Homenaje a la Medicina Nacional

De la  Academia
Bicentenario de la Independencia 

Mural: Homenaje a la Medicina Nacional. Biografía de un Mural 

Fernando Sánchez Torres1

Antecedentes o proceso de gestación 

Desde cuando me senté por primera vez en este auditorio y vi una gran superficie en blanco sobre el estrado, me dije entusiasmado: “¡Esa pared está que pide a gritos un mural!”.

Lo mismo me decía cada vez que asistía a las sesiones de la Academia, hasta que, por fin, en agosto del 2003 decidí a dar el primer paso: quiénes podrían ser los personajes que debían figurar.

Con la disculpa de que estaba interesado en escribir un Opúsculo histórico de la Medicina Nacional, me dirigí a siete reconocidos académicos historiadores: Efraín Otero, Roberto de Zubiría, José Félix Patiño, Juan Mendoza Vega, Hernando Forero Caballero, Alfonso Vargas Rubiano y Adolfo de Francisco, para que me ilustraran sobre quiénes deberían aparecer en mi escrito.

La intención al elevar esa consulta era evitar que una vez pintado el mural se me dijera que la escogencia de los personajes había sido arbitraria.

De esa encuesta tomé no solamente los diez nombres con los cuales estaban todos de acuerdo, sino también otros que en mi concepto también merecían figurar. En total fueron 14 los personajes escogidos. Yo añadí otro, no mencionado por ninguno, pero que consideré que no podía estar ausente: el Paciente.

Transcurría el tiempo y no me atrevía a embarcarme en el proceso de ejecución de la obra.

No me sentía capaz, pues era algo monumental (5 metros de ancho por 2,85 de alto), y yo no había pintado nunca un mural.

Acudí a mi maestro Ángel Loockartt y le pregunté si era válido pintar la obra en paneles y luego montarlos sobre la pared. Pintar directamente sobre el muro, trepado en un andamio como se hacía en otras épocas, era para mí un imposible, por mis mermadas condiciones físicas a causa de mi avanzada edad. Yo no era un titán como Miguel Ángel.

El maestro Loockartt me dijo que hoy era totalmente válido un mural montable y desmontable, y que podía pintarlo en lienzo sobre bastidores, usando pigmentos al óleo y acrílicos, es decir, una técnica mixta.

Contenido del mural 

Así las cosas, comencé a planear el contenido del mural. Hice varios bocetos en el 2016, otros en el 2017 para, finalmente, en el 2018 tener ya decidida la obra: se compondría de seis paneles o piezas (políptico) que por su tamaño pudieran caber en mi estudio o taller, que es un patio acondicionado para tal fin en la parte posterior de mi residencia.

En los tres paneles principales irían los personajes más representativos de la Medicina nacional.

El primero, correspondería a los inicios de la enseñanza científica de la Medicina (principios del siglo XIX). Segundo, a la introducción de la Medicina anatomoclínica y florecimiento de la cirugía y la clínica (segunda mitad del siglo XIX y principios del XX). Tercero, a la Medicina actual (finales del siglo XX, principios del XXI) (ver Figura 1).

Los otros tres paneles, los de la mitad superior, constituirían el fondo o background del mural. Para ello me serviría del telón de fondo que Rafael Sanzio pintara entre 1510 y 1512 en el gigantesco fresco titulado La Escuela de Atenas, o La Academia, y que reposa en El Vaticano.

Mural: Homenaje a la Medicina Nacional

En el primer panel de la mitad inferior aparecen los doctores José Celestino Mutis, Miguel de Isla y Vi­cente Gil de Tejada (Figura 1).

Los tres personajes discuten algún asunto científico. Gil de Tejada se fun­damenta en los famosos Aforismos del holandés Her­mann Boerhaave, en tanto que Isla lo hace en un autor no identificado, seguramente Hipócrates.

Atento, el maestro Mutis los escucha, sosteniendo en su mano derecha una flor, representante de la Naturaleza que él tanto admiró y estudió. Como reconocimiento al sabio Mutis me atreví a colgar en su cuello la bandera de Es­paña y, en su pecho, la Gran Cruz de Plata –Honor al Mérito- de la Academia Nacional de Medicina.

En el segundo panel, dos son los personajes centrales: Antonio Vargas Reyes y el Paciente (Figura 1).

Al pri­mero, considerado como uno de los más sobresalientes exponentes de la medicina colombiana del siglo XIX, lo he pintado dictando cátedra a la cabecera de la cama de un enfermo. El tamaño de su figura sobrepasa a la de los demás personajes del módulo, para significar su importancia. Su mano derecha, con el índice extendi­do, está recordando el principio intemporal hipocráti­co: Primum non nocere, “Primero no hacer daño”.

Para representar al paciente me serví del cuadro pintado al óleo Lamentación sobre el Cristo muerto del pintor italia­no del Renacimiento Andrea Mantegna, obra que se conserva en Milán, Italia. Escogí esta magistral obra por la genial perspectiva utilizada por el artista: los pies en primer plano y la cabeza al fondo, los volú­menes resaltados a base de luces y sombras, como los pliegues de la sábana, todo lindando con la perfección estética.

Yo le suprimí aquello que representara a un personaje muerto y le di vida trocándolo en un personaje enfermo. No quise representar a Cristo muer­to sino a Juan Lanas, un Don Nadie, un hombre del montón, de pobre condición socio-económica, cuya crítica situación de salud suscita la atención y la preo­cupación de lo más granado de la Medicina de la épo­ca. Su estatura supera a la de todos los representados en el módulo.

Lo pinté así para poner de presente la importancia que tiene el paciente en el quehacer médi­co. Flanqueando al paciente, muy atentos, figuran los profesores Manuel Uribe Ángel, José Félix Merizalde, Nicolás Osorio Ricaurte, Juan de Dios Carrasquilla, José María Lombana Barreneche y Evaristo García.

En el tercer panel, correspondiente a la Medicina ac­tual, aparece en primer lugar y de izquierda a derecha, Rodolfo Llinás sosteniendo en su mano derecha un cerebro humano.

Nótese la firmeza con que lo sostie­ne, significando con ello que está seguro del resultado de sus investigaciones sobre la fisiología del cerebro.

Enseguida aparece el rostro de José Félix Patiño, la mirada fija en el cerebro, es decir, muy interesado en el trabajo de Llinás, al igual que Hernando Groot, quien manifiesta su complacencia con una sonrisa. ¿Por qué Patiño y Groot? Porque considero que son los médicos y humanistas contemporáneos con mayo­res merecimientos para ocupar un lugar en los anales de la Medicina nacional.

El último es Manuel Elkin Patarroyo, sosteniendo en su mano derecha un tubo de ensayo que aloja un zancudo anofeles, transmisor del paludismo (Figura 1); su brazo izquierdo reposa en un procesador de aminoácidos y sobre su hombro descansa un mico de la especie Aotus, que es la especie animal con la cual ha venido experimentando.

La cara de preocupación, de extrañeza, del doctor Patarroyo, la vista fija en el anofeles, expresa lo difícil que le ha sido desentrañar una vacuna efectiva.

En el ángulo inferior derecho del panel aparece mi firma y mi último autorretrato reducido a su mínima expresión.

Le he colocado “Yo, pintor” para que no se piense que he querido incluirme como personaje de la Medicina. Por la intención y el contenido, el mural lo he titulado Homenaje a la Medicina Nacional. Para aque­llos que no están familiarizados con nuestra historia médica, voy a presentarles rápidamente los personajes del mural.

(Lea También: Medicina-Médicos a Través de la Historia de Colombia)

Minibiografías de los personajes

Panel No. 1

En él aparece la trilogía médica que inició la enseñan­za científica de la Medicina entre nosotros.

Figura central, José Celestino Mutis (1732-1808)

Na­tural de Cádiz (España), médico y catedrático de la Facultad de Medicina de Madrid. Designado médico de cámara del virrey Pedro Messía de la Zerda, llegó al Nuevo Reino de Granada en 1761. Además de la Medicina, Mutis cultivaba la astronomía, la botánica, la mineralogía, la química, las matemáticas y la filo­sofía moderna. Su mentalidad, producto de la Ilustra­ción, estaba abierta al progreso en todos los campos.

Fue nombrado director de la Expedición Botánica. En 1802, por mandato de una Real Cédula emanada de Carlos IV, Mutis dio inicio en el Colegio Mayor del Rosario al primer plan de estudios de Medicina, serio y bien estructurado académicamente dentro del marco de la llamada “Medicina de la Ilustración”.

Sus cola­boradores en la implementación del primigenio plan de estudios fueron los frailes Miguel de Isla y Vicente Gil de Tejada. Por eso encontré justificado incluirlos. Mutis murió en Santafé de Bogotá.

A la diestra de Mutis está Vicente Gil de Tejada (¿1766 -?)

Natural de Buga, Valle. Se hizo miembro de la Or­den de los Hospitalarios de San Juan de Dios, donde tuvo como maestro al padre Miguel de Isla, con quien se inició en el estudio de la Medicina. En 1801, el sa­bio Mutis lo propuso como profesor de Medicina Teó­rica en el Colegio Mayor del Rosario.

La Universidad Tomística le concedió el título de Doctor en Medicina en 1806. Regentó la cátedra hasta 1810. Murió en Ma­racaibo, sin que se precise la fecha. Como ya dije, fue colaborador de Mutis en la formación de las primeras promociones médicas entre nosotros.

Al lado izquierdo de Mutis aparece Miguel de Isla (entre 1744 y 1745 – 1807).

Nacido en Santafé de Bo­gotá, estudió humanidades en el Colegio de San Barto­lomé y filosofía en la Universidad Javeriana. En 1761 ingresó a la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Dios. En 1770 se le concedió licencia para ejercer la profesión médica.

La Universidad de Santo Tomás le confirió el doctorado. Establecida la cátedra de Medi­cina según el plan de estudios propuesto por Mutis, fue designado para dirigirla en 1802. Falleció en Santafé de Bogotá.

Panel No. 2

El personaje central es Antonio Vargas Reyes (1816- 1873), Natural de Charalá (Santander).

Estudió litera­tura y filosofía en el Colegio Mayor del Rosario y Me­dicina en la Universidad Central. Viajó a París donde renovó los estudios médicos, siendo discípulo de los más importantes profesores de la época. Por sus reco­nocidos méritos profesionales se le autorizó a ejercer en Francia.

En 1843 regresó a Bogotá, donde fue nom­brado catedrático en los Colegios de San Bartolomé y el Rosario. Fue un admirable clínico y cirujano, y un reconocido maestro. Se le considera como el introduc­tor de la Medicina anatomo-clínica entre nosotros.

En 1852 editó el periódico médico La lanceta, primero en su género en Colombia. Fundó una escuela de Medi­cina privada la que, en 1867, cuando se creó la Univer­sidad Nacional, se constituyó en la Facultad de Medi­cina de ésta. Fue designado como su primer rector, o decano. El doctor Vargas Reyes falleció en Villeta.

El segundo personaje central es el Paciente, razón de ser la Medicina.

De él me ocupé atrás. A la derecha del paciente aparece, en primer lugar, Manuel Uribe Ángel (1822-1904), considerado como el más eminen­te médico de Antioquia en el siglo XIX.

Natural de Envigado, estudió latín y filosofía en el Colegio Ma­yor del Rosario y Medicina en la Universidad Central, donde se graduó en 1845. Incursionó como escritor en varios campos. En el campo histórico publicó La medicina en Antioquia y Geografía y Compendio histórico de Antioquia. En el de la novela, Pedro Serrano, de la Medicina, estudios sobre la lepra, el carate, la tos ferina y el sarampión.

La Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia regentó las cátedras de anatomía topográfica, clínica terapéutica y medicina legal. Fundó la Academia de Medicina de Medellín, la Antioqueña de Historia y el Museo Francisco Antonio Zea. Murió en Medellín.

A continuación, figura Nicolás Osorio Ricaurte (1838- 1906).

Estudió su bachillerato y la carrera de Medi­cina en París, donde se graduó en 1865. En Bogotá fue nombrado cirujano del Hospital San Juan de Dios y catedrático de terapéutica y de materia médica en la Escuela de Medicina Privada que fundara Anto­nio Vargas Reyes.

En la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional fue profesor de clínica y de te­rapéutica. Fue prolífico escritor de artículos médicos, decano de la facultad de Medicina, miembro fundador de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales, y de la Academia Nacional de Medicina, de la que fue su presidente. Murió en Bogotá.

El tercero es José María Lombana Barreneche (1854- 1928), nacido en Santa Marta.

Fue considerado como el padre de la Medicina Interna en Colombia. En 1869 ingresó a la Escuela de Filosofía y Literatura de la Uni­versidad Nacional, en Bogotá, y luego a la de Medici­na, donde se graduó. Regentó las cátedras de anatomía patológica, de patología interna, de patología general y de terapéutica.

Dirigió el Instituto de Medicina Legal. Fue miembro de la Academia Nacional de Medicina y su presidente en el periodo 1904-1906. Incursionó en política siendo miembro de la Asamblea Nacional

Constituyente en 1910 y candidato a la Presidencia de la República en 1918. Murió en Bogotá.

A la izquierda del paciente está el bogotano José Félix Merizalde (1787-1868).

Cursó estudios de literatura en el Colegio de San Bartolomé y de Medicina en el Cole­gio Mayor del Rosario, donde se graduó en 1810. Fue considerado el mejor alumno del doctor Vicente Gil de Tejada.

Se incorporó al ejército libertador, hecho prisionero y obligado a servir a los ejércitos realistas. Formó parte de la Academia de Medicina que funcio­nó en 1816. En 1812 fundó una cátedra de Medicina en el Colegio de San Bartolomé. Fue profesor en los Colegios de San Bartolomé y el Rosario.

Escribió va­rios estudios que sirvieron de textos de enseñanza. Fue dirigente político habiendo participado en la Conven­ción de Ocaña; además, fue presidente del senado de la república en 1844.

En el ejercicio de la profesión fue un ejemplo de probidad, de generosidad y de desinte­rés en el servicio de sus semejantes. Murió en Bogotá.

Sigue Juan de Dios Carrasquilla Lerma (1833-1908), natural de Bogotá.

A partir de 1845 adelantó estudios de filosofía y literatura en el Seminario Conciliar de Bogotá, y de Medicina en el Colegio del Rosario y de San Bartolomé, recibiendo el grado en 1852.

Ejerció la profesión en Medellín, Salamina y Remedios, fijando luego su residencia en Funza (Cundinamarca), donde, sin abandonar la Medicina, se dedicó a la práctica de la agricultura y agronomía, siendo nombrado Direc­tor del Instituto Nacional de Agronomía en 1880.

En 1886 se trasladó a Estados Unidos y Europa donde se consagró al estudio de la Medicina y la paleontología. Fue presidente de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales, y de la Academia Nacional de Medicina.

Adelantó estudios sobre el paludismo, pero su más destacada contribución científica fueron sus investiga­ciones sobre la aplicación de la seroterapia en la lepra. El gobierno creó el Instituto Carrasquilla para facilitar sus investigaciones.

En la Conferencia de Lepra reuni­da en Berlín en 1897 presentó sus trabajos que le die­ron reconocimiento internacional. Murió en Bogotá.

El último, Evaristo García Piedrahita (1845- 1921), natural de Cali

Se graduó de médico en la Universi­dad Nacional en 1872. En su Facultad de Medicina llegó a ser profesor y jefe de clínica. Entre 1875 y 1877 permaneció en Londres y París perfeccionando sus co­nocimientos. Fue el primero en estudiar en Colombia el beri-beri.

Fue presidente de la Academia de Historia del Valle del Cauca y miembro fundador de la Acade­mia Nacional de Medicina.

En reconocimiento a su trayectoria médica, el Hospital Departamental Univer­sitario de Cali lleva su nombre. Murió en su ciudad natal.

Panel No. 3

De izquierda a derecha, en primer lugar, está Rodolfo Llinás Riascos, nacido en Bogotá en 1934.

Médico de la Universidad Javeriana. En Australia obtuvo el doc­torado en neurofisiología y luego se radicó en los Es­tados Unidos, siendo discípulo de los premios Nobel W. Rudolph Hess y John Ecles.

Durante más de cin­cuenta años ha desarrollado una brillante carrera en el Departamento de Fisiología de la Escuela de Medici­na de Nueva York. Es el primero y único “University Professor” que ha tenido esa Escuela en sus 180 años de existencia. Ese título le permite dictar cursos de ni­vel universitario en cualquier área del conocimiento humano.

Es el médico colombiano con más recono­cimientos internacionales, entre ellos, miembro de la Academia de Ciencias de EE.UU.; Medalla de Oro Al­bert Einstein en Ciencias, de la Unesco; miembro de la Real Academia de Medicina de España; miembro de la Academia de Ciencias de Francia; Premio Koetsler sobre Investigación Cerebral, Zurich, Suiza; Premio “Ragnar Granit”, Instituto Nobel de Estocolmo; doc­tor Honoris Causa de nueve universidades internacio­nales. El doctor Llinás reside en Nueva York.

Aparece luego José Félix Patiño Restrepo, nacido en 1927 en San Cristóbal, Venezuela.

Inició estudios de Medicina en la Universidad Nacional de Colombia y en 1948 ingresó a la Universidad de Yale, EE.UU., donde recibió el título de médico y cirujano en 1952 con tesis laureada mediante el Premio Borden de In­vestigación. Se especializó en cirugía general, torácica y cardiovascular. Fue Jefe de cirugía del Hospital de La Samaritana y después de la Fundación Santa Fe de Bogotá.

Se desempeñó como profesor de la Uni­versidad Nacional, director ejecutivo de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina, ministro de Salud y rector de la Universidad Nacional, donde adelantó una gran reforma académico-administrativa. El gobierno nacional le concedió la Gran Cruz de la Orden de Boyacá. Se destacó como escritor prolífico y miembro de múltiples instituciones científicas na­cionales e internacionales. El doctor Patiño reside en Bogotá y ha sido una especie de faro en el campo de la Medicina nacional.

Hernando Groot Liévano (1917-2016) nació en Bo­gotá.

Se graduó como médico de la Universidad Na­cional en 1939 y magíster Cum Laude en Salud Pública de la Universidad de Harvard en 1942, donde también se especializó en Medicina tropical. Adelantó investi­gaciones de gran importancia en el campo de la para­sitología.

Fue presidente de la Academia de Medicina y presidente del Tribunal Nacional de Ética Médica, profesor de parasitología y Medicina tropical de la Universidad Javeriana, decano de la Facultad de Cien­cias de la Universidad de Los Andes, asesor de la Ofi­cina Panamericana de la Salud (OPS) y miembro de numerosas sociedades científicas.

Recibió el Premio “Abraham Horowitz” de la OPS y las medallas “Jorge Bejarano” y “José Fernández Madrid” de autoridades colombianas. Fue un ciudadano ejemplar y un médico paradigmático. Falleció en Bogotá.

El doctor Manuel Elkin Patarroyo nació en Ataco, Tolima, en 1946. Médico de la Universidad Nacional en 1981, especializado en Inmunología y Virología en la Universidad Rockefeller, EE.UU.

Fundó en Bogotá el Instituto de Inmunología del Hospital San Juan de Dios donde, en 1984, obtuvo una vacuna sintética con­tra la malaria, que le dio renombre internacional. Re­cibió el Premio Príncipe de Asturias y varios doctora­dos Honoris Causa. En 1984 fue nominado al Premio Nobel de Medicina.

El gobierno nacional le concedió la distinción Caballero de la Orden de San Carlos. In­fortunadamente, los resultados de la vacuna han sido pobres, pero él insiste en perfeccionarla. No obstante, lo hecho por el doctor Patarroyo es importante, sobre todo por haber despertado el espíritu de investigación en los jóvenes. La esperanza de que pueda descubrir una vacuna confiable, no se ha perdido. Reside en Bo­gotá.

Con estas reseñas biográficas finalizo la presentación de la biografía del mural políptico “Homenaje a la Medicina Nacional”. No fue una labor de fácil ejecu­ción.

En efecto, fue un esfuerzo grande de mi parte, expresión del afecto que conservo hacia la Medicina y a esta Academia, testimoniados en esta obra que dono con satisfacción y con la certeza de que con ella, los nombres de estos grandes personajes de la Medicina serán recordados, al igual que el mío.

Si ustedes me lo permiten, quisiera que las encargadas de su deve­lación fueran mi hija Mónica, médica, y su hija Paula Catalina -es decir, mi nieta-, estudiante de Medicina. Muchas gracias.

Noviembre 22 de 2019

Autor

1 Fernando Sánchez Torres. Médico-Cirujano de la U. Nacional. Profesor Titular, Emérito y Honorario, Exdecano de la Facultad de Medicina y Exrector de la U. Nacional. Miembro Honorario y Académico Ejemplar de la Academia Nacional de Medicina. Bogotá, Colombia.

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