José Félix Patiño Restrepo 

Roberto Esguerra Gutiérrez1

Discurso pronunciado en la ceremonia religiosa celebrada en memoria del Doctor José Félix Patiño Restrepo, en la capilla de los santos apóstoles del Gimnasio Moderno en Bogotá.

Estamos aquí para honrar la vida de un ser superior porque, como pocos, José Félix Patiño Restrepo  merece ese calificativo.

No voy a hacer un recuento de su monumental obra como médico, cirujano, profesor y gran maestro, prolijo autor de libros y artículos científicos, rector de la Universidad Nacional de Colombia, Ministro de Salud, fundador de la Fundación Santa Fe de Bogotá y de la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes, presidente de la Academia Nacional de Medicina. Además de muchas otras actividades, cuya trascendencia se encuentra bien documentada.

Hoy los invito a ver su vida desde la dimensión humanista, humanitaria y, sobre todo, humana.

Fue un Humanista sublime, poseedor de una sólida cultura que abarcó todos los campos del arte, las letras, la música y la historia, temas que estaban presentes en su completísima biblioteca, que hace unos pocos años donó a la Universidad Nacional. Su pasión por la ópera, que se inició desde que era estudiante en Yale. Lo convirtió en asiduo asistente a las temporadas en Nueva York. Las últimas veces en compañía de sus hijas. Lo que para él constituía el mejor plan imaginable. La biografía de María Callas, libro que trabajó y documentó cuidadosamente, es una obra extraordinaria.

No solo poseía una cultura envidiable, sino que estaba convencido de que ciencias, artes y ciencias humanas, constituían el alma de una universidad y su integración fue la esencia de su famosa “Reforma Patiño” en la Universidad Nacional. Pensaba que una universidad debía, ante todo, formar buenos ciudadanos y que la estructura de las profesiones debía construirse sobre una sólida base de cultura general.

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El humanitarismo fue el motor de su pasión por la Medicina.

La vivió intensamente, desde su época de estudiante hasta los últimos días de su vida. Escribí hace unos días sobre él: “Es de esos pocos seres que simplemente con mirarlos uno podría saber que se encuentra ante un gran médico, por su porte, por su actitud, por su mirada”. Todo en él tenía que ver con su pasión por la Medicina. No solo la ejerció siempre, sino que se preocupó como el que más por el sistema de salud, por las condiciones de trabajo de los médicos y, especialmente, por evitar que la Medicina se desprofesionalizara. Se comercializara y perdiera su dimensión social. Por eso presidió hasta hace poco la Comisión de Salud de la Academia de Medicina. ­

Ese mismo humanitarismo lo llevó, en no pocas oca­siones, a terminar pagando de su bolsillo. La atención hospitalaria y los medicamentos de pacientes con esca­sos recursos, a los que muchas veces les salvó la vida, pero no logró que los sistemas de seguridad social cu­brieran los costos.

Así como no entendía la Medicina sin una sólida for­mación cultural, tampoco la entendía sin la docencia. Por eso, siempre estuvo rodeado de estudiantes, que querían estar cerca de él para poder asimilar su sapien­cia. Le fascinaba enseñar, transmitir su conocimiento y estimular en los jóvenes la disciplina del estudio, del trabajo y la pasión por investigar.

Siempre portó su bata blanca con orgullo, tal como hacía cuando, vestido de cirujano, entraba a la sala de cirugía a ejercer su pasión por la práctica quirúrgica. Allí, el gran cirujano se transformaba por completo: era su expresión máxima, estaba realizando un proce­dimiento que curaría a un paciente, le salvaría la vida o le regresaría su bienestar.

Entendió que la atención de la salud requería del con­curso de diferentes profesionales.

Valoró y reconoció siempre el papel esencial de las enfermeras y su ca­rácter profesional. Insistió en la importancia de otras disciplinas y consideró esencial la nutrición, de la cual fue abanderado.

La dimensión humana de José Félix Patiño Restrepo  es apa­sionante. Más allá de ser poseedor de una inteligencia privilegiada. En muchas ocasiones, su corazón lograba imponerse sobre su cabeza, conduciéndolo a situacio­nes que resultarían de difícil comprensión para quien no le conociera bien.

Lo humano lo gobernaba, lo conmovía. El ejercicio de la profesión médica no lo concebía sino en el marco de una actividad profundamente humana, en donde la capacidad de ponerse en el lugar del paciente, de en­tender y vivir su sufrimiento, como expresión máxima del altruismo, constituía la base moral de la profesión.

El humanismo fue su obsesión en los últimos años, en que se constituyó en el adalid del humanismo y la bioética en el ejercicio de la Medicina.

Consideró éstos como elementos fundamentales para preservar la pro­fesión. Ante la preocupación que le producía constatar la ausencia de esas disciplinas en la formación y en el actuar de muchos profesionales.

Su aspecto humano tuvo una dimensión especial ante el inmenso dolor que le ocasionó la prematura partida de Lucía, la segunda de sus cuatro hijas, y luego, la de Blanca, su esposa. Desde entonces, disfrutó del amor y la devoción con que sus hijas María Isabel, Mariana, María Olga y también sus nietos, lo rodearon y lo hi­cieron feliz.

Cuando sintió que la muerte estaba cerca, él mismo se fue para “su” hospital, el de la Fundación Santa Fe de Bogotá, que tanto le debe, porque quería morir allí y no concebía que su vida terminara en un lugar diferente. Como tampoco habría entendido que esta ceremonia se hubiera realizado en parte distinta a su colegio, el Gimnasio Moderno, que llevó siempre en su corazón porque fue un gimnasiano integral.

Por eso vinimos a decirle que su inmenso legado será conservado y cuidado por los millares de alumnos, discípulos y amigos, e igualmente que la Medicina co­lombiana mantendrá vivas sus enseñanzas y que la so­ciedad lo recordará siempre con admiración y afecto.

Fecha: 4 de marzo de 2020

Correspondencia:
Roberto Esguerra Gutiérrez resguegu@hotmail.com

Autor

 


1 Roberto Esguerra Gutiérrez. MD. MACP. Esp. en Medicina Interna y Medicina Nuclear. Miembro de la Asociación Colombiana de Medicina Interna y de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas. Fundador del Instituto de Humanismo y Bioética, Fundación Santa Fe de Bogotá. Bogotá, Colombia.

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