Meningitis por Meningococo y Haemophilus Influenzae Tipo B

Como resultado de los eventos naturales ocurridos recientemente, se encuentran en carácter de refugiados miles de personas que fueron desplazadas de sus zonas de vivienda y trabajo, y han sido reubicadas en albergues y en centros de refugiados, lo que supone un riesgo potencial para algunas enfermedades, específicamente la meningitis producida por Neisseria meningitidis o Haemophilus influenzae, por lo que deben tomarse en cuenta las siguientes consideraciones:

1. El desplazamiento de un número importante de personas (con el evado porcentaje de población infantil ), supone una mayor incidencia de portadores asintomáticos de N. menigitidis y H.i nfluenzae.

2. Buena parte de las personas que ahora están en condición de refugiados, provienen de zonas donde en épocas recientes se han detectado brotes epidémicos, especialmente de meningitis meningocócica.

3. Un porcentaje importante de estos refugiados permanece en al bergues ubicados en instituciones militares (ej .cuarteles ), donde no sólo la incidencia de meningitis meningocócica es más común que en la población general, si no que además recientemente se han detectado brotes de esta enfermedad.

4. El mismo hecho de poner en contacto a la población militar con la población infantil supone un aumento de riesgo teórico para aquel las personas que habitan en estos albergues.

5. Igualmente, en Venezuela se ha observado en los últimos años un incremento en la incidencia de infección por el meningococo tipo C, con características particulares en cuanto a la susceptibilidad antimicrobiana, exhibiendo patrones de resistencia a la penicilina.

6.La población infantil se encuentra con un mayor riesgo de sufrir una infección por el H. influenzae debido a las características de los albergues y al hecho de que la vacuna contra este mi croorganismo no forma part e de nuestro esquema nacional de vacunación. La recomendación para los médicos o el personal paramédico que laboran en estos albergues es que ante cualquier caso sospechoso con manifestaciones neurológicas compatibles con la posibilidad de meningitis o encefalitis, el paciente debe ser referido de forma inmediata a un centro de atención médica. Igualmente, debe tomarse nota tanto de los posibles contactos, como del número y las características de la población infantil en potencial contacto con el caso índice.

Los centros de salud deben hacer un esfuerzo por aislar en sus laboratorios el microorganismo causante de la meningitis, debido a las connotaciones epidemiológicas para el tratamiento del paciente y los posibles contactos; también debe analizar desde el punto de vista costo – efectividad la conveniencia de evaluar la presencia de portadores crónicos de meningococo, con el fin de decidir si se justifica el tratamiento para eliminar la condición de portador. La inmunización de rutina contra el meningococo generalmente no está recomendada en situaciones de desastre, por su baja eficacia y la corta duración de la inmunidad conferida a la población infantil. En situaciones posteriores a la emergencia, el promedio de casos de meningitis por meningococo no debe exceder 15 por 100.000 por semana en un período de dos semanas consecutivas, ya que esto ha demostrado ser predictivo de una epidemia en la población general. La presencia de los diversos serotipos de Neisseria meningitidis (A, B y C)debe ser confirmada por un laboratorio de referencia, ya que el tipo B no es adecuadamente cubierto por la vacuna. En caso de epidemia, se debería tener una reserva en depósito de vacuna antimeningocócica A y C con el fin de asegurar su disponibilidad inmediata para el control de los brotes, si esto fuera necesario. Actualmente no se justifica la alpicación masiva de la vacuna. Por otro lado, en los contactos cercanos al caso índice sere comienda la administración de quimioprofilaxis; los esquemas de elección en la actualidad incluyen alternativas como rifampicina durante dos días, a la dosis de 600 mg dos veces al día en adultos,10 mg/kg dos veces al día en niños mayores de tres meses y 5 mg/kg, dos veces al día en neonatos.Igualmente, son efectivas las dosis únicas de ceftriaxona de 250 mg vía intra muscular en adultos y de 125 mg en niños, o de ciprofloxacina por vía oral, 500 a 750 mg sólo en el caso de adultos, con la excepción de embarazadas.

La vacuna contra el H.influenzae tipo B ha demostrado un gran impacto en la disminución de meningitis,neumonías y otras enfermedades invasivas provocadas por este germen, en países donde fue introducida en el programa rutinario de inmunizaciones. La enfermedad no es epidémica y por lo tanto no debe ser considerada un problema en situación de de sastre. El potencial de contagio de la enfermedad invasiva por el H. influenzae hasido considerado como limitado. Sin embargo, en la mayoría de las personas con enfermedad invasiva el principal modo de contagio es debido al portador asintomático, cuya tasa es más elevada en poblaciones cerradas o en situación de nacinamiento.

Se ha demostrado que el riesgo de adquirir una enfermedad invasiva en estas poblaciones cerradas a partir de un caso índice es 500 veces mayor que el riesgo endémico de la población general. Un estudio finlandés realizado por Takala y col. después de 4 años de instalado el Programa Nacional de Inmunizaciones, demostró que la colonización por el H.influenzae era menos prevalente en niños vacunados.

En Venezuela, donde esta vacuna no se encuent ra dentro del esquema rutinario de inmunizaciones, la presencia de un caso índice de meningitis por H.influenzae debe hacer adoptar medidas de emergencia quimioprofiláctica en la población en contacto (el medicamento de elección a utilizar es la rifampicina, vía oral, a la dosis de 20 mg/kg/día, hasta un máximo de 600 mg, durante 4 días). En la actualidad, en momentos de desastreno se justifica la aplicación masiva de esta vacuna, pero sí se debe considerar la conveniencia de incluir la vacunación contra el H.influenzae dentro del esquema rutinario de inmunización como lo sugiere la OPS, lo cual ya ha sido realizado por casi todos los otros países latinoamericanos.

Cólera

Hasta la semana 50 de 1999 se informaron 341 casos de cólera, considerándose zonas de mayor riesgo a los estados Miranda, Vargas, Nueva Esparta, Táchira y Sucre. Sin embargo después de desastres no se han documentado a corto plazo brotes a gran escala. La vacuna tradicional para el cólera presenta una baja eficacia y una alta reactogenicidad, por lo cual no está recomendada. En cuanto a las nuevas vacunas que pudieran ser alternativas, no se dispone en la actualidad de información que sustente su uso. Por tanto siguen siendo las medidas de control de enfermedades originadas por el consumo de agua y la disminución de la ingestión de pescado crudo, la forma más adecuada de controlar la enfermedad. No se justifica la aplicación masiva de la vacuna

Fiebre tifoidea

La vacuna tradicional de células muertas presenta una baja eficacia y alta reactogenicidad, por lo cual no es recomendada para el control de epidemias. La vacuna viva atenuada oral requiere un esquema de cuatro dosis y una infraestructura especial, ya que es muy termolábil. La vacuna de polisacárido es efectiva sólo en mayores de dos años. No se justifica la aplicación masiva de la vacuna.

Hepatitis B

La vacuna contra la hepatitis B debe ser considerada dentro del esquema rutinario de inmunizaciones del país, para toda persona mayor de seis meses de edad. En condiciones de desastre no se justifica la aplicación masiva de la vacuna, ya que el mecanismo de transmisión de la enfermedad es clásicamente por vía sexual, transfusional o ambas.

Finalmente, se sugiere que la política de inmunización que se adopte, debe ser decidida solamente por los organismos rectores competentes al nivel nacional. Las organizaciones de voluntarios no deben decidir sobre la administración de vacunas en forma autónoma. Lo ideal es formular una política de carácter nacional como parte de la planificación preventiva en situaciones de desastre.

Consideraciones sobre la tuberculosis

La tuberculosis es una enfermedad infecciosa crónica de amplia distribución en todo el país. Una vez superada la primera fase de la catástrofe, la movilización de grupos poblacionales hacia otras áreas geográficas y su permanencia en albergues o zonas de refugiados por tiempo prolongado, puede aumentar el riesgo de aparición y transmisión de esta enfermedad, por lo que hay que tomar en cuenta las siguientes consideraciones y recomendaciones:

1. Dentro del grupo de damnificados puede haber pacientes que estaban en tratamiento previo al desastre; es indispensable notificar estos casos a las autoridades sanitarias para garantizar la continuidad del tratamiento y evitar así recaídas, manteniendo un estricto seguimiento de su evolución con la suficiente provisión de medicamentos.

2. Toda persona que presente sintomatología respiratoria (tos o expectoración) por más de dos semanas, debe recibir atención médica para su evaluación diagnóstica, la cual debe incluir baciloscopia y de ser ésta positiva, debe darse tratamiento precoz e identificar a los posibles contactos.

3. La sobrepoblación y el hacinamiento son una realidad común en condiciones de albergues y refugios. La presencia de un paciente con bacilo tuberculoso en el esputo (bacilífero) que no esté controlado médicamente, constituye una activa y rápida fuente de transmisión al resto de las personas que allí se encuentran.

4. Si el paciente presenta mal estado general de salud o sufre complicaciones graves, debe ser referido inmediatamente al centro hospitalario de su área de influencia para un adecuado tratamiento.

5. Pacientes con tuberculosis que reciben un tratamiento adecuado no deben ser aislados en los albergues o refugios o separados de sus familiares; sin embargo deben tomarse las medidas necesarias para controlar su buena evolución, así como la de sus contactos asintomáticos.

6. Todo paciente con tuberculosis que estando bajo tratamiento presente nuevamente fiebre, tos, expectoración o empeoramiento de sus condiciones generales, debe ser reevaluado médicamente para descartar una reactivación de la enfermedad y tomar las medidas necesarias tanto para la persona como para los posibles contactos.

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