Las Pestes del Siglo XVI

Pestes del Siglo XVI Historia de la Medicina

Epidemias en el Nuevo Mundo

Paula Ronderos Gaitán1

Resumen

Durante el siglo XVI se dio un proceso de apropiación de las tierras americanas desde el intercambio biológico entre colectivos humanos, plantas, animales y agentes patógenos. Las epidemias, como eventos de la historia de la conquista, fueron narradas en las Crónicas de Indias y muestran el impacto de los procesos de enfermedad colectiva en las comunidades y en la historia.

Palabras clave: Epidemia; Nuevo Mundo; Enfermedades; Historia.

New World, XVI Century Epidemics

Abstract

During the 16th century the appropriation of American lands parts from the biological ex- change between collective humans, plants, animals, and pathogens. Epidemics, as events in the history of the conquest, were narrated in the Chronicles of the Indies and show the impact of the processes of collective disease on communities and on history.

Keywords: Epidemics; New World; Disease; History.

Nuevo Mundo posteriormente se deno­minó América en los mapas

Se suele conocer como “Nuevo Mundo” a la porción continental del planeta que posteriormente se deno­minó América en los mapas. Sin embargo, desde una perspectiva más amplia que da cuenta del proceso histórico, entendemos ese mundo nuevo como el re­sultado complejo del encuentro entre los mundos que confluyen para generar otra cosa. Esta configuración comienza en el quiebre del siglo XVI y se extiende por dos largos siglos más, permite explicar las maneras en que se transforma la comprensión de la naturaleza (1). A partir de rutas de exploración se produce una inten­sa globalización y el establecimiento de redes comer­ciales que conectan asentamientos de poblacionales sobre un cada vez más amplio territorio. La expansión de la frontera del mundo desconocido transformó de manera radical la sociedad (2).

(Lea También: El Cólera)

Revolución Científica del XVII

Como consecuencia de esta expansión geográfica se agrietó la estructura de la escolástica medieval y se abrió paso el paradigma de la ciencia basado en la ra­zón, que se concretará en la Revolución Científica del XVII. En cuestión de 10 años desde el primer viaje de ida y vuelta de Colón, mutó la certeza de la tradición en la iglesia por un conocimiento práctico sobre el mundo desde la experiencia. El cambio de paradigma hacia la experiencia se expresa de modo particular en las cróni­cas de Indias. Con este nombre se agrupa al conjunto de documentos escritos por viajeros a los territorios de las Indias Occidentales. Había un cargo de cronista, pro­piamente dicho, con una función explícita y adscrita a la corona, pero también hacen parte de estas categorías textos escritos por soldados o miembros de comunida­des religiosas. Las descripciones de los viajes al Nuevo Mundo narran los hechos de las eventualidades sucedi­das durante la Conquista, así como compilar inventa­rios de las materias naturales explotables, descripciones de las costumbres de las comunidades indígenas y rela­ciones geográficas de tierras y puertos.

En las Antillas, en oposición a la Península Ibérica, el problema de conseguir el alimento hizo necesario adquirir experiencias para habitar en esa otra natura­leza.

Las crónicas sirvieron para hacer inventarios de las especies, alimentos y costumbres de las gentes, lo que comían, las formas de cultivar, de construir casas. Estas crónicas circulaban impresas y mostraban los to­nos acomodados a los intereses del autor. No es lo mis­mo una crónica de un cronista a la de un misionero. Así, hay preguntas por el origen de las comunidades indígenas o retóricas explicaciones que buscan vincu­lar el mundo indio con la genealogía bíblica. Desde una perspectiva de sostenibilidad, parte central de las responsabilidades de los cronistas, se presentan inten­sas descripciones de fauna y flora. Dentro de estas detalladas descripciones de los eventos y las cosas de la vida en las Indias hay referencias a enfermedades, envenenamientos y pestes en general. Si bien nos en­contramos con textos médicos, el enfermar resulta una condición permanente, un infortunio inesperado, una ventaja militar que merece ser registrada.

Epidemias, etimológicamente aquello que está por enci­ma del pueblo, se registraron en los relatos de los textos más antiguos de las religiones de Oriente Medio, de los Sutras a la Biblia, en el Corán. En estos libros re­ligiosos se asocia la epidemia con la idea del castigo comunal, bajo una interpretación moral. También se asociaba con eventos y confluencia astrológica. Desde los tratados de Hipócrates, que buscaba explicaciones racionales, se acudió a la idea de miasma, un aire pú­trido, unos malos aires contaminados. De acuerdo con el modelo hipocrático, la enfermedad se definía desde el desbalance humoral del individuo: algo intrínseco al cuerpo que enferma.

En este marco explicativo, el hecho de que la epide­mia enferme a muchos es algo que resultaba difícil de incluir.

Este punto débil se mantuvo en discusión por varios siglos. Sobre epidemias, aparecen múltiples re­ferencias que abarcan las experiencias de los pacien­tes, viajeros y médicos, que acompañaban las huestes o que tuvieron casa en los poblados de la primera colo­ nia. Vale anotar que las fuentes coloniales son muchas memorias, informes, registros oficiales y registros de viajeros, sacerdotes y funcionarios peninsulares que expresan pormenores de las maneras administrativas. Las epidemias se rastrean como noticias, en registros parroquiales, en estadísticas y cartas. En las crónicas hay algunas noticias de pestilencia, fiebre, calenturas, males y llagas. De violentos accesos a cámaras y agó­nicos vómitos negros. A veces, se encuentran men­ciones que las hacen difíciles de identificar desde los síntomas.

“estaban los indios muertos a cada parte.
El hedor era muy grande y pestífero”.
Pedro Mártir de Anglería (3)

Desde la antigüedad y enfáticamente durante la Edad Media hay una fuerte conexión comercial entre Euro­pa, África y Asia, canalizada por el mar Mediterráneo. Viajeros de agua como Marco Polo o tierra de largo aliento como la Ruta de la Seda. Las conexiones con Medio Oriente se reflejan en la historia de expansiones y rutas para el intercambio de productos, y la circu­lación de especies y personas. En estos movimientos se establecieron relaciones inmunológicas entre los individuos, las comunidades y las especies animales de uso, para alimento o industria, lujo o manutención. Debido a esta conexión, fue frecuente la exposición de la población europea a múltiples cepas de pestes de variados orígenes, entre las que se resalta la peste negra, la viruela, el sarampión y una amplia selección de gripas porcinas y aviares. Las costumbres cotidia­nas de cercanía física con los animales confrontaron la complexión de los cuerpos del viejo mundo.

La globalización atlántica tiene impacto ecológico que implica un choque en los nichos ecológicos, co­menzando por las islas del Caribe y siguiendo a Tie­rra Firme (4). El impacto de los animales de corral y en especial de los cerdos sobre las islas es devastador, equiparable al choque entre comunidades humanas.

Para ese momento, las estadísticas son difusas porque solo se tienen estimados poblaciones y solo hay regis­tro sistemático años después, con las parroquias y los resguardos coloniales. Se estima que el contagio de todas estas pestes fue incontenible, que los brotes se sucedían unos a otros y que la muerte por infecciones diversas fue masiva, con una particular virulencia en los americanos debido a la exposición a múltiples vec­tores de contagio.

Los cuatro viajes de Colón en la última década del si­glo XV, implicaron movimientos humanos entre Eu­ropa, África y América.

Los relatos de viajes permi­ten rastrear el proceso de expansión progresiva de la frontera y la consolidación de una nueva geografía hu­mana desde el intercambio biológico. Las referencias son variadas y dispersas, pero se habla de una primera epidemia de gripa que comenzó en Santo Domingo causada, probablemente, por el virus de la influenza. Después de estudios con restos óseos, se ha llegado a la conclusión que se trataba de un virus similar al de la gripa española del 1918 (5). Los nativos de las islas murieron en una proporción de un tercio y luego fue introducida en tierra firme causando una mortandad proporcional a su paso:

“comenzó la gente a tan de golpe
a caer enferma de calenturas terribles”,
Fray Bartolomé de las Casas (6)

Hacia el año 1500, el Atlántico es cruzado por flotas de intercambio de mercaderías y materias primas. La implementación de los cultivos de trigo y cebada, el cambio en el paisaje y las condiciones de trabajo, así como enfermedades de cepa europea entre las que re­saltan la viruela, el sarampión, la escarlatina y el ti­fus, que causaban constante mortandad en las tripu­laciones de barcos y, sobre todo, en las comunidades indígenas. El intercambio de agentes patógenos entre diferentes grupos étnicos se potenció en el contexto, contrastando las experiencias inmunitarias indivi­ duales y las colectivas. El proceso de introducción de agentes exóticos para los que habitaban este territorio fue de doble vía, con la confrontación epidemiológica con especies patógenas locales de quienes venían del viejo mundo.

Como un ejemplo del intercambio, vale resaltar la sí­filis. Si bien ha sido un enigma por cuanto su origen, con la confusión que plantea su denominación desde toponimias.

Se ha discutido mucho sobre si se trata de un mal americano. Se han analizado las varias infec­ciones debidas a treponema pallidum y sus subespecies (5) y se ha llegado a la conclusión de que las bubas eran una forma rural tropical, que mutó en Europa hacia forma venérea de transmisión sexual, que desde el siglo XVII adquirió su manifestación usual recono­cible. Es posible que las treponemas en poblaciones europeas fueran más virulentas, del mismo modo que vemos sucedió con la gripa y la viruela, por ejemplo, en los pueblos de América.

Desde entonces, América latina ha estado condiciona­da por la secuencia de epidemias, el dengue y la fiebre amarilla. La viruela tuvo oleadas sucesivas y coleta­zos, en comunidades y pueblos. Se hicieron reformas y proyectos, medidas de vacunación y sanidad pública, cuidado de cementerios, aguas y hospitales. Hasta el siglo XX se pueden ver cambios sustanciales mediante la vacunación, la salubridad, el alcantarillado y el agua potable. La búsqueda por terapéuticas naturales para enfrentar las fiebres, diarreas y temblores, impulsó las expediciones botánicas y hallazgos como el guanaco para la sífilis o la quina como febrífugo. La lucha con­tra la enfermedad y la impotencia en contenerla apare­cen, una y otra vez, en los registros de las poblaciones como una urgencia manifiesta y una exigencia al go­bierno. Reconocer el papel de las condiciones ecoló­gicas, así como del intercambio humano y ambiental que se vivió históricamente, permite incorporar otras explicaciones y ampliar la agencia de los actores his­tóricos.

Referencias

  • 1. O´Gorman E. La invención de América: investigación acerca de la estructura histórica del Nuevo Mundo y del sentido de su devenir. México: Biblioteca Universitaria De Bolsillo; 2006.
  • 2. Arnold D. La naturaleza como problema histórico. El medio, la cultura y la expansión de Europa. México: Fondo de Cultura Económica; 2000.
  • 3. Mártir de Anglería P. Décadas del Nuevo Mundo. Madrid: Polifemo; 1964.
  • 4. Crosby A. The Columbian Exchange: Biological and Cultural Consequences of 1492. Westport, CT: Greenwood Publishing Group; 1982.
  • 5. Cordero del Campillo M. Las grandes epidemias en la América Colonial. 2001. Archivos de zootecnia. 2001; 50 (192): 598. 6. De las Casas B. Brevísima relación de la destrucción de las Indias. [Sevilla 1552]. Madrid: Alianza; 1977.

Recibido: 8 de junio de 2020
Aceptado: 22 de junio de 2020

Correspondencia:
Paula Ronderos Gaitán
paularonderos@gmail.com

Autor

1 Paula Ronderos Gaitán. Historiadora, Universidad de los Andes. Mg., Pontificia Universidad Javeriana. Profesora, Facultad de Medicina, Universidad del Rosario. Bogotá, Colombia.

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