Conmemoraciones: 25 Años de Historia de la Genética Médica en la Universidad Javeriana

Académica Martalucía Tamayo Fernández, MD, MSc*

Libros de Medicina

El Instituto de Genética Humana cumple 25 años y casi que no se sintieron, es difícil de creer. Ya han pasado 25 años desde que el Dr. Jaime Bernal Villegas regresara de su doctorado en Inglaterra e iniciara el transcurrir de la Genética Médica en la Universidad Javeriana.

Pero lo que muchos desconocen es que esa historia se inició en la Javeriana mucho antes. Hay una historia detrás de la historia.

¿Qué es lo que más nos sorprende de todo esto? Que ha sido un proceso tremendamente dinámico, activo, acelerado, agradable, enriquecedor, académico, humanístico y definitivamente, para que acabe de rimar, futurístico. (Lea también: Conmemoraciones: Sobre el Instituto de Genética Humana y su gestor, Académico Jaime Bernal Villegas)

Lo que surgió como una idea de un joven profesor inquieto, llego a consolidarse hasta lo que tenemos hoy en la Javeriana, un instituto viviente, con edificio propio e identidad propia y por supuesto, con futuro propio.

Porque esa es la vida; los seres humanos van creando cosas al tiempo que se van autoconstruyendo y por supuesto, son ellos mismos quienes van forjando su futuro.

El Dr. Jaime Bernal rápidamente aprendió eso y lo puso en práctica desde el principio, hasta el punto de que se lo enseñó a sus discípulos y compañeros de aventuras científicas, la mayoría de los cuales ha repetido la historia creando núcleos fuera y dentro de la universidad, en una larga cadena pedagógica de aprendizaje, enseñanza, creación y construcción.

Del Instituto de Genética Humana en la Universidad Javeriana se dijo hace algún tiempo: “Ha hecho historia forjando un grupo de investigación que busca ser poderoso, que sin pautas preconcebidas ha mostrado liderazgo, al tiempo que trabaja simultáneamente en tres grandes frentes: Investigación, Docencia y Servicio médico-clínico en el área de la Genética Médica en el país.

Sus investigaciones han trascendido en el ámbito internacional, lo que le ha permitido establecer importantes vínculos académicos con otros grupos, para recibir entonces apoyo financiero de varias instituciones y universidades de otras partes del mundo”.

Hoy en la Javeriana podemos decir que contamos con un equipo humano y tecnológico altamente calificado, “que ha alcanzado un punto de madurez tal, que le permite asumir retos científicos de mayor envergadura en este siglo XXI”.

El estudio de las enfermedades genéticas llevó la ciencia a la era genómica y de allí, es preciso pasar a la era proteómica. No estamos lejos del futuro; el futuro es aquí y ahora.

La historia detrás de la historia

Nunca antes se había hablado de la historia anterior, de la verdadera historia, cuando el gestor del Instituto de Genética comenzó sus trabajos en Genética.

Siempre se ha comentado cuando el Dr. Jaime Bernal Villegas regresó al país e inició la Genética Médica en la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana.

Pero siempre hay una historia desconocida, que generalmente es la parte más importante de la historia. Según el relato del propio Jaime Bernal, todo comenzó con un trabajo de patología, que les exigía el Dr. Gabriel Ortega en 4º. año de Medicina en la Javeriana.

Pero conversando con el propio Dr. Ortega, descubrí que el asunto se originó más atrás; las cosas pueden tener un origen más sorprendente aún. No es fácil de creer, pero todo se originó por un chino en Harvard.

Un chino de la china, claro. El Dr. Ortega me contó que cuando hizo su especialidad en Boston le llamó la atención que los estudiantes investigaran con tanta facilidad y sobre todo, lo marcó un médico chino “de cuyo nombre no pudo acordarse”, pero eso sí supo decirme que el chino era un patólogo muy prestante que se dedicaba especialmente a la investigación científica. Así descubrimos que la culpa de todo la tuvo el chino; venimos de un chino, nada más y nada menos.

Debido al chino, cuando el Dr. Ortega regresó al país inició sin dudarlo hacia el año 65 el cuento de meter en investigación a todos los estudiantes; igualito que en Harvard, pero sin plata.

Por consiguiente la historia sigue con el hecho de que apareció un grupo muy interesado en la idea de investigar, donde entre otros estaba el estudiante Jaime Bernal; quien a la postre sería nuestro gestor.

A pesar de que el trabajo de investigación obligatorio desapareció, no desapareció así el interés de un grupo de gente que ya había quedado marcada por la investigación; había pasado lo inevitable, el Dr. Ortega logró sembrar la semilla y los dejó embarcados en el cuento, que por fortuna no salió como cualquier cuento chino.

Este relato entonces nos devuelve al año 1970, cuando un curioso estudiante cursaba tercer año de Medicina en la Javeriana. Estaba justo en el año de Patología donde se exigía un trabajo de investigación. Tema libre y grupo libre, premio al mejor trabajo, presentación en público y hasta publicación. De manera que fue el Dr. Ortega quién empezó a formar verdaderos investigadores en esa generación.

Hubo un grupo de estudiantes que se interesaron por el cariotipo del ratón, en el que obviamente, estaba Jaime Eduardo Bernal.

Se fueron a trabajar a un laboratorio del Instituto Cancerológico, porque allí ya había comenzado la investigación, bajo la tutoría de profesores como Jorge Medina y Efraím Otero.

Para ese trabajo, los inexpertos estudiantes tuvieron que estudiar cómo se hacía investigación, empezando entonces por ver qué literatura había sobre el tema, con el agravante de que en esa época no había internet; entonces las cosas no fueron tan fáciles.

Tuvieron que ver cómo era el cariotipo normal de un ratón para pensar después en ver las anormalidades. Luego vino el aprender cómo se hacia un cariotipo y esa fue la época del ensayo y error, como toda investigación.

Todo un proceso autodidacto, porque se trataba de leer en libros y aplicar, sin una supervisión directa de alguna persona experta en el tema; al fin y al cabo, la Genética no existía en la Javeriana.

Así gastaron sus vacaciones de julio del año 70, matando los ratones del cancerológico, [me refiero a los del laboratorio de investigación], para sacar unas cuantas células del fémur, sembrarlas, cultivarlas y analizar después los cromosomas.

Según cuenta el Académico Francisco Javier Henao, compañero de aventuras científicas de ese año, el hoy también Académico, Jaime Bernal, poco o nada se apareció por el laboratorio del instituto Cancerológico. Ante semejante acusación el implicado Dr. Bernal respondió que él se encargó de escribir el artículo final.

Pero el cuento les salió muy bueno, hicieron un excelente trabajo que recibió el primer lugar del curso, se publicó en Universitas Médica [Ver Figura No.1] y se presentó en un simposio de investigación fuera de la universidad.

De manera que la intención del Profesor Ortega, se cumplió a cabalidad. Si él pretendía que los estudiantes aprendieran a investigar, lo logró con creces. No sólo aprendieron, sino que de allí surgió un investigador y un gestor de todo un instituto de investigación.

Así que el Instituto de Genética Humana y todos los que hacemos parte de el, le debemos mucho al Dr. Gabriel Ortega; más de lo que creíamos. Pero la inquietud del Dr. Bernal por la investigación no paró allí en ese año de patología, porque después se interesó en estudiar los dermatoglifos de pacientes psiquiátricos cuando rotó por un instituto Psiquiátrico.

Según el mismo Bernal cuenta, ese trabajo también se publicó hacia el año de 1974 en la revista Universitas Medica.

Tuvo contacto con otros estudiantes, como por ejemplo José Navas, quién en esos momentos incursionó también en la investigación. Adelantó otros proyectos con financiación que él solo conseguía. Hasta su papá, Eduardo Bernal, le otorgó un pequeño “Grant” de la empresa ACEGRASAS, cuando ya había montado un laboratorio de investigación en el Departamento de patología bajo el auspicio del Dr. Ortega.

Siendo estudiante aún, Bernal comenzó a tener discípulos, pues al año siguiente ya dirigió trabajos de otros estudiantes que venían en semestres posteriores.

Tal fue el caso de Ignacio Becerra, estudiante un año menor que Bernal, a quien le dirigió el trabajo del año de patología. Incluso, según el mismo Bernal cuenta, casi para terminar medicina, un año de esos fue su propio profesor, se autodirigió un trabajo, se autocontroló las rotaciones por el laboratorio que él mismo manejaba y obviamente, se autocalificó la rotación. Al fin y al cabo, no había genetista en la universidad.

Así pasó toda la carrera, buscando respuestas a preguntas que sólo a él se le ocurrían, mirando curiosidades acá y allá, adelantándose a los profesores, haciendo lo que otros no hacían, yendo mucho más allá del pensum normal que la facultad le imponía.

Por eso se metió en problemas, por estar pensando siempre en otras cosas. Después de graduarse, el Dr. Bernal se fue a su año rural, cerca de Bogotá para no dejar muy lejos las investigaciones que ya había empezado.

Luego, en 1976, se fue para Inglaterra a New Castle Upon Tyne para adelantar su doctorado en Genética e Inmungenética, bajo la dirección del Profesor Roberts. Pero ¿Porqué tenía la genética en la cabeza? Es algo que no le hemos preguntado nunca, pero seguramente fue porque vio lo que otros no vieron en el futuro de la medicina.

Por supuesto que después del cuento chino viene el cuento inglés, con el retorno del Dr. Bernal aColombia en Diciembre de 1.979, cuando planteó la idea de fundar lo que en ese entonces se llamó “LA UNIDAD DE GENÉTICA CLÍNICA” de la Facultad de Medicina.

Fue así como el 4 de Enero de 1.980 se inició formalmente el estudio de la Genética Médica en la Universidad Javeriana. En un principio, funcionó una oficina en el tercer piso del Hospital San Ignacio, con una pequeña sección de laboratorio básico de citogenética en el edificio de Farmacología.

En esa época se hacían exámenes bioquímicos en el laboratorio clínico y la consulta de Genética Medica en el Hospital San Ignacio. Los que acompañaron al Dr. Bernal en aquella época, recuerdan que tenían una mesa grande en una oficina como un acuario; después consiguieron un escritorio para el jefe y una silla, de manera que las butacas escaseaban y hasta alguna investigadora tuvo que sentarse durante un buen tiempo en la papelera de la oficina a falta de mobiliario apropiado.

Al llegar se instaló en la oficina que los pediatras tenían en el tercer piso del hospital. Alguien le prestó un escritorito y a los pocos días llegaron dos ayudantes que se sentaban a revisar temas y escribir cosas todo el día.

Rápidamente sacó a los pediatras de su propia oficina y se mudaron a una sala más amplia, a la que inevitablemente también llegó y los volvió a sacar; ese fue el famoso acuario del que muchos hablan y el que me tocó a mi ver cuando era estudiante de pediatría y me dijeron que ese era un tipo raro que había llegado a hacer trabajos novedosos. Ni idea que era genética y ni idea que más era lo sorprendente que aquel hombre hacía.

Cuenta el Académico Francisco Núñez que allí lo reencontró y lo primero que le llamó la atención fue que dijera que había regresado al país y que estaba en la Javeriana, “para pensar”. En esa época, a muy pocos médicos se les pagaba para algo distinto a ver pacientes y correr por un hospital todo el día.

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