Reseñas Bibliográficas: Historia de las Hormonas

Por su autor el Académico Dr. Alfredo Jácome Roca

Historia de las hormonasEl historiador Garrison afirma en su libro Introducción a la Historia de la Medicina que… “la nueva ciencia de la endocrinología, aunque arraigada en el pasado prehistórico, es virtualmente una creación del siglo XX…”

Eso es precisamente lo que se quiere mostrar en este libro: las raíces hundidas en el pasado y los sorprendentes hallazgos de la modernidad de la centuria precedente, con algunos hechos importantes acaecidos en el siglo XIX.

Los primeros datos conocidos comenzaron por las observaciones sobre animales y humanos castrados, sobre gigantes y enanos, diabéticos, cotudos y cretinos, y luego sobre las descripciones incipientes de los órganos endocrinos más grandes como el cuerpo tiroides, las cápsulas suprarrenales, testículos, ovarios y la glándula pituitaria. Personajes que podrían perfectamente provenir del país de Lilliput o de un circo del vecindario, tal era su extraña apariencia.

Una eventual relación entre los casos clínicos mencionados y las glándulas se ignoraba casi totalmente, casi porque sí se sabía lo que ocurría a un animal o a un hombre castrado, antes y después de la pubertad. Por eso nos detendremos en algunas anécdotas (imposible la historia completa) de los eunucos (y por espacio de dos siglos, particularmente en Italia, de los hombres-soprano denominados los castrati.

Persistía la incógnita sobre la función de ciertos órganos o tejidos –llamados por siglos glándulas sin conducto (incluídos órganos hematopoyéticos como el timo, el bazo o los ganglios linfáticos): una pituitaria productora de moco, que drenaba en las fosas nasales el moco excesivo que se producía en los catarros; o una tiroides que lubricaba la laringe, unas cápsulas suprarrenales que sostenían los riñones, unos ovarios que eran testículos femeninos, o unos testículos que –esos sí- regaban semilla en el útero de las mujeres. Y también, el uso de la organoterapia en las culturas antiguas, con un poder terapéutico en el que se mezclaban los conjuros con el eventual efecto de los tejidos.

En el siglo XIX se hicieron numerosas observaciones relacionadas con las glándulas de secreción interna, término usado inicialmente por Claude Bernard, el del medio interno. Para destacar también está la descripción de la falla suprarrenal hecha por Addison o del mixedema de las mujeres adultas por Gull, además del experimento ignorado de Berthold, las teorías de Bordet, los estudios de las catecolaminas por Oliver, Schaffer, Abel y Takamine o el hipotético rejuvenecer de Brown-Sèquard, merced a las inyecciones de extracto testicular.

En el revolucionario siglo XX comienza en firme la especialidad, cuando Bayliss y Starling descubrieron la secretina -considerada la primera hormona- creando el concepto endocrino (mensajeros químicos que se vierten al torrente sanguíneo para lograr efectos a distancia) y acuñaron el término hormona (del griego ορμαω –hormao- que significa excitar, estimular).

Todo este periodo -de 1901 a 2000- fue un rosario de descubrimientos que hizo vertiginosamente más productivo el siglo XX que todo el resto de la evolución del hombre, más productiva la década de los noventa que el resto del siglo, o más importante científicamente el año final que la década completa.

El conocimiento humano que se multiplica exponencialmente, hará imposible dentro de un par de siglos la recopilación de libros y revistas en bibliotecas a la manera tradicional, y deberá acudirse necesariamente a las bases electrónicas de datos, de donde se extraerá la información por medio de los buscadores. Si hoy debemos ser altamente selectivos en la escogencia del material, con mayor razón lo será en las décadas venideras. Al final de esta obra esbozamos la endocrinología del presente y las posibilidades futuras.

El libro pretende dar una visión panorámica de la epopeya endocrina, macroscópica en sus albores, clínica luego, bioquímica y terapéutica después, y actualmente molecular, que emerge en el amplio campo de la signalogía intercelular, con unos mensajeros químicos que ya no necesariamente requieren de la circulación para actuar, y con un control orgánico que integra el sistema fantástico neuro-inmuno-endocrino. Y con unos análogos –incluso especialmente diseñados para tratar, no ya la deficiencia hormonal como tal, sino incluso enfermedades neurológicas para los que no existen todavía tratamientos exitosos. Se está pues en la búsqueda de receptores dormidos, de localización o de función desconocidas hasta el momento.

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