Homenaje Póstumo: Dos Pioneros, Dos Fundadores

LA ENDOCRINOLOGIA PEDIATRICA – DOS PIONEROS, DOS FUNDADORES:
ALFONSO VARGAS RUBIANO (1918-2013)
ALBERTO JAMIS MUVDI (1921-2013)

Efraim Otero Ruiz1

Con escasas dos semanas de diferencia la Endocrinología colombiana acaba de perder dos de sus pioneros y fundadores, introductores y creadores de la Endocrinología Pediátrica en el país, hoy convertida en especialidad por derecho propio: Alberto Jamís Muvdi en Barranquilla y Alfonso Vargas Rubiano en Bogotá. Por ello en este momento solemne, debemos dedicar un sentido homenaje a su memoria y asociarnos al duelo que sobrecoge a dos familias ilustres de la costa y del interior de Colombia.

Los dos pertenecieron a la que yo he llamado “la generación de posguerra” que en menos de una década, en los 40s, rompió los paradigmas de la noble medicina francesa y europea, con la que se crearon, a la vuelta del penúltimo siglo, las basesde nuestra práctica médica. La pediatría como especialidad había nacido para quedarse con la fundación en 1901 del Hospital de La Misericordia, inspirado José Agustín Barberi, su creador, en los modelos franceses y norteamericanos y cuya primera piedra parece jalonar el Museo de Historia de la Medicina de nuestra Academia, gracias a la donación hecha por Helena Sanmartín. En La Misericordia, en San José y en San Juan de Dios se formó esa generación de pediatras, consejeros y amigos, que atendió en sus domicilios a nuestros padres y a los hijos y nietos de nuestros padres.

Ya las madres no estaban solas y podían contar en los helados amaneceres con un consejero y amigo que tratara de alejar la muerte cernida sobre esas criaturas llegadas a un medio hostil, donde la medicina era tan poco curativa que debía ceñirse al aforismo planteado por Ambrosio Paré 5 siglos antes: Consolar antes que curar, como rezaban las fotos o “registros” de los recién nacidos muertos conservados en sus álbumes por muchas de nuestras tradicionales familias de la capital o la provincia.

Esa amenaza la vino a romper la generación a que hago referencia. Ellos, médicos de la Nacional o de la Javeriana, absorbieron rápidamente las enseñanzas de Garrod en Inglaterra, de Bardet y Ramond en Francia, de de Marañón en España y de Joslin, Wilkins y Stanbury en los Estados Unidos, interrumpidas cruelmente por el conflicto.

Y viajando con los modestos recursos de sus familias, se movilizaron a Norteamérica donde las bajas bélicas habían abierto numerosos espacios para estas mentes jóvenes, ávidas de conocimiento.

Varios ellos fundan en 1950 la Sociedad Colombiana de Endocrinología. Los pediatras desde Canadá hasta México v el Caribe, venían estableciendo claramente que el niño no es, como se creía, un microcosmos de las enfermedades del adulto sino que tiene enfermedades, genética o multifactorialmente establecidas, que se pueden determinar desde antes del nacimiento y que, bien manejadas y estudiadas, pueden salvarlos y evitar que se produzca ese “catálogo de monstruos”, como muchos apodaron a esas pobres criaturas de la primera mitad de la centuria que terminaban como fenómenos de los circos ambulantes, desde Alaska hasta la Patagonia, ¡compartiendo casi hasta las jaulas con los animales más raros y repugnantes!

Dichos jóvenes se congregaron en dos modernísimos centros del Bogotá de la época: Unidia, en la antigua carrera 10a. entre calles 21 y 22, v el Consultorio de Especialistas del parque de la 43, donde los pequeños tranvías cerrados o “nemesias” daban la vuelta para retornar al centro. Su extensión más al norte era la Clínica de la Nutrición de la Calle 57 donde Horacio Parra, el abuelo de Andrés, nuestro notable actor de cine y televisión, se adelantó 20 años a la OMS con sus programas de hidratación oral y parenteral en nuestros niños víctimas de afecciones diarreicas.

Jamís se instaló en Barranquilla alrededor del viejo Hospital General y de la Clínica Bautista, que trataba exitosamente de imitar la Clínica Oschner de New Orleans.

Introdujeron las nuevas y costosas técnicas de laboratorio que permitieron el diagnóstico precoz de esas enfermedades. Vargas Rubiano (apoyado por César Mendoza Posada en San Juan de Dios y Carlos Gómez Vesga en San José) trajo a Lawson Wilkins a Unidia en memorable curso en 1955 y poco después a Henry Turner, quien inspiraría también a Jamís (apoyado por el laboratorio de Florentino Rey Matiz y Henrique Fals Borda en Barranquilla) a reunir la colección más impresionante en Latinoamérica de este síndrome genético, hoy afortunadamente prevenible y manejable.

Por vínculos familiares Alberto perteneció también al clan Hakim, que tanta doria ha traído a la ciencia colombiana. Como lo he narrado en uno de mis libros yo personalmente oí el comentario y elogio hecho a Alberto por el Premio Nobel, Profesor Bernardo A. Houssay, en el Congreso Panamericano de Endocrinología celebrado en Guayaquil en 1968.

Tanto Vargas Rubiano en Bogotá como Jamís Muvdi en Barranquiíla se dedicaron a formar y a estimular con su ejemplo a incontables generaciones de esos nuevos especialistas de los cuales el hijo del primero, Alfonso Vargas del Valle, -quien nos trajo el pasado abril y acompañó en su gira a los nietos de Madame Curie- nos viene representando con orgullo en las Universidades de Tulane y del Estado de Luisiana en los Estados Unidos.

Por su parte el hijo de Jamís se casó con Patricia Cortázar, hija de Jaime -otro Fundador que trajo a Colombia la tiroidología moderna- pareja que sigue contribuyendo al desarrollo de la especialidad radicada en Washington en torno a los Institutos Nacionales de Salud Familias como los Vargas Rubiano, los Quijano Rico, los Sandoval, los Patino Camargo.

los Jiménez, los Hakim y sus descendientes médicos y científicos, nos siguen demostrando cómo, desde las verdes colinas de Gotua, de Iza y de Paipa en Boyacá, o desde las arenosas de Barranquiíla, se pueden transformar mental y productivamente las generaciones que por fin nos lleven a una paz duradera, como la que hoy deseamos a los hoy desaparecidos. Ese descanso de sus figuras no representará para nuestros espíritus sino un transitorio, pero nunca definitivo, reposo.


1 Presidente de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina.

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