VIH/Sida, La Pandemia del Cambio de Milenio
Historia de la Medicina
Ángela María Ruiz Sternberg1, Eduardo Barajas Sandoval2
Resumen
La irrupción del VIH – SIDA en el panorama de las enfermedades contemporáneas, significó retos insospechados para la ciencia y desató fenómenos inéditos dentro de la cultura popular y el manejo de las políticas públicas.
Este artículo hace un recuento de la lucha contra la pandemia desde los momentos inciertos de las exploraciones iniciales para identificar su origen, hasta el hallazgo de medicamentos antivirales que han logrado frenar el ritmo de su expansión.
Además de repasar las cifras de los estragos que el SIDA ha causado en ciertas poblaciones, presenta la secuencia de las principales creencias y reacciones sociales que, por una parte facilitaron el surgimiento de una cultura de discriminación en contra de ciertos grupos sociales, y por otra, motivaron acciones de defensa de las víctimas de la pandemia y de solidaridad con la causa de luchar contra el contagio del virus.
Finalmente, entra de lleno a presentar el SIDA como problema público y describe el proceso del desarrollo científico que, a partir de la identificación del VIH, condujo a la producción de antivirales, siempre con la mirada puesta en la obtención de una vacuna.
Palabras clave: VIH; Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida; Historia; Brotes de Enfermedades; Enfermedades Transmisibles Emergentes; Pandemias.
HIV/Aids, The Pandemic of the Turn of the Millennium
Abstract
The emergence of HIV-AIDS in the scenery of contemporary diseases posed unsuspected challenges for science, and unleashed unprecedented phenomena within popular culture and the management of public policy.
This article recounts the fight against the pandemic from the uncertain moments of the initial explorations to identify its origin, to the discovery of antiviral drugs that have managed to slow down the rate of its expansion.
In addition to reviewing the figures of the impact of AIDS on certain populations, it presents the sequence of beliefs and social reactions that facilitated the rise of a culture of discrimination against people affected by the disease, as well as exploring how this phenomenon created a movement of defense of and solidarity with victims of the pandemic.
Finally, it presents AIDS as a public problem and describes the scientific development process that, starting with the identification of HIV, has lead to the production of antivirals, always with the aim of developing a vaccine
Keywords: HIV; Acquired Immunodeficiency Syndrom; History; Disease outbreaks; Communicable Diseases; Emerging; Pandemics.
La irrupción del SIDA en el escenario mundial
Dada su semejanza con el virus de inmunodeficiencia de los simios (SIV). Se cree que el agente causal del que ahora se conoce como Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. SIDA, pasó de los chimpancés a los humanos por transmisión entre especies, alrededor de 1930.
Los primeros casos de infección se rastrearon en África antes de la aparición de la epidemia en la zona central del mismo continente, y luego en América, en los años sesenta (1).
La identificación de esa entidad patológica, caracterizada por un severo compromiso de la inmunidad. Se remonta a junio de 1981, cuando el Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC en inglés) publicó en su reporte semanal, MMWR, el primer informe relacionado con cinco casos de Pneumocystis carinii en hombres homosexuales, en Los Ángeles.
Este hallazgo inusual de infecciones oportunistas en jóvenes previamente sanos, entre quienes se encontró evidencia paraclínica de infección previa o concurrente por Citomegalovirus (CMV), sugirió la posibilidad de una disfunción de la inmunidad celular relacionada con una exposición común, y alertó sobre el posible rol del CMV (2).
Esa publicación, que alertó a la comunidad médica cuatro meses antes de la publicación del primer artículo científico revisado por pares, estaba relacionada con las reiteradas solicitudes de Isotionato de Pentamidina, fármaco utilizado para el manejo de la Neumonía por Pneumocistis Carini, que para ese entonces aún no había sido aprobado para venta en el mercado y cuyo suministro dependía del CDC.
El aumento en la demanda de esta medicación, usada casi exclusivamente en pacientes con cáncer u otras condiciones asociadas a inmunosupresión severa, había disparado las alarmas (3).
Reportes VIH y otras enfermedades oportunistas en homosexuales
Entre octubre y diciembre de ese año aparecieron publicados reportes casi simultáneos en Los Ángeles y Nueva York, de esta y otras enfermedades oportunistas en homosexuales (4-6).
El CDC, entonces bajo el liderazgo del Dr. William Foege, conformó un equipo de vigilancia epidemiológica de Sarcoma de Kaposi y otras enfermedades oportunistas, y estableció la primera definición de caso para el seguimiento del brote.
Esta definición incluía, confirmación histológica de Sarcoma de Kaposi en paciente menor de 60 años o confirmación patológica o por cultivo de infección oportunista fatal, o que amenazara la vida en pacientes sin enfermedades subyacentes o historia de terapia inmunosupresora (3).
Para finales de ese año, el Dr. David T. Durack, en su editorial del NEJM, afirmaba: “aunque esta asociación sea nueva y sorprendente, ya se han recopilado suficientes casos para establecer su realidad. En la actualidad, se están analizando más de 160 casos en el CDC, y se informan cinco o seis nuevos cada semana” (7).
En junio de 1982, el CDC reportó brotes de neumonía por Pneumocystis carinii y de Sarcoma de Kapossi, con comportamientos particularmente agresivos en homosexuales jóvenes. Sin riesgo aparente para ese raro tipo de enfermedades.
La nota editorial, el CDC mencionaba la hipótesis de que la inmunodeficiencia celular adquirida, que parecía subyacer a estos casos, podría derivarse de la transmisión, a través del contacto sexual, de un agente infeccioso todavía no bien definido.
Como hipótesis alternativa se consideraba que la causa de esta inmunodeficiencia podría estar relacionada con la exposición a otros agentes, como estimulantes sexuales inhalados (los llamados “poppers” de butil o amyl nitrato), agentes psicotrópicos, u otro tipo de “drogas callejeras” propios del estilo de vida de cierta población homosexual (8).
El nombre SIDA, Síndrome de Inmunodeficiencia adquirida
El nombre SIDA, Síndrome de Inmunodeficiencia adquirida (AIDS en inglés) vino a ser recomendado por el CDC en septiembre de 1982 (9).
Aunque la enfermedad inicialmente se consideró ligada sólo a los homosexuales, pronto se describieron casos similares en Europa y Estados Unidos, relacionados con pacientes hemofílicos.
También se identificaron casos entre migrantes haitianos, en su mayoría heterosexuales y sin factores de riesgo conocidos. Desde Europa se reportaban dos tipos de epidemia: una entre homosexuales y otra predominantemente en heterosexuales migrantes de África central.
En diciembre de 1982 el CDC recibió el reporte de un caso de inmunodeficiencia celular e infección oportunista en un niño hemofílico, de 20 meses de edad, quien había recibido múltiples transfusiones. Incluyendo la de un individuo diagnosticado posteriormente con SIDA.
La similitud con las características de la enfermedad previamente identificada en homosexuales, usuarios de drogas y hemofílicos, orientó hacia una posible etiología infecciosa, que permitía ya vislumbrar la transmisión del agente causal a través de contacto sexual o de la exposición a sangre o sus derivados (10).
En su Discurso Nobel, el Dr. Luc Montaigner afirmó que el virus causante de la enfermedad fue por primera vez aislado a partir de la biopsia de una adenopatía cervical de un paciente en 1983, que identificó partículas virales semejantes a las de algunos retrolentivirus animales.
El grupo del Instituto Pasteur, liderado por el Dr. Montaigner y la Dra. Françoise Barré-Sinoussi, presentó el hallazgo en la revista Science, en mayo de ese año. De manera casi coincidente con el artículo del doctor Robert Gallo, líder del equipo del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos.
El virus, denominado LAV y HTLV-III, por los dos grupos respectivamente, fue confirmado como el agente causal del SIDA en 1884 y renombrado como HIV (iniciales en inglés para virus de la inmunodeficiencia humana) por el Comité Internacional de Nomenclatura de Virus.
En 1986 se aisló un segundo virus, HIV-2, de pacientes provenientes de África occidental, de transmisión heterosexual. Muy pronto fue también evidente que el virus no se transmitía por contactos casuales (11-13).
La epidemia del SIDA en cifras
Durante los primeros dos años de la epidemia, el número de pacientes identificados con SIDA creció paulatinamente. Para junio de 1981 se habían reportado al CDC 1.200 casos provenientes de 34 estados de los Estados Unidos, el Distrito de Columbia y 15 países más, con 450 muertes y una tasa de fatalidad por caso mayor del 60% en los pacientes diagnosticados durante el primer año (14).
Las transfusiones de sangre o sus derivados, contaminados con el virus, fueron frecuentes entre 1981 y 1984. Se calcula que en los Estados Unidos cerca de 15.000 hemofílicos fueron infectados por esta vía. De igual forma, los consumidores de drogas intravenosas se exponían al compartir agujas. Solo hasta 1984 aparecieron los programas de reemplazo de agujas usadas por drogadictos, en Holanda y otros países europeos (9).
Para finales de 1987 se habían reportado en los Estados Unidos 50.000 casos de SIDA y cerca de 28.000 personas habían fallecido a causa de la enfermedad.
Sin embargo, era evidente que el número de infectados era significativamente mayor, estimándose entre 1 y 1,5 millones de personas (15). Según ONUSIDA, Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA, desde que comenzó la epidemia y hasta finales de 2018, cerca de 75 millones de personas en el mundo habían contraído la infección por VIH, y de ellas, cerca de 32 millones habían fallecido por enfermedades relacionadas (16).
Pico de contagios VIH
Desde que se alcanzó el máximo pico de contagios, en 1997, las infecciones se han reducido en un 40%. Las nuevas infecciones disminuyeron de 2,9 millones en 1997 a 2,1 millones en 2010 y a 1,7 millones en 2018.
Los grupos de población clave (hombres que tiene sexo con hombres, personas que se inyectan drogas intravenosas, trabajadores sexuales, personas transgénero) y sus parejas sexuales, representan más de la mitad de las nuevas infecciones por VIH a nivel mundial.
La tasa anual de muertes igualmente ha descendido de 1,7 millones en el 2004, cuando presentó su máximo pico, a 770.000 en 2018 (17) (Figura 1).
Las estadísticas más recientes señalan que actualmente alrededor de 38 millones de personas viven con VIH, más de la mitad de ellos en África oriental y del sur; cerca del 80% saben que están infectados y 62% tienen acceso a terapia antirretrovírica (aproximadamente 24,5 millones para mediados de 2019).
En el subgrupo de mujeres embarazadas que viven con VIH, el 82% tuvo acceso a terapia para evitar la transmisión vertical del virus a sus hijos (16). La razón global de incidencia/prevalencia, que es un buen estimativo de la forma como ha progresado el control de la epidemia. Ha declinado de 11,2% en el año 2000 a 6,6% en el 2010 y a 4,6% en el 2018 (Figura 2).
Punto de Referencia VIH
Se estima que 18 países han alcanzado el punto de referencia de 3%, (3 infecciones de VIH por cada 100 personas viviendo con VIH por año). Señalado por ONUSIDA como el punto de corte por debajo del cual la infección irá disminuyendo globalmente. Hasta dejar de ser una amenaza para la salud pública, lo que representa una promesa en el camino que conduzca al fin de la pandemia (17).
Desde el punto de vista social, la epidemia de SIDA se ha caracterizado por fuertes rasgos de discriminación, marginalización, tabús y estigmatización hacia la población infectada. Así como por inequidades en el acceso a tratamiento, y manifestaciones diversas de desigualdad dentro del espectro del balance internacional del poder.
La infección ha afectado de manera extrema a regiones y grupos vulnerables. La mayor proporción de infectados se concentra en el continente africano. Presenta la mayor tasa de coinfección con enfermedades como la tuberculosis, a su vez principal causa de muerte en pacientes con VIH y donde existe la mayor limitación de acceso a terapias antirretrovirales.
El mayor riesgo de infección lo tienen grupos marginales y segregados, la población LGTBI, las y los trabajadores sexuales, la población carcelaria y las personas sometidas a explotación sexual.
También ha cobrado un importante número de víctimas entre los niños (cerca del 4,5% de la población vive con HIV) y las mujeres. Semanalmente se infectan en el mundo 6.000 mujeres entre 15 y 24 años, y en el África subsahariana las mujeres representan cuatro de cada cinco nuevas infecciones en adolescentes entre 15 y 19 años. En esa misma región, las jóvenes entre 15 y 24 años tienen el doble de riesgo de vivir con VIH que los varones (16).
ONUSIDA introdujo en 2014 la estrategia 90-90-90, que pretende lograr que el 90% de los infectados del mundo conozcan su condición, el 90% de ellos tengan terapia antirretroviral, (ART), y que entre los tratados se alcance un 90% de supresión viral. Se calcula que para finales de 2018 las metas alcanzadas fueron de 75%, 62% y 53%, respectivamente (18).
(Lea También: El SIDA como Problema Público)
Representaciones sociales del SIDA
Pocas enfermedades, como el SIDA, han generado tal cantidad de sentimientos más allá del círculo de quienes la padecen. Su irrupción, a finales del Siglo XX, no solamente afectó el entorno inmediato de los pacientes. Sino que produjo notables impactos sociales, hasta cubrir un espectro de dimensiones insospechadas, mucho más que, en su momento, la tuberculosis y el cáncer.
Tal vez el origen y las primeras interpretaciones respecto de la población que podía ser objeto de la enfermedad. Acentuaron el señalamiento hacia las personas susceptibles de contraerla, como fue el caso de los homosexuales. En torno a ellos germinaron el terror, la idea de culpa, el señalamiento despectivo cargado de juicios morales, la discriminación social y la condena implacable (19).
La caracterización de “incurable” contribuyó a que en torno al SIDA aparecieran “construcciones culturales” de rechazo. Basadas en la homofobia, su vínculo con la drogadicción, el espanto por el desaseo atribuible a ciertas personas, y el menosprecio por comunidades, como la afrodescendiente y en particular la haitiana.
Fenómenos que se acrecentaron cuando se supo de la posible ampliación del espectro del contagio a todo el género humano (19).
Tal vez ninguna enfermedad ha sido objeto de tanta curiosidad y de tanta exploración, ordenada y desordenada, autorizada e improvisada, como el SIDA.
Más allá de la juiciosa actividad científica, apareció la curiosidad -individual y social- por entender los riesgos propios de la circulación del virus y las formas de evitar la infección. Degeneró en prevenciones en cuanto al contacto con personas infectadas, y en el surgimiento de interpretaciones populares de toda índole.
Teorías hechizas e interpretaciones acomodaticias
La circulación de teorías hechizas e interpretaciones acomodaticias llegó a tener tanta fuerza, que por un tiempo consiguió eclipsar, en el ambiente social, la difusión de los resultados propios de la investigación científica.
De manera que circularon, sin mayor contrapeso, explicaciones llenas de prejuicios, postulados seudocientíficos y fantasías fáciles de digerir y absorber, a las que muchos se sintieron con derecho de agregar su “cuota de enriquecimiento”.
La relación entre homofobia y enfermedad
Fue tal vez el aspecto más sobresaliente de todas estas interpretaciones animadas. Por el terror que produce la presencia de un contagio epidémico de características originalmente inexplicables.
A ello se sumaron teorías conspirativas, presentes en casos de pandemia. Atribuían a una u otra nación la autoría de la creación del virus y su dispersión perversa con aparentes motivaciones científicas, vengativas, propagandísticas, experimentales o políticas (20).
Los correspondientes comportamientos sociales no se hicieron esperar. Muchos se negaban a recibir transfusiones de sangre, otros evitaban la cercanía de personas infectadas. Niños con SIDA fueron expulsados de los colegios, y empleados despedidos de sus trabajos.
Se dijo que ciertos drogadictos preferían contraer la infección para mantener la costumbre de compartir agujas; que las prostitutas eran reservorios de la enfermedad. La transmisión heterosexual solo se podía dar en la dirección de hombre a mujer, y que en África la misma transmisión se presentaba porque la penetración anal era un método anticonceptivo (20).
El esclarecimiento de todas estas interpretaciones terminó implicando a activistas de la comunidad gay y grupos afines. En busca de argumentos para contrarrestar la avalancha de prejuicios y equivocaciones que tanto daño les hacía.
Por ese camino consiguieron no solo reducir la presión social en su contra. Sino ganar espacios de respeto por su condición y vocería de sus intereses en el seno de la sociedad.
la naturaleza y el impacto del SIDA
Dentro del panorama de acciones orientadas a esclarecer la naturaleza y el impacto del SIDA. Ocupa un lugar especial, por su valor simbólico, el esfuerzo realizado a través de la exposición ‘Against Aids: Posters from Around the World’. Se llevó a cabo en el Museum für Kunst und Gewerbe de Hamburg entre febrero y abril de 2006.
De una colección original de más de mil posters relacionados con HIV-SIDA y sexo seguro. Se presentó una selección que demostró el poderío social de las expresiones visuales y sintéticas para interpretar fenómenos históricos, científicos o culturales. Con todo lo que un poster puede reunir a través de colores, formas y mensajes escritos, para transmitir lo esencial del objeto de su contenido (21).
La apelación a muchos otros medios de difusión permitió apreciar la presencia global del fenómeno y la riqueza de expresiones de solidaridad con sus víctimas. Ejercicio valioso, en cuanto fortaleció la perspectiva de acciones universales frente a amenazas. No respetan distinciones de raza, credo, nacionalidad, y mucho menos fronteras estatales.
Autor
1 Ángela María Ruiz Sternberg. MD, Gineco-Obstetra, Fellow en Medicina Reproductiva, MSc en Epidemiología. Universidad del Rosario. Bogotá, Colombia.
2 Eduardo Barajas Sandoval. Abogado, MA Politics and Goverment, MA Entreprises Publiques et Développement. Universidad del Rosario. Bogotá, Colombia.
CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO