Precursores de la Investigación en Cáncer y de la Oncología

Introducción

Christian Rolfo1, Andrés F. Cardona2-4, Alejandro Ruiz-Patiño2,5

Resumen

Esta revisión narra las contribuciones históricas de los pioneros del cáncer, comenzando con Hipócrates y terminando con los creadores de la oncología médica. Se mencionan nociones místicas que pronto cayeron en el olvido. Como que Paracelso y van Helmont sustituyeron la bilis negra de Galeno por misteriosos sistemas ens o archeus.

Del mismo modo, episodios desafortunados como el de Virchow, quien afirmó que las hipótesis de Remak eran impropias, y que nos recuerdan que las deficiencias humanas pueden afectar a grandes científicos. Se destacan las antiguas observaciones, teorías y prácticas de interés histórico y científico, incluidos extractos. Como precursores de los descubrimientos recientes que dieron forma a la medicina moderna.

Los ejemplos incluyen la mastectomía total limitada con escisión de los ganglios axilares para el cáncer de mama, una práctica ahora de rutina. La materia icorosa de Peyrilhe como factor cancerígeno cuya transmisibilidad se probó un siglo antes de que Rous confirmara la relación entre el virus y el cáncer, la advertencia de Hill sobre los peligros del tabaco que anunció la actual pandemia de cáncer causada por el tabaquismo. El papel de Pott que reportó el cáncer de escroto en deshollinadores, la primera neoplasia ocupacional comprobada, la notable previsión de Velpeau de que habría que descubrir un elemento subcelular aún desconocido para definir la naturaleza del cáncer. Un punto de vista confirmado por la genómica tumoral dos siglos después, que terminó con Röntgen y los Curie, y Gilman introduciendo la radiación (1896, 1919) y la oncología médica (1942), respectivamente.

Palabras clave: Cáncer; historia; precursor; fundador; investigación. 

Precursors of Cancer Research And Oncology

Abstract

This review chronicles cancer pioneers’ history contributions beginning with Hippocrates and ending with the originators of medical oncology. Fanciful notions that soon fell into oblivion are mentioned, such as Paracelsus and van Helmont substituting Galen’s black bile by mysterious ens or archeus systems.

Likewise, unfortunate episodes such as Virchow claiming Remak’s hypotheses as incorrect remind us that human shortcomings can affect otherwise excellent scientists. However, age-old benchmark observations, theories, and practices of historic and scientific interest are underscored, excerpts included, as precursors of recent discoveries that shaped modern medicine.

Examples include limited total mastectomy with excision of axillary glands for breast cancer a now routine practice; Peyrilhe’s ichorous matter a cancer-causing factor he tested for transmissibility one century before Rous confirmed the virus-cancer link; Hill’s warning of the dangers of tobacco snuff heralding today’s cancer pandemic caused by smoking; Pott reporting scrotum cancer in chimney sweepers, the first proven occupational cancer; Velpeau’s remarkable foresight that a yet unknown subcellular element would have to be discovered to define the nature of cancer, a view confirmed by cancer genomics two centuries later, ending with Röntgen and the Curies, and Gilman ushering radiation (1896, 1919) and medical oncology (1942), respectively.

Keywords: Cancer; history; precursor; founder; research.

Introducción

Probablemente todas las enfermedades a lo largo de la historia han sido envueltas por la incomprensión, la incertidumbre y el temor, cada una en su momento.

Y es que, inevitablemente, muchas de ellas conllevan el vaticinio inexorable e implacable del fin de la vida, o de algún modo, la pérdida de su solidez. Toda enfermedad es, en cierto sentido, un riesgo para la vida, una puesta en relación del organismo consigo mismo, prueba de su consistencia y persistencia.

Michael Foucault describió con arte las distintas épocas que constituyeron órdenes morales particulares y que validaron dinámicas para validar el confinamiento por la enfermedad, o bien la gestión y reducción de su propio capricho. Transformando en este transcurso la sociedad en su totalidad (1).

La concepción del cáncer como infimus (enfermedad) y los eventos enraizados con su emergencia tuvieron que ver con la actividad discreta del interioribus corporis (cuerpo interior) y de sus fronteras. En efecto, el término cáncer proviene del latín cancri, que a su vez está relacionado con el griego καρκiνος (karkinos), el sánscrito karkah (cangrejo), y la raíz indoeuropea kar (duro). Durante siglos estuvo vinculado a la denominación de costras, tumores y excrecencias (2).

El primer uso etimológico aparece en el Corpus Hippocraticum donde se mencionan unas lesiones ulcerosas crónicas, algunas veces endurecidas y con crecimiento progresivo y sin control. Hallazgo vital que se expande por los tejidos adyacentes de forma semejante a los propodios, carpos y meros de los crustáceos, simplemente un cangrejo.

Hipócrates también se refirió con precisión a la forma que adoptan las venas afectadas que rodean el tumor. Donde las tenazas en sus patas evocan un instrumento de tortura, símbolo del sufrimiento encarnado con la enfermedad (3).

Rico vocabulario médico griego tuvieron relación activa con el cáncer

De igual forma, otras palabras dentro del rico vocabulario médico griego tuvieron relación activa con el cáncer; la raíz oγκος (hinchazón) se leía oncos, y fue utilizada en la antigüedad para describir el edema o la inflamación con cierta cronicidad. Este vocablo destiló en uno de los cinco signos clásicos de la inflamación, y se incluyó ampliamente en la obra de Celso (25 a.C. -50 d.C.) De re medica libri octo, lugar donde quedaría inscrito el futuro de la mélaina cholé o bilis negra de Galeno (4,5).

El vínculo circular entre la conciencia melancólica y el genio creador de la enfermedad constituye una de las tradiciones más densas de la cultura médica. Recorriendo un espectro amplio de manifestaciones, que abarca desde la sintomatología visceral de los clásicos hasta las vaguedades románticas y metafísicas.

El cancri se esculpió en la antigüedad como preocupación por el cuerpo, tristeza misma, temor con causa, obsesión por la muerte, afanes de grandeza, pérdida de la razón, hiperestesia y taedium vitae. La constancia en agrupar tantas manías y enfermedades bajo una misma palabra es un síntoma inequívoco del arraigo y la fidelidad ciega que las generaciones humanas han manifestado hacia las neoplasias.

En aquel entonces, el cancri nació del espeso líquido negro –mitad pringue, mitad metáfora-, que parecía circular por el organismo de unos cuantos elegidos, en un recorrido fantasmagórico o material, según los tiempos, las modas y los enfermos.

Hay una larga historia médica de la melancolía y su representación física:

Esa enfermedad de invención griega que se producía por los excesos y desvíos de la atrabilis, el opaco segregado por las vísceras dólidas que algunos consideraron como el vehículo de las cualidades espirituales, los sentimientos, e incluso las manías.

La bilis turbia invadía todos los circuitos del organismo de igual forma al alquitran tibio y pegajoso. El “carbón humoral” que obstruía el curso natural de los impulsos vitales provocando la desgana del espíritu, la fatiga inmortal y la ponzoña caníbal que devora la conciencia y el cuerpo teñido de negro. Esta enfermedad, entonces y ahora, ensombrece la mirada sobre el mundo, inquiere unos ojos atrabilarios, tristes y extravagantes.

La historia se encargó de darle fineza espiritual al mal, desde la problemata de Aristóteles hasta el furor melancholicus del kankri, para llegar finalmente al neologismo oncología (del griego ογκολογiα, onkos que significa masa, bulto o hinchazón), término que se empleó por primera vez en 1857 para designar el estudio de los tumores y su tratamiento en medicina. El presente relato hace un recuento detallado de los precursores de la investigación en cáncer y de la oncología como ciencia misma.

Precursores greco-romanos

Poco se sabe con certeza sobre quién era, cómo practicaba la medicina y de los escritos que se le atribuyen, cuáles son realmente suyos. Lo poco que sabemos sobre Hipócrates y su historiografía se lo debemos a su primer biógrafo, Sorano de Éfeso (un médico griego del siglo II d. C.), y a Aristóteles (384-322 a.C.). Quien se refirió a él como el gran Hipócrates. Su imagen actual surgió en el siglo XVI después de ser constantemente inventada y reinventada, construido, deconstruido y reconstruido, moldeado y remodelado. De acuerdo con el contexto cultural, filosófico, social y político, o el trasfondo privado y moral de los intérpretes (6).

Según el tiempo, Hipócrates surgió de un grupo de ilustres profesores de la afamada escuela de medicina del isla de Kos en el Mar Egeo, durante la Era de Pericles.

Como sede del aprendizaje y sede provincial del museo de Alejandría, Kos fue un centro educativo y un patio de recreo para los príncipes de la dinastía ptolemaica. Su mercado era uno de los más grandes del mundo antiguo y su puerto bien fortificado le dio prominencia en el comercio regional.

El legado médico asociado al nombre de Hipócrates se ha vuelto legendario:

Siendo llamado el padre de la medicina por rechazar los puntos de vista prevalecientes sobre las causas sobrenaturales de la enfermedad y su cura a través de rituales y ofrendas, promoviendo un enfoque más racional.

El Corpus hipocrático, es una colección de 60 escritos médicos sobre una variedad de temas que incluyeron “Sobre el aire, el agua y los lugares”, “Sobre la medicina antigua”, “Sobre las epidemias”, “Sobre la cirugía”, “Sobre lo sagrado y la enfermedad”, “Sobre las úlceras”, “Sobre las fracturas”, “Sobre las hemorroides ”, los “Aforismos” (3), y “El juramento – Hórkos” (7). Hipócrates fue un errante asklepiada, del linaje directo de Asclepios (Esculapio), el mitológico hijo de Apolo (Febo) y Arsinoe.

Floreció en la era intelectual y cultural de Grecia, la más deslumbrante en la historia de la humanidad, la de Sócrates, Platón y Protágoras en filosofía, de Herodoto y Tucídides en historia, de Esquilo, Sófocles y Eurípides en el arte dramático, y la de Fidias en escultura (8). En su momento, Inglis afirmó que Hipócrates hizo por la medicina lo que Sócrates por el pensamiento, liberarlo de su adolescencia y animar a su conversión en pensamiento racional.

En su libro “Sobre las epidemias”:

Hipócrates aconsejó tomar nota de los síntomas y la apariencia de los pacientes a diario para evaluar la progresión o recuperación de la enfermedad. Creía que la salud y la enfermedad eran el resultado del equilibrio y el desequilibrio en los cuatro principales fluidos o humores corporales: sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema.

Cada humor estaba ligado a un órgano diferente (corazón, bazo, hígado, y cerebro), un temperamento personal (sanguíneo, melancólico, colérico, y flemático), un elemento físico terrenal (aire, tierra, fuego, y agua), y una estación específica.

El dominio relativo de uno de los humores determinaba los rasgos de personalidad y su desequilibrio resultaba en una propensión a ciertas enfermedades. El objetivo del tratamiento era restablecer el equilibrio mediante la dieta, el ejercicio y el uso juicioso de hierbas, aceites, compuestos terrenales y, ocasionalmente, metales pesados o cirugía.

Por ejemplo, un individuo flemático o letárgico (uno con demasiada flema) podría recuperar el equilibrio mediante la administración de cítricos que se creía que contrarrestaban la flema. Si bien se le atribuye a Hipócrates, los verdaderos orígenes de este sistema son controvertidos.

(Lea También: Precursores desde Roma al Renacimiento de la Investigación en Cáncer y de la Oncología)

El Corpus Hipocraticum trata  en detalle al onkos e incluye la palabra karkinos para describir los bultos ulcerosos símil actual para las neoplasias.

Abogó por la dieta, el descanso y el ejercicio para las enfermedades leves, seguidos de los purgantes, los metales pesados y la cirugía para las enfermedades más graves, especialmente los karkinomas. Su enfoque de tratamiento escalonado se resume en uno de sus Aforismos, “Lo que la medicina no cura, el cuchillo cura con frecuencia. Y lo que el cuchillo no cura, el cauterio cura a menudo; pero cuando todo esto falla, el karkinos es incurable” (3).

Para su crédito, reconoció la progresión implacable de los karkinomas profundamente arraigados y el efecto a menudo negativo de la reacción al tratamiento: “Los cánceres ocultos no deben ser molestados.

Al intentar tratarlos, rápidamente se vuelven fatales. Cuando no se les molesta, permanecen en un estado latente durante un período de tiempo” (Aforismo 3811) (3). Hipócrates murió en Larisa, en Tesalia, a la edad probable de cien años. Las Figuras 1A y B incluyen la relación entre la melancolía y el desarrollo de enfermedades tumorales hechas por Teofrasto de Ereso. Al igual que la descripción del vómito negro como manifestación del cáncer.

En el año 372 a.C Teofrasto de Ereso, (“Sistema Naturae”

Aulus Cornelius Celsus (25 a.C. – 50 d.C.) (Figura 2), fue un médico romano y prominente sucesor de Hipócrates.

Aulus Cornelius Celsus (25 a.C.- 50 d. C.). De medicina

Describió la evolución de los tumores a partir de cacoethes resecables quirúrgicamente seguidos de karkinos que no responden (más tarde les llamó carcinomas) y las úlceras fungosas que deberían dejarse solas, porque “los carcinomas extirpados regresan y causan la muerte”.

Aulus Cornelius Celsus explicó: “Es solo el cacoethes que se pueden eliminar; las otras etapas se irritan con el tratamiento; y cuanto más hay, más vigoroso es. Algunos han usado medicamentos cáusticos, algunos el cauterio, algunos la escisión. Pero ningún medicamento le ha aliviado jamás; las partes cauterizadas se excitan inmediatamente y aumentan hasta causar la muerte”, ese fue y siempre será el cáncer (9).

Celsus reconoció que solo el tiempo podría diferenciar los cacoethes de los carcinomas. “Sin embargo, nadie, excepto por el tiempo y el experimento, puede tener la habilidad de distinguir un cacoethes que admite ser tratado de un carcinoma que no lo hace”. De igual forma, describió vívidamente la naturaleza invasiva de los carcinomas, “El karkinos también es una enfermedad que se propaga.

Y todos estos signos se extienden a menudo, y resultan de ellos una úlcera que los griegos llamaban phagedaena porque se propaga rápidamente y penetra hasta los huesos y devora la carne”. Según se ha informado, fue el primero en intentar una cirugía reconstructiva después de la extirpación de un cáncer.

Arquigenes de Apamea, Siria (d.C. 75-129) practicó en Roma en la época de Trajano.

También enfatizó la importancia del diagnóstico temprano del cáncer cuando varios remedios pueden tener éxito. Pero recomendó la cirugía para la enfermedad avanzada como absolutamente necesaria. Pero solo en aquellos pacientes fuertes capaces de sobrevivir al procedimiento, diseñado para extirpar el tumor en su totalidad, advirtiendo, “si el cáncer ha tomado algo entre sus manos no se puede arrancar fácilmente”.

Galeno (d.C. 129 – 216), el sucesor más destacado de Hipócrates y el que impulsó su legado durante casi quince siglos, nació de padres griegos en Pérgamo, la antigua capital del Reino de Pérgamo durante el período helenístico, bajo la Dinastía Attalid.

En la época de Galeno, Pérgamo era un próspero centro cultural célebre por su biblioteca solo superada por la de Alejandría y su estatua de Asclepio. Su próspero padre arquitecto patricio, Aelius Nicon, supervisó la amplia y ecléctica educación de Galeno que incluía matemáticas, gramática, lógica e investigación de las cuatro principales escuelas de filosofía de la época: los platónicos, los peripatéticos, los estoicos y los epicúreos.

Comenzó sus estudios médicos en Esmirna y Corinto a los 16 años y más tarde vivió en Alejandría durante 5 años (152 – 157 d.C.). Donde estudió anatomía y aprendió la práctica de la disección como un medio para comprender la salud y la enfermedad. Años más tarde escribió, “Mira el esqueleto humano con tus propios ojos. Esto es muy fácil en Alejandría, de modo que los médicos de esa zona instruyen a sus alumnos con la ayuda de la autopsia.”

Su nombramiento como médico del gimnasio anexo al santuario de Asclepio de Pérgamo, en 157 d.C., lo llevó de regreso a su ciudad natal, donde se convirtió en cirujano de gladiadores locales. Cuando estalló el malestar civil, Galeno se mudó a Roma, donde su talento y ambición pronto le trajeron fama, pero también numerosos enemigos que lo obligaron a huir de la ciudad en 166, el año en que golpeó la plaga.

Dos años más tarde, el emperador romano Marco Aurelio lo convocó para servir como cirujano del ejército durante un brote entre las tropas estacionadas en Aquileia (168 – 169 d.C.). Y cuando la plaga se extendió a Roma, fue nombrado médico personal del emperador y su hijo Cómodo, añadiendo brillo a su carrera en rápido ascenso (10).

Si bien los médicos de la época no estaban de acuerdo sobre si la experiencia o las teorías establecidas deberían guiar el tratamiento. Aplicó el empirismo Aristotélico asegurándose de que las teorías establecidas dieran significado a las observaciones personales, y se basó en la lógica para resolver las incertidumbres y descubrir las verdades médicas.

Galeno fue el primero en reconocer la diferencia entre sangre arterial (brillante) y venosa (oscura) que postuló como sistemas distintos que se originan en el corazón y el hígado, respectivamente. Usó vivisecciones para estudiar las funciones corporales. Por ejemplo, cuando cortó el nervio laríngeo de un cerdo, el animal dejó de chillar; un nervio ahora conocido como Nervio de Galeno.

Asimismo, al atar los uréteres demostró que la orina procedía de los riñones y que el corte de los nervios de la médula espinal provocaba parálisis. Realizó operaciones audaces y delicadas como la extracción del cristalino para tratar cataratas, una operación que se convertiría en algo común 2.000 años después.

Sus estudios anatómicos pioneros, basados en la disección de cerdos y primates, solo fueron superados por la obra fundamental de Andreas Vesalius de 1543 De Humani Corporis Fabrica basada en disecciones humanas (11). Los prolíficos escritos de Galeno incluyen 300 títulos, de los cuales aproximadamente la mitad han sobrevivido total o parcialmente. Muchos fueron destruidos en el incendio del Templo de la Paz (191 d.C.).

La influencia de su trabajo en Occidente entró en declive después del colapso del Imperio Romano por no haber traducciones al latín disponibles. Lo que ocasionó que pocos eruditos pudieran leer en griego. Sin embargo, la tradición médica griega se mantuvo viva y bien en el Imperio Romano de Oriente.

De hecho, el interés de los musulmanes por la ciencia y la medicina griegas durante el período abasí llevó a traducciones de la obra de Galeno al árabe, muchas de ellas por eruditos cristianos sirios. Asimismo, el número limitado de eruditos que dominaban el griego o el árabe dificultaba las traducciones a los idiomas modernos.

Karl Gottlob Kühn de Leipzig reunió el compendio más completo y autorizado de la obra de Galeno entre 1821 y 1833. Recopiló 122 obras de Galeno en 22 volúmenes (cerca de 20.000 páginas), traducidas del griego original al latín y publicadas en ambos idiomas.

Galeno abordó los tumores de diversos tipos y orígenes, distinguiendo onkoi (bultos o masas en general) del karkinos (incluidas úlceras malignas), y los karkinomas (incluidos cánceres no ulcerantes). Su mayor contribución a la comprensión del cáncer fue clasificar los bultos y crecimientos en tres categorías que van desde los más benignos hasta los malignos. El De Tumoribus Secondum Naturam (tumores según la naturaleza) incluía todas las variantes de los procesos neoplásicos.

De Tumoribus Supra Naturam (tumores más allá de la naturaleza) comprendía procesos como abscesos e hinchazón por inflamación que comparó con una “esponja empapada” porque “si se corta la parte inflamada. Se puede ver salir una gran cantidad de sangre”. De Tumoribus Praeter Naturam (tumores sobre la naturaleza) incluía lesiones consideradas como cáncer en la actualidad (Figuras 3A y B).

Galeno de Pérgamo, izquierda, con Hipócrates

La clasificación de Galeno de bultos y crecimientos es el primer y único documento escrito de la antigüedad dedicado exclusivamente a los tumores tanto cancerosos como no cancerosos. Sin embargo, las contribuciones de Galeno para comprender la naturaleza y el tratamiento del cáncer fueron esencialmente nulas. Murió en Roma a la probable edad de 87 años (12).

Autores

1 Christian Rolfo, Departamento Oncología Clínica, Marlene and Stewart Greenebaum Comprehensive Cancer Center, Facultad de Medicina Universidad de Maryland, Baltimore, Maryland, Estados Unidos.
2 Andrés F. Cardona, Alejandro Ruiz-Patiño. Fundación para la Investigación Clínica y Molecular Aplicada del Cáncer – FICMAC, Bogotá, Colombia.
3 Grupo Oncología Clínica y Traslacional, Clínica del Country, Bogotá, Colombia.
4 Andrés F. Cardona,  Grupo de Investigación en Oncología Molecular y Sistemas Biológicos (FoxG), Universidad El Bosque, Bogotá, Colombia.
5 Alejandro Ruiz-Patiño. Instituto de Genética Humana, Pontifi cia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.

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