Breve Historia del Cáncer

El cáncer se ha asociado como una enfermedad moderna, pero por el contrario, es una enfermedad que desde la antigüedad ha dejado rastros en el cuerpo, en su mayoría incomprensibles para la época.

Desde siempre el cáncer ha afectado distintas partes del cuerpo, ya sea los huesos, los órganos o la piel. Tiene además diversas causas, y por supuesto que afecta indiscriminadamente a las personas, aunque puede haber una variación importante en cuanto a la edad. Ya que la enfermedad se asocia con la senectud, estilos de vida, alimentación, entre otros.

La pregunta por las causas de la enfermedad ha desembocado desde los griegos diferentes teorías que han buscado explicar por qué surge el cáncer. Con el objetivo de comprender la multidimensionalidad de la enfermedad, para poder diagnosticarla y tratarla.

Es comprensible que el cáncer haya pasado casi desapercibido en la historia sin mayor relevancia a diferencia de las enfermedades contagiosas (11).

Esto se debe a dos factores principales:

El primero tiene que ver con el paradigma científico de la teoría humoral, el cual perduró casi hasta el siglo XVIII. En el cual no había muchas herramientas científicas para intervenir el cuerpo y entender la composición del cáncer y los tumores.

La segunda, tiene que ver con la expectativa de vida, ya que a lo largo de la historia era corta y las personas vivían alrededor de los 40 años. Esto se debía a factores asociados a guerras, epidemias, pésimas condiciones de salubridad, hambrunas, etc.

Sólo hasta el siglo XIX, se empezó a prolongar la vida gracias a los avances de la ciencia que fueron determinantes como la anestesia, la asepsia, y de igual modo una nueva ética del cuidado personal asociado a la higiene. Así pues, el cáncer es una enfermedad más recurrente en edades avanzadas. Por lo tanto, la senectud de la población se vuelve un factor determinante para el aumento de la enfermedad.

Se puede concluir que el cáncer no es una enfermedad moderna, pero su recurrencia está determinada por los avances y beneficios de la actualidad. Incluyendo diversos hábitos, perfiles alimentarios y patrones oposicionales, entre otros.

El cáncer no es una única enfermedad.

De ella se desprenden más de 200 tipos de cánceres, razón por la cual se dificulta tanto su comprensión.

Probablemente esta es una de las razones por las cuales sus vertientes no fueron agrupadas bajo el término “oncología”. Sino hasta finales del siglo XVIII. No obstante, todos los cánceres, a pesar de su inmensa y compleja diversidad, tiene una misma base subyacente: células fuera de control.

Estos elementos, no siguen el patrón habitual, en el cual crecen y mueren en el proceso natural de regeneración celular del cuerpo. Sino que, por el contrario, las células anormales transforman el patrón por un crecimiento anormal y rápido, que se acumula formando tumores (12).

Estas lesiones pueden ser benignas (no cancerosos) o malignas (cancerosos). Las malignas por su parte, presentan células que tienden a desprenderse y a dispersarse en el ecosistema corporal, proceso que se denomina metástasis.

Sin embargo, entre las múltiples formas del cáncer, existe otra variante de la enfermedad en la que no necesariamente se forman tumores per se. a, a pesar de la multiplicación descontrolada de las células en la sangre, como en el caso de la leucemia.

Cómo bien se mencionó previamente, el cáncer no es una enfermedad moderna.

Todo lo contrario, existen rastros históricos que datan desde hace más de 3000 a.C. Este es el caso específico en el antiguo Egipto. Donde se han encontrado en excavaciones, momias con huesos que presentan deformaciones óseas, las cuales podrían ser tumores.

Asimismo, en los papiros de Edwin Smith y George Ebers, se describen posibles cánceres, principalmente en el pecho. Estos papiros son aproximadamente del 1550 a.C, y son por demás. Una de las primeras fuentes históricas con contenido sobre medicina.

Además de Egipto, existen otros datos históricos que registran características de la enfermedad, como es el caso de la civilización sumeria, cuna de la escritura, donde existe un informe que registra “úlceras que se propagan” y en India, una cultura con su propia medicina: la Ayurveda, registra en el Susruta Samhita (600 a.C. aproximadamente) crecimientos en la piel, recto y vías urinarias. Conjuntamente, existe también registros por parte de los grandes médicos del mundo islámico como Al- Razi e Ibn Sina (Avicena), quienes describieron hacia el 900 d.C., crecimientos de masas en diferentes partes del cuerpo como la nariz, la lengua, el estómago, riñón, vejiga, testículos y senos.

Por último, sería imposible no mencionar el entorno griego. En primer lugar, está Heródoto, pensador griego y padre de la Historia, quien dejó registrado en Los nueve libros de la Historia, alrededor del año 440 a.C.

(Lea También: Cáncer: Diagnóstico y Tratamiento)

El primer caso documentado sobre curación y tratamiento de cáncer.

Cuenta la historia que Atosa, reina de Persia, observó un bulto sangrante en su pecho. Ella decidió hacer cuarentena en espera de la cura, hasta que finalmente accedió a que su esclavo griego, Democedes, le extirpara del pecho el bulto : fue la primera mastectomía registrada en la historia. La salud de Atosa volvió a ella, y de la mano sus aspiraciones territoriales en tanto que promovió la expansión del imperio persa.

En segundo lugar, está el legado de Hipócrates y Galeno, padres de la medicina moderna, con respecto a la teoría humoral, la cual se convirtió en un paradigma científico que perduró hasta el siglo XVIII (9).

De acuerdo a los postulados de los cuatro humores, las formaciones de nuevos vasos sanguíneos dentro y alrededor de los tumores eran similares a las extremidades de un cangrejo. De hecho, la palabra cáncer se deriva de la palabra karkinos, la cual significa cangrejo en griego (12). Galenos por su parte, incorporó dentro del lenguaje del cáncer, la palabra onkos, la cual hacia referencia a una masa, tumor o hinchazón. Esta es la raíz de oncología, la rama de la medicina dedicada al estudio del cáncer. La Figura 1 ilustra tres momentos fundamentales en la historia del cáncer.

Tres momentos fundamentales en la historia del cáncer

El paradigma científico de los cuatro humores, más el letargo científico de la Edad Media, no permitió realmente que existieran grandes avances científicos que permitieran entender el cuerpo desde su propia frontera para poder entrar a comprender el cáncer.

Fue hasta el siglo XVII, dentro del contexto del Renacimiento, que se empezó a dinamizar el estudio de la medicina, gracias a un cambio de percepción sobre el cuerpo humano a consecuencia del nacimiento del humanismo. En el caso del cáncer, algunas teorías apuntaron a que podría tener un origen parasitario, lo cual favorecía su contagio en la población.

En 1761, en la medida que se perfilaba un pensamiento cada vez más científico, el anatomista italiano Giovanni Morgagni, a través de las autopsias de sus pacientes comenzó a vincular características de las enfermedades con hallazgos anormales en los cuerpos (11).

Ya para el siglo XIX, era del nacimiento de la ciencia, la razón y la revolución industrial, el fisiólogo y microscopista alemán, Johanner Müller planteó en 1838 la teoría del blastema. Con la cual logró demostrar que el cáncer está conformado por células anormales. Las que se desarrollaron de elementos en ciernes entre los tejidos normales, las cuales llamó “blastema”.

Este nuevo enfoque fue determinante para el avance del entendimiento del cáncer, ya que Rudolph Virchow. Propuso que todas las células, incluyendo las cancerígenas, provenían de otras células: omnis cellula e cellula (12,13).

Durante la primera mitad del siglo XX, diversos desarrollos científicos permitieron vincular los efectos del cigarrillo sobre el aumento dramático de la incidencia del cáncer de pulmón.

De hecho, existe un antecedente de 1775, cuando Percivall Pott planteó el efecto del humo de las chimeneas en relación con las neoplasias epidermoides del escroto (11).

Este hecho fue determinante para la comprensión del cáncer, ya que se estableció una correlación entre la génesis de la enfermedad y la exposición a factores externos relacionados con los hábitos, el ambiente y la alimentación, entre otros.

Algunos ejemplos representativos desde aquella época fueron la exposición a la radiación y la luz ultravioleta. La contaminación ambiental en espacios abiertos y cerrados, y los alimentos procesados, entre otros.

Además de los agentes exógenos y gracias al desarrollo de la genética, la medicina pudo establecer tendencias y perfiles genéticos que desencadenan la enfermedad.

El hallazgo de los oncogenes determinó la presencia de un gen anormal, sobre expresado o silenciado gracias a la presencia de la mutación de un alelo normal (protooncogén).

Dentro de la evolución de la enfermedad los oncogenes resultan responsables de la transformación y diferenciación clonal de la célula normal, evento que implica un carácter catastrófico de orden acumulativo.

Hasta el momento se han identificado más de 60 oncogenes que forman un conjunto heterogéneo de alteraciones dispuestas en más de 30.000 billones de células que residen en el ecosistema humano.

Las células tumorales pierden la interdependencia de las señales de transducción normales, violando el estímulo a través de los receptores transmembrana. Lo que facilita la proliferación, invasión y migración a otros órganos. Por otra parte, y en paralelo se determinó la existencia de los genes supresores de tumor que intervienen en la inactivación de las alteraciones deletéreas.

Estos intervienen en la evolución de la neoplasia si sufren una mutación que les inactiva. Es decir, cuando hay una pérdida de función que conlleva un carácter recesivo, o absoluto cuando hay compromiso de los dos alelos.

Para que el cáncer pueda progresar se ha establecido que deben producirse al menos 6 eventos críticos que afecten genes reguladores.

Michael Bishop y Harold Varmus, investigadores que ganaron el premio Nobel de medicina y fisiología en 1989, demostraron cómo los oncogenes no provienen de partículas de ADN viral integrado.

Sino que corresponde a genes propios mutados y alterados muchas veces por la inclusión de material proveniente de agentes agresores, entre ellos los virus.

Hasta la fecha, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) ha clasificado seis virus humanos como oncogénicos: el virus Epstein-Barr (EBV), el virus de la hepatitis B (HBV) y el de la C (HCV); varios subtipos del virus del papiloma humano (HPV), el virus linfotrópico humano de células T tipo1 (HTLV-1), y el herpesvirus asociado al sarcoma de Kaposi (KSHV).

Por su parte, un virus recientemente descubierto, denominado poliomavirus de células de Merkel (MCPyV). Sse ha asociado a un tipo raro y agresivo de cáncer de piel, llamado carcinoma de células de Merkel.

Adicionalmente, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) tipo 1 se considera un agente causal de cáncer. Sin embargo, su principal asociación se establece debido a la susceptibilidad que ocasiona hacia la oncogénesis.

Los virus pueden inducir el desarrollo de un determinado cáncer de tres formas principales: pueden transportar un oncogén hacia el interior de la célula, pueden activar un protooncogén, o bien pueden inactivar un gen supresor.

Además, de manera general todos los virus oncogénicos alteran el proceso de muerte celular (apoptosis) como un mecanismo para sobrevivir de manera indeterminada dentro de la célula huésped. Por otro lado, de manera indirecta la infección por un virus puede ocasionar inflamación crónica que, con los años. Crea un medio ideal para el desarrollo del cáncer (14-18).

CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *