Menopausia, Riesgo Cardiovascular y HDL

DAVID VÁSQUEZ AWAD*

Introducción

Con el aumento de la expectativa de vida que tan vertiginosamente se ha observado en el último siglo, el perfil epidemiológico de la salud y la enfermedad ha cambiado de una manera importante; enfrentándose, entonces, el equipo de salud a una serie de enfermedades que, durante milenios, sólo se presentaba de manera exótica habida cuenta de que los seres humanos morían en su gran mayoría de traumatismos, infecciones o como consecuencia de heridas de guerra. Es así como hasta hace apenas 100 años la expectativa de vida era de 50 años, mientras en la actualidad hay países que tienen un promedio de expectativa de vida de más de 80 años, siendo en Colombia de 72 años en los hombres y de 75 años en las mujeres1, confirmándose el hecho de que siempre el género femenino tiene una expectativa de vida mayor, consecuencia –o compensación– quizá al hecho de que nacen más hombres que mujeres. En Colombia, al año 2005 existían 41 millones de habitantes, siendo el 48,6% hombres y el 51,4% mujeres1. En ese contexto, las enfermedades que más aportan a la morbimortalidad sufrieron y siguen sufriendo una modificación total, siendo las enfermedades malignas, la osteoporosis, la enfermedad de Alzheimer y las enfermedades reumatológicas las que más aportan a los padecimientos de los seres humanos en la actualidad; pero ninguna tiene la importancia desde el punto de vista epidemiológico que tienen las enfermedades cardiovasculares (ECV).

Las ECV son la mayor causa de muerte en el mundo en ambos sexos, son una muy importante causa de discapacidad y quizá la mayor responsable de los gastos en salud. La ateroesclerosis es una grave situación silenciosa que, paulatinamente, afecta, ocluye y destruye las arterias de toda la economía del organismo hasta producir una grave afectación o la muerte del individuo.

Por muchos años –y aún hoy en muchos círculos de opinión– se ha considerado que el hombre es más propenso a sufrir ECV que la mujer. Sin embargo, lo que todas las evidencias señalan es que a partir de principios de la década de los 80, el número de muertes por ECV en hombres empezó a decaer y la de mujeres empezó a aumentar, tendencia que todavía se mantiene. En la actualidad, según datos de la American Heart Association y la American Stroke Association, la ECV se presenta aproximadamente en un 20% a 30% más frecuentemente en mujeres que en hombres por encima de los 60 años. También es importante resaltar que, según datos de las mismas asociaciones científicas, entre los 20 y 39 años, la ECV es más común en hombres; entre los 40 y 59 años se igualan en frecuencia, pero por encima de los 60 años es más común en mujeres que en hombres; por encima de los 80 años, el 83% de los hombres y el 92% de las mujeres sufren ECV44,45.

La enfermedad coronaria (EC) es la mayor causa de morbimortalidad de la mujer mayor en el mundo. A los 65 años, es responsable de más muertes que todas las enfermedades malignas juntas2. La curva de ascenso de las ECV se inicia en la mujer a los 50 años, coincidiendo con la edad de la menopausia y su prevalencia no deja de crecer hasta la muerte.

En Colombia, según datos del Ministerio de Salud del año 20023, la mortalidad de mujeres entre los 45 y 64 años fue de 23,59% entre EC y Accidente cerebrovascular (ACV), una cifra realmente importante si la comparamos, por ejemplo, con la mortalidad por cáncer de útero, 6,39% y de mama, 4,76%, en este mismo grupo etáreo. En mujeres de 65 ó más años, la suma de EC y ACV contribuyó en un 31,64% a la mortalidad global y si le sumamos el 6,65% que aportó la diabetes mellitus y el 6% de la hipertensión arterial, nos da una cifra de 44,29% de mortalidad debida a esas 4 enfermedades; es decir, casi la mitad de la mortalidad de las mujeres mayores de 65 años es de causa cardiovascular, cifra que debe llamar la atención y encender las alarmas entre todos los involucrados en la protección y el bienestar de las mujeres mayores. Este llamado de atención se hace aún más fuerte cuando se tiene en cuenta que los factores de riesgo cardiovascular son, en su gran mayoría, modificables, y es en ese cambio de hábitos y en la promoción de estilos de vida saludables donde está la herramienta que redundará en lograr revertir la tendencia tan desfavorable en el género femenino y en poder impactar los indicadores de salud.

Prevención del riesgo cardiovascular

Establecer el nivel de riesgo de ECV es vital para una estrategia clara y costo-efectiva con el ánimo de reducir la morbimortalidad por esta causa.

La Organización Mundial de la Salud divulgó un documento en 20044, y, por su parte, el EU Council on Employment, Social Policy, Health, and Consumer Affairs, en junio del mismo año y el EU Heart Health Conference divulgaron la Declaración de Luxemburgo el 29 de junio de 2005, la cual definió las características que son necesarias para una buena salud cardiovascular:

1. Evitar el cigarrillo.
2. Elección de alimentos saludables.
3. Evitar el sobrepeso.
4. Mantener la Tensión Arterial (TA) por debajo de 140/90 mmHg.
5. Mantener el colesterol total por debajo de 200 mg/dL.

Obligado es referirse a las “European guidelines on cardiovascular disease prevention in clinical practice: Executive sumary” , que fueron diseñadas y publicadas bajo el liderazgo de la European Society of Cardiology5 así como a las Guías que las diferentes sociedades científicas norteamericanas involucradas en el tema publicaron en 2007 bajo el liderazgo de Lori Mosca45:

¿Cuáles son las prioridades para prevención de ECV en la práctica clínica?

1. Pacientes con ECV ateroesclerótica establecida.
2. Individuos asintomáticos en riesgo CV:

a. Múltiples factores de riesgo que resultan en incremento del riesgo CV total (más de 5% de muerte por ECV en 10 años).
b. Diabetes tipo II y tipo I con microalbuminuria.
c. Incremento marcado de factores de riesgo simples, especialmente si están asociados a daño de órgano blanco.
3. Familiares cercanos de sujetos con ECV ateroesclerótica prematura o de aquellos con particular alto riesgo.

¿Cuáles son los objetivos de prevención CV?

1. Asistir a aquellos en bajo riesgo de ECV e inducirlos a mantener estilos de vida saludables y ayudar a aquellos que están en alto riesgo a reducirlo.
2. Lograr características de estilos de vida saludables:

a. No fumar.
b. Elegir alimentos saludables.
c. Actividad física: al menos 30 minutos de actividad moderada al día.
d. Índice de Masa Corporal (IMC) menor a 25 kg/m2.

e. TA menor de 140/90 mmHg.
f. Colesterol total menor a 190 mg/dL.
g. Colesterol LDL (C-LDL) menor de 115 mg/dL.
h. Glicemia menor de 110 mg/dL.

Lograr un control riguroso en pacientes de alto riesgo, especialmente aquellos con diabetes o ECV establecida:

a. TA menor de 130/80 mmHg o menos.
b. Colesterol total de 175 mg/dL o menos.
c. C-LDL de 100 mg/dL o menos.
d. Glicemia menor de 110 mg /dL y HB glicosilada (HbA1c) menor de 6,5%.

Considerar farmacoterapia en pacientes de alto riesgo, especialmente aquellos con ECV establecida.

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