Presentación del Libro: “Juan de Dios Carrasquilla, Hombre de Ciencia”
Académico Dr. Adolfo De Francisco Zea
Libros de Medicina
Ha sido tradición y costumbre de esta Corporación que cuando se presenta un libro de alguno de los Académicos en una sesión especial como ésta, su autor disponga de un corto tiempo para exponer ante el auditorio el contenido de la obra presentada; en ocasiones, la exposición es ilustrada con estadísticas o cuadros sinópticos alusivos a los temas de que se ocupa el libro.
Si se trata de un estudio biográfico, como el que hoy presento ante ustedes, es usual acompañarlo de fotografías relacionadas con el biografiado, con su entorno familiar, con el medio en el que vivió, estudió y desarrolló los actos más salientes de su vida.
En otras palabras, con elementos que tienen que ver con la época en que transcurrió la existencia del personaje estudiado.
Una presentación del libro, concebida en esa forma, podría convertirse fácilmente en la enumeración de una serie de capítulos cronológicamente organizados en los que se destacan las ejecutorias del personaje y se analizan someramente sus rasgos intelectuales, éticos o espirituales; en el fondo, un compendio apretado, y glacial si se quiere, del contenido real de la obra.
Quiero apartarme de este tipo de exposición para leer en su lugar las tres o cuatro páginas de Introducción a la biografía del ilustre médico y naturalista bogotano.
Juan de Dios Carrasquilla, señores Académicos, fue un verdadero hombre de ciencia en toda la extensión del vocablo; un ser humano, que en síntesis afortunada, supo significar el sentido de una vida como la suya integralmente dedicada al ejercicio de la medicina y al estudio de las ciencias naturales, con las admirables palabras que alguna vez, al referirse a sus estudios de investigación en el terreno de la meteorología, expresara de la siguiente manera: “Someto mis observaciones y deducciones.
Si contribuyen en algo al adelanto de la ciencia, daré por bien empleados todos mis esfuerzos; si, por el contrario, a nada conducen, me quedará al menos la satisfacción de haber trabajado tenazmente por hallar la verdad”. (Lea: Comentario al libro “Creación, Arte y Psiquis”)
En el libro que presento esta noche, he intentado analizar un tanto la noble personalidad del doctor Carrasquilla; señalar sus constantes esfuerzos por alcanzar la verdad en las diversas empresas en que se comprometió a lo largo de su meritoria existencia; recordar sus aciertos y sus posibles faltas, mencionar su perseverancia en las investigaciones que emprendía, y destacar, además, esa dignidad personal suya que le fue tan característica, que le permitía recibir sin arrogancia las alabanzas y aceptar sin pesadumbre las críticas que fueran razonables.
En la Introducción a la semblanza de su sobresaliente vida digo las siguientes palabras: “Cuando hace algunos años escribía la biografía de mi abuelo el doctor Luis Zea Uribe, me encontré con el Discurso que pronunciara en el sepelio del doctor Juan de Dios Carrasquilla el 15 de julio de 1908.
Las palabras del doctor Zea Uribe en esa dolorosa ocasión señalaban dos de las características más sobresalientes del ilustre médico desaparecido: su honestidad y su bondad.
A partir de esos días, mi interés se encaminó a descubrir las razones que tuvo el doctor Zea para describir con esas dos hermosas palabras la personalidad del doctor Carrasquilla; quizás porque para mí son vocablos que representan dos virtudes excelsas del hombre: la honestidad que es la esencia del hombre moral, y la bondad que es la sublimación de todas las demás fortalezas del alma.
Intenté en consecuencia aproximarme a todo aquello que pudiera llevarme a descubrir los propósitos del doctor Zea Uribe al pronunciar sus elocuentes palabras; a penetrar con curiosidad, así fuera fugazmente, en la vida y la obra del hombre al que muchos de sus contemporáneos conocieron con el apelativo de “sabio”, para indagar con serenidad y sin pasiones en los aconteceres de su existencia y en sus ejecutorias más notables.
Encontré, sin esfuerzo, que una visión panorámica de la vida del doctor Carrasquilla permitía descubrir de inmediato cuán digna era de admirarse, tanto si se la miraba desde el punto de vista de los actos cumplidos a lo largo del tiempo como si se la observaba mediante el prisma transparente de su propia condición humana.
Advertí, además, cuán fácil podría ser para el que se aventurara a relatarla, perder un tanto la objetividad necesaria en ese empeño por la tendencia natural de los seres humanos a idealizar los personajes sobre los que se escribe.
Juan de Dios Carrasquilla fue un hombre de ciencia forjado en la medicina de mediados del siglo XIX cuando aún no se alcanzaba a vislumbrar el progreso asombroso de las ciencias del siglo siguiente; un estudioso de la naturaleza que supo aplicar con maestría sus conocimientos en ciencias naturales al campo de las ciencias agropecuarias y al desarrollo técnico de las mismas; un médico que ejerció su profesión con bondad, con responsabilidad y con un impecable sentido del deber.
Un experimentador en los terrenos por entonces desconocidos de la malaria; un investigador que dedicó su inteligencia y sus dotes personales a indagar los misterios de la lepra con el anhelo íntimo de doblegar la enfermedad y de vencerla.
Un educador nato generoso en la entrega de los conocimientos adquiridos en los campos en los que actuó con dedicación digna de encomio; y un hombre de familia afectuoso con los suyos y exquisito en el cumplimiento de sus obligaciones familiares.
Las diversas facetas de la vida del doctor Carrasquilla, estructuradas en una personalidad noble y vigorosa, le permitieron dejar como valiosa herencia a sus descendientes y a las generaciones médicas y científicas que siguieron el rico legado de su ejemplo y el amable recuerdo de su meritoria parábola vital.
Se le llamó sabio con la connotación que se le daba a este vocablo hace ciento cincuenta años: la del hombre prudente, justo, honesto y bondadoso, antes que la del erudito. En ese sentido, Carrasquilla mereció el calificativo de sabio con largueza.
Pero además de sabio, en la acepción que he mencionado, era entusiasta y audaz en su trabajo, ingenuo y crédulo en muchas ocasiones, generoso al compartir los éxitos y humilde ante el aplauso. Fue en ocasiones duramente criticado por aquellos de sus pares que jamás compartieron sus puntos de vista; y aceptó sus críticas cuando eran justas y desechó las otras.
Fue grande en la adversidad, temeroso en sus juicios, sensato en su discurso y honesto, infinitamente honesto, en todos los demás actos de su vida. Reconoció sus equivocaciones sin soberbia y aceptó sin arrogancia la responsabilidad por los yerros cometidos en su empeño de buscar la verdad; y es, en ese reconocimiento tranquilo de los errores incurridos, en donde se pone en evidencia con absoluta claridad la nobleza de su carácter y la sabiduría de su sobresaliente condición humana.
Años después de su fallecimiento, ya depuradas de emotividad las opiniones de sus adversarios, surge la figura del investigador serio que fue Carrasquilla al lado de la del médico bondadoso, el agrónomo diligente, el educador infatigable y el excelente padre de familia.
Parodiando a Daniel Arango en las palabras iluminadas que pronunciara ante los restos mortales del Presidente Guillermo León Valencia, pienso que de Juan de Dios Carrasquilla también puede decirse con certidumbre que fue un hombre que no solamente tuvo honores sino Honor; que no solamente tuvo distinciones sino Distinción; que no solamente tuvo conocimientos sino Conocimiento.
Pero, antes de dar comienzo a las páginas en las que intento presentar una semblanza de ese hombre sabio del siglo XIX, quiero dejar testimonio de mi perenne gratitud para con la Academia Nacional de Medicina y la Academia Colombiana de Historia por su colaboración en la empresa de publicar el libro.
Y extender mi agradecimiento a Alicia, mi esposa, por su constante apoyo y comprensión; a Rubén Salazar Gutiérrez por sus atinados juicios sobre la realidad del ser humano que tanto ayudan a comprender el núcleo psicológico de los individuos; a José Félix Patiño Restrepo por haber aceptado gentilmente prologar la obra, y a Jaime Carrasquilla Negret, digno heredero de las virtudes ciudadanas de su bisabuelo y celoso guardián de su legado intelectual por su desinteresado apoyo y su amistosa ayuda”. Muchas gracias.
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