¿Otra década perdida?
Carlos Cortés Amador, catedrático de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional, dice que el tema de la ciencia y la tecnología no ha pasado del mero discurso de campaña política en la mayoría de los países latinoamericanos.
EL SIGLO XX SERÁ RECORDADO POR LAS GUERRAS Y LAS TRASFORMACIONESl sociales y políticas.
Cambios en las interpretaciones científicas, en los desarrollos industriales y tecnológicos, en los derechos civiles, en las explicaciones cognocitivas, entre otros. En particular, esos cambios han influido en la educación: en su masificación, en la entrada de la mujer a la universidad, en la transformación del modelo de trabajo académico debido a nuevas corrientes pedagógicas, a los cambios en los sistemas de enseñanza, a las innovaciones pedagógicas, al uso de las nuevas tecnologías y al surgimiento de las redes, entre otros aspectos.
Otra innovación importante se produjo en la economía. Jeffry Sachs pretende explicar ese fenómeno mediante un esquema basado en los conocimientos de la ciencia y la tecnología (sociedad del conocimiento).
El primer nivel está integrado por los países productores e innovadores, llamado “club de países del conocimiento”, que son internacionalmente competitivos. El segundo, por países que son “copiadores o adaptadores”, lo que les da ciertas ventajas en algunos segmentos de los mercados mundiales, y el tercero, por países que son, en el mejor de los casos, consumidores netos de tecnología
¿Se está preparando la región latinoamericana y del Caribe para enfrentar los desafíos del tercer milenio? Los indicadores sobre investigación y desarrollo (inversiones, patentes y artículos publicados) son un buen elemento de juicio para que los lectores lleguen a sus propias conclusiones. Según los datos mundiales, esta región sólo copó 1.9% de la inversión mundial en 1999 (US$10.000 millones), lo que equivale a 0.59% del PIB, muy por debajo de Estados Unidos (2.84%) o de la Unión Europea (1.81%).
En el caso colombiano, la inversión tendió a crecer en el primer lustro de la década pasada, pero luego fue afectada por la crisis. Cuando se analiza Latinoamérica, encontramos que sólo tres países presentan una aceptable correlación entre el Indice de Desarrollo Humano y el porcentaje del PIB dedicado a investigación y desarrollo: Costa Rica, Chile y Cuba.
Dos indicadores reflejan el alto nivel de subordinación tecnológica. Uno es el coeficiente de invención, que es el número de patentes solicitadas por residentes de un país, con relación a su número de habitantes; el otro es la tasa de dependencia, definida como la cantidad de patentes registradas por no residentes, con relación a las registradas por los residentes. El primer indicador no llega a dos para toda la región. Brasil muestra un coeficiente de 4.5 frente a 16 de Canadá, que no es de los mejores entre los países industrializados. El segundo indicador, de dependencia, sólo es favorable para Brasil (3.3). Colombia presenta estos dos indicadores por debajo de la media regional.
Muy pocas publicaciones
América Latina contribuye con un pobre 2.5% de total de publicaciones internacionales. Al establecer la relación de estas por cada millón de dólares invertidos en investigación y desarrollo, el indicador es 2.4. Y son México, Argentina y Brasil los que producen aproximadamente 90% de toda la región; si bien Brasil tuvo a su cargo alrededor de 50%.
A finales de la década anterior, el gasto por investigador en América Latina registró un valor de US$85 mil, mientras que en los países de la Unión Europea o Estados Unidos era del orden de US$170 mil. Sin embargo, el auge de los procesos de evaluación ha llevado a que se exija a los académicos latinoamericanos estándares de productividad similares a los del mundo plenamente desarrollado.
En la década pasada observamos, por ejemplo, que el número de personas dedicadas a actividades de investigación y desarrollo en la región era 2.7% del total mundial, con una densidad cercana a 0.7 investigadores por cada mil integrantes de la población económicamente activa. En estas circunstancias, son notorias las asimetrías estructurales, puesto que Brasil, Argentina y México disponen de 73% del total de la región.
La somera presentación de los datos anteriores muestra que en la mayoría de los países latinoamericanos el tema es, en gran medida, parte de los discursos de las campañas políticas, pero no de las intenciones y presupuestos reales de los gobiernos.
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