir.
Como es bien conocido, estamos educando, formando, enseñando a la masa, preparándola sin conocer si ella misma va a tener oportunidades no sólo de seguir su preparación en centros universitarios sino después si va a poder conseguir el trabajo remunerado adecuadamente para su subsistencia.
Es necesario pensar si todo el gasto que implica la educación en el futuro es rentable o, dicho de otra manera, si el sujeto podrá ser compensado en su esfuerzo y en sus gastos con una economía compensatoria que le permita vivir adecuadamente de acuerdo con su preparación académica.
¿Acaso no observamos que el negociante, el industrial, el técnico que estudia carreras intermedias, el artista, el deportista están llegando a tener entradas similares y en ocasiones más altas que aquél profesional que ha gastado años en su preparación? La sociedad de compra venta, de consumo, es quizá la que está dirigiendo está situación.
¿Tocaría preguntarnos a dónde vamos con los principios o valores de esta sociedad de consumo en que cada vez se polarizan los potenciales económicos, las posibilidades de adquisición, los recursos vitales? ¿Acaso no vendrá un cambio de valores en la sociedad en general?
Es muy posible que conflagraciones grandes pongan al hombre a prueba en sus valores y esto mismo dé un viraje y cambie en sus sistemas de vida, en sus creencias, en sus ideologías, en sus valores, en su actitud en general y también en el aprender y en el enseñar.
Es posible que todo se pueda reducir a que el sujeto deba buscar nuevas soluciones a los nuevos problemas vitales, económicos, sociales e ideológicos, pero a la vez también con ello tendrá que adaptarse a esos cambios, a lo nuevo con los valores que son inherentes al ser humano y que en últimas son los que se refieren a encontrar la tranquilidad, la paz, la convivencia y la subsistencia de cada uno y de la colectividad.
Todo esto ha sido enunciado como el arte de vivir que, llevado al del saber, equivaldría al arte de enseñar y de aprender. Arte aquí no significa simplemente empirismo sino también un paso más allá de la técnica actual, es conocer mejor el conocimiento para aprender y enseñar mejor a vivir.
Son mucho los problemas que observamos en la edad universitaria; el primero es aquel que se refiere al de la elección de la carrera, después el de la o las posibilidades para entrar a cursar los estudios universitarios, pues son muy limitadas las oportunidades, múltiples las solicitudes y, por ende la competencia es muy grande, sin contar con el costo. Si se puede llegar a coronar el estudio, viene luego el problema de la consecución de trabajo.
En países desarrollados estamos observando sujetos universitarios que tienen que emplearse en trabajos mecánicos para poder subsistir.
A esto algunos tienen el argumento de que con solo la superación se podrá conseguir lo deseado, pero se olvidan así de que no todo ni todos pueden superar a los demás; es más, todo este problema es cuestión de planificación, de distribución de los recursos humanos, de la enseñanza y de saber quién necesita y qué tiene una sociedad para encontrar a quiénes y en qué debe prepararlos de acuerdo con los recursos de cada cual.
Todo esto, aunque pareciera sencillo, no lo es, y es una responsabilidad no de una sola sociedad sino de todos los pueblos; además hay que entender que todos tenemos que colaborar en la gran tarea de enseñar y aprender.
Todos estos planteamientos bien pueden estudiarse en textos científicos que se dedican a este proceso, sólo he querido dar una visión general haciendo énfasis en los problemas y en algunos fenómenos, mecanismos y dinamismos que intervienen en la enseñanza y en el aprendizaje.
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