La Partera Tradicional en Colombia: Una Realidad a Mil Voces

En Colombia, a pesar del aumento significativo del número de partos atendidos institucionalmente por profesionales (en el año 2003 era de 93,5% frente a 39% atendido por parteras);(12) la atención del parto en el hogar sigue siendo importante sobre todo en las zonas rurales apartadas, en las cuales las vías de comunicación, los costos de los traslados, el bajo acceso a los servicios de atención sanitaria y las tradiciones culturales en torno al nacimiento en el hogar; han hecho de las parteras tradicionales una figura de mucha importancia en las vidas de estas personas.

Son varias las razones por las cuales las parteras tradicionales se han consolidado en el ámbito sanitario no formal en Colombia y América Latina. Algunas de éstas son:

• En América Latina, dada las difíciles condiciones socioeconómicas de la región, los sistemas de salud se han caracterizado por tener una baja cobertura de la población más pobre y una pésima calidad de los servicios sanitarios. A lo anterior se adiciona los problemas de inaccesibilidad de la población, sobre todo de los que residen en zonas rurales apartadas.

En Colombia, el problema se agudiza con el desarrollo del conflicto social y armado, y el consecuente abandono del Estado colombiano de grandes regiones rurales donde la guerra se desarrolla con mayor crudeza. La ausencia parcial de una política de inversión social en áreas como la educación y la salud, entre otras, empeora las condiciones de vida del campesinado ya de por sí difíciles a causa del conflicto interno.

• A pesar de los grandes esfuerzos por disminuir las tasas de natalidad y de fecundidad, aún se mantienen altas. En el caso de la primera fue de 22,31 por 1000 habitantes y en la segunda de 77,8 por mil mujeres en 2004.(12)

A lo anterior se agrega que la mortalidad materna perinatal en Colombia ocupa la segunda causa en el grupo de edades comprendidas entre los 15 y 44 años (13) y ha tenido una presentación irregular en los últimos años, presentando una disminución sostenida en períodos específicos y aumento en los últimos años. Este indicador pasó, en el período de 1992 a 1996 de 89,8 a 71 por 100.000 nacidos vivos en el 1998. (12) Sin embargo, para 2003, según el Ministerio de la Protección Social, fue de 104, 9(14) y en 2004 de 98,6(12) por 100.000 nacidos vivos.

También es de destacar las disparidades de este indicador en las diferentes regiones del país y en los diferentes grupos sociales. Por ejemplo, hay una brecha importante entre las muertes reportadas en las regiones urbanas y las rurales, siendo mayor en la primera; entre los departamentos más desarrollados como Cundinamarca y Antioquia y los más atrasados y alejados; además con predominio de zonas rurales como Guainía, Caquetá, Guaviare y Chocó. En los primeros, se reporta un número mucho menor que en los segundos. (13)

Un ejemplo de lo anterior fue que la atención institucional de la gestación, el parto y el puerperio presentó una importante disparidad entre las mujeres residentes en las zonas rurales en relación con las que viven en las urbanas. En las primeras, para el año 2000, sólo 70,8% recibió atención prenatal, 56% tuvo acceso al parto institucional y 15% de las mujeres de zonas rurales fueron atendidas durante el puerperio.(15) Señala la misma fuente, que es mayor la fecundidad de la mujer rural, de menor nivel educativo y que éstas presentaban una peor situación socioeconómica en relación con las mujeres que residen en las áreas urbanas. (16)

• Los problemas de acceso cultural de la población rural a los servicios sanitarios. Históricamente los eventos de la gestación, el parto y el puerperio han sido considera-dos como sucesos íntimos de la vida de la mujer que involucra el pudor de esta y son asumidos como cosas de propias de las mujeres. Por esto, en el caso del parto, el ambiente del hogar propio o de la partera forma parte de la intimidad, la solidaridad y la calidez necesarias para que el parto salga bien. (16)

Lo anterior es parte de los resultados del estudio cualitativo que realizaron Medina y colaboradores en 2001 bajo el título “Salud sexual y reproductiva en el Magdalena Medio: caracterización socio antropológica”; los cuales expresaron además, que a pesar de la problemática para el acceso de las mujeres a los servicios en salud de la región, la preferencia por el cuidado de la partera durante el parto, se relaciona directamente con los problemas de acceso cultural a los servicios de salud; con los cuales, las mujeres expresaron su desacuerdo por la infraestructura fría, poco cómoda, la imposibilidad de estar acompañada por su familia y el trato de los profesionales de la salud. (17)

Reafirmando lo anterior, Tarqui-Ma-mani y Barreda-Gallegos,(18) concluye-ron en su estudio “Elección y preferencia del parto domiciliario en Callao, Perú” que dentro de los factores para que la mujer elija tener sus hijos en la casa y sea atendido por un agente tradicional se encuentra la gran distancia cultural entre la población y los servicios de salud y que pueden incrementar el rechazo a la atención institucional y a los agentes profesionales de salud.

Este último elemento, la cultura en preferencia de la atención de la partera tradicional, a pesar de los grandes adelantos científicos y de que es válido reiterar que no son para todos, es de gran importancia en la consolidación de la figura de la partera tradicional en Colombia y América Latina.

Los cuidados que brinda la partera tradicional están inmersos en un siste-ma de cuidados genéricos que hacen referencia “Al conocimiento y a la habilidad tradicionales y populares aprendidos y transmitidos que se usan para facilitar las acciones de asistencia, apoyo, capacitación y facilitación para con otra persona, grupo o institución que presente una necesidad evidente o prevista de mejora del modo de vida humano (o del bienestar, o de afrontar impedimentos físicos o mentales, o la misma muerte)”. (19)

Al analizar los cuidados genéricos, hay que partir de la reflexión sobre la anti-güedad de la acción de cuidar y como éste ha sido parte de la perpetuación de la continuidad de la vida humana. En esto coinciden varios autores, en-tre ellos una de las historiadoras de la Enfermería, Colliere, la cual refiere que “Cuidarse, cuidar y ser cuidado son funciones naturales indispensables para la vida de las personas y la so-ciedad, en tanto son inherentes a la supervivencia de todo ser vivo. Al cui-dar se contribuye a promover y desa-rrollar aquello que hace vivir a las per-sonas y a los grupos. Es así como el cuidar representa un conjunto de ac-tos de vida que tiene por objetivo ha-cer que ésta se mantenga, continúe y se desarrolle”. (20)

Reafirmando lo anterior, Rodríguez y colaboradores(21) en una reflexión acerca de este tema, refieren que “Cuidar es tan viejo como el mundo y tan cul-tural como la diversidad que caracte-riza la humanidad. La práctica del cui-dado es un fenómeno universal, pero las experiencias, procesos y modelos de cuidado varían de una cultura a otra. Han existido como instinto de conser-vación de los pueblos desde que el ser humano existe y ha necesitado de cuidados para subsistir. Se han lleva-do a cabo en todas las comunidades y en todas las épocas, pero de forma diversa ya que el proceso salud-enfer-medad es un fenómeno social, y no se considera la misma enfermedad ni se tiene la misma visión de ella en to-das las comunidades, ya sea entre sus distintos, o entre dos momentos histó-ricos de un mismo grupo”.(22)

El concepto de cuidado está íntima-mente relacionado, y se pudiera afir-mar, que en una dependencia con la cultura; ya que, según el mismo autor, que los conceptos de salud y la enfer-medad son conceptos socialmente cons-truidos. La cultura los define y los ti-pifica; les asigna un determinado sig-nificado al hecho de estar enfermo o sano y hace que se asocie con ello una determinada consideración social. Ca-da cultura, a su vez, crea su propio con-texto terapéutico, es decir señala las alternativas y circunstancias más ade-cuadas para recuperar la salud, como también los procedimientos para con-seguir esta recuperación.(22)

En torno a las formas de cuidarse y el significado que se le otorga a éste en las diferentes culturas, se materializa-da el patrimonio de un pueblo consti-tuido por las prácticas y conocimientos determinados por la cosmovisión del mundo y las creencias entorno a la sa-lud y a la enfermedad. Esto define la forma como una cultura construye las prácticas de cuidado. En este patrimo-nio es en el cual se materializa el que-hacer, prácticas de cuidados e impor-tancia de la partera tradicional.

Y es que, a través de la historia, la for-ma de cuidado, de entender su signifi-cado, de practicarlo y de asumir la responsabilidad frente a éste, ha sido una construcción cultural materializada en un patrimonio de prácticas, ritos, creen-cias, actitudes, representaciones y co-nocimientos que una cultura tiene al-rededor del cuidado, en la que la his-toria, la ciencia y la misma cultura han cumplido un papel muy importante en su evolución, pues han contribuido a la construcción de este patrimonio y han dado dirección al cuidado de la vida y la salud.

Según Lipson(22) la cultura se puede de-finir con dos significados. El prime-ro como ideas, en el cual se contempla la cultura desde la perspectiva de sus orígenes mentales (significados, ideas y conocimientos). La cultura suminis-tra un mapa conceptual y una guía pa-ra actuar e interpretar nuestra expe-riencia. El segundo, cómo comporta-miento que es vista desde la perspec-tiva de las condiciones materiales de existencia tales como recursos o dine-ro. Esta perspectiva describe a una cul-tura dada definiendo como se compor-ta la gente y no como ellos piensan. En otras palabras, las fuerzas econó-micas, la conciencia de clase social y las diferentes formas de organización social, son las bases del cambio socio-cultural.

Partera de Cotacachi Zona An-dina

En este sentido, la misma autora plan-tea la relación de la cultura con las prác-ticas de cuidado. Estas relaciones son:

1. La visión del mundo, que hace re-ferencia a la visión que sobre la vi-da tiene un grupo cultural específi-co.
2. Las explicaciones sobre la enferme-dad y expectativas acerca del cui-dado es lo que marca la diferencia entre los denominados “illness y di-sease”.
3. La comunicación transcultural ha-ce referencia a las barreras del len-guaje, la comunicación no verbal, el estilo de comunicación y las orien-taciones sobre el tiempo.(22)

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