Historia de la Medicina: El Mortero, Del Alimento al Medicamento
Hugo Armando Sotomayor Tribín1
Esta exposición temporal, la vigésima novena, o la quinta muestra del trimestre, exhibe un total de veinte (20) morteros de casa y farmacia, y uno industrial, así como un poporo arhuaco.
De los veinte morteros, uno es de madera, dos de piedra volcánica, -de ellos, uno es prehispánico colombiano, y uno de ónix-, nueve de bronce, cuatro de porcelana y tres de vidrio.
Son propiedad del Museo de Historia de esta Academia seis morteros de bronce y uno de porcelana, el más grande de ellos;; de la familia Arango-Loboguerrero uno de piedra volcánica moderno molcajetje, uno de ónix, uno de bronce y uno de vidrio, y del autor de estas líneas el de piedra volcánica prehispánico, el de madera, cuatro de bronce, dos de porcelana y dos de vidrio.
Con los morteros mencionados se exhibe también un poporo obsequiado por un mamo arhuaco al curador del Museo y un gran mortero de bronce, que perteneció a los laboratorios Legrand y ahora al Museo de la Sociedad de Cirugía de Bogotá Hospital de San José– que gentilmente lo prestaron para esta exposición.
El mortero definido como el utensilio, a manera de vaso, que sirve para machacar en él especias, semillas, conchas, drogas etc., señala con claridad la relación que por milenios han tenido la preparación de alimentos y la de medicamentos.
Los morteros pueden ser de piedra, madera, ónix, bronce (almirez), porcelana (Esta forma de porcelana suele conocerse como mortero Wedgwood, que tiene sus orígenes en el año 1779) y de vidrio.
El mortero con su recipiente y su mano o pistilo son la expresión de la eterna relación macho-hembra en donde lo cóncavo, el recipiente hace de hembra y lo puntudo, el pistilo de macho, y la mezcla de sustancias a través del golpe permanente del pistilo con el recipiente se equipara a la cópula que mezcla sustancias y semillas que dan lugar a nuevas cosas. (Lea también: La Medicina en la Obra de García Márquez: Gabo, Médico Frustrado)
Esta asociación de mortero propiamente dicha con lo femenino y el pistilo con lo masculino, salta a la vista con más claridad si recordamos que los poporos de calabazo de los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, arhuacos y koguis, o en oro de los desaparecidos quimbayas, son interpretados como el útero y la vagina en los que se introduce el palo o falo, para obtener la cal que luego mezclan en la boca con el hayu o hayo, o coca, que tienen en la ella los indígenas.
Entre las comunidades de la Sierra Nevada de Santa Marta el muchacho recibe su poporo como expresión de sus nuevo estatus como hombre adulto, después de haber sido iniciado sexualmente por una mujer mayor o postmenopáusica.
A partir de ese momento tal poporo se sostendrá con la mano izquierda, la menos fuerte por lo regular, y por esta razón la considerada la femenina, o la “marica”, como lo expresó recientemente una indígena wayúu de la Guajira, mientras el palo se introducirá por acción de la mano derecha, la masculina.
En el Corpus hippocráticum el concepto de Santa fármaco significó a la vez remedio curativo y agente purificador y no se diferenció claramente de alimento.
Con Galeno de Pérgamo aparece una escisión entre los conceptos de fármaco y alimento, que se mantenía desde los tiempos de Hipócrates.
Es fármaco, aquello que produce en el organismo alteración, en tanto, que es alimento lo que actúa originando un incremento del cuerpo.
Para los indígenas, el hayu lo consumen los hombres para pensar con más profundidad y deshacerse, purgarse, de las ideas menos importantes y para alimentarse y fortalecer su cuerpo.
Los poporos indígenas nos recuerdan, pues, aquellos tiempos hipocráticos en los que el alimento no estaba bien diferenciado del medicamento y que los efectos emocionales del consumo de ciertas sustancias se equiparaba con la purgación mental.
Concebir la relación mortero-pistilo como la expresión de los elementos de la cópula es lo que, también, explica, porqué los alquimistas, en su búsqueda de la transmutación, de la creación, por la mezcla o fusión de sustancias, vieron en ese dueto la fuente de sus poderes.
En la arqueología americana se ha adoptado el nombre genérico de metate (del náhuatl met-latl) para referirse a los morteros, casi siempre de forma rectangular y elaborado en roca volcánica, sobre los cuales ejercían presión con un rodillo del mismo material, el metlapil de suficiente longitud para sujetarlo con las manos por sus extremos. Acompañando a la cultura del maíz, los metates se extendieron por toda América tomando la forma que les dio cada cultura.
Los más complejos, de carácter ceremonial, tenían ricos ornamentos calados o tallados en relieve (Costa Rica).
Un mortero muy difundido en la cocina mexicana es el molcajete, casi siempre de forma semiesférica, usado para triturar granos, especias y vegetales en la preparación de salsas y diversos platos. Tiene forma semiesférica y se apoya en tres patas, y su mano o pilón, llamado tejolote, con el cual se machaca y se muele contra el hueco del molcajete. Se hace de piedra volcánica, aunque también los hay de barro o de maderas duras.
El nombre procede de las palabras náhuatl: mollicaxtli y temolcaxitl, que significan cajete para las salsa o cajete de piedra para el mole. Tiene su mano o pilón, llamado tejolote, con el cual se machaca y se muele contra el hueco del molcajete. El término procede de texolotl, de tetl que significa piedra y xolotl, que significa muñeco.
En el Imperio Romano el griego Dioscórides de Anazarba produjo la obra monumental de la Antigüedad, Hiliká o Materia Médica, Materia Médica, en donde se recogió la riqueza de los pueblos sometidos a esa potencia.
La botica u oficina en que se hacen y despachan las medicinas o remedios para la curación de las enfermedades, es un aporte de la medicina árabe.
En el siglo XVI la farmacia se enriquece por los aportes del español Nicolás Monarde, quien trató de compendiar los conocimientos que sobre Materia Médica logró obtener de América;; por los del portugués García de Orta, quien hizo conocer a Europa los de la India y por los medicamentos minerales introducidos por Paracelso.
La milenaria alquimia con sus morteros, retortas, fuelles, fuego, alambiques y sustancias, dejaron ver su influencia en la Nueva Granada en el siglo XVII, como se ve en la obra de Pedro Lopez de León, quien ejerció en Cartagena de Indias desde finales del siglo XVI hasta la publicación de su obra en 1628 en Sevilla, y en donde dejó los primeros grabados de instrumentos quirúrgicos y de laboratorio de alquimia que se conocen en la Nueva Granada.
1 Presidente de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina. Curador del Museo de la Academia Nacional de Medicina de Colombia. Coordinador de la Comisión Permanente de Museo de la Academia Nacional de Medicina, de la cual es Académico de Número.
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