Instituciones de Excelencia, Hospital de Santa Clara (1942-2002)

Discurso en la conmemoración de los 60 años de su fundación

Académico Dr. Gilberto Rueda Pérez*
* Ex-Director del Hospital Santa Clara. Ex-Presidente de la Academia Nacional de Medicina.

Es muy honroso y, por qué no decirlo, emocionante sobremanera para mí el haber sido designado para dirigiros la palabra en esta sesión solemne en la que conmemoramos los primeros sesenta años de la Fundación del HOSPITAL SANTA CLARA de Bogotá.

En esta benemérita institución tuve el privilegio de iniciar, hace ya muchos años, mi carrera profesional y ahora, cuarenta y cinco años después, tengo la oportunidad de presentar ante esta distinguida concurrencia, un resumen de su brillante historia dedicada al bienestar de los tuberculosos y en general de los pacientes mas necesitados del país.

El doctor Eduardo Santos, por solicitud perentoria y emocionada de la Señora Lorencita Villegas de Santos, su esposa, quien en 1938, horrorizada después de visitar en compañía de las damas de la Liga Antituberculosa Colombiana el Pabellón San Juan de los Barrios, destinado a los tuberculosos del Hospital San Juan de Dios, le dijo, según relato hecho por el Sr. Presidente en su libro “Las Sombras Protectoras”, que cito textualmente “eso no puede continuar así, Dios nos va a castigar a todos si no lo remediamos; yo no podré volver a dormir tranquila si esa atrocidad no termina”.

En términos patéticos refería lo que habia visto y exclamaba: “ yo no he pedido nada, yo no quiero nada, pero ésto sí, ésto sí!!…”.

El Presidente, hondamente conmovido, le aseguró que ese mismo dia se principiaría el esfuerzo por realizar pronto lo que debiera hacerse. Y no se habló en el almuerzo de otra cosa sino de proyectos y planes para el hospital. (Lea también: Instituciones de Excelencia, Johns Hopkins: Calidad, Excelencia y Liderazgo)

El alma noble del Dr. Santos respondió de inmediato y autorizó la planificación del hospital; el empuje y la inmensa dedicación de la Señora, hicieron el resto.

El 16 de julio de 1942, en presencia del Presidente de la República, los Ministros del Despacho, el Arzobispo Primado de Colombia, la Presidenta y la Junta Directiva de la Liga Antituberculosa se inaugura el tan esperado hospital, con una capacidad para 100 hombres, 100 mujeres y 50 niños.

Quince días despues se trasladaron los pacientes de San Juan de los Barrios al nuevo hospital. A pie, con sus escasas propiedades y dejando atras el infierno que fuera su hogar durante tanto tiempo, frente a la mirada atónita de los curiosos de la calle 1a, llegaron a instalarse.

Personalmente doña Lorencita “cooperó en el traslado e instalación de los enfermos, a la organización del hospital, por el cual desde el día en que nació de sus lágrimas hasta aquél en que gracias a la admirable actividad oficial, quedó ya en pleno funcionamiento, no dejó de preocuparse un solo día”. (Hasta aquí la cita textual del libro).

Históricamente el momento era propicio; ya en 1866 la Junta Central de Higiene había dispuesto el aislamiento de los enfermos de TBC que se encuentran recluidos en cuarteles o prisiones. En 1932 se había creado la Sección de Lucha contra la TBC.

En 1936 se funda el Departamento Nacional de Lucha contra la TBC. En 1937 por la Ley 20 se organiza la campaña AntiTBC Nacional. El 14 de febrero de 1939 se funda la Liga Antituberculosa Colombiana creada y presidida por nuestra benefactora.

Los llamados Pabellones de San Juan de los Barrios y de la Serpentina, así como los anexos a otros hospitales del país, por la falta de recursos, por la falta de elementos terapéuticos eficaces, ante la ignorancia, las consejas, las creencias y los temores atávicos de pacientes y familiares, se convertían en sitios de reclusión y abandono, verdaderos “botaderos” de enfermos tuberculosos que llegaban a constituirse en esos grupos apestados, incurables, contaminantes.

En suma, solamente comparables a los que hoy en día se hacinan ante nuestros ojos en las grandes ciudades del mundo, incluyendo las nuestras, bajo el oprobio de la drogadicción, el alcoholismo y el sida, a los que mentes obtusas, infrahumanas, denominan “desechables”.

Sin embargo ya en 1882 Roberto Koch había descubierto el bacilo; ya Brehmer y Detweiler habían fundado los primeros Sanatorios en Alemania; ya Trudeau había abierto Saranac Lake en USA; ya existían las curas sanatoriales, el reposo, la alimentación balanceada, el neumotórax; ya había pues, recursos contra la enfermedad; ya Calmette y Guerin habían producido su vacuna; ya Pasteur habia descubierto las bacterias;

Ya Roentgen había descubierto los rayos que llamó X y que le dieron imagen interior al organismo humano; ya Laenec había aplicado su precioso estetoscopio al tórax del paciente; ya Sauerbruch habia perfeccionado la toracoplastia; y ya Waksman estudiaba la aplicación de su milagro biológico: la Estreptomicina.

Era pues el momento apropiado para atacar de frente el mal y vencerlo. Y con ese propósito se fundó Santa Clara.

Puesto bajo la dirección eficiente y eficaz del Dr. Carlos Arboleda Díaz, tisiólogo, cirujano, emprendedor, paisa…

Dotado de 200 camas para adultos y 50 para niños, estas últimas con la colaboración de la LAC en un pabellón infantil inaugurado el 5 de agosto de 1942 pocos días después del hospital, que se convirtió en moderno hospital infantil de 3 plantas, hacia 1953, con salacuna y escuela primaria, dotado, dirigido y sostenido por la Liga hasta épocas relativamente recientes en que pasó a ser ocupado por la unidad de Salud Mental del Hospital.

El cuidado de Enfermería fue encomendado a las Hermanas Vicentinas quienes hasta la década final del siglo XX con su abnegación, dedicación, conocimientos y sobre todo amor, constituyeron el complemento perfecto para la parte científica, contribuyendo en forma significativa al alto rendimiento de la institución.

Santa Clara ha sido, señores, centro de capacitación científica, universitario por antonomasia; por sus aulas han pasado a lo largo de estos 60 años, la gran mayoría de los profesionales de la tisiología, al principio, de la neumología después, y de la cirugía torácica siempre, quienes le han dado luego luz y prestigio en esos campos a la Medicina Colombiana.

En sus aulas, a veces pobres y dispersas, han transcurrido algún período de la formación de quienes ejercen con rigor científico las disciplinas torácicas en Colombia y algunos, con gran lujo, en el exterior.

Su vinculación docente y universitaria se ha incrementado con el correr de los años y así, de la clase opcional de Tisiología que dictábamos al principio para alumnos de último año de la U.N, ha pasado a impartir enseñanza de pre y post grado en Neumología y Cirugía del Tórax, Medicina Interna, Odontología, e Instrucción Técnica en múltiples disciplinas paramédicas, a alumnos de diversas facultades y escuelas nacionales.

Aquí , señores, se practicó la primera intervención de cirugía del tórax a los pocos días de inaugurado, aquí se hizo la primera neumonectomía, la primera lobectomía, las primeras resecciones segmentarias; aquí se aplicó por primera vez la estreptomicina, se introdujo el ethambutol, la rifampicina, los tratamientos acortados, intermitentes.

Aquí el paciente tuberculoso dejó de ser un problema insoluble y un abandonado, para ser curado por la ciencia y, para servir a la comunidad a través de la enseñanza.

Transcurrido el tiempo, la experiencia de Madrás a principios de los años 60, demostró que la TBC con los medios terapéuticos actuales podía ser curada sin necesidad de ese largo período de hospitalización usual hasta entonces.

Y Santa Clara evolucionando con la época, abrió sus puertas a las enfermedades generales, médicas y quirúrgicas a partir de 1977, conservando su tradicional dedicación a los procesos torácicos y muy particularmente a los pacientes tuberculosos, tanto durante el breve período hospitalario requerido por algunos de ellos, como durante su tratamiento ambulatorio por medio de un muy bien organizado programa de control de TBC.

Infortunadamente en Colombia, las tasas de incidencia de la TBC se han estabilizado en los últimos años sin mostrar la línea descendente, acentuada que debiera darse, lo cual constituye claro índice de la necesidad de enfocar el programa de Control de TBC a nivel nacional, con todo el interés y el amplio armamentario de la Salud Pública, para tratar de evitar que, en el futuro inmediato, esa incidencia se vea incrementada en forma dramática por su conjugación con la nueva peste que invade al mundo: EL SIDA, como está sucediendo ya debido al abandono en que han quedado los procesos de interés en Salud Pública, a consecuencia del enfoque dado a ellos por el Sistema actual de Seguridad Social en Salud.

Pocas, muy pocas son las personas que durante estos sesenta años, han tenido el privilegio de dirigir los destinos del Hospital y de imprimir, desde sus posiciones directivas y docentes, esa marca indeleble de eficiencia, de técnica, de estudio y de progreso que ha caracterizado a Santa Clara. Ellos son:

Carlos Arboleda Díaz 1942-51
Celso Jiménez Cadena 1951-55
Alberto Vejarano Laverde 1955-56
José Antonio Varón Rico 1956-57
Humberto Janner Ruiz 1957-58
Celso Jiménez Cadena 1958-64
Carlos Herrera Galindo 1964-75
Claudio Cerón Paz 1975-80
Juvenal Rodas 1980-86
Jaime Paez Franco 1987-92
Gilberto Rueda Pérez 1992-94
Alonso Olarte R. 1994-97
Henry Tarazona F. 1998-2001
Ramiro Barrera S. 2001
Milton Nuñez Paz 2001 a la fecha

Este último es su actual Director, quien, con su equipo técnico de colaboradores, ha llevado al Hospital a su presente, descollante estado.

Vale la pena mencionar otros, pocos, nombres de personas que dejaron huella imperecedera en la vida del Hospital:

Dr. José Pablo Leyva; la cátedra y la cirugía organizadas.

Dr. Gustavo Gómez Hurtado; pionero de la broncoscopia y la patología pulmonar no tuberculosa, quien hoy nos acompaña.

El Profesor Ricardo Vargas Iriarte, al principio en la U.N, luego en la Javeriana, en el Hospital San Carlos, en la Academia Nacional de Medicina, a quien tuve el privilegio de acompañar en la cátedra y luego, años después, de reemplazar en la Academia.

El Profesor Alfonso Bonilla Naar, universitario, cirujano brillante, poeta, a quien sucedí en el Departamento Quirúrgico de este Hospital.

El Dr. Alfonso Díaz Amaya, médico, clínico por antonomasia, de quien recibimos inolvidables lecciones de vida y Medicina, quienes tuvimos la fortuna de trabajar con él, hoy nos acompaña.

El Dr. Camilo Schrader Fajardo, cirujano científico, continuador de la cátedra de Leyva, compañero de trabajo, quien nos dejó súbitamente mientras recorría la Europa de sus ancestros.

Los Dres. Jesús Maria Barragán y Arturo Villarreal quienes en la multitudinaria consulta externa orientaban con calidad el tratamiento ambulatorio.

Oscar Tonelli, anestesiólogo, pionero; y Armando Sánchez, anestesiólogo, condiscípulo, quienes se anticiparon a la partida.

El Dr. Fidel Camacho Durán, profesor universitario, el mejor discípulo, quien ha superado con creces a sus maestros, quien estaba al frente de la Sudirección Científica del Hospital durante la celebración de los 50 años, con cuyo motivo editó y publicó el libro de “Enfermedades del Tórax”, pilar de la enseñanza de esta materia.

El Dr. Jorge Restrepo Molina, impulsor de la educación universitaria. Partió también.

Los doctores Pompilio Espinosa y Juvenal Baena, seguidores de la tradición de Gómez Hurtado.

Y Agustín Castillo, neumólogo erudito, quien adornaba con sus conocimientos y actualizaciones nuestras reuniones científicas, y quien en el extranjero nos representa con calidad.

Y Humberto Gamboa, nuestro gran compañero en la Consulta Externa, experimentado, eficiente.

Y el Dr, Carlos Awad, distinguido neumólogo, actual Subdirector Científico del Hospital, quien al frente del programa de control de la TBC ha cumplido y cumple destacada labor humanitaria.

Y los jóvenes y muy eficientes cirujanos doctores Hernando Russi y Jorge Brieva quienes nos reemplazaron y nos superaron.

Y muchos más, que se escapan a estas líneas…. Y cómo no recordar a tantas personas que aportaron tánto a Santa Clara: Sor Margarita Martínez, la primera; Sor Carmen Duque, de gratísima memoria; Sor Eugenia Botero, la abnegada enfermera de los paciente quirúrgicos; Sor Marina Cortés, Sor Mariela, Sor Abigail y Sor Himelda y las Enfermeras profesionales que con su característico celo y conocimientos, constituyen la llave del éxito institucional; y nuestros eficaces capellanes con su tradición de servicio.

Y tantas personas vinculadas al Laborarorio Clinico iniciado por el Dr. Jorge Santos y el Laboratorio de Patología, dirigido en principio por nuestro inolvidable compañero Pablo García Infante, y actualmente con mano maestra por Paulina Ojeda.

Y las auxiliares de Enfermería y las Instrumentadoras Quirúrgicas, y el Banco de Sangre, y el personal Administrativo y las Damas Voluntarias de Santa Clara, quienes inspiradas por la fundadora de la Liga Antituberculosa Colombiana.

Doña Lorencita Villegas de Santos, de la cual provienen, y guiadas por señoras tan prestantes como Blanca de Samper, Maruja de Esguerra, Carmen de Phillips, Yolanda de Dorado, Luz Uribe Naranjo de Guerrero, y su actual Directora Doña Silvia Merino De la Roche, quienes de acuerdo con el espíritu de la obra inmortal plasmada en la Capilla cumbre de la cristiandad por la mano maestra de Miguel Ángel nos recuerda el origen del hombre, de su compañera surgida de su tórax y del principio de la solidaridad, iniciado por el hombre primitivo al cargar sobre sus hombros al herido, y prolongado en hospitales que, como el Santa Clara, podrán invocar el perenne espíritu de la fundadora, y decirle al unísono con los actuales miembros del personal de Santa Clara: hemos cumplido, Señora y cumpliremos.

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