De la Academia, Los Médicos y la Medicina en el Proceso de Independencia

Hugo Armando Sotomayor Tribín, MD*

Para entender la relación que hubo entre los médicos y la medicina del Virreinato de la Nueva Granada con el proceso y la guerra de la Independencia es necesario conocer, primero que ellos y ella se relacionan con las guerras, principalmente en seis instancias; segundo, que en las guerras, históricamente los médicos han tenido principalmente tres papeles: como médicos propiamente dichos, como militares y como políticos, y tercero, contextualizar la medicina que se ejercía desde mediados del siglo XVIII en Occidente en general, y en el Virreinato en particular.

La guerra ha sido un campo en el cual la medicina como disciplina ha aportado significativos ayudas y del cual la medicina ha recibido importantes estímulos para su progreso como rama del saber y del hacer. La guerra ha sido y es uno de los mayores desastres antrópicos complejos por su estela de enfermedades infecciosas, psicológicas y nutricionales, entre otras. En las guerras el ser humano ha recurrido y recurre a prácticas de envenenamiento de alimentos y aguas y contagio de enfermedades sobre sus adversarios. Los conflictos armados, con su corolario de heridos y enfermos siempre han sido, en menor o mayor grado, estímulos para la organización de redes logísticas de asistencia médica, y, en la medida del desarrollo del derecho de gentes y del derecho internacional humanitario, de riesgos para el personal médico en función de sus actividades propias. El clima de odio que las guerras activan en el hombre y el marco político, étnico, religioso y científico en que ellas se desarrollan, ha sido propicio para prácticas abusivas sobre prisioneros y adversarios por parte de algunos médicos.

Para finales de la segunda mitad del siglo XVIII en Europa la medicina estaba sufriendo grandes cambios gracias a la incipiente mentalidad anatomopatológica, que ya comenzaba a calar en la mente de varios de los más avanzados médicos, y a la clínica- el arte y el método para estudiar al enfermo desde la perspectiva ya no desde la teoría de los humores sino desde la idea que las enfermedades se asentaban en las estructuras que la anatomía describía – que cada vez tenía mayor aceptación gracias a trabajos, como los Aforismos, de tanta aceptación en toda Europa, del médico holandés Hermann Boerhaave (1668-1738) que había hecho del examen al lado del lecho del enfermo y la diferenciación entre el signo y el síntoma los pilares de esta nueva mirada.

En 1752 apareció la primera obra sistemática sobre medicina militar. Ella fue escrita en inglés por Jhon Pringle y luego traducida al francés y de éste al castellano en 1775, con el título Observaciones acerca de las enfermedades del exercito en los Campos y Guarniciones. (Figura 1.)

Las enfermedades del exercito en los Campos y Guarniciones

Figura 1

Para 1768 ya la medicina disponía, gracias a los trabajos del francés Francois Boissier de la Croix de Sauvages, de una clasificación de las enfermedades que seguía el esquema propuesto para la naturaleza por el médico botánico sueco Carlos Linneo gracias a la obra Nosologia methodica, sistens morborum classes, genera et species juxta Sydenhami mentem et botanicorum ordinem En 1775 el médico austriaco Johann Peter Frank (1745–1821) comenzó con la publicación de su obra, System einer vollständigen medicinischen Polizey (A Complete System of Medical Policy) terminada de publicar seis años después de su muerte, en 1827, y en la que sentó lo que a finales del siglo XIX se llamaría la medicina social, gracias a la insistencia sobre los fenómenos sociales en las enfermedades, y a su famosa frase «la miseria es la madre de la enfermedad».

Hasta la Revolución de los Comuneros de 1781, el centro geopolítico del Virreinato de la Nueva Granada se ubicaba en la costa Caribe, en especial Cartagena, debido a que allí, en esa costa, era donde se daban los ocasionales encuentros militares entre España y sus principales contrincantes europeos: Inglaterra y Francia ( Figura 2).

Moneda conmemorativa de los ingleses
Figura 2. Moneda conmemorativa que los ingleses mandaron a acuñar previo al ataque y sitio de Cartagena
por el almirante Edwar Vernon en 1741, en la que aparece rendido Don Blas de Lezo al almirante inglés.
El sitio fracasó.

Esta realidad política militar fue la responsable de que, entre otras cosas, en Cartagena hubiese un batallón fijo y una calle del Cuartel y, en Santafé, no; y que la Corona Española cada vez recabara más impuestos para sostener sus armadas.

La exigencia, cada vez de mayores impuestos a los productores campesinos granadinos, fue lo que hizo que la campesina Manuela Beltrán, el 16 de marzo de 1781, diera el grito que iniciara la Revolución de los Comuneros, de “viva el Rey y muera el mal gobierno. No queremos pagar la armada de Barlovento”.

Al activarse la marcha comunera hacia Santafé y llegar a Zipaquirá, el gobierno español, consciente de que no tenía fuerzas militares asentadas en Santafé para disuadir o disolver la marcha, resolvió firmar capitulaciones, ayudado por el arzobispo Antonio Caballero y Góngora, mientras secretamente ordenó la movilización hacia Santafé de las fuerzas militares asentadas en Cartagena. Con su arribo el gobierno español desconoció el acuerdo al que había llegado con los Comuneros. El centro geopolítico del Virreinato pasó definitivamente a Santafé, y con éste el batallón y su médico.

El 1801 se inician los estudios médicos en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, dirigidos por José Celestino Mutis y el religioso de la comunidad de San Juan de Dios, el médico, examinado por Mutis, Miguel de Isla. ( Figura 3)

Miguel de Isla

Figura 3. Miguel de Isla

El 30 de diciembre de 1803 se inicia un esfuerzo sanitario inédito en el Imperio Español, la Real Expedición de la Vacuna, dirigida en su conjunto por Francisco Javier Balmis, y en el Virreinato con su segundo a bordo, José Salvany.

La llegada de la Real Expedición de la Vacuna, – de la vacuna de Jenner contra la viruela- hizo que tras su arribo a las ciudades de Cartagena el 14 de mayo, y a Santafé el 17 de diciembre de 1804, y en otras, se constituyeran las primeras organizaciones propiamente sanitarias en el Virreinato y se expidiera el Reglamento para la conservación de la vacuna en el Vireynato de Santafé formado por el excelentísimo virrey Amar y Borbón de orden de S. M., en 1801. (Figura 4).

Vacunacion en el vireynato de santafe

Figura 4

El distinguido médico cirujano y hombre de ciencia, el gaditano José Celestino Mutis, tan al tanto de los desarrollos de las ciencias y la medicina de Europa y quien mantuvo una fluida comunicación con el médico y naturalista sueco Carlos Linneo, supo aprovechar y sistematizar el conocimiento obtenido de sus conversaciones con los yerbateros y curanderos indígenas y  mestizos de la Nueva Granada. De estos con seguridad se enteró de los árboles de la quina y de los arbustos de ipecacuana   que tanto estudió y recomendó.

Mutis en 1785 escribió, con seguridad, basándose en las observaciones recogidas de militares españoles, el documento “Para las enfermedades agudas que se padecen en el Darién, según las observaciones de las mismas epidemias que frecuentemente ocurren en todos los temperamentos calientes y húmedos de esta América” que “… hacer tragar al enfermo la quina a puñados…” y estableció en su “Plan de curación de la disentería” en un documento firmado en Santafé de Bogotá el 19 de diciembre de 1803: La corteza de la quina… Ipecacuanha, … Opio crudo.

Pedro Fermín de Vargas y Sarmiento (1762 – ¿1810?), quien al huir a finales del siglo XVIII del Virreinato se asentó en Cuba, en donde ejerció la medicina, de alguna manera coincidía con lo que escribiera Frank cuando en su Memoria sobre la población de Reino, escrita en 1789, señalara: De esta manera destruida la población de este reino por la espada, por las minas y enfermedades… y en Las constituciones hospitalarias, escritas en 1790 pensando en el hospital de Zipaquirá, buscó que los hospitales tuvieran mejoras en la higiene de sus instalaciones y para los enfermos.

Antonio Nariño y Álvarez (Bogotá 1765 – Villa de Leyva 1823) en su condición de autodidacta y por la escasez de médicos titulados en el Virreinato, a finales del siglo XVIII, se desempeñó, entre otros oficios, como médico de pobres (hay documentos que prueban que recetaba gratis); tenía en su biblioteca, de 700 volúmenes que le fue secuestrada, su detención, en 1794, después de publicar la Declaración Universal de los Derechos del hombre, la obra, en castellano, del médico militar ingles Observaciones acerca de las enfermedades del exercito en los Campos y Guarniciones.

En el año de 1808 y en pleno funcionamiento la escuela de Medicina del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, el médico, a órdenes del emperador francés Napoleón, Jean –Nicolás Corvisart, tradujo del latín al francés, con gran acogida, la obra que con el nombre de Inventum Novum, el médico austríaco Leopoldo Auenbrugger, había presentando a finales del siglo XVIII, la técnica de la percusión torácica, con poco éxito.

Para el año de 1810, el médico y abogado cartagenero egresado del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, José Luis Fernández Madrid y Fernández de Castro, publicó en el Memoria 6 del Semanario del Nuevo Reino de Granada su trabajo Sobre la naturaleza, causas y curación del coto, alarmado como muchos otros, por el problema del coto o bocio en el Nuevo Reino. (Figura 5)

Acta de Independencia de Santafé

Figura 5

Los hechos dados en Santafé el día 20 de julio hicieron que se produjeran alineamientos de las diversas posiciones personales existentes en el conjunto de los habitantes de la ciudad, y entre ellos las de los médicos.

El Acta de Independencia de Santafé, firmada el 20 de julio de 1810, tiene entre sus firmantes a médico santafereño Juan María Pardo. El médico español Jaime Serra que atendía a las seis unidades militares españolas asentadas en Santafé de Bogotá hasta el 20 de julio de 1810, pasó a partir de ese momento, por la fuerza de los acontecimientos, a ser cirujano del Batallón Provincial de las fuerzas armadas de Cundinamarca, cuyo primer presidente fue el naturista y médico Jorge Tadeo Lozano, que el 19 de septiembre de 1811, fue derrocado por Antonio Nariño, quien asumió la presidencia.


* Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina de Colombia. Conferencia Presentada el día 22 de julio de 2010 en la Sesión Solemne que la Academia Nacional de Medicina de Colombia realizó en Conmemoración del Bicentenario de la Independencia.

Las diversas y opuestas posiciones políticas que surgieron entre los granadinos tras las declaraciones de independencia de las diversas provincias en que estaba constituido el centro del Virreinato de la Nueva Granada, rápidamente llevaron a confrontaciones armadas entre los bandos. En 1810 las provincias que conformaban el virreinato eran Veragua, Panamá, Antioquia, Cartagena, Casanare, Mariquita, Pamplona, Citará, Popayán, Santafé, Tunja, Santa Marta, Riohacha, Socorro y Neiva. En varios lugares de la Nueva Granada se establecieron juntas supremas de gobierno al estallar el grito de revolución. Estas fueron: Cartagena (del 22 de mayo al 14 de junio), Cali (3 de julio), Pamplona (4 de julio), Socorro (10 de julio), Santafé de Bogotá (20 de julio), Popayán (del 5 al 11 de agosto), Mompox (6 de agosto), Santa Marta (10 de agosto), Antioquia (31 de agosto), Quibdó (16 de septiembre), Neiva (22 de septiembre) y Nóvita (27 de septiembre).

La lucha entre los centralistas comandados por el presidente de Cundinamarca, Antonio Nariño, contra los federalistas, las Provincias Unidas, liderados desde Tunja por Camilo Torres, al desembocar en confrontaciones armadas hizo que las tropas movilizadas fueran acompañadas por médicos.

Por ser la escuela de medicina del Colegio Mayor del Rosario la única en funcionamiento en 1810, y estar en Santafé, esta parece ser una buena razón para explicar por qué la mayoría de los médicos del que se conocen sus nombres sirvieron en las huestes de Antonio Nariño: El médico cirujano que acompañó a las huestes de Cundinamarca para respaldar la decisión de San Gil de separarse del Socorro y que partió de Santafé el 12 de enero de 1812 fue José Joaquín García; se sabe que el director de la cátedra de medicina del Rosario, el Dr. Benito Osorio, también prestó asistencia a la milicia patriota del Batallón de Artillería a partir de 1811, y que José Félix Merizalde asistió a las tropas de Cundinamarca.

En medio de la confrontación entre centralistas y federalistas llegó a Popayán el médico militar estadounidense Alejandro Macaulay con permiso obtenido en Tunja, de Camilo Torres. A este médico militar, después de que impidiera el 27 de abril de 1812 que Popayán cayera en manos de los patianos realistas, le fue encomendada una operación para que liberara al patriota Joaquín Caicedo retenido en Pasto, y a desalojar de allí a las tropas realistas. Se liberó a Caicedo, no se tomó a Pasto y los patriotas pudieron tomar la vía de regreso a Popayán.

En ese regreso, Caicedo y Macaulay con su tropa, fueron asaltados y tomados prisioneros por los pastusos. El 26 de enero de 1812 les llegó la orden de fusilamiento. El 26 de enero de 1813 murieron en el patíbulo realista los primeros patriotas por la independencia: Joaquín Caicedo, el médico norteamericano Alejandro Macaulay, el quinto de los oficiales y el diezmo de los soldados hechos prisioneros.

La guerra de Cundinamarca contra las Provincias Unidas culmina en enero de 1813 con el triunfo de Nariño y la formación de un solo gobierno.

Entre los meses de enero y abril de 1813 Bolívar y sus oficiales, partiendo de la Nueva Granada, liberaron las provincias de Mérida, Trujillo, Barinas y Caracas. Los patriotas fueron asistidos por el médico granadino, Miguel Ibáñez y por Tomás Villamizar, capellán y cirujano del hospital de Pamplona de la orden de los hermanos de San Juan de Dios. Aquí hay que recordar que para finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX los hospitales de las ciudades principales de la Nueva Granada estaban administrados por la comunidad de los Hermanos de san Juan de Dios, a excepción del de Popayán, administrado por la comunidad de los Betlemitas.

El 15 de junio de 1813 Simón Bolívar dicta, en Trujillo, Venezuela, en horas de la madrugada, la famosa proclama de Guerra a Muerte. En ella dice al final: «¡Españoles y Canarios! Contad con la muerte aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. ¡Americanos! Contad con la vida aun cuando seáis culpables».

La tropa de Antonio Nariño que salió de Santafé de Bogotá el 21 de septiembre de 1813, con la bandera de Guerra a Muerte, hacia Popayán, fue acompañada por el médico sacerdote Antonio Macario (Macary).

La presencia de los médicos mencionados en las huestes de Cundinamarca y del sacerdote médico Antonio Macary en la Campaña del Sur que Nariño comandó, deja ver con claridad que este granadino tenía sobre la logística médica, posiblemente producto, entre otras cosas de la lectura del libro de John Pringle Observaciones acerca de las enfermedades del exercito en los Campos y Guarniciones que reposaba en su biblioteca. Macary fue hecho prisionero por los españoles y providencialmente, en medio de la Guerra a Muerte, no fue fusilado.

Se sabe que entre las tropas antioqueñas, que llegaron tarde a apoyar a Nariño en su Campaña del Sur, venía el cirujano José Antonio Velásquez. Nariño fue derrotado y hecho prisionero en Pasto el 14 de mayo de 1814.

En febrero de 1814, Juan Bautista Arismendi, por órdenes de Bolívar, y del espíritu de la Guerra a Muerte, mandó fusilar a 886 prisioneros españoles en Caracas, y a los enfermos españoles del hospital de La Guaira.

En 1814 el medio de la lucha entre patriotas y realista el cartagenero, párroco firmante de la radical Acta de Independencia de Mompox, Juan Fernández de Sotomayor y Picón (1777-1849), alumno del Seminario de San Carlos de Cartagena y del Colegio del Rosario, publicó en Cartagena su revolucionario Catecismo o Instrucción Popular, en el que legitimaba la Independencia. ( 6)

Catecismo o Instrucción Popular

Figura 6

Bolívar derrotado en Venezuela, regresa de nuevo a la Nueva Granada. El 1 de diciembre de 1814 salió de Tunja la fuerza comandada por Bolívar, que sitiaría y se tomaría a Santafé de Bogotá. En ella venía el médico venezolano Pedro León Caldera. En su marcha sobre Bogotá en diciembre de 1814, las huestes del caraqueño, en cercanías a Chía, “Toparon a Lorita, un español médico y lo mataron”.

Tomada Santafé, las huestes de Bolívar que marcharon, a principios de 1815 sobre Santa Marta, al llegar a Mompox fueron atendidas en el hospital de San Juan de Dios de esa localidad. Entre ellos, Pedro León Caldera. Por la negativa del gobierno de Cartagena de apoyar la expedición de Bolívar contra la realista Santa Marta, el gobierno de La Unión autorizó al venezolano a marchar contra Cartagena. En respuesta a esta acción armada, el gobierno de la ciudad ordenó quemar casas y envenenar los pozos de agua dulce que pudieran aprovechar las tropas de Bolívar.

La ya restaurada monarquía española envía para restablecer el control sobre la Nueva Granada una importante fuerza militar respalda por un no menos importante dispositivo logístico médico. El ejército español, comandado por Don Pablo Morillo y su segundo Pascual de Enrile, con más de diez mil hombres, después de una estadía y operaciones militares en Venezuela, llegó a Santa Marta el 15 de julio de 1815. “Todos estos hombres traían un parque de artillería de sitio para atacar una plaza fuerte de segundo orden y equipo para dos hospitales , uno fijo o estacionario y otro ambulante, con un médico en cada batallón de infantería, más no en los regimientos de caballería, según reglamento del Consejo de Regencia de 1812

Esta fuerza expedicionaria española decide tomarse a la insurrecta Cartagena. El sitio a la ciudad amurallada se inicia el 1 de septiembre de 1815 y termina el 1 de diciembre de 1815. “Perecieron a manos del hambre 6.613 individuos es decir la tercera parte de la población”. Los españoles en medio del espíritu de la Guerra a Muerte, le dieron muerte a “… los enfermos de lepra alojados en Caño de Loro de Tierrabomba…”. A los cartageneros asediados los asistieron los hermanos de San Juan de Dios y algunos médicos como el venezolano Pedro León Caldera.

Los españoles en el sitio de Cartagena se ocuparon por sus heridos y enfermos. Estos fueron atendidos por los médicos de la expedición en hospitales que montaron en Sabanalarga, Arjona y Turbaco. “La mayor parte de las defunciones fueron causadas por las picaduras de los mosquitos, las cuales producían unas llagas gangrenosas en las piernas, que causaban la muerte si no se hacía muy pronto la amputación de dichas extremidades. También abundaron mucho entre los sitiadores las disenterías escorbúticas”.

Tomada la amurallada Cartagena, la fuerza expedicionaria de Pablo Morillo, en una disposición de tenaza convergente- por el río Atrato, el río Magdalena y Ocaña- se propuso tomar a Santafé, meta que logró el 6 de mayo de 1816.

Ante el avance de las tropas realistas sobre Santafé se presentaron discusiones y disensiones entre las fuerzas patriotas asentadas en la ciudad.

Las fuerzas comandadas por el general francés Manuel de Serviez, y en las que estaba de segundo el coronel Francisco de Paula Santander se sublevaron del mando del gobierno, y partieron, hacia Casanare, para desde allí encontrarse con las fuerzas del general venezolano Rafael Urdaneta.

Mientras esto ocurría el médico-abogado Presidente- desde el 14 de marzo, tras la renuncia de Camilo Torres como Presidente de las Provincias Unidas- José Fernández Madrid huyó hacia el sur. Según el testigo excepcional de la época José María Caballero el día 3 de mayo de de 1816 el Presidente José Fernández Madrid “… mandó clavar la artillería que estaba en Bogotá (Funza), y la noche del día 2 se fue con cuatrocientos hombres, con toda la Guardia de Honor y todo el dinero que pudo.” Madrid perseguido después de la derrota en Chuchilla del Tambo, cae prisionero en la población de Chaparral y allí dirige al vencedor una misiva implorando su generosidad y ofreciendo adhesión a la causa del rey.

Tras el ingreso de las tropas realistas a Santafé se declaró en la ciudad una epidemia de viruela que hizo que el gobernador español impuesto por Morillo desde el mes de mayo de 1816, Antonio Casano, auxiliado por los médicos de la expedición pacificadora española Fernández de la Reguera y Lorenzo Bandini, dictara providencias sanitarias para remitir el fluido vacunal a diversas partes del país. En la ciudad se organizaron cinco hospitales para enfrentar la epidemia: el Hospital de San Juan de Dios, ubicado entre las carreras 9 y 10 y las calles 11 y12; Hospital en la calle de Las Cunitas, ubicado en la carrera 9 entre calles 12 y 13; Hospital de Convalecientes, ubicado entre las carreras 7 y 8, y las calles 12 y 13; Hospital de San Fernando, en el Hospicio de Hombres en la carrera 7 entre calles 17 y18; y el Hospital Militar, en el Convento de los Dominicos de Las Aguas en la carrera 3 con calle 19 ( Figura 7)

Hospitales Fundados Sta Fe de Bogota

Figura 7

Los médicos granadinos residenciados en Santafé fueron hechos prisioneros por Pablo Morillo. Aquí una lista: José Joaquín García, José Félix Merizalde, Pedro Lasso de la Vega, José C. Zapata (ayudante de cirugía médica), Santos González (ayudante de cirugía médica), Benito Osorio (ayudante de medicina), Domingo Hernández (ayudante de farmacia), Luis Lozano Moya (practicante de medicina), y Rafael Mendoza (practicante de medicina)

Por su activa participación en política, el primer presidente de Cundinamarca, el naturalista y médico Jorge Tadeo Lozano fue fusilado el 6 de julio de 1816.

Los cinco hospitales de Santa Fe de Bogotá dedicados a enfrentar la epidemia de viruela, quedaron a partir del 16 de noviembre de 1816, bajo la supervisión del médico mayor del ejército expedicionario, Pablo Fernández de la Reguera, doctor médico, químico y boticario. Este médico en su calidad de Director e Inspector de Hospitales de Santa Fe de Bogotá, citó a reuniones a los miembros de la Real Academia de nuestro monarca el Señor Don Fernando VII y de nuestra Reyna y señora Isabel Francisca de Braganza”, fundada el 29 de diciembre de 1816, para el primer jueves de 1817.

Mientras esto ocurría en Santafé de Bogotá , ese mismo año de 1816, el médico francés René Théophile Hyacinthe Laënnec fue nombrado médico jefe del Hospital Necker de París e inventó el estetoscopio que se convertiría en el instrumento por antonomasia que hizo que la clínica subiera a lugares insospechados a lo largo de todo los siglos XIX y XX.

Con los españoles controlando la Nueva Granada, los patriotas venezolanos hacen contactos con los enemigos europeos de España en busca de su apoyo. A finales de 1817 los británicos se hicieron a la mar en 5 navíos: Britania, Dowson, Emerald, Indian y Prince, de los cuales el penúltimo zozobró en una tormenta apenas zarpó. La expedición de 5 regimientos, con un total de 800 hombres, salió acompañada por un grupo de médicos – cirujanos en cada uno de los regimientos. Esta Legión Británica constituida por ingleses, irlandeses y otras nacionalidades europeas, veteranos de las guerras napoleónica, recibida por Bolívar en Angostura, Venezuela, el 21 de enero de 1818, sufrió, en su desplazamiento posterior a la Isla Margarita, la muerte de 360 hombres, de los cuales 21 eran oficiales, a causa de las “fiebres malignas”, probablemente la fiebre amarilla. Urdaneta en carta dirigida Bolívar en mayo de 1818 informa que: “La columna de tropas inglesas que llegó a esta isla el mes pasado está reducida a 500 hombres; los demás han muerto, y de estos 500 sólo puede contarse con la mitad, pues los otros están en el hospital de Pampatar”.

Iniciada la marcha de las huestes patriotas por los llanos venezolanos el cirujano mayor de la expedición era el inglés N. Wieldern, el inspector general de los hospitales militares era el inglés Thomas Foley, el cirujano mayor de la legión irlandesa era George Mayne y los cirujanos del batallón Rifles eran Hugo Blair y Stephen Mc Davit.

Aunque Bolívar, había asignado al cirujano John Roberton para encargarse de los hospitales de la Nueva Granada, éste no logró tal cometido por morir ahogado al atravesar el río Arauca.

En la medida que la guerra continuaba, españoles y patriotas se preocuparon por garantizar el apoyo médico de sus hombres.

La movilización de recursos médicos fue total por parte de los españoles, como se ve en la carta del 12 de enero de 1819, del coronel Barreiro al virrey Sámano, en la que pide medicinas “…para proveer los hospitales de campaña y botiquines de los cuerpos” y por la lista de los medicamentos y sus precios que el Dr. Pablo Fernández de la Reguera le envió al comandante de la Tercera División el día 27 de febrero de 1819, como se ve en la lista parcial.

Los patriotas también se preocuparon por garantizar el apoyo de médicos y farmacéuticos como se observa en las siguientes notas de Santander, de las que se colige que la malaria, la escabiosis y la tungiasis, entre otros parasitismos, fueron problemas entre las tropas.

El 25 de enero de 1819 Santander da la orden al tesorero de su fuerza. “Para que sin orden mía pueda entregar al comisario de guerra, A.M. Ramírez, lo que pida para la subsistencia del hospital”. En carta del 2 de febrero de 1819 dirigida por Santander al alcalde de Chameza se dice:” También para que remita algunas libras de quina prontamente”. En carta de Santander al coronel Lara, fechada el 24 de febrero en La Laguna. “…mande víveres a este cuartel general para el hospital y oficiales… Solicite usted cuatro libras y otoba y remátalas” .

La malaria y la dieta fueron problemas para ambos bandos. El oficial español Sevilla contó en sus Memorias: “Las brutales dosis de quinina que me habían hecho tomar no sirvieron sino para aumentar mis padecimientos y debilidad”. El general Morillo cuenta en sus Memorias: “Es preciso considerar también que en un país totalmente desprovisto de recursos, la armada Real debía sostener campañas de siete meses sin otro alimento que la carne asada”.

Lista de los medicamentos

Figura 8

El paso de los mal vestidos llaneros y soldados británicos por el páramo de Pisba creó serios problemas de hipotermia. El general O‘Leary contó en sus Memorias: “El efecto de su aire frío y penetrante fue fatal en aquel día para muchos soldados; en la marcha caían repentinamente enfermos muchos de ellos y a los pocos minutos expiraban. La flagelación se empleó con buen éxito en algunos casos para reanimar a los emparamados y así logró salvarse a un coronel de caballería”

El clima de la Guerra a Muerte se dejó sentir entre los médicos. Antes de la batalla del Pantano de Vargas el médico español Mateo Cordero, del Hospital realista de Soatá, fue muerto por un soldado patriota, cuando el cirujano se retiraba del sitio donde la tropa estaba acantonada en los llanos, después de que el médico le había prestado sus servicios profesionales al coronel patriota, Nonato Pérez.

En 1819 apareció la obra del médico francés René Théophile Hyacinthe Laënnec, en la que compendiaba su experiencia de 3 años de uso del estetoscopio: «De l’auscultation médiate ou traité de diagnostic des maladies des poumons et du coeur fondé principalement sur ce nouveau moyen d’exploration» .

Como en todas las guerras de esos años la amputación fue la intervención quirúrgica más practicada. Los cirujanos llevaban sus instrumentos quirúrgicos en cajas. Se sabe por ejemplo que el cirujano inglés Thomas Foley, le amputó un brazo, un día después de haber sido herido en la Batalla del Pantano de Vargas, al coronel inglés Rooke, utilizando para ello el instrumental que llevaba en su caja quirúrgica y dándole a beber alcohol.

Con la derrota y expulsión de españoles de la Nueva Granada, la creación en 1819 de la primera República de Colombia y la disolución de los resguardos ordenada por el Congreso de Colombia en 1821, a nombre de la “igualdad ciudadana”, se crearon las condiciones sociales y económicas que privaron a los indígenas de sus bases materiales y de organización comunitaria indispensables para su seguridad alimentaria. Esta ley hizo que del consumo de la chicha de maíz, el principal, y a veces único alimento entre los indígenas de varias partes del país, como fueron los del altiplano cundiboyacense, se agravara.

Esta dieta generó a decir de José Félix Merizalde, en su libro publicado en 1828 Epítome de higiene…, – nombrado por Bolívar tras la batalla de Boyacá, médico mayor del ejército-: “El mal llamado peladera o guayabo por la semejanza que adquiere el cutiz de los que lo padecen, con la corteza del árbol cuyo nombre lleva esta enfermedad, es originado de las chichas i aguardientes mesclados con cal, sal, ají, etc, i no de la panela i azucar echa con caña de Otaiti, que llaman de castilla o de Guinea”.

Estas manifestaciones dérmicas fueron parte de los que se llamó en Colombia durante todo el siglo XIX, chichismo, y lo que a comienzos del siglo XX se asoció entre los consumidores de maíz, como fuente principalísima de su dieta, con la pelagra. (Figura 9)

Manifestaciones dérmicas

Figura 9

La introducción a partir de 1815 de la navegación a vapor en el río Magdalena facilitó la penetración de la fiebre amarilla al interior del país. La primera epidemia de esta enfermedad en el interior se dio en Honda en 1830, ciento setenta y nueve años después de haber hecho su aparición en la costa Caribe, en Cartagena, en 1651. (Figura 10)

Navegación a vapor en el río Magdalena

Figura 10. El vapor “Unión” en su primer viaje por el
río Magdalena en agosto de 1839. Joseph Brown

Las dificultades en la relación entre el médico y los pacientes ilustres y comunes antes del desarrollo de las grandes conquistas de la medicina del siglo XIX- anestesia, antisepsia y asepsia- y del siglo XX-los antibióticos y otros medicamentos- la dejaron ver bien los médicos de los postreros días de Antonio Nariño y Simón Bolívar.

Juan Gualberto Gutiérrez, el único médico granadino que pudo asistir a los patriotas en la batalla de Boyacá, y médico de cabecera de Antonio Nariño, en Villa de Leiva, escribió en diciembre de 1823, en su “Diario de la enfermedad del señor general Antonio Nariño desde el día 9 del presente diciembre, a las siete y media de la noche, hasta el 13 del ,mismo, en que falleció” que “…yo solamente proponía al señor general los medicamentos que juzgaba convenientes, y él elegía o desechaba según su parecer”.

Alejandro Próspero Reverend escribió en su obra “La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales del libertador Simón Bolívar” que “… me alentó el modo benigno como me trató el Libertador diciéndome que por un amigo suyo, el señor Juan Pavageau en Cartagena sabía que podía tener confianza en mi, y que a pesar de su repugnancia a los auxilios de la medicina, el tenía la esperanza que yo le pondría bueno por ser su cuerpo virgen en remedios… llegó por fin el día enlutado. 17 de diciembre de 1830…” (Figura11)

La última enfermedad de Simon Bolivar

Figura 11

La medicina de los siglos XVIII y XIX recurrió a dicientes refranes para señalar puntos de reflexión entre los médicos y los estudiantes. Algunos de esos refranes, que con seguridad conocieron los médicos granadinos y colombianos, fueron:

Médico, viejo; cirujano, joven; y obstetra,
cojo un médico cura, dos dudan, tres matan.
El cirujano más duro de mano,
es el mejor cirujano.
Catarro, casamiento, cagaleras y caídas,
son cuatro ces que quitan al viejo la vida.
Más mató la gula, que la espada.
Tabaco, mujer y vino, con tino.
Todo se pega, menos la salud y la belleza.

Referencia

1. Castillo de Lucas, Antonio. Refranero médico. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato “Menéndez y Pelayo”, Instituto “Antonio de Nebrija”, Madrid, 1944, 310 páginas
2. Rey Márquez, Juan Ricardo. Nacionalismos aparte: antecedentes republicanos de la iconografía nacional en Las historias de un grito. Doscientos años de ser colombianos. Exposición conmemorativa del Bicentenario 2010.Museo Nacional de Colombia julio –octubre 2010, Bogotá, páginas 1-36
3. Sotomayor Tribín, Hugo Armando. De las luchas por la Independencia a la disolución de la Gran Colombia en Guerras, enfermedades y médicos en Colombia. Escuela de Medicina Juan N. Corpas, Santafé de Bogotá, 1997, páginas 145-213.
4. Sotomayor Tribín, Hugo Armando. Medicina y guerras civiles en el siglo XIX en Guerras, enfermedades y médicos en Colombia. Escuela de Medicina Juan N. Corpas, Santafé de Bogotá, 1997, páginas 215- 262.

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