Ley de Say, 2 Parte
A pesar de todo, Ricardo parece sostener que los ahorros atesorados acaban siempre canalizándose hacia la inversión aún en ausencia del mencionado ajuste.
En una referencia a Say, Ricardo se preguntaba: “¿Están las líneas que siguen de acuerdo con el principio de Mr. Say?: –“Cuánto más abundante es el capital disponible en proporción al número de empleos que hay para él, tanto más bajará el tipo de interés sobre los préstamos”–
A esto Ricardo objetaba: “Si puede emplearse en un país capital en cualquier cantidad, ¿cómo puede decirse que (el capital) es abundante, en proporción al número de empleos que hay para el mismo?” 80 Es decir, Ricardo parece suponer que la acumulación del capital y el crecimiento de la producción tienen lugar con independencia del proceso de ajuste de del tipo de interés.
Todo esto parece indicar que, para Ricardo, los fenómenos de atesoramiento carecen de importancia en una economía en crecimiento. Aunque pueda haber diferencias transitorias entre ahorro e inversión (atesoramiento o desatesoramiento), si tomamos un período de tiempo suficientemente amplio como unidad de análisis, la identidad ahorro-inversión queda a salvo. Sólo se admite que en ciertos sub-períodos pueda dejar de cumplirse.
2. John Stuart Mill: la igualdad de Say
En manos de John Stuart Mill la ley de Say deja de estar basada en una identidad. Mill admite que la oferta y demanda agregadas no tienen que ser iguales en todo momento. No obstante, también reconoce que existen mecanismos de ajuste que garantizan la igualdad de la oferta y la demanda agregadas en condiciones de equilibrio. Esta idea se conoce como igualdad de Say.
La posibilidad de un exceso generalizado de oferta de bienes se daría, por ejemplo, si todo el mundo decidiera posponer sus compras. Pero, si la gente no se quiere gastar todo su dinero en bienes, ¿qué va a hacer con el dinero que le sobra?
La argumentación de Mill en torno a esta cuestión se encuentra desarrollada principalmente en su obra Essays on Some Unsettled Questions of Political Economy, que se escribió en 1830 aunque no se publicó hasta 1844. En palabras de Mark Blaug, esta obra contiene ”la mejor exposición de la Ley de Say de toda la literatura económica inglesa.” 81 El argumento básico de Mill se encuentra en el siguiente pasaje del segundo Ensayo:
”Es evidente que este razonamiento (se refiere a la identidad de Say) se basa en el supuesto de una situación de trueque, y bajo dicho supuesto es perfectamente incontestable.
Cuando dos individuos realizan un trueque, cada uno es al tiempo un vendedor y un comprador. Nadie puede vender sin comprar[…] Pero si suponemos que se utiliza dinero estas proposiciones dejan de ser rigurosamente ciertas […] el intercambio por dinero es en última instancia nada más que trueque.
Pero hay una diferencia: en el caso del trueque la venta y la compra se funden simultáneamente en una sola operación; uno vende lo que posee y compra lo que desea en un acto indivisible, y no se puede hacer lo uno sin lo otro.
Pero el efecto del empleo del dinero, e incluso su utilidad, estriba en que permite que dicho acto único del intercambio sea dividido en dos operaciones o actos separados, uno de los cuales puede realizarse ahora mismo y otro dentro de un año, o cuando resulte más conveniente […].
Como la compra y la venta están ahora separadas, bien puede ocurrir que en cualquier momento dado haya una inclinación muy extendida a vender con la mayor urgencia posible, acompañada de una inclinación igualmente extendida a diferir todas las compras lo más que se pueda.
Esto precisamente es lo que ocurre siempre en los períodos descritos como períodos de sobreoferta general.[…] Es verdad que este estado de cosas sólo puede ser temporal y será sucedido por una reacción de análoga intensidad […]
Una situación de exceso de existencias es siempre transitoria y por lo general es seguida de una reactivación extraordinaria de la demanda[…]
Lo que sucedía era que en ese momento determinado (en una situación de sobreproducción generalizada) las personas en general, por una expectativa generalizada de ser requeridas para satisfacer demandas repentinas, preferían poseer dinero y no otros bienes.
Por eso se demandaba dinero, mientras que todas las demás mercancías afrontaban un relativo descrédito.” 82
En este pasaje Mill se aparta claramente del supuesto de una propensión al gasto universalmente igual a uno. El hecho de que el dinero pueda quedar detenido en el tiempo (porque se ha hecho una venta, pero no una compra de manera inmediata), rompe con la identidad de Say. A esto hay que añadir que Mill percibió claramente que un exceso generalizado de oferta de mercancías implicaría un exceso de demanda de dinero, y viceversa.83
Las crisis de sobreproducción eran para él situaciones en las que sobran mercancías y falta dinero. Sin embargo, Mill confiaba en que tales situaciones se resolvieran a través de cambios en los precios y en los tipos de interés.
El exceso de oferta de mercancías da lugar a reducciones generalizadas en los precios (lo que estimularía la demanda de bienes), y permite, a su vez, que haya más dinero disponible para hacer frente a las demandas de préstamos. El tipo de interés baja y esto hace que el mercado de bienes, el de dinero y el de crédito (bonos) se equilibren. Mill desarrolló estas ideas también en los capítulos 14 y 23 de sus Principios. 84
3. La ley de Say y el pleno empleo
Los economistas clásicos se preocuparon de la formación de los precios, de la asignación de los recursos y del crecimiento económico pero nunca prestaron mucha atención al problema del pleno empleo de los recursos productivos. En general se pensaba que el mecanismo de la competencia era suficiente para el logro del pleno empleo y que la infrautilización de los recursos sólo podría ocurrir de modo transitorio.
El único entre los clásicos que aceptó la tesis del subconsumo y que no aceptó del todo el automatismo del pleno empleo fue de Malthus. Pero Malthus no logró desarrollar un posición coherente. Por esta razón, sus ideas al respecto desaparecieron de la corriente principal del pensamiento económico, hasta que Keynes las rescató. Keynes escribió que “Después de una lectura cuidadosa de esta correspondencia (la mantenida entre Malthus y Ricardo) no se puede dejar de tener la sensación de que la casi destrucción del método de Malthus y el dominio ejercido por el de Ricardo por un período de un centenar de años ha sido un desastre para el progreso de la economía.” 85
Podría decirse que, en general; dentro de la corriente principal del pensamiento económico, existió hasta la época de Keynes la confianza en el carácter automático del pleno empleo. Y la base teórica de dicha creencia fue durante mucho tiempo la ley de Say; de la cual se pretende derivar una tendencia al pleno empleo de los factores de producción.
Este resultado se presenta a menudo como algo evidente. Pero ciertamente, y sobre todo, visto desde la perspectiva de la teoría económica actual, no lo es.
Si nos ceñimos a la identidad de Say; es evidente que no se puede concluir nada acerca del nivel de empleo de los factores productivos a partir de un supuesto de comportamiento como el de la propensión marginal; al gasto universalmente igual a uno.
Tal supuesto sólo nos sirve para excluir, prácticamente por definición, la posibilidad de que haya un exceso generalizado de oferta o de demanda de bienes y servicios. Pero no nos dice nada acerca del nivel de empleo de los recursos disponibles.
Para ilustrar esta cuestión consideremos una economía donde sólo se produce un bien, X, con trabajo, L y capital, K, de acuerdo con una función de producción de coeficientes constantes. La figura 1 ilustra dicha función de producción. En dicha figura se representa también la dotación de factores de la economía (punto E).
Si la economía posee L0 unidades de trabajo y K0 unidades de capital, es evidente que sobran 0 / L0L trabajadores. El número de máquinas disponibles, K0, determina el volumen de empleo; L1 (la demanda de trabajo es perfectamente inelástica con respecto al salario) y sabemos que L/ 0 (demanda de trabajo); es inferior a L0 (oferta de trabajo).
Este resultado se da aunque la propensión al gasto sea igual a uno. Todo el mundo se gasta la totalidad de sus ingresos en adquirir X0 unidades del bien; (de hecho no se puede comprar ningún otro bien porque no lo hay).
- 80 Ibídem, p. 53, nota a pie de página número 7.
- 81 M. Blaug , Teoría Económica de Ricardo: Un Estudio Histórico, op. cit., p. 171.
- 82 Esta cita procede de la traducción al castellano de los Essays on Some Unsetteled Questions of Political Economy (1844) realizada por Carlos Rodríguez Braun, op. cit., pp. 93-6. Mill mantiene la misma postura en sus Principios (véase libro tercero, capítulo 14).
- 83 En el libro 3, capítulo 14, sección 4 de los Principios Mill afirma que “durante las llamadas crisis comerciales” se produce “un exceso de todas las mercancías por encima de la demanda monetaria; en otros términos, hay sub-oferta de dinero […] casi todos son vendedores, y apenas si hay algún comprador; de modo que puede existir en realidad, si bien sólo mientras dure la crisis, una excesiva depresión de los precios en general, por efecto de lo que puede llamarse indistintamente una super-abundancia de mercancías o una escasez de dinero” (Principios de Economía Política, op. cit. p. 487).
- 84 Hay que señalar que el primero en exponer con claridad la relación entre cantidad de dinero, tipos de interés y precios no fue J. S. Mill sino Henry Thorton en su libro de 1802 An Inquiry into Nature of Paper Credit in Great Britain(Existe traducción al castellano de este libro en la editorial Pirámide, Madrid, 2000).
- 85 Véase la introducción de J. M. Keynes a los Principios de Economía Política de Malthus, op. cit. , p. xxxv.
CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO