Sobrevivió 18 años y nuevamente enfrenta el cáncer

Testimonio Cáncer en el Seno

Alba Luz Guamán trabajó durante 34 años en el Instituto Nacional de Cancerología. Recuerda que en su cargo tenía varias responsabilidades. Una de ellas era llamar a hacer seguimiento a las pacientes cuando no cumplían sus citas. Estuvo en el Departamento de Estadística, de Epidemiología y en la Subdirección de Atención Médica durante 34 años. Alba es una sobreviviente al cáncer de seno.

Ella veía las historias clínicas y hacía el resumen respectivo. Vivió muy cerca de la enfermedad y observaba miles de casos que a diario llegaban a esta Institución. Para ella la enfermedad, la metástasis y la muerte eran términos muy familiares. Lo que nunca imaginó fue que le tocara vivir en carne propia esta enfermedad.

Fue precisamente en el año 90 cuando le detectaron un cáncer de seno. El médico se dio cuenta que su pezón derecho estaba retraído. Le ordenó una biopsia y sucedió lo que ella temía. Tuvo que someterse a una cirugía radical.

En ese momento Albita solo pensaba en sus hijos. Apenas tenían 13 y 16 años. Ella quería vivir porque estaban muy pequeños y había soñado con verlos crecer y con una familia rodeada de nietos. Pero en ese momento su vida se había derrumbado con esta noticia.

Transcurrieron más de seis meses recibiendo quimioterapia, radioterapia y chequeos periódicos hasta que el médico un día le dijo que ya había pasado el peligro. (Ver también: ¿Por qué a mí y a mis hijas?)

Siguió trabajando en el tema de las historias. Ella sabía cuando las pacientes salían adelante y cuando les daba metástasis. Y sentía mucho miedo por ella misma, porque no sabía si una de esas historias podría ser similar a la suya.

Una de las funciones que asumió Alba con absoluta responsabilidad era la entrega de las historias en el momento del fallecimiento del paciente a la morgue. Una labor dura, pero le permitió ser realista, aceptar la muerte y hoy siente que no le tiene miedo.

Transcurrieron 18 años y la vida la permitió ver a sus dos hijos crecer. Ahora son profesionales y ya le han dado 3 nietos adorables. A pesar de la enfermedad había logrado lo que se había propuesto en la vida y fue sacar a sus hijos adelante. (Lee también: Tengo otra oportunidad)

Pasaron dos años más y el cáncer volvió a jugarle una mala pasada. Apareció en el seno derecho otro tumor primario como lo llaman los médicos y nuevamente se sometió a una cirugía para extirparle la parte afectada.

Albita como le dicen cariñosamente sus amigas, ya es pensionada del Instituto Nacional de Cancerología. Ahora disfruta de la música, sale, se distrae, y está tomando sus medicamentos para erradicar la enfermedad.

Pero lo más gratificante es su labor de voluntaria que realiza en el Albergue del Instituto de Cancerología en donde hace acompañamiento a las pacientes con cáncer que reciben quimioterapia y le brinda consejos a las que llegan de lugares apartados en busca de recuperación. Así que los martes y jueves ella sin falta asiste al hogar de paso y siente que brinda el consuelo que necesitan estas personas.

Aún no sabe porqué le dio la enfermedad. A veces piensa que fue por el sufrimiento que vivió su hermana ante un fracaso económico que la llevo a la quiebra. Otras veces piensa que fue una prueba de Dios que fortaleció su vida.

Su concepto sobre la enfermedad ha cambiado. Ya le perdió el miedo porque ha librado varias batallas de las que ha salido triunfante. Hoy piensa que el cáncer llega sin avisar y lo más importante es tratarse a tiempo y tener plena confianza en los avances de la medicina.

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