Complejidad Etica y Estética

Francisco E. González Acosta. MD.MSc.*
* Bioética. Farmacología. Toxicología. Unidad de toxicología Hospital Santa Clara – Bogotá.
Docente Facultad de Medicina Universidad El Bosque – Universidad de La Sabana – Universidad El Rosario.

Al final descubrimos que la teoría del caos (complejidad) tiene mucho más que ver con la estética que con la ciencia. La teoría del caos no es arte, pero apunta en una dirección similar: la dirección que encontramos con las consoladoras imágenes de la naturaleza, la dirección hacia la que apunta nuestro esfuerzo para contactar con ese secreto ingrediente del universo al que llamamos espíritu.

Estética: (del griego aisthesis = perceptible por los sentidos). Con este término se designa la ciencia del arte y de lo bello. Los primeros en considerar el problema de la estética fueron Platón, Aristóteles y Plotino, en la antigüedad clásica; durante la Edad Media se preocuparon por este aspecto san Agustín y santo Tomás. La estética aristotélica está íntimamente ligada con la sicología y su fuente principal es la Poética, la cual estudia la tragedia y establece la diferencia entre historia y poesía, por cuanto la primera refiere lo que ha sucedido, y la segunda, lo que podría suceder.

La poesía es más importante y filosófica que la historia porque se refiere más a lo universal; la tragedia es la imitación de una acción grave, que provoca temor y compasión y opera una kátharsis o purificación de esas acepciones; a pesar de tratar de situaciones dolorosas, por su carácter artístico, la tragedia se convierte en un placer estético que descarga las emociones y alivia el alma, que queda purificada.

Durante la ilustración alemana, Baumgarten dio a la estética el carácter de ciencia de la belleza, que se cultiva autónoma y sistemáticamente por primera vez; Schiller la apoya con sus escritos y Winckelmann con la publicación de su Historia del arte de la antigüedad.

Kant limitó la experiencia estética a lo subjetivo en su Estética trascendental; distinguió entre lo bello, donde el sentimiento placentero es acompañado por la conciencia de limitación, y lo sublime, que provoca un placer mezclado de horror y admiración, porque lo acompaña la impresión de lo infinito o ilimitado.

Hegel consideró la estética como una manifestación sensible del absoluto. Para Schopenhauer, lo estético es la idea que libera el dolor cósmico y para Heidegger, el arte se realiza como puesta en obra de la verdad en cuanto presencia manifiesta del ser. Al tratar de hacer una definición general, podemos decir que estética es la ciencia de lo bello, concepto sobre el cual se ha construido la llamada estética filosófica, que se debe distinguir de la simple filosofía del arte. Lo bello entraña estructuras ontológicas y, también, incluye factores racionales. En lo bello se armonizan todos los aspectos del ente.

La estética filosófica aclara, desde el punto de vista del ser, la esencia de lo bello en general (naturaleza) y en particular (arte), problema que tiene un sentido ontológico-metafísico; desde el punto de vista de la naturaleza humana, es la manifestación de un problema antropológico-existencial, pues estudia la esencia de la vivencia estética en un doble sentido: el del creador y el del contemplador. De este análisis se desprenden los problemas del valor y de la valoración estéticos (1).

Tómese tiempo (fractal) para apreciar la belleza: cuando contemple un pájaro, una flor, una puesta de sol, una madre que amamanta a su hijo, una pareja de ancianos, un autobús escolar o cualquier instantánea que considere bella, ábrales el corazón. Permita que el amor circule desde usted hasta ellos y sienta como le es devuelto. Cuanto más practique el recibir amor del entorno más energía tendrá y su vida será más profunda y digna. Hay energía y amor en todas las cosas y seres de la naturaleza. La forma en que se recibe esta energía invisible es mediante la apreciación de la belleza y la maravilla de nuestro universo.

Con la práctica de lo anterior, usted será capaz de enviar al exterior el amor que recibe mediante el sencillo acto de apreciar la belleza (2).

Ser feliz en esta vida es un arte estrechamente vinculado con la capacidad de reconocer la belleza y la bondad de las cosas sencillas que a cada paso encontramos. La felicidad depende más de nuestra visión contextual, que de las circunstancias en que nos vemos situados. Podemos, pues, llegar a adquirir el hábito de ser felices. El contacto con la naturaleza, la admiración de su belleza, debe convertirse en una institución benéfica sobre todo cuando dedicamos los días de reposo a conocer la creación, fundirnos en ella y si lo creemos encontrarnos con el creador (3).

Los modelos de la naturaleza, corresponden a los modelos del caos. Fractal es el nombre dado por los científicos a los modelos del caos que vemos en el cielo, que sentimos en la tierra y que encontramos en las venas y nervios de nuestros cuerpos.

Los fractales hacen referencia a las huellas, las pistas, los marcos y las formas realizadas por la acción de los sistemas dinámicos, caóticos no lineales.

La ilustración clásica de un fractal es una línea costera, que se forma por acción caótica de olas y otras fuerzas geológicas. Estas acciones caóticas generan formas que se repiten a escalas cada vez más reducidas, pero los modelos creados son similares entre sí independientemente de la escala con la cual se observan. Es decir las fuerzas del caos generan autosemejanza a muchas escalas diferentes. Cada escala es única pero está dentro de otra escala y tiene con esta relaciones de retroalimentación creativa y autoconstructiva.

Se incluye así el término autosemejante, que muestra la idea de las diferencias individuales y de la singularidad incluídas en un gran contexto de similitud. Es la semejanza en la diferencia o la diferencia en la semejanza, si se tiene una visión global. Es decir, toda la tierra podría estar en un grano de polvo y al contrario.

A nivel mental cuando se descubre algo, o encontramos alguna novedad, siempre a la larga terminamos relacionando o reconociendo lo nuevo en algo ya conocido.

Así llegamos a relacionar la microescala de nuestra existencia con una única representación del mundo que nos ha creado, siendo una parte individual del mundo pero dentro del mundo y en constante relación y retroalimentación con él.

Encontramos nuestros propios rostros y cerebros en nuestros cuerpos, dentro de cada grupo como fractales únicos, siempre dentro de una relación creativa espacio-tiempo, individualidad-colectividad, privacidad-publicidad.

La belleza y el arte del mundo sólo pueden ser observados profunda e íntegramente si incluímos la fractalidad, el caos y la complejidad. Una visión que no incluya estas variables necesariamente será incompleta, sesgada y hasta peligrosa.

La dimensión fractal de un objeto es una medida aproximada de su complejidad,de lo intrincado de sus detalles, de su impredecibilidad, es decir, de sus grados de libertad y de su estética. Lo anterior debe incluir la naturaleza de todos los detalles y las relaciones con otros objetos.

La estética debe ser concebida desde el punto de vista fractal y se debe observar esa belleza que hace feliz al espíritu apreciando la naturaleza como un todo que fluye a través de nosotros, incluyéndonos como parte de ese todo supremo sin descartar nada, incluyendo aun a los depredadores materiales y a los psicológicos a pesar de ser estos últimos aún más lesivos a la creación.

El arte dado por las creaciones de la naturaleza supera incluso al arte de los fractales matemáticos, ya que éstos no emergen de procesos caóticos holísticos en los cuales las numerosas partes están simultáneamente interconectadas, porque el verdadero caos se opone a la simulación matemática producida por la repetición de algoritmos.

Los fractales naturales tienen individualidad, espontaneidad, profundidad y capacidad de misterio, y nosotros como parte de la naturaleza no podemos escapar a estas cualidades; entre más nos impregnemos de ellas obtendremos mayor integridad humana.

El verdadero arte es fractal y obtendrá la unión del espíritu y la razón, debe contener como la naturaleza nidos de autosemejanza llegando a ser así profunda y rica. El desafío a nuestra capacidad de descripción es lo que define la grandeza de una obra de arte.

Las concordancias y las discordancias conforman modelos que son siempre sorprendente y significativamente autosemejantes y autodiferentes unos de otros, reflejando así, el curioso misterio de nuestro ser en el mundo.

Las concordancias y discordancias simultáneas en una obra de arte, nos separan de nuestras abstracciones y reflexiones para hacer algoritmos, enseñándonos algo que brilla o titila más allá de ellas. Es la locura en la lucidez y la lucidez en la locura.

No en vano Apolo, el dios de la razón, era el protector de las artes, especialmente de la música y la poesía, siendo así también dios de la belleza. Debido a esto el arte escapó de los confines de la armoniosa razón de Apolo, encontrando en el Santuario de la Pitia en el oráculo de la serpiente de Delfos y Tracia, a Apolo figurando en compañía de Dionisio el apasionado e instintivo dios de la embriaguez.

Bibliografia 

1. Diccionario de filosofía. Leonor Martínez. Hugo Martínez. Ed. Panamericana, 1996.
2. Your Sacred Self: Wayne W. Dyer. Ed. Grijalbo, 1996.
3. The key of the happiness and the mental health. Marcelo Fayard. Pacific Press publishing association. Mountain View, California.

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